lunes, 29 de abril de 2013

Le miré los labios mientras me abrazaba.
Si el cielo existía, él estaba haciendo una buena imitación de él.
Le abracé aún más fuerte, como reteniendo cada parte de él a mi lado. Desde su pecho el mundo parecía mejor, menos cruel, más estable. Su respiración acompasada marcaba la velocidad a la que mi corazón tenía que latir. Todo parecía fácil, todo era sencillo.

- Tú y yo.
- Por fin.
Bajó su mirada hasta posarla en mí, y se acercó lentamente para besarme.
- Tengo la sensación de que compensas todo lo malo que ha habido antes de ti, antes de tu aparición en mi vida.
- Exageras- afirmé temiendo a su respuesta. Me acarició los hombros desnudos con una suavidad que parecía estar calculada a la perfección. Temblé bajo el tacto de sus manos.
- No lo hago- su cara se tornó triste y miró el infinito en las paredes grises de mi habitación. Empezaba a hacer frío y me estreché aún más sobre su cuerpo.- A mí siempre me salían las cosas mal. No sé, me despertaba por las mañanas con la sensación de que nunca nadie iba a aceptarme con lo que soy y lo que doy. Que mi timidez, que mis fallos me harían siempre retroceder. Creía que todas las que pasaran por mi vida se irían sin más...Nadie se quedó por mí hasta el final.
Tragué saliva. Le acaricié suavemente el abdomen y me acerqué un poco más a él.
- Si aparecí para salvarte me alegro de haber aparecido. Yo no tengo planeado irme, me quedaré abrazándote todas las noches- susurré.- Creo que las personas entran en la vida de los demás por una razón. Si mi misión fue sacarte a flote  y lo conseguí puedo vivir feliz.
Me sonrió ampliamente.
- ¿Ves? A eso me refiero. Tú luchas hasta el final. Tú haces que ésto tenga sentido, que lo que vivo me dé razones para estar bien. Eres como esa parte del mundo que me quedaba por ver.
- Nos queda mucho mundo por ver- esta vez fue él quien me abrazó aún más a él.
- Me muero por recorrer todos esos lugares de tu mano.
La luna caía y la noche entraba por la ventana. El piso estaba a oscuras, y a penas podía distinguir su silueta en la habitación. Me besó el cuello, hasta llegar a mis labios. Le besé con tanta fuerza que creí romperle en mil pedazos.

- Te quiero.- y por primera vez, lo dijo susurrando. No podía verle los ojos, pero solo con imaginarlos, fijos en mí, hacía que me estremeciera. Contuve la respiración y grabé el momento para siempre en mi cabeza. Sabía que el recordar aquello sanaría todas mis heridas si en un futuro, necesitaba curármelas. Apreté los dientes, y sonriendo, a dos centímetros de su barbilla yo también susurré:
- Yo también te quiero.

El mundo ahora parecía infinito.


Y nosotros nos habíamos vuelto grandes.

domingo, 28 de abril de 2013

RN.

 
Ya no hay prisas. Caminamos despacio. Todo está por llegar, así que...¿para qué correr?
No sé exactamente el momento en que temblé al primer roce de tus dedos en mi piel, no consigo recordar en qué milésima de segundo comenzó todo esto. No tengo ni idea, no sé qué día era en el que pensé por primera vez lo mucho que te echaba de menos. Y sin embargo, ahí estás. Las yemas de tus dedos paseando por mis mejillas y llegando a mis labios. Eres todo cuanto necesito ahora, y lo sé con tanta certeza que podría afirmarlo. Me abrazas y tus brazos abarcan ciudades enteras llenas de sueños. Y ahí está, la lista de sitios que nos queda por pisar cogidos de la mano, colgada en mi pared. Y ahí estoy yo, junto a ti, en mil fotos, la mayoría tontas, la mayoría sin sentido, la mayoría perfectas. Y me sobra hasta el aire, la piel, la atmósfera, me sobra el mar,
me sobra esta ciudad, y los coches, las farolas, las personas, me sobra todo cuanto estás tú.
Y me meces en tus proyectos y cavas un túnel que llenas con nuestros secretos. Me haces un hueco en tu hombro, en tu espalda, en tu vida.
Y haces juego con mi colcha, con mis sábanas, haces juego con mi cama. Encajas a la perfección en mi vida de diecisiete inviernos. Y no eres nada parecido a todo lo que he vivido antes de ti.
Porque ahora no recuerdo como era escribir sobre alguien que no seas tú. ¿Y te confieso algo? Los escritores, o los que intentamos serlo, escribimos de cualquier estupidez, pero en cuanto a personas, solo las que nos marcan consiguen colarse entre nuestras líneas y aparecer.
Así que aquí tienes tu espacio en mi corazón, en mi sofá, en mi nevera, en mi cama. Tienes espacio en mis sueños, proyectos e ilusiones. Porque yo tiraré de ti cuando estés cansado, te sujetaré en mis hombros cuando no tengas fuerza y escalaré por ti llevándonos a los dos a cuestas. Apostaremos a besos en partidos o juegos, inundaremos las ciudades que pisemos de besos. Y nos dejaremos la pasta en comida barata que sacie nuestro tiempo. Porque quiero tenerlo todo contigo, menos miedo. Y quiero vivir todo aquello que aún no he vivido, pero contigo. Con tus pupilas arrasando con mis temores, tus manos clavadas en mis caderas y tus labios pegados a los míos.
Que pisemos la luna y la desgastemos de tanto nombrarla, y que cada estrella lleve un nombre diferente. Quiero que nunca olvides mi paso por tu vida, y que yo jamás pueda borrar el tuyo. Y si es posible, que no nos separe el destino, o tendrá que vérselas conmigo.
Echaremos cuentas de los besos que nos debemos y nos pasaremos noches sin dormir. Abrazados a las botellas o a las ilusiones que están aún por venir.
Déjate querer, que yo me dejaré besar.
Para así hacer de nosotros una ecuación perfectamente calculada. 
Sin fallos matemáticos, ni cambios a última hora. 
Déjanos ser imperfectamente perfectos, porque aún lo tenemos todo. Tiempo, espacio.
Y sobretodo, nos tenemos a nosotros.
 

sábado, 27 de abril de 2013

Let me make you happy.

Perdimos los zapatos y anduvimos descalzos a través del tiempo.
Qué más da, el tiempo es solo tiempo.
Tiempo perdido, que no volverá.

Consumíamos el espacio a besos.
Qué más da, el espacio es solo espacio.

Donde no cabía más amor.

Éramos polos opuestos, como imanes que se atraían hasta impactar. Y creíamos que éramos fuertes, pero sabíamos que al separarnos, la propia inercia nos haría volvernos a juntar.
Entonces, ¿dónde queda el miedo?
Nosotros no dejábamos espacio para él.
No había espacio para él.

Nos saltamos las normas y creímos que hacíamos lo correcto a nadar a contracorriente. De hecho, el agua nos golpeaba con tal fuerza la cara que muchas veces nos planteamos el hecho de nadar en la dirección ''correcta''. Pero nos dimos cuenta de que lo correcto no es hacer lo que los demás quieren, no. Que quizá lo correcto era hacer aquello que queríamos hacer.

Y eso hicimos.
Apostamos.
Como solo un par de locos apuestan.
Dejándolo en manos del azar.

Y ganamos todas y cada una de esas partidas. Joder, lo hacíamos a posta, o simplemente, nos dejábamos llevar. El caso es que arrasamos con el mundo entero. Y parecía fácil, era fácil. Tomaba tu mano y el mundo se ataba a mí. Yo manejaba esas grandes ciudades, esos grandes océanos. Éramos tierra, aire, mar. Lo éramos todo.

Y cerrábamos los ojos.
Y contemplábamos como uno a uno
todos y cada uno de nuestros sueños
se iban haciendo realidad.

Éramos jóvenes, lo teníamos todo.
Y nos hicimos eternos.
Porque nuestros corazones un día dejarián de latir,
pero esos bancos,
esas luces de Venecia,
ese cielo nublado,
ese país perdido,
esa acera gris,
esa calle cruzada,
esos instantes,
seguirían gritando nuestros nombres.

viernes, 26 de abril de 2013

Annie.

Barcelona lloraba, y mientras, Annie, veía por la ventana, distraída, cómo caía la noche. Se acurrucó en sus propios brazos, ingenua, creyendo que así conseguiría aislar el frío. Pero sabía que ese frío no lo calmaban las chaquetas, ni la calefacción. Que el frío que sentía se resguardaba en su alma y no tenía intención de irse. Ahogó un grito en silencio. Ella ya estaba acostumbrada a callarlo todo, así que no le extrañó confundir su voz con el susurro del viento golpeando fuertemente las ventanas. Arnau le habría dicho algo así como que esa bata le quedaba muy bien, aunque ella se viese feísima al mirarse en el espejo y darse cuenta de que se había amarrado el pelo en un moño y ya no llevaba una sonrisa pintada en la cara.
Se preguntaba a qué distancia estaría ahora Arnau. Se preguntaba hacia dónde irían las personas cuando dejan de respirar.
Tragó saliva y con ella, también tragó sus lágrimas. Sintió un escalofrío y se sentó en la cama, sin dejar de mirar la ventana. Tenía la esperanza de que de repente el móvil sonara y fuera él. Pero ya habían pasado ocho meses desde entonces, y sabía que él ya no llamaría. Marcó ese número que sabía de memoria. Ella lo había borrado, porque, ¿para qué vas a tener el número de alguien que ya no va a estar detrás de ese teléfono para contestar? Pero no se le había olvidado, por eso podía permitirse el lujo de guardar esa esperanza a que alguien contestara.
El contestador era la única manera de no olvidar su voz.

En este momento no estoy, puedes dejar un mensaje, te llamaré.
Las lágrimas escaparon de repente y recorrieron sus mejillas. Sollozó como lo hace un niño pequeño después de haber llorado durante toda la noche. Y de repente, como si el destino hubiera jugado a arañarle el alma, sonó esa canción.
Se partió en pedazos, como había hecho tantas veces antes. ¿Qué sonido emite un corazón al romperse en trozos? Ella odió el silencio que se había apoderado en su pecho, ese silencio que indicaba que lo que latía ahí dentro, ya no era digno de llamarse corazón. Sus pulsaciones marcaban el ritmo de su vida, pero ella había dejado de vivir hacía ya demasiado tiempo. Deseó con todas sus fuerzas ser ella la que muriera en ese accidente aquella noche, pero nadie escuchó sus rezos. Ya nadie podría cambiar lo que sucedió. 

- No debí haberte gritado esa noche, pequeño. No debí haberte dicho todo lo que dije. No hablaba yo, hablaba mi orgullo. No hablábamos nosotros, hablaban nuestras cabezas. Ojalá hubiera sido yo la que estaba en el coche aquella noche y no tú.
Ahogó sus palabras en lágrimas, mezcladas, ahora, con algo de alcohol. No le hacía olvidar, pero aligeraba el peso del recuerdo en su memoria. Se sintió culpable por todos los besos que no dio cuando pudo haberlo hecho. Se sintió culpable de haberle querido, de haberle perdido, de haberle tenido. Se sintió culpable por no haber sido ella la que condujese ese coche. Se sintió culpable de que su corazón continuara latiendo cuando el de él, había dejado de hacerlo hacía ya mucho tiempo. 

miércoles, 24 de abril de 2013

La excepción a todas esas reglas que una vez te partieron el corazón.





- ¿Sabes lo que te da miedo, Noelia? Que yo no voy a hacerte daño. Que yo no soy ellos, que yo no me voy a ir.  Que yo te quiero. Y eso te acojona. Porque querer da miedo, pero que te quieran, da aún más miedo. Sabes que puedo hacerte reír, llorar, puedo hacerte temblar, estremecer. Y eso te da miedo, porque por primera vez no eres tú quien puede controlar tu vida, que alguien también influye en ti. Y eso te acojona, y lo que más miedo te da es que ni si quiera puedes salir corriendo. Porque no quieres, porque conmigo te sientes a salvo. ¿Y te confieso algo? Me da muchísimo miedo quererte, y que me quieras, aún más. Pero, ¿sabes qué? Cada vez que me miras el resto del mundo me da igual. 

martes, 23 de abril de 2013

Tiró el cuchillo al suelo y sonrió.
- Ya está.
Pero no había acabado, no todavía. Jack cogió la espada y la lanzó al mar, y después observó el cuchillo.
- Alguien podría vernos por aquí.
- ¿Confías en mí?
- Sí.- No fue una afirmación, más bien lo dije en tono pregunta. Él se hizo el sordo y continuó caminando. No sabía dónde estábamos. - ¿Por aquí es por donde habíamos venido?
Se giró bruscamente y contempló mis pupilas prendidas en él.
- Creo que sí, no estoy seguro. De todos modos, aquí no podrían encontrarnos.
Estábamos cubierto por una especie de cueva, un gran refugio, donde se mantenía el calor. Menos mal, porque el frío había empezado a calar mis huesos.
- ¿Estás bien?- dijo de repente. Le miré, serena, y no articulé palabra, pero asentí con la cabeza.- Yo tengo miedo también, Ayla, pero no nos quedaba otra opción.
Sonreí triste, y con la mirada melancólica miré a nuestro al rededor.¿ Cómo coño habíamos llegado hasta allí?
- ¿Recuerdas eso que te conté sobre lo que me decían mis padres de pequeña?
- Eso de que ante todo siempre tendrías que ser fuerte.
- Sí- dije con la voz temblorosa, paseando un palo por la tierra que había bajo nuestros cuerpos- No los entendía. Creía que ser fuerte sería afrontar problemas adolescentes, corazones rotos, amistades perdidas, malas notas, incluso problemas familiares, la muerte de alguien....Pero ahora sé a qué se referían cuando decían aquello sobre la fortaleza.
- ¿Qué es lo que piensas ahora?
El cielo se veía infinito desde un trozo de piedra que había caído. Desde allí podíamos ver las estrellas posadas sobre nuestras cabezas. Sentí la magia recorriéndome la sangre y por un momento sentí miedo al comprender que habitaba en mí, por primera vez en días, un sentimiento que no era malo. Jack me miró confuso, curioso, tal vez.
- Pienso que ser fuerte es esto, abandonar todo lo que tienes para luchar por aquello que estás dejando atrás. Me ha costado olvidarme de todo aquello, llegar hasta aquí, pero...al fin y al cabo si estoy aquí no es solo por mí, ellos son el primer motivo.
- Lo mismo que te hace marcharte es lo primero que te hace querer volver.
- Ser débil sería volver. Ya sé a qué se referían. Tengo que quedarme.
- Ser fuerte será llegar hasta el final, aunque eso suponga...
- No le tengo miedo a la muerte, ¿sabes? Nada- hablé segura de mí misma, con una confianza que en mí jamás tuve antes, hablaba firme, como si me hubiera aprendido un guión de memoria y fuera capaz de recitarlo- Lo único a lo que le tengo miedo es a la vida. Temer a la muerte es como temer a la oscuridad. En la oscuridad no hay nada que podamos ver, con la luz es cuando vemos realmente cómo son las cosas, aunque duelan. Con la vida y la muerte pasa más o menos algo así...Lo difícil es mantenerte en pie en la vida, una vez muerto ya no existes, si no existes no puedes luchar por sobrevivir. Es una antítesis extraña, pero supongo que nadie debería temer a la muerte.
- Hablas como si no te diera miedo nada.
- Tú eres el experto en ser ajeno a todo, ¿a caso tú le temes a algo?
- A lo único que temo esta noche es a ti.
Le miré a los ojos y tuve la sensación de que sus pupilas me atravesaban el alma de una pasada.
- ¿A mí?
Asintió en silencio, su pregunta me dejó descolocada. ¿Qué había querido decir con ello? Yo jamás había sido valiente ni especial. Tal vez no me tenía miedo a mí, tal vez se lo tenía  a ese sentimiento confuso que había comenzado a nacer en las palabras, miradas y gestos de complicidad. Haber estado perdidos en nosotros mismos durante aquellos meses, en aquella isla, había hecho que nos encontráramos. No le pregunté más, tampoco lo necesité. Era la suficientemente astuta como para saber que jamás me diría algo así, así que le miré en silencio, contemplándolo a la luz de las estrellas.
- Creo que ya sé por qué me tienes miedo- dije- ¿Y sabes? Yo también te tengo miedo.

lunes, 22 de abril de 2013

Tus ojos nunca mienten.

Elaan se sentó con las piernas cruzadas y miraba el mar.

- Estás realmente loca.
Sonreí. Estaba guapo así, tan inocente, con esa mirada que atravesaba océanos de experiencia con tan solo diecisiete años. 
- No es una novedad.- le contesté segura de mí misma y sonrió ampliamente. Me miró a los ojos después de echarle un último vistazo al mar. 
- ¿Sabes? Siempre oía hablar a la gente de que por amor se hacen locuras y no sabía de qué hablaban hasta que te conocí. Nunca había hecho algo así.
- ¿Trepar hasta llegar a la zona más alta del muro?
- No, me refería a ti. A nosotros. Nunca he llegado tan lejos, nunca me he saltado tantas normas, nunca he roto tantos esquemas, nunca había dejado atrás mis objetivos por nadie...Pero tienes algo que nadie más tiene y eso me ata.
Le miré curiosa. 
- Por amor se hacen grandes locuras- le miré a los ojos y después miré el mar, tan infinitamente tranquilo que parecía estar sacado de una película. Algunos habrían visto aquello como un momento romántico, pero para mí todos lo eran si esos momentos los compartía con él. Arrastró el skate y lo dejó a un lado para poder acercarse más a mí. Visto desde cerca era aún mejor.
- Me encantaría poder decirte tanto...pero no me salen las palabras.
- Eres de esas que lo dicen todo con mirarte. 
- ¿Y qué te dicen mis ojos?
- Que me quieres.
- ¿Crees que mienten?
- Hace un par de días habría dudado, pero después de todo, después de ésto, después de los sitios donde me has llevado sin si quiera movernos, después de todo aquello que supe que hacías por mí...hoy no me cabe duda. Tus ojos nunca mienten. 

domingo, 21 de abril de 2013

Bésame hasta que deje de existir. Quiero consumirme si el que va a gastar mi piel, eres tú. Bórrame las huellas dactilares, no las necesito. Quiero que traces una ruta imaginaria con tu boca, que cruce todo el universo hasta llegar a mis besos. Quédate esta noche, y demostrémosle al fuego que quien juega con él no siempre se quema. Que el destino nos llamará pero nosotros no le cogeremos el teléfono. Quédate conmigo y dime que me quieres mirándome a los ojos, como si no lo hubieras hecho jamás antes, y así suene como la primera vez que lo dijiste. Exijo una orden de acercamiento, que no deje que nuestras pieles se separen ni dos centímetros. Quiero perderme y encontrarme solo en ti, que tu piel deje cicatriz. Que inscribas tu nombre en mi espalda para así no olvidar  jamás el paso de tus manos por mi cuerpo. Quiero que le demos la espalda al mundo y solo alcancemos a ver nuestros ojos. Quiero que me mires como si fuera la última vez que pudieras mirarme, que examines cada poro de mi piel, y que guardes en tu cabeza todos esos momentos en los que has rozado a la perfección eso que algunos llaman felicidad. Quédate esta noche y demostrémosle al mundo que se equivocan cuando susurran que tú y yo no podremos jamás encajar... 

sábado, 20 de abril de 2013

Dieciocho razones para sonreír.


¿Cómo es posible que teniendo solo dieciocho años sea tan grande?
A veces, el destino, la casualidad, o si hay algo ahí arriba, en el cielo, ponen en tus manos a personas que pensaste que jamás podrías llegar a alcanzar.
Hoy el mejor chico del mundo cumple dieciocho años. Cuando le conocí, él apenas tenía catorce años, y sin duda, éramos un par de críos todavía.
Años después, el hecho de  habérmelo cruzado me ha enseñado muchas cosas. He aprendido a querer, a aceptar, a asumir, a rozar con la yema de los dedos cada pequeño milímetro de su piel. He aprendido incluso a pasarlo mal, en momentos de debilidad, en momentos en los que estuvimos alejados, separados. He aprendido con él a saborear cada momento, a hacer de un beso algo interminable. Ha sido el primero al que le he dejado conocerme, con el que he reído, sin miedo a lo que pudiera pensar de mí. Con el que he podido ser yo. El primero al que he dejado que sus manos pasearan por mi cuerpo, el primero al que le he dado la oportunidad de entrar en mi pequeño mundo, inundándole de sueños, proyectos, inundándole de mis pequeñas ilusiones. Estar hoy con él, en un día así, es mágico. Ya no solo por el día que hoy es, sino porque es el comienzo de algo más grande y yo formo parte de él. Sus dieciocho los habrá pasado estando conmigo, y eso es difícil de olvidar.
¿Sabéis? Yo antes era más insegura, me daba miedo no conocer a nadie que llegara a aceptarlo todo de mí, aun sabiendo sobre mis virtudes y defectos. Pero ahí estaba él, Raúl,  sentado a tres metros de mí, detrás de una pose seria, mirando la pizarra con fijación. Ahí estaba el pasaporte a mi felicidad, respirando el mismo oxígeno, topándose conmigo por los pasillos, haciéndome sentir bien con cada broma. Y detrás de él, había escondido un día gris de octubre, un puerto testigo de tanto, testigo de nosotros.
Él no solo me hace feliz, él no solo me quiere, sino que también hace que yo empiece a quererme un poco más. Y esas cosas no las consigue cualquier persona, no.
Es por eso que hoy escribo sobre él, sobre el que ha sido el dueño de mis sueños durante los últimos seis, quizá siete meses. El que dio un giro inesperado a mi vida, él, que piensa que lo he salvado, en realidad no sabe, que salvándole a él, me he salvado a mí también.
Él, que me trata con una delicadeza enorme, como si en cualquier momento pudiera romperme y él tuviera las fuerzas para reconstruirme, él, que me susurra Te quiero y congela el mundo, él, que me dice que es feliz, sin saber que al decirme eso multiplica por dos mi felicidad. Él, que me coge de la mano y me veo valiente, preparada para afrontar al mundo.
Él, que sin saberlo me ha hecho creer de nuevo que la magia existe. Él, que multiplicando dos por seis ha conseguido que el doce se convierta en el número más mágico del mundo.

 


Eres tú el regalo más grande.


2·6= XII

jueves, 18 de abril de 2013

En mi vida hay un hueco hecho a tu medida.

 
 Esas paredes gritarán nuestros nombres para siempre. Aunque el tiempo vuele y las agujas resbalen, aunque los minutos rueden por nuestras manos.
Ahora cada centímetro lleva escrita nuestra historia. Si hay algo que la memoria no es capaz de borrar, eso son los instantes perfectos. Y es que hay recuerdos que merecen futuro. Tus besos, por ejemplo. Los haría presente permanente y los guardaría para siempre. Como en una caja, que cuando la abrieras, pudiera desatar esa sensación de la calidez de tu boca pegada a la mía. Tan simple como respirar tu aire y que tú pruebes el mío. Seremos el futuro hecho recuerdo, para siempre. Y nuestros cuerpos avanzarán con el tiempo, pero tú y yo ahora estamos encerrados en ese reloj, congelados en el minuto exacto, semiperfecto. Podemos pasarnos la vida con los ojos cerrados y el corazón en un puño. Da igual, no me podría cansar nunca de esa sensación de volar con cada roce de labios. Así que si quieres quedarte para siempre, en mi hombro hay un hueco para tu cabeza. Para esos días en los que la tristeza apriete fuerte contra ti. Así que en mi vida hay un hueco hecho a tu medida para que puedas estar y resguardarte del frío en invierno. No te preocupes, mis alas soportarían el peso de los dos, y el cielo susurraría nuestros 'Te quiero' en forma de lluvia. El mundo no está hecho para la locura, pero nosotros podríamos hacerles creer a todos que los cuerdos somos nosotros y los locos son ellos. Total, si cerramos los ojos, el mundo es nuestro. Grita, salta, ríe, llora, pero jamás te hundas. Y si la soledad te ahoga yo te daré un respiro. Seré tu ángel guardián. Y si un día no puedes verme, recuérdalo, da igual, sigo ahí, sintiendo tu dolor a cada latido, al igual que tu sonrisa en cada sonido de alegría que desate tu cuerpo. Siempre ahí, sujetando tu mano con fuerza. 
Como si fuese fácil, como si fuese exacto, como si todo hubiese estado planeado desde siempre. Como si fuese amor. Aunque tal vez lo sea.

miércoles, 17 de abril de 2013

Quién si no era ella.

Ella me miraba y me perdía en el vaivén de sus palabras. Tenía la capacidad de transformar en humo todos mis problemas. ¿Cómo podía venir con su sonrisa, tan simple, sencilla, enorme y cambiarme los días? Destrozó los esquemas. Los partió, uno a uno, desafiando al mundo con sus botas viejas y su manera de ver la vida al revés. Hacía bromas que nadie entendía, pero su risa era tan contagiosa que no podías evitar reír. A su lado los días grises podían llegar a estar llenos de magia, y cada gota le daba sentido a los pasos que marcaban las aceras dormidas de esa ciudad que llegó a llevar su nombre. Su mano era frágil, fina, pero me daba las fuerzas que necesitaba en los momentos precisos. No habría cambiado su voz por nada en el mundo. No había escuchado algo que me tranquilizara más que esa sinfonía dormida en sus palabras. Creía que vivía en un cuento de hadas, y escribiendo se aislaba del mundo. Como si ella fuera más grande, pero más pequeña. Como si pudiera hacer el mundo a su medida y crecerse o encogerse en él. Decía que los imposibles no existían y yo me reía de sus teorías incrédulas.Tenía más razón de la que creía, tanta, que empecé a asustarme. Lo cierto es que por un momento llegué a creer que si no estaba iba a empezar a faltarme el aire. Quién coño aguantaría mis manías, mis idas y venidas, y no le importaría recorrerse a pata el mundo si eso significaba estar conmigo. 
Quién si no era ella.

martes, 16 de abril de 2013

Culpable.

 
Seré culpable de aprender a caricias las coordenadas de tu cuerpo. De no necesitar de mapas para encontrar tus debilidades. Seré culpable de acariciar el cielo al filo de tus labios, de encontrarme si me pierdo en ti. De eso seré culpable, de nada más. Seré culpable de escribir sobre tus labios, y de querer imitar en letras la calidez de tus miradas. Seré culpable de no hacerte justicia con mis palabras al hablar de lo que me encanta tenerte. Seré culpable de haberme hecho adicta a tus 'Bona nit' y haberme hecho fan de las caricias del alma. Pero jamás podrán culparme por no haber cuidado de ti, de haber besado tus lágrimas. Jamás podrán culparme del dolor o de la magia negra del destino si por desgracia un día lograra alejarte. Lo único de lo que soy culpable es de no haberte comido a besos en cada esquina a cada segundo, de haber perdido el tiempo mirando al cielo si tus ojos decían mucho más que las estrellas. Pero jamás culpable por no haber agarrado tu mano con fuerza y haberte dicho al oído que todo saldría bien.
 
 

lunes, 15 de abril de 2013

Pensé que lo único que querías era acabar conmigo.

- ¿Hay alguna razón coherente que explique por qué no me mataste cuando tuviste la oportunidad?
Helena se revolvió nerviosa, en la silla. Le miró directamente a los ojos. ¿Cómo le explicaba ella que ellos se habían conocido mucho antes? Quizá hace cuatro vidas, quizá seis. Él no la recordaba y sin embargo, a ella le latía el corazón desenfrenadamente si su mirada de hielo la atravesaba.

- Ya te lo dije. Tenía miedo.
- ¿Miedo tú?- rió y se retorció, también, haciendo una mueca de dolor.- Cualquiera de los tuyos no habría dudado en matarme si hubiera tenido la oportunidad. Helena, estaba atado. Podrías haberlo hecho y después largarte. ¿Es una manera de castigarme? ¿De castigarte?
- Me duele que no lo recuerdes.
Esa frase retumbó por todo el edificio. Le dolió tanto a ella, como a él, que la escuchaba atento, ahora con los brazos cruzados.
- Así que es eso.
Helena le miró interrogante.
- ¿Piensas que eres la única que recuerda las cosas cuando vive de nuevo?- él la desafió con la mirada.- Te reconocí en cuanto te vi, He.- las pupilas de ellas se dilataron, incrédulas, tal vez algo inocentes. Él tembló bajo la cara de ella, ahora, a parte de confusa, triste.- Pensé que me odiabas, pensé que querrías matarme.
-¿Te ataste tú?- esa pregunta había recorrido su mente durante todas las noches que habían pasado desde el día del bosque. - ¿Lo hiciste a propósito, para que te matara?
- Tenía la esperanza de que no lo hicieras. Pero pensaba...creía, yo qué sé. Han pasado siglos de aquello, Helena. Pensé que lo único que querías era acabar conmigo.
- Te fuiste, es cierto. Pero a ti te he perdonado, Elaan. A ti te he perdonado. A quien no he perdonado es a mí misma. Por haber confiado en ti cuando pude no hacerlo.
- No tenía otra opción, tuve que irme. 
Él la miro, como abrazándola con los ojos. No tenía el valor de decirle que cada noche se había arrepentido de vivir en el mundo en el que vivía, de haber tenido que huir precipitadamente dejándola sola. No le contó de esas noches en las que el sueño no vencía, y su insomnio se hacía presente. No le habló de las cajas y cajas de tabaco que llevaban su nombre, y de todos esos cigarros en los que la intentó ahogar y echar al olvido. Tampoco le contó que todos sus esfuerzos fueron inútiles, que la echó tanto de menos que a veces cerraba los ojos e imaginaba que aún la tenía en sus brazos. Ella bajó la mirada. Furiosa con ella misma, por sentir todavía como su corazón latía a mil por hora, por el brillo que había recuperado esa mirada triste que tuvo desde que él se marchó. Quiso odiarle, pero fracasó.
- Ahora es tarde. Vendrán a por nosotros. Saben que nos hemos encontrado, saben que nos hemos visto. Saben que...lo saben.
- ¿También saben que no he podido evitar que el corazón se me salga por la boca al tenerte a un metro y no poderte abrazar?
Helena suspiró  y se le encarcharon los ojos. Hizo un esfuerzo sobrehumano para no llorar. Él no podía verla débil, ella creía haber aprendido a ser fuerte durante todos estos años en los que él no estuvo. 
- No supe de ti hasta ahora. Me mataba la distancia, el paso del tiempo, tan efímero para mí, tan largo para los humanos. No supe de ti y esa era la peor tortura, la peor condena que podrías haberme dejado. Creí que ellos te habían matado, Elaan. Creía que ya jamás volvería a verte.
Él se acercó repentinamente y la abrazó. Ella no tuvo tiempo para huir de sus brazos y se aferró, sintiendo su olor, pegado en sus mejillas, y sintió como se ampliaba su alma, como se llenaba ese vacío del que se había intentado deshacer mucho antes. 
- No sabes cuántas veces he pensado en otro momento así- suspiró él. Sus palabras se alzaban y volaban, casi rozándola a ella.- No sabes la de veces que pensé en volver y no me atreví.
- Ahora estás aquí.- dijo ella con miedo a que volviera a marcharse.- Pase lo que pase después, haya pasado lo que haya pasado antes, ni el pasado ni el futuro cambiará que ahora estás aquí.
Helena tenía razón y él lo sabía. Había vuelto para llevársela consigo pero le costaba tanto admitir que la quería que incluso el miedo le vencía constantemente. 
Los corazones de ambos latieron, ahora, algo más rápido, por la cercanía. Parecían presos de una sincronización exacta, perfecta. Las respiraciones entrecortadas, las lágrimas felices de él, que no se atrevían a resbalar por las mejillas, las de añoranza de ella, que brotaban por sus ojos al ritmo del brillo que sentían de la luna sobre la piel. Ambos no dijeron más, tampoco hacía falta.
Sabían que por mucho que huyeran del destino, algo hacía que volvieran a encontrarse.
Siglos después, en lugares inexistentes o inimaginables, pero sus vidas se cruzaban otra vez. 
 
 




¿Sabes? Sé por qué te quiero. Te quiero porque haces que parezca fácil vivir. Y eso...eso no lo hace cualquiera.

domingo, 14 de abril de 2013

Mi héroe.


Que te reías de las mil manías que suponía quererme. Y que te gustaba que los días a mi lado fueran menos cálidos que los días en los que no me veías. Que abusabas del poder de tu sonrisa para convencerme y hacerme saltar por esas rocas que me daban tanto miedo. Y que jugabas a cogerme por las caderas y alzarme, y yo volaba al son de tu risa. Que cualquier estación era bonita si la decorábamos sentándonos en los bancos, esperando el tren correcto, o qué más da, también el equivocado. Que nos recorrimos las calles de noche, y nosotros les dábamos luz a esa oscuridad que se adentraba en las aceras que pisábamos, por las que a veces, cuando pasábamos, me atraías hasta ti para rodearme con tus brazos, como protegiéndome del mundo entero. Y tenías la capacidad de protegerme hasta de mí misma. Y eso no lo puede hacer cualquiera. Entrabas en mi mundo distorsionándolo todo, y a veces, aun viendo borroso, me aferraba a ti, creyendo todas esas palabras. Parecía fácil, hablabas de cualquier cosa y yo embobada, te miraba. Qué más da, astrología, apocalipsis zombi, planes, rutas sin rumbo, todo parecía magia si lo decían tus labios.
Y que sentía ganas de llorar, cuando al besarte, me atrapabas en ti y sentía tu piel arder sobre la mía. Porque no había tenido nunca la sensación de volar tan alto, y tú me guiabas por el cielo cuando alzabas el vuelo. Tus ojos hablaban por ti, y me gustaban,simples, cuando brillando derrochaban esa paz infinita que se clavaba en mí. Como si al mirarme para ti fuese aún más sencillo respirar. Como si yo también cambiara tu vida a nivel fácil.


'' Es que joder, parece todo tan fácil cuando me coges la mano y me miras como diciéndome: Vamos, cariño, que lo vas a hacer bien. Te juro que te creo, chica, y que saltaría hasta el infinito si tus ojos me aseguran que voy a llegar al otro lado de la orilla con vida.'' 

Que habíamos trazado una ruta invisible por el cielo, y que solo nosotros podíamos verla. Que bautizamos mil estrellas, y la luna nos envidiaba si al besarnos caían las ruinas de la ciudad. Decíamos en versos lo que a besos no nos dio tiempo a explicar. Y qué, si el mundo temblaba bajo el tacto de unas manos que sostenían mi verdad. Que nos queríamos, y hasta un ciego podría haberlo visto. Porque si tú saltabas, yo saltaba y si yo caía tú me levantabas. Que yo te cubría las espaldas, y tú me encerrabas en su burbuja de cristal para protegerme de los errores, de todo lo que pudiera hacerme daño.

'' Mira, Noelia, te juro que si gano la próxima, mañana mismo cogemos un avión. ¿A dónde te apetece ir? Bah, nos recorreremos el mundo,  ¿vale?. Para comer, algo italiano y cenaremos algo japonés. ¿Qué te parece? Un desayuno americano, tal vez. Va, a la próxima, besa los dados, nos dará suerte.'' 

Y te creías un fracasado si perdías, y aunque jamás te lo dije, yo siempre sentí que el pecho se balanceaba si gritabas mi nombre. Tal vez mi voz no tenía la suficiente fuerza como para alzarse y llegar a ti, y quizá tú jamás lo supiste, pero aunque yo jamás lo dijese... fuiste mi héroe. 



sábado, 13 de abril de 2013

Me haces sentir.


-     -  Me haces sentir que no voy a querer conocer besos de otros labios nunca más.
Le miré en silencio, quedando prendida de su sonrisa. A veces, cuando me decía cosas bonitas, dudaba en si tomármelo en serio. Pero sus ojos se clavaban con tanta fuerza en mí, que me era imposible imaginar que estuviera mintiendo. 
Miré al cielo. Parecía infinito, encima de nosotros. Acechando a nuestros cuerpos, brillando por encima de todo, almacenando cada pequeña estrella.

 -  Yo tampoco soy capaz de imaginarme besando los labios de alguien que no seas tú.-dije sin mirarle. Noté su sonrisa desde el otro lado, y apretó aún más sus brazos, estrechándome hacia él.    - No había tenido nunca antes la sensación de paz que tengo cuando te abrazo, te lo juro. - sonreí. Me gustaba cuando me decía que le hacía feliz. Porque verle feliz era de las cosas que más me importaban en la vida. Me giré para mirarle a los ojos. 
             - ¿Quién nos lo iba a decir a nosotros, eh
   -  Quién nos lo iba a decir…- repitió él tomando mi cara y acercándome aún más a él. Me besó. Cuando me besaba sentía que el resto del mundo se hacía invisible. ¿Alguna vez habéis sentido en cada beso que el mundo queda prendido de vosotros? Ya sabéis, como si todo girara a vuestro alrededor. Como si fueseis en sintonía con el mundo entero. Esa era la sensación que se me agarraba a las costillas cuando sus labios rozaban los míos. Decíamos tanto solo con ese pequeño roce. Dos labios que se buscan y se encuentran, que parecen que existan solo para encontrarse, haciendo de las cosas difíciles algo tan simple como respirar, coger aire. 

     Le miré y apoyé mi frente en la de él. Así quería recordarle siempre, a dos centímetros de mi cara, con una sonrisa en su faz y otra en mi rostro. Siendo espectadores de un momento perfecto. Brillábamos como esas estrellas que amenazaban con eclipsarnos. Pero dudo que alguien pudiera brillar en ese instante más que nosotros. 

-       -  Pase lo que pase en un futuro, yo te voy a recordar así.
-        - ¿Así, cómo?
-      -  Abrazado a mí, feliz. Te voy a recordar sonriéndome como si no existiera un mañana. Pase lo que pase te recordaré sonriendo, a centímetros de mi boca. Respirando, dejando tus huellas dactilares en mi piel. 

     Sonrió tanto que hasta la luna pudo tener envidia de la luz de sus dientes. Pero me hizo feliz saber que podría guardar aquello para siempre, en mi mente. Fotografiarle sin necesidad de cámaras, almacenando en el corazón detalle a detalle, el tacto de su piel, el calor de sus labios en mi cuello, o el simple pestañeo de sus ojos.
    Sabía que él era diferente al resto. Y sabía que a cada día que pasara, podría entender mejor por qué le escogí a él.   

jueves, 11 de abril de 2013

Me salvas.

Vienes y me salvas. Como si hubieras nacido para ello, me sujetas con tus manos y el universo se hace más soportable. Eres mi ángel guardián. Eres quien mece mis palabras y le da sentido a ésto que me pasa. Aunque esté hundida, tú sabes cómo sacarme a flote. Y las milésimas de segundo en las que reímos juntos se vuelven mágicas. Consigues que aunque no vea el camino sienta ganas de avanzar hacia adelante. Te transformas en algo tan imperceptible al ojo humano que solo puedo sentirte. Y me basta con oírte latir aquí, en mí. Haces que los jueves, que odio, se vuelvan más fáciles. Haces con tus besos instantes dignos de ser recordados. Me salvas del naufragio, y estás ahí, a mi lado, sujetando mis sueños. Convenciéndome a besos. Inventándote bromas. Diciéndome cosas que nadie me había dicho nunca mirándome a los ojos. Lo haces todo tan fácil que mi corazón se balancea en tus pupilas. Y le agradezco al destino que seas tú quien se haya cruzado en mi camino. ¿Sabes? Yo también me he encontrado a mí cuando te he encontrado. Yo también soy feliz cuando estoy a centímetros de ti. Tanto, que te quiero decir tantas cosas que no salen mis palabras. Tanto, que le das sentido a mi razón, y le das aire a mis palabras. Tú me haces fuerte.
 Me haces valiente, me haces volar. ¿Qué has visto en mí? No lo sé. Pero no importa.
Estás aquí. Y entonces hasta la piel sobra. 

miércoles, 10 de abril de 2013

2·6= XII

No nos conocimos románticamente, ni nos gustamos al vernos. No fue una historia de amor como las de cine, ni tampoco un amor imposible como el de esos libros que adoro leer.
Cuando yo le conocí era una cría, y supongo que él también todavía era un crío.
Pero hubo algo, algo parecido al destino, algo que lo cruzó años después en mi vida. ¿Vosotros no creéis en eso de que a veces estamos destinados a conocer personas que se cruzan en nuestra vida en el momento equivocado? Aquel no fue nuestro momento. Pero éste, éste sí.
He mirado miles de ojos antes, pero ningunos me han transmitido tanto como los suyos. Hasta tal punto que a veces sobran las palabras al verle. ¿No habéis tenido nunca la sensación de que al coger a alguien de la mano te sientes segura? Como si el mundo cambiara a nivel fácil. Como si todo se convirtiera en algo mejor. A veces solo necesitas que alguien crea en ti para que tú mismo puedas empezar a creer también. Él me da ese punto de cordura, esa razón en mi corazón, esa lógica en mi vida. Que quizá a veces somos demasiado diferentes, pero y qué. A besos estamos de acuerdo siempre. Y qué si estuvimos un tiempo separados, estuviéramos o no, al encontrarse, nuestras miradas jamás perdieron el rumbo. Había magia cuando hablábamos y reíamos por cualquier cosa. Y supe desde el instante en que nos reencontramos que ya no éramos ese par de críos que se conocieron un día, hace muchísimo tiempo, sino que habíamos crecido, y habíamos tomado mil caminos distintos antes de llegar aquí.
Su sonrisa abre cualquier puerta, acorta cualquier distancia, rompe con las normas. Y puede hacer de algo frágil algo irrompible. No sabéis nada del amor si no habéis conocido sus labios susurrándoos a centímetros de los labios, o ha hecho el esfuerzo de escribir algunas palabras aun sabiendo que a él no le entusiasma la idea de plasmar en un papel lo que siente. No sabéis qué es el amor si no habéis visto su cara, ilusionado, en cualquier juguetería removiéndolo todo y disfrutando como un niño. No sabéis nada si él no os ha mirado a los ojos y os ha dado un vuelco el alma cuando ha dicho palabras increíblemente bonitas. Tanto, que no sabríais  qué decir, cómo mirarle, cómo almacenar ese momento para siempre.

Quizá no es la historia más bonita de amor, tal vez no lo sea. Pero es nuestra historia imperfecta, esa que se carga toda norma...esa que rompe todos los esquemas que haya podido llegar a idear.

¿Pero os confieso algo?
Me encanta que seamos la excepción a todo.
Eso lo hace mágico. 




martes, 9 de abril de 2013

Su sonrisa no tiene precio, y él, sin más, me la regala.
¿Qué ha visto en mí?
Que es capaz de bajarme el cielo en un beso, y hacer de lo difícil algo tan sencillo como  respirar. 

lunes, 8 de abril de 2013

Te hundes.

Te siento, a veces, tan lejana. Me da miedo, te sumerges y te hundes, y yo no tengo el valor de sacarte a flote. Temo a hundirme si no consigo rescatarte. Te podría salvar mil veces, y arriesgar, sacrificar muchísimas cosas, como he hecho demasiadas veces. Y aunque tú no te des cuenta, siempre he caminado a tu lado, callada incluso intentando comprender tu silencio. Dándote palabras aunque no las quisieras escuchar, o no las necesitaras. He dado lo mejor de mí contigo, y aunque tuviera un mal día, mil problemas e incluso estuviera enfadada contigo, jamás te he dedicado una palabra distante, fría.  Es por eso que a veces se cansan mis brazos de luchar por ti, por ambas. A veces necesito que seas tú quien tire de ésto, quien cargue conmigo sobre las espaldas. Necesito sentir que me sujetará tu mano cuando me pierda y me encontrarás. Necesito que tenga sentido para ti también la palabra mejor amiga, que siga latente y que por mucha distancia que nos separe a veces, todo volverá a ser lo de antes. Te necesito aunque no sea de las que piden ayuda. Necesito saber que tienes ilusiones y ganas de vivir. Necesito que le mires a él y seas capaz de contemplar la suerte que tienes al estar con una persona que te da tanto. Mantente en pie, por favor, y deja tus cumplejos, tus manías y tu tristeza aparcada. Él necesita de tus brazos para continuar, eres donde quiere apoyarse cuando añore refugiarse de todos los problemas. Sé su luz, por favor, y demuéstrale que la vida se compone también de instantes perfectos. No te vayas, porque te quiero. No te vayas, porque mereces ser feliz, aunque no te comprenda, aunque no me comprendas, aunque te vayas y después vuelvas...
Necesito verte sonreír una vez más.

domingo, 7 de abril de 2013

Da miedo no tenerle miedo a nada.

Me habría pasado horas mirándote.
No había sol, tampoco era necesario para verte brillar. Tu piel hablaba de ti tanto como tus ojos.
Pero no podía ver tu mirada, porque los tenías cerrados.
¿Alguien sabe cómo se guardan los instantes para hacerlos eternos?
Aquel fue digno de guardarlo para siempre.
Una sonrisa en tu rostro, que surgía, como si nada, tras el tacto de mi piel. Me sentí tan parte de ti, que por un momento, pensé que éramos la misma persona.
¿Has tenido alguna vez la sensación de que te sobraría el aire? ¿De que podrías existir a base de besos? ¿De que el mundo dejaría de girar por un instante y frenaría, justo bajo tus pies?
De volar.
Me habría pasado horas y horas a tu lado, sin hacer absolutamente nada. Porque hacer nada contigo era mucho más que hacerlo todo con cualquier persona. 
Tus brazos en mi cintura, tus labios en mi piel. ¿Se puede pedir más?
Tener la seguridad de ya no tener miedo de nada. De vivir de sueños, de contemplar momentos, de lograr imaginar cualquier instante y hacerlo perfecto. De caminar sin rumbo aun sabiendo que cualquier meta será la correcta. ¿No lo entiendes? No es necesario abrigo para cubrir el frío, ni paraguas para no mojarse con la lluvia, tú eres todo lo que me hace falta cuando lo único que quiero es ser feliz.

sábado, 6 de abril de 2013

La vida es corta.



Una vez alguien me dijo que la vida era corta. ¿Y sabéis? Me reí. ¿Quién va a pensar, con diez años, que la vida es corta? Con diez años piensas en el futuro como algo infinito. Pero lo cierto es que la vida es corta. Crecemos a la velocidad de la luz, y cada curso se hace casi más corto. Pretendemos volar cuando aún no nos han crecido las alas, sin darnos cuenta de lo precioso que es observar cada día como te han crecido un poco más. Y no vemos que no podemos alzar el vuelo hasta que no las tengamos. Eso sí, cuando tenemos ya un par de alas, pretendemos ser expertos surcando los cielos, como si las alas hubieran sido parte de nosotros siempre. No tenemos la paciencia de que el tiempo y el viento estén a nuestro favor y poco a poco aprendamos a volar. Queremos que todo llegue sin darnos cuenta de que mientras luchamos por ir a contracorriente, nos estamos perdiendo lo que verdaderamente importa, que es cada pequeño detalle. 
Y ahora digo yo, es cierto que con diecisiete años miras hacia adelante y ves un sin fin de posibilidades, de caminos y trayectorias pero...¿Quién sabe si mañana podremos ver la luz del sol? ¿Quién te asegura que sigas vivo? ¿Quién dice que vamos a vivir por muchos años?
El mundo está lleno de sorpresas. Algunas buenas, otras no tanto. Vuela, vuela cuando tengas alas...pero no vueles más de lo que ellas permiten que vueles, no vueles más rápido de lo que el viento pida, y disfruta, disfruta de todo...porque todo, absolutamente todo tiene fecha de caducidad...incluso las personas. 


viernes, 5 de abril de 2013

Echándose de menos.

Hundió la cara entre sus manos y después alzó la vista al cielo. Había empezado a llover, pero a ella esas cosas jamás le habían molestado. No le importaba empaparse porque pensó que con la lluvia, sus lágrimas podrían esconderse detrás de cada gota. Ana miró a su al rededor, pero no vio a nadie más que a sí misma. Pensó en gritar, pensó que así el dolor se haría más tangible. Gritó en silencio, ella siempre había hecho las cosas sin que nadie se percatase de nada.
Le vio a lo lejos, primero se le aceleró el corazón, y sintió como su vida, atropelladamente, se acercaba a ella hasta el punto de llevársela por delante. Sintió como el esfuerzo que había hecho construyendo un castillo del olvido se desmoronaba en un segundo. Y no era solo la lluvia la causante de ello. Él estaba a tan pocos metros que podía distinguir perfectamente su peca en la mejilla derecha, su hoyuelo prolongado, la separación de sus dientes al sonreír. Lo veía con tanta claridad que por un segundo se le olvidó que llevaba muchísimos meses sin verle.
Él la miró, fue un segundo, un instante tan corto, que ella, rápidamente almacenó en su memoria. Pensó en si saludarle. ¿Qué se le dice a la persona que te mataba a besos por las noches y te despertaba con caricias por las mañanas? Alguien que ya no estaba en tus días pero sí que había formado parte en un pasado de todos ellos.
Él bajó la mirada, y tarareó alguna canción. Ella cruzó y pasaron uno por el lado del otro, sin apenas mirarse. Lo que ninguno de ellos sabía es que se habían echado de menos. Él vivía pensando que ella besaba otras bocas y regalaba su corazón a cualquier chico que no la dejara pasar, como hizo él. Y ella pensaba en que otra chica, quizá más alta, más morena, y más guapa...le regalaría sus días como un día ella se los regaló.
Lo que ninguno de los dos imaginaban era que ambos hacían de vez en cuando, ese recorrido por la playa, el mismo que juntos habían hecho miles de veces. Porque jamás coincidieron, jamás se cruzaron, jamás lo supieron. Ahora ambos eran dos desconocidos. En cuanto se disipó el aroma de Ana en los sentidos de él, cerró los puños con fuerza e intentó quitársela de la cabeza, pero ni la música le sirvió para ahuyentar el recuerdo de aquellos besos,de aquellas sonrisas que un día le arrancó. Y ella, con los ojos empapados, subió el volumen de su música, también en vano y luchó contra ella misma para no llorar.
Otro día más, otra noche más, encerrados en la misma locura, en el mismo olvido, en la misma cárcel. Otro día más echándose de menos creyendo mutuamente que se podrían echar de más.

jueves, 4 de abril de 2013

Ve en mí lo que yo no he sido capaz de ver nunca.

Me miraba en el espejo y sentía que jamás nadie podría quererme.
Odiaba muchas cosas de mí, tantas, que un día dejé de contarlas.
Odiaba desde mis piernas hasta mi nariz, y nunca encontré nada que a alguien pudiera atraer. Pero, ¿qué sucede cuando alguien te dice que le gustas tal como eres?
Nunca he sabido qué decir, qué hacer, porque nunca he sido capaz de quererme.
Lo único que tengo claro cada vez que me dice todo eso, es que le quiero. Le quiero porque es capaz de ver en mí lo que yo nunca veo, y es capaz de bajar el cielo sin apenas alzar los abrazos. ¿Dónde está la línea que separa lo eterno de lo efímero? ¿Lo real de lo imaginario? ¿La perfección de la imperfección? Jamás lo supe. Lo único que tenía claro es que reinaba una seguridad enorme en mí cada vez que sus manos me sujetaban, como queriéndome acercar a él, tanto, que nuestros labios pudieran fusionarse. Lo único que sabía es que me daba igual cómo me pudiera ver yo en el espejo, lo único que me importaba era qué imperfecciones podría adorar él de mí.
Me da la fuerza que no tengo, el valor que escondo, la seguridad en mi propio miedo. 

Me da tanto con cada gesto, que me parece increíble poder tocar y sentir con mis manos y mis labios mi propio cielo. 




miércoles, 3 de abril de 2013

La iba a echar tanto de menos.

Y él la miraba sabiendo que sería la última vez que pudiera verla. Aun así, no perdía su sonrisa. Tan brillante y resplandeciente como siempre, pensó. Quiso atraparla, en un instante perfecto, y convertirla en suya. Para así no tener que decir adiós, pero sabía que ella se marcharía, lo sabía des del principio. Se permitió el lujo de rozar sus labios, quién sabe, quizá por última vez y se limitó a susurrar palabras, frases, tal vez, inteligibles para el resto del mundo, pero que ellos dos conocían muy bien. Pensó en decirle lo mucho que la echaría de menos, pero en vez de eso, se quedó mirándola en silencio. Quería recordarla así, tumbada, al otro lado de la cama, con el pelo revuelto, los ojos cansados y las manos rozando su pecho. Quería que su tacto se hiciera intransferible, permanente, en su piel. La quiso retener, sin embargo, tampoco lo hizo.
La miró alejándose por el recibidor, caminando, tan deprisa como una brisa suave de aire. De esas brisas que entran en verano por la ventana y se incrustan en cada pequeño poro de la piel.
La miró alejarse, caminando, con esas piernas que él había besado, mordido, atado a su piel tantas otras veces. La miró como se mira la vida pasar, como despidiéndose con los ojos. Y no lloró, no delante de ella. Antes de marchar, antes de cerrar esa puerta, lo miró. Su mirada podría haber dicho tantas cosas, pero él sabía que una de todas ellas destacaba: Perdóname. La perdonó en cuanto cerró la puerta. Pero eso ella jamás lo supo. ¿Qué palabras se escriben cuando tu vida sale por la puerta para no volver? No supo qué decir después. Y estuvo más de tres semanas sin escribir palabra. Con lo mucho que eran las letras para él...
Quiso odiarla. Odiar esos rizos que se enredaban en sus dedos, odiar el marrón ligero de sus ojos, el brillo de sus labios bajo el sol, quiso odiar su piel, y no hacía más que recordarla a su lado, empapada, riendo en su ducha, abrazada a él. No hacía más que quererla cuando lo único que deseaba era echarla al olvido. ¿Pero cómo coño se olvida a alguien que ha sujetado tus sonrisas y tus lágrimas? Ella que siempre le decía: ' No me pienso ir de aquí sin haber besado tus lágrimas.'
Hasta que la echó. Sí, él sabía por qué se fue. Claro que lo sabía, pero era más fácil tapar la culpa y seguir con su día a día. Sin ese café amargo del que siempre se quejó, es cierto. Sin el periódico que ella traía a las 7.30 de la mañana, sin esas caderas por su pasillo, esa perfecta cintura con la que jugaba, esas piernas largas que se enlazaban a su cuerpo en las noches frías. Todo era diferente sin ella. Y sonaba en la radio su canción, claro que sonaba, pero él cambiaba de emisora porque la letra jamás sonó igual. ¿Qué es de ti?, se preguntaba cada día. Quiso llamarla, pero el orgullo venció miles de batallas. Y cada noche consultaba a la almohada, pero ya nadie tenía una respuesta para él. ¿Qué pasaba cuando dejabas que el tren se marchara aún sabiendo que la estación cerraría sus puertas para siempre? Jamás lo pensó. Porque no la vio capaz de irse hasta que el olor de su pelo ya no estaba en esa almohada en la que habían compartido tantos sueños.
Pero ya no había marcha atrás...y es que cuando dejas que algo vuele tan alto, tan lejos, lo más probable es que jamás pueda volver a aterrizar.

martes, 2 de abril de 2013

No te lo puedo explicar con palabras, quizá con un beso bastaría.
A veces siento miedo, pero otras, tengo la seguridad de que cada paso merece la pena.
Es como si algo me dijese que esta vez todo va a salir bien. Como si viviera convencida de que tus labios son ya parte de mí. Lo haces todo tan sencillo que acojona la idea de prescindir de aire para respirar si estoy a tu lado.
Acojona la idea de poder refugiarme en tus brazos y no sentir miedo. Acojona que tus ojos me acorralen y sean capaces de ver todo lo que yo no veo en mí. Acojona sonreír tanto, y ser feliz. Pero los miedos se escapan cuando tus labios me encuentran. Y yo juego a andar perdida, para ver si me buscas. Para que me encuentres y ya no me dejes escapar.
No podría explicar la sensación que tengo de estar a miles de kilómetros del universo con cada uno de los besos...

lunes, 1 de abril de 2013

Miedos.

Todo el mundo tiene miedo. Miedo al fracaso, miedo a que el éxito les gire la mirada. Miedo a decidir y fallar, a escoger y después darse cuenta de que han elegido la opción equivocada. De no superar obstáculos, de cruzar a nado un océano y ahogarse. Todos tenemos miedo. Miedo a que las personas que hoy nos abrazan mañana nos den la espalda, miedo a avanzar y después retroceder. Miedo al futuro, al mañana, al qué dirán, a las promesas que se rompen,a los deseos que no se cumplen. Miedo a cambiar, a evolucionar, a sentir, incluso a cogerle cariño a alguien. Miedo al amor, miedo a sufrir, a llorar, a romper fotos, a desvanecerse, a refugiarse en la lluvia. Miedo a que todo lo que tenemos se vaya, miedo a adaptarse, miedo a sonreír con el alma rota.
Todos tenemos miedo a ser felices porque sabemos que de la misma manera que llega, un día, viene, y algo o alguien la derrumba. Porque sabemos que aunque dibujemos en la arena una ola podría venir en cualquier momento y arrasar con lo que se escribió. Miedo al olvido, a quedar roto en un punto del pasado enorme. Miedo a que nadie te necesite, al rencor, al odio. Miedo a vivir porque sabes que detrás de cualquier esquina te espera una muerte que algún día te arrinconará y te dejará sin salida. Todos tenemos miedo aunque busquemos excusas...y quien diga que no lo tiene, solo utiliza un escudo enorme para huir de él. Porque al fin y al cabo lo que más miedo da es no saber qué te espera detrás de una puerta que aún no has podido abrir. 

Lo sospechaba hasta que lo sentí, y lo sentí hasta que lo supe

 Lo sospechaba hasta que lo sentí, y lo sentí hasta que lo supe. Así empezó y acabó nuestra historia. Si sólo me hubiera fiado un poquito má...