jueves, 28 de mayo de 2020

Sé que me dice la verdad porque me quiere, pero reconozco que era más bonito vivir en mi perfecta y construida mentira. Era más sencillo, engañarnos a nosotros mismos nos da ventaja, porque vamos por delante de nuestros propios pasos, con el miedo pisándonos los talones. Lo más difícil era aceptarlo y ahora que ya lo he hecho me toca asumir mis errores y perdonarme por ellos. Quizás dentro de mucho agradezca lo que hoy aborrezco, o tal vez dentro de mí viva siempre un pedacito descompuesto de mi lado más kamikaze. Es mejor así. ¿De qué me iba a servir ahora? Aceptamos lo que creemos merecer, así que acepto la derrota. Y dejo esta partida. 

domingo, 24 de mayo de 2020

Despacito a mi sombra

En esta noche de mayo calurosa, que me pegan las sábanas al cuerpo, leo hasta las tantas y me hago un ovillo en la cama. El dolor de ovarios me recuerda que sigo siendo humana y que estoy justo aquí: en medio de un montón de piezas diminutas que antes reconocía como obras de arte. Seguro que aquí nadie puede encontrarme.
Nos acercamos precipitadamente al comienzo del nuevo mundo, desembocando en una fase sobre la que apenas tenemos pistas. Me siento la protagonista de una peli mala de zombis. Seguro que aquí también me matan la primera. 
El caso es que ha pasado demasiado tiempo desde aquella última vez que me vi en mi rutina y en mi normalidad y todo parecía ir bien. Las cosas se empezaron a torcer cuando llegó la desilusión, el encierro y la apatía del mundo hacia mí, o de mí hacia el mundo (no lo tengo muy claro).
Cuando vuelva a salir ahí fuera voy a querer volver a tener la vida que antes tuve y va a ser muy duro no encontrarme contigo en ella. Es irónico que la distancia pueda traerte las cosas de vuelta, cuando la memoria te la juega y disfraza de realidad el recuerdo. 
Estoy hasta los mismísimos de estar tan sobria, tan sola, tan vacía en este cuarto lleno de entretenimiento crudo. Necesito bailar en algún bar y beber hasta olvidarme de mis apellidos. Perderme entre la oscuridad de la noche, volver cuando haya amanecido y dormir hasta las cinco de la tarde. Volver a tener esos sueños tan bonitos que algunos días tenía y no estas pesadillas que me recuerdan que en una época de mi vida fui tremendamente feliz.
Hace demasiado calor para estar cuerda y me creo una valiente de mierda por escribir lo que siento, cuando, de toda la vida, el papel solo tiene espacio para cobardes que jamás dijeron una palabra de lo que sentían.
En el fondo todo escritor merece esta desidia, esta agonía punzante, o la sensación constante de que hay algún roto que coser con palabras estúpidas que no va a leer nadie. 




Ojalá me hubiese gustado más la astrología que la poesía, ahora estaría camino a la luna y no arañándome la espalda con esta prosa que jamás me dará nada más que insomnio. 
Algunos comienzan a ver la luz en el túnel, yo le he cogido manía a los espacios abiertos y solo me encuentro cuando me acerco despacito a mi sombra.

lunes, 18 de mayo de 2020

Noches de diálogo

- Nunca me perdonaste, ¿no? Que me fuera - dijo Valeria mirándole a los ojos. Nacho vaciló unos segundos antes de responder y dijo con voz clara:
- Fui yo, te pedí que te marcharas.
- Pero después dijiste que me quedara. Y no lo hice. Sé que nunca me perdonaste, sé que te herí y que te rompí en mil pedazos-. El silencio era ensordecedor, así que Valeria lo llenó con sus palabras.-Y no hubo ni una noche en la que no pensara en si había hecho lo correcto. Al decir que no me quedé siempre con la duda de qué hubiera pasado si hubiese dicho que sí. 
- Hiciste lo correcto- insistió él. 
- Pero sufriste.
- No podemos cambiar el pasado-. Se mordió el labio, descartando la siguiente idea que asomaba por su boca. 
- No, es inamovible,- añadió ella- pero de verdad que creí que podríamos cambiar el futuro...Estaba convencida. 
- Puede que el pasado nos marque tanto que no seamos capaces de mirar hacia otro lado cuando este vuelve-. Nacho se asomó por la ventana, dándole totalmente la espalda a Valeria. Dejó la taza encima de la mesa y se giró para ver la reacción de ella, que aguardaba con los ojos muy abiertos y los brazos cruzados. Le arañó el corazón verla así, pero no parpadeó ni dejó ver un solo ápice de tristeza.
- ¿Me quieres?- Valeria lo dijo con un hilo de voz tan pequeño que temió haberlo escuchado solo ella.
Nacho agachó la mirada, en busca del suelo, y después volvió a levantarla. Fijó su mirada en ella, frunció el ceño y sus ojos se empañaron por completo-. Es igual,- continuó ella tras unos segundos de silencio que se hicieron eternos- no tienes que responder. Es una tontería, ya no tenemos por qué hablarlo. Ya nos hemos dañado suficiente.
Valeria hizo ademán de irse, agarró su bolso marrón y la chaqueta de cuero y se dispuso a salir de la cocina. Nacho tardó unos segundos en reaccionar, pero salió a por ella, y a la altura del recibidor, la alcanzó. La agarró del brazo y la arrastró hasta él, para abrazarla con fuerza. Sumergió su nariz entre los mechones castaños de su pelo e inspiró profundamente. Siempre olía bien, y su pelo era como un rincón de flores. La apretó hacia él con tanto ímpetu que no fue siquiera consciente de la fuerza que estaba ejerciendo. Valeria apretó los puños al pasarlos alrededor de la cintura de él y una lágrima cayó en picado para mojar la camisa de Nacho.  
- Lo siento- susurró ella- no sé por qué estoy así...llora...-no pudo acabar la frase porque al levantar la mirada, se encontró con los ojos llorosos de él, que dejaban caer unas lágrimas tímidas y frías. Estaban tan cerca que sus respiraciones se mezclaron, sus labios estaban a pocos centímetros, y los ojos de ambos clavados en la pupila ajena. Percibían sus reflejos y, por inercia, se acercaron tanto que sus labios se rozaron. Un beso salado se tornó amargo cuando al separarse los ojos de Nacho parecían dos piscinas rebosantes de agua. 
- Creo que la respuesta es no- espetó ella-. Y no pasa nada, Nacho, está bien, de verdad. Solo quería...quería entenderlo. Quería saberlo. Intento trepar un muro que te has construido con tanto empeño a tu alrededor...es imposible, nunca te alcanzo, nunca puedo llegar hasta arriba y cruzarlo. Eres tan complejo...
- Ojalá pudiera explicarte todo lo que hay detrás de ese muro- sus ojos eran muy sinceros.
- No importa, en el fondo sé que lo construiste cuando me marché con él. Me lo merezco, Nacho. Merezco esto. Es normal que no puedas querer a quien te obligó a pasar página, ni a la persona que no quiso darte otra oportunidad. Merezco que te vayas de mi vida, que nada sea suficiente, que ese pasado no se vea compensando. 
- Son los fantasmas que habitan en todo lo que fuimos- sentenció él. 
- ¿Sabes? - dijo Valeria abriendo la puerta, despacio- A veces fantaseo con conocerte de nuevo y empezar de cero. Te demostraría que eres la única persona a la que he querido de verdad, por la que he luchado. 
- Sé lo que sientes por mí y sé que siempre te has quedado conmigo, Val, no es eso...Es...yo...
- No me tienes que dar explicaciones.

Valeria cerró la puerta tras de sí, con la sensación de que aún tenía muchas cosas que decir, pero sin poder formar una frase con sentido. Su mundo acababa de desplomarse y a su mente acudían errores del pasado, como si de una película se tratase y solo pudiera rebobinar. En el fondo entendía que el pasado amargo había complicado las cosas entre ellos, así que respetó su decisión y se marchó. 
Nacho sintió cierto alivio cuando Valeria se fue, una parte de su mente descansaba porque al fin podía haber sido sincero con ella; la otra parte aún la quería abrazar y pedirle perdón. Se iba a quedar con la sensación de que ella lo odiaría un tiempo, pero Valeria ni siquiera lo intentó. No habitó ni un ápice de rencor en ella, solo una tristeza que se le instaló en el pecho y empezó a formar parte de sí misma. Se preguntaba si algún día lo volvería a ver, si volverían a reír juntos. Nacho pensó en que al final, eran tan buenos amigosque pesaba el doble la despedida. Quería volver a verla reír, escuchar sus estupideces, su pasión por lo insignificante. Ella quería la templanza de él, su calma y sus manos frías. 
Ambos se hicieron la misma pregunta, si la vida algún día volvería a unirlos, y los dos se encontraron con la misma respuesta: una gigantesca incertidumbre que nublaba la entereza. Ahora solo les quedaba abril, los recuerdos dulces y un amargo sabor bañado de despedida. 

domingo, 10 de mayo de 2020

Nunca se me dieron bien

Nunca se me dieron bien las despedidas, y menos contigo. De algún modo siempre regreso aquí porque es el único lugar en el que puedo hablar contigo. Es absurdo, mi yo más profundo aún cree que me lees; mi yo más racional tiene la certeza de que no, aunque eso no importa. Que leas o no estas líneas no va a cambiar nada. Llevo pensando muchos días en que quizás no debería escribirte en el blog porque, de alguna manera, alimento mis esperanzas, como si escribirte fuera a traerte de vuelta. Es la locura que se desarrolla en la mente de alguien que pierde a una persona que le importa, la obsesión de traerlo de vuelta. El caso es que te veo bien, ya sabes, por el único sitio que puedo verte, las redes sociales. Y cuando te veo bien me pongo feliz por ti y al mismo tiempo pienso en que yo aún no estoy así, en que yo aún te echo de menos, en que yo aún no puedo pretender que nunca pasó nada, ni he asumido la pérdida. Siempre he admirado esa parte de ti, capaz de hacerte una persona fuerte, que camina, que sigue erguido, con la cabeza alta, hacia adelante. Yo siempre he sido más de ir balanceándome hasta que me mareo y decido parar. A mí siempre me costó un pelín más llegar a estar así de bien. Y no te culpo, para nada, me alegra que no necesites saber de mí, ni hayas tenido la tentación de escribirme un cómo estás. Yo evito entrar en tu conversa porque el silencio aún me pesa y me duele. Es como si hubieras desaparecido de repente, como si te hubieras ido muy lejos, como si el mundo fuese diferente. 
Las noches son la parte más dura, suelo acostarme a las tantas y siempre me cuesta dormir, porque en mi cabeza habitan conversaciones que ya nunca serán y se amontonan los recuerdos, casi siempre buenos, que hemos ido guardando en nuestras memorias. Es como si cada madrugada una parte de mí necesitara despedirse, traerte de vuelta un segundo, apoyarte en la almohada y darle vueltas y vueltas a todo hasta quedarme dormida. Ahora entiendo cuando me contabas que muchas noches eras incapaz de dormirte, a mí me han dado las cinco de la mañana ya demasiados días. Quizás será más fácil si no tecleo estas estupideces, si me desahogo con alguien y le explico cómo me siento, pero creo que no me llegan a entender del todo. A veces siento como si la historia solo hubiese existido en mi cabeza y yo fuera una loca delirando sobre alguien que nunca estuvo. Sé que es una locura, pero a veces desearía que el mundo se hubiera detenido justo en el momento anterior a cualquier duda. Incluso en aquellos críos de diecisiete años. Aún el mundo no nos había dado la patada, aún no había llegado el gran diluvio, aún no nos habíamos corrompido. Éramos inocentes.
Ojalá quieras volver a verme cuando esta locura y el encierro acaben y podamos abrazarnos. Quizás así pueda echarme alcohol en las heridas, pensar en curarme. Necesito mirarte a los ojos antes de hacerme a la idea de que este verano no va a estar lleno de cervezas contigo en cualquier bar, ni de escapadas tontas, ni de cines improvisados. Que ya no brillaremos desnudos, que no me apoyaré en tu hombro ni me acurrucaré. Que ya no te agarraré la mano cuando la dejes sobre las marchas ni te rozaré la pierna al decirte que todo irá bien. Ni siquiera te he podido contar cómo ha ido la nota del TFM, qué les ha parecido mi reportaje novelado. Que no te podré contar cuando empiece el curso de doblaje. Tengo que despedirme de ti, abrazándote, tengo que hacerlo antes de aceptar todas esas cosas que escuecen más de lo que me gustaría.
Sé que todos piensan que voy a estar bien, y sé que lo estaré del todo algún día, que seguiré siendo la de siempre, que seremos solo un recuerdo precioso, pero ahora cuesta hacerse a la idea de todo eso que ya no va a existir. Habría sido un tercer verano increíble. Contigo siempre lo fue. Incluso esos días en los que nos quedábamos en casa viendo una película. Yo de verdad creía que esta vez sería más fácil, y de corazón deseo que para ti lo esté siendo. Y también espero que si un día por casualidad lees esto no pienses que soy una idiota o una estúpida por sentirme así. Ni te sientas culpable. Hiciste lo que tenías que hacer, y al menos uno de los dos tuvo el valor de tomar una decisión. 
Sé que volveremos a vernos, tarde o temprano, y sé que no es una despedida del todo hasta que no te vea marchar de vuelta a casa, pero por ahora será mejor que no escriba sobre esto. Que me centre en otras cosas, que intente distraerme, como me propongo todos los días. Ojalá tengas miles de proyectos que hacer cuando todo esto pase y brilles en este mundo gris. Tú siempre hacías que pareciera todo un poco más bonito. Vas a llegar hasta donde tú quieras.


No me caben dudas.

miércoles, 6 de mayo de 2020

En páginas que no se leen

Todo el mundo tiene días malos. Ya, ya lo sé. Días de nubes oscuras y pesadas que te cargan los hombros de accidentes. Un runrún en la cabeza constante, una voz acechando: Y si, y si, y si. Y si nada. Me costó entenderlo pero no hay y si que valga cuando la despedida te abraza por la espalda. Duele tanto alejarse de algo que adoras, duele tanto que todo resulte pólvora. Miras atrás y ves todo lo bueno que habíais construido, aunque fuese invisible para muchos, y piensas en todo lo que ya no tendrás. Es como si alguien viniera y arrancara de todas tus fotos la posibilidad de futuro y las archivara en el pasado. ¿Cuánto duele una fotografía si tienes la certeza de que no vas a comentarla con la persona que aparece en ella en un futuro? Que todo quede en la memoria, en esa traicionera que puede que con los años me abandone y me haga perderlo todo. Mi temida demencia. ¿Cómo guardar algo tan valioso en un lugar tan frágil e inhóspito como la memoria? Es casi imposible. Es transformar todos los veranos en inviernos grises, es recoger lo sembrado sabiendo lo mala que ha sido la cosecha, es despedirse de todo lo bueno que albergaba algo o alguien. Si pudiera volver al momento de las fotos quizás cambiaría las cosas. A mí no me vale el discurso de: "No, si yo no me arrepiento de nada, todo lo que ha pasado me ha hecho ser quien soy". Y una mierda. Todos nos arrepentimos de cosas. De lo que no hicimos, lo que no dijimos, lo que hicimos, lo que dijimos. Me arrepiento de haberme callado en el coche y no decirte lo que entonces no sabía, porque no veía el final como algo tan cercano aunque acechara a un mes de aquel momento, que te iba a echar de menos. Te habría dicho que te quedases, aunque eso supusiera la pérdida de mi dignidad. Te hubiese pedido un abrazo, un beso, una señal de que estuviste aquí. Me arrepiento de no haberme quedado un rato más, entonces no sabía que sería la última vez que te vería antes de que se escribiera el final. Claro que me arrepiento, de muchas cosas, y entre ellas, haberte hecho daño. Sé que elegí durante aquella época que te pesa tanto un mal camino, y ojalá no lo hubiera hecho. Sé que eso condicionó todas las decisiones que tomamos años después. Me arrepiento de no haberte dicho que te quería ni haber hablado de todo mucho antes, aunque en el fondo sé que tú lo sabías, y que de haber hablado las cosas, de igual modo se hubiera escrito este final tan amargo. Sé que no hubiera cambiado nada, porque una parte de ti quería marcharse y yo la obligué a que se quedara. Lamento mucho haber sido una carga y que tuvieras que decidir si quedarte. Lamento mucho no haber sido valiente y sobre todo, lamento tener que escribirle a una página. Sé que no tengo derecho a romper tu pacto, ni tu silencio, por eso me quedaré callada. Por eso aún sigo escribiendo mis gilipolleces, porque decírtelas a ti sería injusto. Mereces la tranquilidad para poder continuar y yo algún día perdonar mi pasado. Quiero salir de casa, pasear, reencontrarme con el mar, dejar de pensar. Es difícil. Hay demasiado de ti en mí. Echo de menos saber de ti, de tus días, de tus idas y venidas. ¿Cuántas veces habrás tenido un imprevisto? ¿Cuánto habrás reído ya? ¿Cuánto habrás dicho? ¿Cuánto habrás callado? Preguntas abalanzándose sobre mí. Lo sé. Lo sé, sé que es absurdo. Qué apagado será San Juan sin ti. Y qué tontería que dos de las mejores noches contigo fueran justo ese día. Lo que daría ahora por una pizza de congelador, cualquier película y tu sofá. Con qué poco bastaba para sentirme en paz. Y qué tonta soy por ponerme a darle voz a mi memoria. Hay días que simplemente se hacen cuesta arriba. 
Cómo me cuesta subir últimamente. 

domingo, 3 de mayo de 2020

Las dos Noelias

La brisa ligera entorpece mi mirada, el pelo se enreda en el aire y me envuelve. Rostros desconocidos, mi búsqueda imposible finaliza con la última gota de esperanza que colma el vaso y lo desborda. Ni rastro en las cervezas, ni en el libro que me acabé anoche, ni en la mirada verde del chico que está cruzando la carretera sin ver más allá de sus zapatos. No está. Ni estará. Se ha esfumado, ha desaparecido, se ha convertido en espuma, me ha hundido con él. Ya no vuelve. Ni en formato ira, ni en lágrima comprimida, ni en sorbo de alcohol puro. Se queda en su mundo y con un equilibrio preciso, cambia de dirección sin pestañear. Casi no me he dado cuenta y los días me consumen. Aún me recuerdo fumándome las noches, entre cubatas y voces desconocidas. Era más inmadura, pero el dolor no se me quedaba clavado en el pecho, aprendía a vivir con él. Ahora lo guardo en libros que consumo, con sed de aislarme, en canciones que compongo tontamente, en diarios que escribo tachando. Me he vuelto la persona más sensata del mundo, pero me detesto. Tengo el corazón tan frío que parece que el verano aún no está aquí, cuando todos hablan ya de él. ¿La que soy ahora es mejor o peor que aquella chica que soñaba con los ojos abiertos? Me caía mejor la otra, pero admito que los demás respetan más a esta. Cada vez que me he atrevido a ser aquella chica de ayer he acabado cosiendo heridas, quizás cosa de su ingenuidad, su fantasía. Tal vez esta nueva Noelia no sea derrotada y salga victoriosa y sin arañazos, tal vez esta vez la abracen hasta quedarse dormida. Quizás ella sí que pueda ver el amanecer, quizás se alimente de cerveza fría y cante temas que aún no existen. Le daré una oportunidad a esta nueva Noelia, que aún no sabe bien cómo va eso de la vida, pero se empeña día a día en aprender. Esta nueva chica pone el modo avión a las doce de la noche y se queda dormida viendo su serie favorita porque le da miedo quedarse en silencio con ella misma. Les dice a todos que hay temas prohibidos de los que no podrán hablar hasta pasado un tiempo, y a su vez añora desahogarse en el papel. Puede que se esté volviendo loca, que haya pedido demasiado o que aún no sepa muy bien hacia dónde ir, pero sí sabe de dónde viene. Llegar hasta aquí ha sido duro, ha tenido que reconocerse, aceptar y arriesgarse, pero sabía que apostándolo todo siempre cabe la opción de perder. Y perder es algo que ninguna de las dos Noelias pudo aceptar nunca de un modo sencillo. Solo el tiempo las enseñó a aguardar, esperar y ser pacientes, dejar esos vacíos así, no intentar llenarlos con absurdos. Quizás haya espacios en nosotros que deban permanecer siempre así,  repletos de pérdida y vacío. Quizá debamos vivir también con eso, aunque no sepa cómo explicárselo a esa chica nueva y desconfiada que me devuelve la mirada en este espejo. 

Ya me gustaría

 Es casi inconsciente este pensamiento recurrente que me atraviesa. Me cuento y les cuento que no es para tanto y lo cierto es que soy dos p...