sábado, 24 de mayo de 2014

Antes de juzgarme.




Para juzgarme deberías saber algo. Deberías saber que he sudado lágrimas por muchas personas y que he escalado montañas por gente que ni si quiera ha tenido el valor de dar un paso por mí. Y que cuido a las personas que me importan. Quizá te iría bien saber que los insultos pasados solo fortalecieron un alma que ahora es irrompible, y que llevo por escudo. Deberías saber lo mucho que di sin  que nadie supiera, lo mucho que anónimamente llegué a hacer por una persona simplemente por su bien y que nadie jamás ha sabido.  Deberías preguntarte qué quieres, adónde puedes llegar surcando mi vida, chapoteando en cada litro de mis recuerdos. Porque tú piensas que quizá pueda odiarte pero hoy vas a aprender algo: No odio a nadie. Odiar requiere poner fuerzas en algo, y yo, por las personas que no me interesan, no invierto tiempo.
Plantéate si de veras entraste para quedarte, para hacerte un hueco, o si solo lo hiciste para rasgar la tela que envuelve mi vida. Si es esto último, ya te puedes ir. He tenido a muchas personas dentro antes y la rasgaron para irse. Puedes hacerlo también; cuando ya llevas muchas rasgadas parece que cada vez duele menos, y que cada vez decir adiós es más fácil. Más fácil, pero nunca sencillo.
Probablemente lo que más rabia te dé es que jamás podrás decir nada contra mí. Porque, básicamente, jamás hice nada. No disparé esa bala. No apreté el gatillo. Tú me apuntaste, yo me arrodillé. Tú disparaste, yo sangré.  Pero el tiempo sana heridas. Incluso las más fuertes, incluso aquellas que se llevan a más de una persona por delante. Que me tiraras al suelo solo me ayudó a tener más fuerzas para levantarme la próxima vez que caiga. Que me perdieras solo me sirvió para encontrarme. Que te fueras solo me aportó la libertad de elegir a quién querer dentro de mi vida. Que te marcharas solo me hizo olvidar la bueno, recordar lo malo, cargar en mis espaldas los recuerdos y llevarlos a cuestas.
Nunca podrás herirme otra vez, porque para que te hieran primero ha de importarte alguien.
Ni se te ocurra preguntarme que si sé qué estoy haciendo.
Te aseguro que pocas veces me arrepiento. 

sábado, 17 de mayo de 2014

Grazie.



Qué barbaridad quererte a rabiar y matarte de risa. Que las cosquillas sean como besos adictivos, y que sin palabras podamos decírnoslo todo. Somos más que un par de enamorados, nosotros somos Venecia, y todo lo que dentro de ella verás. Nosotros somos góndola, puente y agua. Nosotros somos canal. Somos invierno, primavera, verano u otoño. ¿Sabes qué nos diferencia de todos ellos? Que nosotros des del segundo uno ya sabíamos lo que era no tenernos, y eso nos hizo ser mejores. Y sobretodo aprender a cuidar lo que se tiene antes de perder(lo). 
Podría decirte mil cosas bonitas, como hago siempre. Pero anoche me hiciste entender muchas cosas, y entre ellas, cómo no, me ayudaste a crecer.
Nunca voy a olvidar esas palabras, ni esa magia que escondían tus ojos. Porque bajo mis sábanas parecíamos infinitos. Y no sé cómo batallar contra el tiempo, contra el misterio de un mañana, pero sí sé batallar con tu sonrisa. Y se gana besando. 
No te voy a dar las gracias,
porque ya sabes todo lo que esconde nuestra historia.
Y como tú dijiste, somos solo nosotros los que oíamos esos susurros.
Nadie más sabrá qué sentir.
Ya lo sentiremos nosotros por ellos.
Se nos ha quedado pequeño el amor, deberían inventar otro término para poder hacer justicia a lo que sienten nuestros dedos cuando rozan nuestras pieles.
Se parece demasiado a la magia. 







--------------------------------------------------------------------------------------------------





<<Hace unos días hicieron una encuesta a cien internautas para que votasen que tres fotografías consideraban las mejores de la historia.
La primera escogida era una instantánea de la bomba atómica lanzada sobre Nagasaki.
La segunda mostraba la primera vez que el hombre pisaba la luna.
Pero la tercera fue la que más me gustó. Mostraba dos enamorados besándose, mientras el mundo gira a su alrededor.
Me gusta saber que entre las tres fotos más importantes de la historia están dos enamorados, congelados en un beso interminable, refugiados contra el olvido. Quizás es eso lo que sentimos cuando vemos fotografías antiguas, que por ellas no pasa el tiempo, como esos mosquitos atrapados en ámbar durante millones de años. El mundo sigue adelante, pero ellos se quedan ahí atrapados para siempre sin cambiar, como las fotos guardadas en una caja de zapatos… Instantáneas de otro tiempo… Que ya nunca volverá…>>

- Los Hombres de Paco -












jueves, 15 de mayo de 2014

La vida es un accidente constante.



He escondido debajo de mi piel todo aquello que jamás pude decir. Creo que a pesar de que jamás me dieron miedo las alturas sí le tuve miedo a otras cosas. Cuando era pequeña me daba miedo que la magia existiera porque eso significaba que el mundo no estaba al alcance de mis manos y que no podría controlar lo que pasaba a mi alrededor. Cuando crecí, me di cuenta de que aquello que creía que era magia, o aquello que yo llamaba así, en realidad era la vida, y que, obviamente, tampoco podría controlarla. Resultaba ser que la vida solo me daba opciones que yo debería elegir, siempre sin saber qué escondería el camino. Como saber el nombre de un libro sin saber si quiera de qué tratará. Eso es la vida, elegir un nombre, un camino, unas amistades, una carrera o un trabajo, una pareja, una casa dentro de una ciudad, o quizá un pueblo. Es apostar a ciegas, sin saber más que el nombre.
No sabes lo que te espera durante el camino. Si la vida te atropellará las ideas, si cambiarás el rumbo a mitad del camino, o si cuando llegues a la meta realmente estarás orgullosa del nombre que elegiste. 
La vida es una apuesta constante, donde expones tu cuerpo y hasta tus propios ideales, sobre una mesa, y dejas que la invisibilidad de la vida juegue a manejarlo. Un accidente, unos segundos antes, unos segundos después, la ropa que elijas ese día...cada mínimo detalle puede alterar tu camino.
Y eso me ha acojonado siempre.
De pequeña creía que tenía lógica,¿no? La magia es incontrolable si no la posees. De grande aprendí que la vida puede llegar a ser una auténtica barbaridad. 
Y entonces supe que quizá lo que temen las personas no es morir, sino no haber vivido lo suficiente como para saber si verdaderamente cuando escogieron el nombre de aquello que querían ser, de allí donde quisieron ir, escogieron la opción correcta. 

martes, 13 de mayo de 2014

lunes, 12 de mayo de 2014





Si tu cuerpo fuera poesía, dijiste,
Sacaría versos de cada rincón,
y los haría míos.
Rimaría cada poro de tu piel,
y acompasaría tus pasos con los de mi papel.
En tinta escribiría tu nombre,
desvanecería el invierno,
convertiría los sueños en letras,
las comas en vida,
los acentos en el aire que respiras,
y te diría adiós
trágicamente,
como solo un buen poeta haría,
deseándote lo peor,
pero queriéndote lo mejor,
desnudándome el alma con cuidado,
por si se te ocurriera volver,
por si al aparecer,
pudieras pasarte otra vez
para acabar de romper
los trozos de mí que dejaste al barrer.

sábado, 10 de mayo de 2014

jueves, 8 de mayo de 2014

Hice desaparecer todos los lunes de tus semanas.


Dijiste que te había salvado en todos los sentidos que puede conllevar esa palabra.
Que yo te había sanado todas las heridas a base de alcohol dulce, y que ya no te escocían las caricias de otras manos que no fueran las de la soledad.
Dijiste que había tintado tu mundo, de una felicidad impermeable, y que le quité los lunes a todas las semanas de tu vida. Que hice de los domingos el sofá perfecto en el que tumbarse a hablar sobre qué estará pasando al otro lado del océano. Que los canales de televisión se hicieron aburridos si no eran mis dedos los que jugaban a cambiarlos, y a desordenar todo tu mundo...
Me prometiste que todo era de verdad y te balanceaste en mi propia vida, haciéndola tuya.
Era tuya.
Es tuya.
Y es que tú y yo ya nos habíamos visto antes, amor.
Pero no era el lugar, ni era el momento.
Y sin embargo, llegó un día en que sí lo fue.
Era veintiséis y no llovía (lástima, porque la lluvia siempre nos gustó). Yo llevaba tu sudadera roja, que tanto me gusta, y el destino hizo que cupido apuntara directamente hacia mí.
Un beso acabó con lo que llevábamos construyendo meses, un muro que derrumbamos a base de conversaciones y sonrisas que no tenían precio.


Creía que no se podía querer más a una persona, pero tú rompes con esa regla cada día. 

martes, 6 de mayo de 2014

Por darle un puñetazo tan fuerte a la amistad.

Hay días en los que me pregunto si a la hora de poner las cartas sobre la mesa alguien se planteará si yo fui verdadera y estuve en todo momento. Entonces miro la noche desde cualquier ventana y me doy cuenta de que hay 1 entre un millón de posibilidades de que eso ocurra, al igual que la inmensidad del universo. Porque si eso fuera verdad, ¿Cuántas personas deberían darte las gracias? ¿Cuántas no te habrían herido y se habrían ido corriendo? Hoy es uno de esos días en los que me acuerdo de ti y pienso en por qué. Por qué dejamos de ser amigos y en qué momento cambió todo. En por qué me fue tan fácil llamarte mejor amigo y por qué hoy si nos encontramos por la calle fingiremos no habernos visto. Pienso en por qué te fue tan fácil tirar de la cadena y dejar que el agua arrasara con todo. Y en por qué nunca has tenido la cara, el valor, las ganas, de pedirme perdón.
Porque te habría perdonado. Porque habría tapado esos años amargos con la mano y habría mirado hacia recuerdos futuros que podrían haber venido. Porque me he equivocado cuando te he culpado de todo a ti, porque yo también hice muchas cosas mal. Porque yo también tropecé y caí. Porque yo también te fallé. Siempre me ha gustado más pensar que eras tú el malo, porque así tenía la oportunidad de dejarte avanzar y que te disculparas. Pero supongo que si quería que te disculparas era de las cosas que jamás llegaste a hacer. Y no hay un perdón existente para tal cosa.
Solo espero que en un futuro lejano -o no- un día que nos encontremos por la calle, nos paremos y me preguntes que qué tal estoy. Y yo te conteste que he encontrado ya al chico ese del que te hablaba y que él soporta mi mal humor y mis cagadas. Y tú me contarías con cuántas desde la última vez que hablamos. Con cuántas te habrás acostado sin sentir nada. Y yo me reiré y te diré que no has cambiado nada, que sigues buscando el amor entre dos piernas, cuando se encuentra entre dos manos entrelazadas. Me llamarás cursi- pero estoy acostumbrada- y me dirás que ya era hora de que yo fuera feliz. Y entonces con la mirada nos pediremos perdón. Aunque no lo digamos en alto, y asentiremos, como diciendo, pensando, sintiendo, que está todo olvidado.
Y quizá no volvamos a hablar más,
y quizá no volvamos a vernos,
ni a contar chistes malos,
ni a que te rías de mi forma de decir las cosas,
ni a que seas amigo y confidente,
y me trates como loca,
pero al menos viviré sabiendo que tres años de amistad valieron la pena.
Porque aunque pocas veces te lo dije, también estuviste en los momentos jodidos.
Y ojalá la vida sepa perdonarnos algún día por darle un puñetazo tan fuerte a la amistad.

domingo, 4 de mayo de 2014

Como los sordos oyen la vida.



Siempre te has parecido al invierno, y a la contemplación de esos libros que se apoyan en sillones y miran directos al fuego. Porque siempre te has semejado a esos recuerdos que te muerden el alma y se instalan en los momentos en que verdaderamente has sido feliz. Algunos pensarán que estoy loco si les hablo de que te dejabas la vida por hacerme feliz y lo lograbas. Como poco a poco tu pelo rubio fue acariciándome la espalda cuando tumbados, conseguías hacerme reír a carcajadas. Eras solo tú, y eso es lo que buscaba.
No habían lápices labiales, ni medias rotas, ni vestidos con propuestas indecentes que pudieran manejar nuestros sentidos lanzándonos al vacío. Porque saltábamos simplemente para rozarnos. Porque nos rozábamos simplemente para darnos el capricho de amar despacio y correr deprisa. 
Yo te leía, en braille, y no me importaban los signos de puntuación, ni la ortografía, ni los puntos y aparte.
Porque en cada capítulo me esperabas tranquila hasta que yo llegara para hablarme de todo aquello que aún nos quedaba por hacer.
Y yo te escuchaba, como la niña pequeña escucha a su abuelo hablándole sobre la Guerra Civil y se impresiona. Como el perro escucha al amo cuando entra por la puerta de casa, y como los sordos oyen la vida de la mejor manera: sin oír absolutamente nada. Solo sintiéndolo absolutamente todo.
Así éramos nosotros, y así era nuestra pequeña burbuja, donde pasábamos tardes sin hacer nada, pero haciéndolo todo. Donde perderme y encontrarnos, en el punto exacto en que se difuminaba tu mirada y yo empezaba a hacerme más fuerte. Porque jamás te lo dije, pero el mar de tus labios a mí me hizo valiente.
Y para qué mentirte, pequeña, si eras tú lo que ansiaba guardar en cajas pequeñas para un día abrirlas y contemplar que nosotros ya no seríamos los mismos pero seguiríamos queriéndonos como siempre...
Y ahora que es primavera, solo me queda decirte, que ansío de nuevo el invierno. Para poder perderme en versos y tener la excusa del frío para escribir sobre cuánto te eché de menos.
Y sobre cuánto escribo aún, sabiendo que no hay verso que le haga justicia a tu recuerdo. 

jueves, 1 de mayo de 2014


Nadie dijo que la felicidad fuera eterna. Puede durar un instante, a veces, unos minutos. Otras, pasa tan rápido que no te da tiempo a mirarla de frente.
A mí la felicidad nunca me ha gustado. Y pensarás que estoy loca por no querer ser feliz, pero en realidad no es eso. Lo cierto es que no me gustan las cosas efímeras, porque se acaban. Y a mí no me gusta tener un final y empezar de cero, porque cuando empiezas de cero, matas algo que forma parte de ti.  Y a nadie le gusta morir una, y otra, y otra vez. 

¿Entiendes ahora lo que quiero decir?
He liberado tantas partículas, tantos fragmentos de Noelia, que nunca he vuelto a ser lo que era. Y ahora, me gusta lo que soy. ¿Por qué no quedarme así para siempre, entonces?

Lo sospechaba hasta que lo sentí, y lo sentí hasta que lo supe

 Lo sospechaba hasta que lo sentí, y lo sentí hasta que lo supe. Así empezó y acabó nuestra historia. Si sólo me hubiera fiado un poquito má...