martes, 25 de junio de 2019

365 instantes después

Unos 365 instantes después sigo sentada aquí. Hoy menos tensa, menos fría, sintonizada. Te miro de reojo cuando te ríes, me hago la enfadada cuando miras, te digo cualquier cosa sin pensar. Un roce eléctrico en el cuello enciende mis venas, la sangre compite contra mi risa y le gana. Bombea por todo mi cuerpo la sensación de no querer irme. Algo parecido a estar en casa, sin estarlo. No digo nada, porque nada es suficiente. Quizás algún día, lejos del caos y el ruido, de nuestro pasado, de tus miedos. Quizá algún día cuando saltes, cuando me recojas, cuando te sostenga, quizás ese día. Puede que entonces haya más de mí, puede que entonces empiece a pensar en voz alta, y no a escondidas, como ahora. Ya no bajito, ya no en secreto. Quizá un día se escuche por toda la ciudad. Esto. Lo nuestro. Qué nuestro, no sé, lo nuestro. Qué tuyo y qué mío, qué lejos y qué cerca, te conozco desde siempre, me aprendiste al dedillo. Cuando me abrazas vuelvo a creer en esas pequeñas cosas que me prohibí anhelar un día, supongo que consigues derribar toda esa construcción que me empeñé en instalar a mi alrededor. Por ti quise ser infranqueable y por ti me he dejado atravesar. Supongo que de nuevo. Estoy siendo sincera por primera vez en meses, porque las metáforas empezaban a secarme el cuello. Aunque solo sé ser valiente por escrito, cuando intento hacer sonar las palabras en mi garganta me sale algo peor. No estoy hecha para estas cosas, supongo. Contemplo la inocencia de tus ojos cuando pestañean después de mirarme, la firmeza de tus manos en mi cintura, el tacto inmune del silencio cuando un beso desata un ruido vibrante en nuestros labios. Envidio la tranquilidad de tus gestos, lo hago con una de esas envidias bonitas. Envidio lo fácil que resulta todo, que parece ser, para tus hombros. Yo me veo aquí sentada a tu lado, notándome frágil, sintiéndome difícil. Difícil de explicar qué pasa por mi cabeza en este preciso instante. Quizás pienso en que me gustan estas noches en las que no hacemos nada y siento que todo pasa, donde una hora se come a otra, donde el tiempo deja de ser lineal, donde otra dimensión acelera la nuestra y nos desubicarnos. Me gustan esas noches inesperadas, me gusta sentirme tan débil ante algo, porque significa que estoy tirando todos esos muros que no me han dejado nunca ser libre. Sé a lo que me expongo cuando me dejo ver, sé a lo que me enfrento cuando salgo a pecho descubierto a intentar salvar el mundo. Pero qué quieres, siempre he sido así de cabezota y kamikaze. Y ya puede tumbarme el miedo, que siempre encuentro la manera de plantar mis pies en el suelo y seguir corriendo. 
Unos 365 instantes después siguen sonando explosiones de fondo. Benditas noches de fuego y ceniza. Pólvora inquieta. Siempre nos acaba envolviendo la risa, la noche y el tiempo.

Qué será de esto cuando amanezca. 

jueves, 20 de junio de 2019

Eterna

La de la eterna espera. Siempre de espaldas, queriendo ir de frente. Siempre serena queriendo gritar. Siempre fuerte aunque ni siquiera lo parezca. Supongo que espero un poco más,  algo más. Qué. Qué. No sé.  Algo. Esos pequeños detalles que nunca están. Siempre sola, creo que me siento sola. Mi mentón anhela ser agarrado suavemente, mi espalda tiembla ante caricias que no llegan, mis hombros gritan. Pero seguiré siendo yo. La de la eterna despedida. Siempre atenta, no sé a qué, a algo. Me hubiese gustado solo por una vez sentir que las cosas empezaban a girar. Creo que me sale mantenerme fría, porque cálida siempre acabé tirada en el suelo. Y el suelo está helado. Hoy no tengo fuerzas, tampoco ganas. Quizás me pongo digna si afirmo que merezco un mundo lleno de risas extremas y miradas infinitas, pero es que creo que lo merezco. ¿Cuándo? No lo sé.  Aún sigo esperando. Aún sigo intentando girar. Aún no me sale.
Hoy mi cuerpo se ha hecho pedacitos y no me ha dado tiempo a barrer. Perdona si te hieres los pies.

domingo, 16 de junio de 2019

Me quedaría

Inmensidad que se resiste.  Si dejaras un segundo la lógica precisa a un lado, si me mirases con las entrañas. Puede que te haya mirado algún segundo de más, puede que tú no me hayas visto aún. Me pregunto cómo me llamas cuando me nombras y alguien te pregunta "pero quién es". Tal vez solo polvo disuelto tras la tormenta de arena, o quizás soy la tormenta, que pretende llevárselo todo. No nos hemos quedado intactos, eso es evidente. Ojalá eso fuera suficiente. Quizás algún día me sorprende tu aliento llamándome o tus labios proclamando la libertad en mis hombros . Tal vez un día me pidas que me quede a dormir contigo y volvamos a regalarnos noches despiertas, donde el reto verdadero es quedarnos dormidos sin recorrernos el cuerpo a besos primero. Ojalá me pidieras que me quedara, porque me quedaría.

miércoles, 12 de junio de 2019

De vuelta a casa

Puede que ni lo merezca, pero anhelo algo cuando miro a través del cristal del tren. 21:27 encerrada en un vagón dirección Plaza Catalunya. Aún me queda una hora para llegar a casa, tiempo suficiente para pensar en todo y no llegar a nada. Nunca llego a nada. A mi alrededor, desconocidos. Me siento tan diminuta que me estremezco. No me mires directo a los ojos, le digo a los míos cuando apuntan al cristal. Me he odiado tantas veces que me arrepiento. Me odié porque creía que no merecía amor, a veces aún lo creo. ¿Qué inseguridades se esconden tras esta piel tatuada? ¿Cuánto me desgarré un día para sentirme así? Lo suficiente para haberme olvidado de todo. Cómo se respira, cómo se habla, cómo se vuelve a apostar, cómo se lanza uno de nuevo al vacío. Qué hay detrás de todo, qué hay delante. Solo ojos, solo míos, solo marrones, juzgándome. Deja de mirarme, deja de pensarme. La llegada a la estación se me hace eterna. Solamente eterna. Anochece, ahora el cielo es lila. Puede que me guste, me gusta. El cielo casi siempre me gusta lo mismo que me asusta. La luna decreciente se desliza, ahora no la alcanzo a ver. Un abrazo. Solo un abrazo que signifique “te quiero”. Quizás solamente necesite un “te quiero”. Bueno, no uno cualquiera. Me da miedo quedarme en la estación, me da miedo ver cómo se aleja. Me daría miedo si se aleja. ¿Hay “te quiero” que no se pronuncie? ¿Qué siente cuando me mira? 
¿Por qué me estoy haciendo estas preguntas? ¿Merezco que me quieran? ¿Volveré algún día a pensar que merezco ser querida? 

Ya me gustaría

 Es casi inconsciente este pensamiento recurrente que me atraviesa. Me cuento y les cuento que no es para tanto y lo cierto es que soy dos p...