jueves, 28 de marzo de 2024

Ya me gustaría

 Es casi inconsciente este pensamiento recurrente que me atraviesa. Me cuento y les cuento que no es para tanto y lo cierto es que soy dos personas diferentes.     

Una es conformista y vive a más de ochocientos kilómetros. Desayuna simple pero disfruta de la complejidad. Vive entre atardeceres perfectos y una ciudad pequeña que por la noche se llena de estrellas. 

La otra vive en esta gran ciudad que todos ya conocen (todos, menos él). En ella habitan infinitas posibilidades y, sin embargo, la acaba atrapando el pensamiento imparable de que todo podría ser diferente. Pero, sorpresa. No lo es.

Una lucha por salir corriendo y espera encontrar en el vuelo el aire que le devuelva el aliento; la otra quiere desaparecer entre el viento y esconderse en una nube hasta que todo pase.

Ambas tienen en común que no quieren la vida que viven.

Una solo existe unos días al mes; la otra habita en mí desde él dijo "Ya me gustaría, pero no voy a poder ir".



lunes, 4 de septiembre de 2023

Lo sospechaba hasta que lo sentí, y lo sentí hasta que lo supe

 Lo sospechaba hasta que lo sentí, y lo sentí hasta que lo supe. Así empezó y acabó nuestra historia. Si sólo me hubiera fiado un poquito más de mí y menos de ti, no habría habido un principio y tampoco me hubiera matado aquel final.

He escrito muy poco sobre esto y a veces no sé si es porque he estado intentando huir y no hacerle frente o porque he madurado y no he necesitado vomitarlo todo como antaño. Hoy, sin embargo, me apetecía. Necesitaba este pequeño placer culpable de dejar caer mis dedos sobre el teclado y hablarte. Sólo para explicarte que lo sé todo y que sí que me hiciste daño. Sé que son dos afirmaciones que no significan nada para todos los que me rodean; mi familia, mis amigos, ellos sí saben que fue así, que morí. Tú no. A ti nunca te lo dije. Tuve el coraje o la cobardía de no decirte absolutamente nada ni pronunciar un solo reproche. Quise que te marcharas en paz y yo parecer que estaba también en paz conmigo.

Por eso jamás te dije nada. Y eso me quemó mucho tiempo en la garganta. 

Un pequeño rincón de mí, oscuro, olvidado e inocente, pensaba que no era cierto y que todo estaba en mi cabeza. Que no fue por ella, que no estaba en la ecuación. Pero por suerte o por desgracia, la vida quiso de nuevo ponerme delante una prueba irrefutable de que, una vez más, mis entrañas tenían razón: fue por ella.

En momentos así pienso en la incómoda ocasión de decir la verdad. El momento de la ruptura, cambiar la dulce mentira por la veraz realidad: "Me marcho porque no te quiero y además quiero a alguien más". Puede sonar cruel, despiadado, frío, irreversible. Y lo es. Quizá es todo eso. Pero es la verdad. Es la certeza. Es una liberación.

Sólo esa frase puede cambiar el rumbo entero de tu vida y no hacer que te vayas cada noche a la cama pensando en la pieza que te falta, en aquello que hiciste mal, en la virtud que se resbala y cae en ti como defecto propio. Te ahorra, si me apuras, meses de terapia.

No, tú no hiciste eso por mí. Ni siquiera te creías a ti mismo mientras pronunciabas esas palabras.

Después, todo se desvaneció como si nada y yo tuve que acostumbrarme a una nueva vida en un segundo, mientras me sentía estafada y estafadora. Por un instante sentí que había estado más de un año durmiendo con el enemigo. Y ahí en ese momento me sentí de nuevo diminuta, intranquila, perdida. 

Me despojaste de muchas partes de mí que dejé que te llevaras. Y fue separándome de ti cuando me di cuenta de toda la luz que me habías robado y las sombras que me dejaste encima. 

Te vi marchar y me prometí que nunca nadie volvería a herirme a sí. Y lo sigo pensando.

Fuiste tan cobarde, que ojalá que la persona que hoy te acompaña se dé cuenta mucho antes que yo. Estoy segura que así será, una careta no podrá aguantarse tanto tiempo. En algún momento te la quitarás y entonces verán quién eres.

Sé que no te gusta nada lo que hay bajo el disfraz; y lo único que a ti te duele es que yo lo acabé averiguando. Y ese pequeño fallo nunca te lo vas a perdonar.

Deberías haber mirado más por un plural conjunto, pero habría sido un imposible. Eres alguien que va a vivir su vida mirando sólo hacia dentro.

No te habrías dado cuenta de que todos supieron lo vacío que estás aunque te esforzaras por verlo. Estás tan ciego que probablemente te irás de este mundo pensando que has dejado algo bueno en él.

Ambos sabemos que eso no es así, que sólo siembras viento. Y ya te sabes el refrán. 

sábado, 22 de julio de 2023

870 kilómetros

Ojalá fuéramos tú y yo la pareja que veo desde aquí, sentada en el metro. Ojalá fuéramos tú y yo porque eso significaría que estamos pisando la misma ciudad. Significaría que no existen kilómetros entre nosotros. 

Ojalá fuéramos tú y yo. 

Allí, aquí, poco importa. Pero tú y yo.

Tú, cuando me besas el hombro y te ríes de la cara que pongo. De tu catalán inventado diciéndome “te quiero”. El verde de tus ojos atravesándome, cuando me tienes enfrente.Tu acento inimitable, tu mano cogiendo suave mi brazo antes de cruzar la calle. Tu manía de hacerle fotos a todo lo que convertirás en chiste. Tu afán por cocinarme, tu amor de pocas palabras y muchos gestos. Tu paciencia infinita, tus besos inesperados cuando estamos estirados y te arrimas. Aquel “¿puedo abrazarte?” de madrugada. Y que colocaras mi cuerpo, al igual que un puzzle, encajándolo en tus piernas. Tu pose fuerte deshaciéndose un poco ante mi mirada tierna. Tu forma de decirme que me quieres sin decírmelo, o al menos eso pienso a veces. Mi cariño contenido que estalla si me tocas, tus besos limpios en mi cuerpo y en mi boca. Tu despedida restándole importancia al hecho de no vernos en 30 días y a la vez poniéndote las gafas para que no te viera los ojos tristes. Yo quintándotelas para mirar tu verde por última vez. Tu “guapa” antes de girarme, cuando te vi ese último instante. 

Mi forma de hacer diminutivos de cada palabra y sobre todo de tu nombre, tu gesto risueño viéndome tirada en el sofá. Tu mirada de deseo desde atrás, en la más tenue intimidad; mi cintura dejándose agarrar, tu forma de besarme la espalda. Reírme a la vez que me excito. Desearte a la vez que me enterneces. Nos echo de menos.

Echo de menos que cenemos pizza y veamos Jurassic Park, porque me parece el mejor plan. Que hablemos siempre de una próxima vez y aún tengamos miles de sitios que ver. Que me lleves a sitios bonitos, que me partas un cachito de pan, porque es el último pedazo; que sonrías cuando te miro. 

Te echo de menos. Aunque suene cursi y aunque suene absurdo.Nos echo de menos. Aunque siempre quede poco y a la vez mucho para verte.

Te imagino en sitios donde me gustaría estar contigo, a veces, como si fueras a aparecer en cualquier instante. 

Echo de menos esos nervios cuando cojo el tren y los que aparecen justo antes de bajarme. Mirarte desde el andén cuando me estoy marchando y querer besarte.

Odiar juntos las despedidas. Esas horas eternas antes de irme, esperando el momento de ir a la estación y el contraste con las horas que vuelan cuando estamos riendo juntos y haciendo mil planes.

Hasta posponer cinco alarmas, echo de menos. Aunque yo sea siempre de levantarme a la primera y tú de regocijarte siempre un ratito más.

Te echo de menos. Cada vez un poquito más. 

lunes, 9 de enero de 2023

Lo mío sí fue cierto

Ahora sé que jamás debí dejarte entrar. Tenía razón, yo tenía razón. Aquel día comiendo, te miré a los ojos y te dije que no confiaba en ti, que me ibas a romper. Y tú me respondiste que el tiempo me demostraría que no. Te he ganado el pulso, al final siempre gané yo.

Te lo di todo, un hueco en mi vida, en mis hombros, en mi armario, en mi cama, en mis planes, en mis amigos, en mi familia. Conmigo jamás ibas a estar solo.

Y al final… al final, pólvora.

Espero que nunca tengas que buscarme porque quizá ya no sabrás dónde encontrarme. Espero que nunca aparezca en tu mente un ápice de nostalgia, ni de recuerdos. No mereces que habite en tu mente, no mereces todo lo que tuviste de mí. No mereces que te dijera que eras el hombre de mi vida. Ahora sé que no lo eras. ¿Cómo va a serlo alguien que no es capaz de practicar la verdad que predica? Si en algún momento te hirieron, no fue cosa mía. Sin embargo, siento que fui parte de un ajuste de cuentas con el destino. 

Ojalá no tengas nunca que tomar conciencia de nada y no sientas la culpa en el pecho. Fue tan grande el dolor que me causaste que nadie podría asumir el coste de haberle borrado la ilusión de los ojos a la persona que solo te miró con amor.

Como decía aquel cantante que algún día proclamaste nuestro, yo te quise de verdad. 


sábado, 12 de noviembre de 2022

Real

 Han entrado con la ilusión del que mira hacia el futuro. Parecíamos tú y yo hace un año y un mes. Parecían tenerlo todo claro. No como tú, ni como nosotros. Han entrado y han visto las cuatro paredes que envuelven este hogar que ha sido nuestro. 

Pero que ya no es nada de lo que fue. Por eso tiré el bambú rápidamente. No quería que nada me recordase que, al final, esta ya no es nuestra casa. 

Me he acostumbrado a dormir sola; supongo que mi mente descansa pensando que al llegar de trabajar por la noche, entrarás por la puerta y te acostaras aquí conmigo. Como antes, como cuando buscabas mi abrazo al llegar. 

Ni yo soy esa chica, ni tú eres el hombre que me protegía del mundo. Me dijiste que me cuidarías, pero no estás. Echo de menos al chico del que me enamoré. No a ese que se ha ido de este templo; echo de menos al que me sonreía sin cesar, al chico de la guitarra, al que siempre buscaba mis mimos. El chico que me miraba desde el amor. 

Ya no sé quién eres, si el hombre que recuerdo existió o fue cosa de mi imaginación. Te has ido sin hacer ruido y ahora a todos los parece que no has estado aquí.

¿Fue real?


lunes, 31 de octubre de 2022

La última vez que fuimos


Recoges tus cosas. Solo quedan tres bolsas. Lo último de ti en estas cuatro paredes. Llevábamos tres días sin vernos. Uno sin hablar, y ya me sentía más vacía. Verte llevándotelo todo me consume. Una parte de mí desea agarrarte con fuerza y no dejar que te vayas; la otra, espera verte marchar para empezar su duelo. Me abrazas fuerte (sabía que no iba a ser lo suficientemente largo, ni tres horas me lo hubiesen parecido). Me besas el pelo. Me dices que valgo mucho más que la mitad de la población. Me recuerdas que no deben aprovecharse de mí y que no deje de beber agua. Me llamas leal, honesta. Me dices que siendo como soy voy a lograrlo todo. Ni siquiera te estoy queriendo escuchar; solo te miro, con los ojos inyectados en lágrimas, mientras te despides. En la puerta bromeas. Yo te digo que si un día te haces oro me envíes una botella de cava. Tú me dices que me pagarías un curso de doblaje. Eso me pellizca el corazón. Siempre has tenido respuesta para todo. 

Siento que será la última vez que te vea. Al menos por mucho tiempo. ¿Qué será de ti?¿Encontrarás la manera de levantarte? Te digo que te echaré de menos y el silencio nos sentencia. Ya sé que tú no, seguro que he estado de más. Te digo que serás feliz y me dices que no crees poder serlo.

Ojalá pudiera darte un poco de verdad, de esa honestidad que tanto admiras. 

Te veo marchar y me hago pequeña, mientras siento que las paredes vienen hacia mí para consumirme. El piso está vacío de ti y, sin embargo, lo llenan los recuerdos que bailotean en mi cabeza. Te veo en la cocina, cortando el queso para hacer la carbonara. Te visualizo en la pizarra tachando una noche trabajada. Robando chocolate en ls nevera a altas horas de la madrugada. Te veo en la silla comiendo, concentrado, con un cacho de pan en la mano. Te imagino en el sofá, indignándote para que vaya a darte besos en la espalda. Te recuerdo cantando en la ducha, contándome mil planes mientras te arreglas. Te recuerdo entrando por la puerta, al llegar del trabajo, con la mochila en la espalda y el gesto cansado. 

Te recuerdo en esta misma cama desde la que escribo hoy, arropándome todas las noches. Dándome mil besos y las buenas noches. Te recuerdo en mí y me quedo sin habla. Siento que me han arrancado un trozo de mi cuerpo. Siento el vacío tan adentro que he perdido el apetito, la risa y el sueño. 


Tengo tantas ganas de llamarte y que me conteste ese antiguo tú, que me diría “hola, amor”…. 

Pero sé que te has ido para siempre.

Es la última noche que pasaré aquí. No puedo soportar que hayas desaparecido. No puedo no sentirme morir. 

jueves, 27 de octubre de 2022

¿Tú no te acuerdas?

 No se puede comparar con nada. La sensación en el pecho, que aprieta. El nudo constante en la boca del estómago. La mirada compasiva de todos (de aquellos, incluso, que no saben la historia). Es un dolor, a ratos, insoportable. Piensas incluso en si te desconectarías de tus emociones y dejarías que todo fluyese, cerca de ti, sin tocarte. Te planteas si vale la pena que el dolor te atraviese. Te atraviesa. Y lo dejas hacer. Y lo dejas matar. Y lo dejas morir.

Nunca pensé que me harías esto. Fue la primera frase que cruzó mi mente. Nunca pensé que tú me harías esto. Luego reduje un poco mi ego y lo cambié por que nunca pensé que nos harías esto. Pero sí. Ha habido momentos de discusión, claro, como en todo duo feliz, como en cualquier convivencia. Como en cualquier acuerdo de desacuerdos entre dos personas. Y el final no ha llegado por eso. No. Solo hay un vacío. La nada. De nuevo, yo, sentada frente a alguien que dice quererme. De nuevo vuelve a no ser suficiente. Y entonces renacen los traumas, las despedidas, las insatisfacciones  el desconsuelo. Y lo que más duele es que nada de eso importa, porque no ha habido ningún dolor tan grande como el que estás sintiendo en ese momento. Te gustaría que se abriese la Tierra y te llevasen a otro planeta. De golpe, excusarte, salir corriendo y empezar de cero lejos de la realidad. Pero no. No es así. La vida no es eso.

Vienen los días sin comer, el desánimo. El "tienes mala cara", el "no deberías dejar de comer", los "no me lo esperaba" y el más doloroso y punzante de todos: "si se ha alejado de ti es porque no te quería". Balazo en el pecho.

Entonces resuena en mi cabeza esa cancioncita estúpida que reproduzco de vez en cuando en situaciones de cuestionable autoestima: no sé si estoy contigo porque te quiero o...

No. Noelia, no. Eso fue hace mucho tiempo. Eso no debe volver a pasar. Esa persona ya no eres tú y la persona que tienes delante ni siquiera ha pronunciado esas palabras. Sin embargo, tú siempre te sentirás insuficiente cuando alguien decida marcharse, aunque esta vez sea para poder estar bien. Miedo patológico al abandono.

Ahora toca elegir qué historia contarse a uno mismo. Es la parte más dura. ¿Me consuelo pensando que podría haber sido todo mejor si hubiese sido en otro momento? ¿Me digo a mí misma que faltaba madurez por tu parte? ¿Cargo con la responsabilidad de pensar que podría haber hecho algo por salvarte? No. Ya no soy esa. Sé que esta vez no ha sido cosa mía; tal vez eso me libere un poco de la culpa de creer que quizá todo podría haber sido diferente. 

En otra vida, como dice la canción, seré tu chica. Podremos cumplir con todas las promesas y seremos tú y yo contra el mundo. Algo así. 

Hay una diferencia con respecto a otras despedidas; no albergo esperanza en que vuelvas. Podría pensar que algún día, una noche de invierno, una mañana cálida de verano o una tarde curiosa de primavera, volverá esa oscura golondrina en mi balcón su nido a colgar. Pero lo cierto es que no creo que la oscura golondrina vuelva, le he dado alas para que pueda marcharse donde sentirse libre. 

Solo quería un final justo, aunque no lo estemos teniendo. ¿Alguno lo habría sido? Es difícil saberlo. Leeré poemas para nosotros en un futuro, hasta que un día se me olvide cómo olías. ¿De verdad se me va a olvidar? 

Recordaré tu sonrisa redonda, tus párpados cansados, tu mano  rasgando, golpeando y avivando la guitarra. Te olvidaré, en pantalón corto, removiendo los espaguetis. Te olvidaré en la cama, buscando mi abrazo. Te olvidaré preguntándome si había echado la llave. Olvidaré nuestro olor del suavizante, tu manía de poner el brazo en el respaldo de mi asiento para aparcar, tu lengua asomando entre los labios mientras bajas en punto muerto. Olvidaré cómo nos reflejábamos en el espejo del ascensor, con la compra entre los pies. Olvidaré tu cara de foto, tus palabras en caló, tu manía tonta de controlar si habíamos apagado las luces. Olvidaré que me quisiste, porque si no lo hago no me olvidaré de nada. Olvidaré que me llamaste mi mujer delante de todos. Olvidaré que me prometiste ir a Venecia. Olvidaré que hacías cuentas cada día, olvidaré que te aprendiste partes de tu carta astral. Olvidaré que compartimos una vida, que nos cuadrábamos los horarios para vernos el máximo de tiempo posible. Olvidaré que no nos cansábamos de viajar. Olvidaré que nos multaron en Alemania, que casi te partes la cara por mí con dos armarios macarras en Dublín. Olvidaré el 6% trágico escocés que después nos hacía reír. Esa noche fue la única noche que me pediste que te abrazara fuerte porque tenías miedo. Y yo te abracé. Porque nunca valió mi orgullo más que tú, aunque a fin de cuentas tú no puedas decir lo mismo. Te he amado con el alma entera, me quité la coraza que he ido construyendo durante años y que otros forjaron. Te miré como no quería mirar a nadie más nunca. Te elegí porque te vi como compañero de vida.

Olvidaré que José el Ciego nos hizo prometer que siempre estaría juntito a ti. Fue en Granada, ahora lo sé. 

¿Tú no te acuerdas?

martes, 18 de octubre de 2022

Más tarde

 Llega un momento en el que supongo que no puedes más. Que sueltas el peso y cierras los ojos. Que lo dejas ir todo. Quizá es la suma de pequeños gestos que, juntos, y tras mucho tiempo, te explotan. 

Llega un momento en el que es fácil dejarse llevar. Te encuentras, de repente, rota, en la orilla, esperando ser arrastrada por las olas, esperando sumergirte y evadirte. Poder irte hacia otra parte. Solo pides eso. Otra parte.

Le he tenido siempre miedo a muchas cosas, aunque mi coraza alegre lo disfrace. Qué consuelo encontré siempre en consolar a los demás, distraerles de mí, hacerles partícipes de sus propias vidas para que olvidaran preguntar cómo va la mía. Sonreír mucho, siempre. 

He aprendido -y me ha llevado toda la vida- a ser valiente para mí, y en parte, para los demás. Me di cuenta que, cuando eres valiente, nadie pregunta. Se da por hecho (se entiende a la perfefcción) que vas a poder con todo. Y acabas pudiendo. O eso parece.

Hasta este preciso momento. 

Vuelvo a estar sola aquí, entre cuatro paredes, tecleando absurdeces que me ayudan a sentirme bien. Las letras, pequeñas y escurridizas aliadas, que siempre me han ayudado a canalizar mis emociones. Mi propia terapia. Mi manera de dejar ir. Mi manera de recordar. Mi manera de llorar.

Me gustaría que algunas cosas fueran diferentes, pero no puedo cambiarlas. 


Supongo que en cada decisión que tomamos se abren caminos diferentes; que al escoger, estamos dejando mucho atrás. De eso se trata, supongo, de tomar decisiones. 

Mi ego grita: “Pero si no hice nada mal, si no quise hacer daño a nadie”. La realidad me abraza y me recuerda que no es tan importante, que nada es tan importante. Que a veces la gente decide irse y es por motivos ajenos a uno mismo. Que no tengo el poder ni el control de nada, ni siquiera de mis emociones en algunas ocasiones. Me está costando tanto entender que lo que hay fuera de otros depende, en gran parte, de los otros... Que poco tiene que ver conmigo.


Cada uno hace su camino. Quizá esté apriendo ahora eso.


Habría elegido un año sin tantas consultas de médicos, sin tantos pronósticos o pruebas. Habría elegido un año en el que no perder a nadie. Habría elegido un año sin dolor, sin sacrificio, sin rechazo. No ha sido ni va a ser fácil; aun así, sé que vale la pena cada impulso. Y sé que iré teniendo respuestas, como dice un autor que me gusta, cuando deje de hacerme las preguntas.


En eso consiste la vida. Y si no, ya averiguaré en qué consiste más tarde.  


sábado, 12 de febrero de 2022

El presente no existe

Estafada o humillada. Llena de ira o sometida. Imprudente o vestida de caricia. El pasado nos empuja al desorden. El pasado nos empuja al patrón. El pasado nos hace creer que el futuro es un símil de lo que ya fuimos, que la materia será esta vez más pesada y dura. Nos convence de que el camino seguirá siendo siempre el mismo. 

El pasado es un lastre que nos indica lo lejano que es el futuro, pero a la vez nos despierta y nos hace ver que solo existe él. Que el presente siempre es pasado cuando queremos darnos cuenta, que el futuro nunca llega. 

Me han matado otra vez.

Me han abandonado otra vez.

Alguien más se suma a ese ejército de personas grises que intentaron robar mis colores y cuando lo consiguieron se fueron con ellos. 

El silencio no me asusta.

El ruido no me asusta.

Me asusta la certeza con la que lo vi todo tan rápido.

Me hace ver que la vida está llena de desengaños. 

Y que nadie vendrá nunca a salvarme.


De eso se trataba, supongo. 

domingo, 21 de noviembre de 2021

Tonterías

 En realidad no importa el tiempo que pase, siempre siento que en algún momento estoy al borde del abandono. Como si al marcar tu piel una sola vez con un adiós punzante estuvieses condenada para siempre a esperar (casi con certeza) el momento en el que vuelvan a herirte. 

Nada nos deja intactos. El dolor nos hace crecer, pero también nos enseña nuestras mayores debilidades. Y una vez las conocemos, es difícil alejarnos de ellas. 

miércoles, 13 de octubre de 2021

Y esta vez

 Dicen que cuando somos felices no escribimos tanto. Por eso escribo tan poco, quizás. He llegado a desconectar. Pasó que te conocí y hemos llenado cincuenta metros cuadrados de ilusiones. Pasa que hace más de seis meses que me cambió la vida. Pasa que pasaste. Y entonces pasé yo también. 

A veces te miro y me pregunto en qué momento has cambiado tanto todo lo que yo conocía. Lo has hecho despacio, a la velocidad de un rayo, pero despacio. Con cuidado, como me has tratado siempre. Recuerdo que en la segunda cita, comiendo en aquel restaurante, te dije que no me fiaba un pelo de ti. Parecías tan seguro que pensaba que algo malo había detrás. Dijiste No te puedo convencer de nada, el tiempo lo dirá. Y vaya. Ese día nos besamos, los asientos traseros quedaron pequeños. Solo fueron cuatro besos. Sin embargo ese día sentí que ya no quería despegarme de ti. La próxima cita me la tendrás que pedir tú, dijiste el día que nos conocimos, mientras cerrabas la puerta del coche. Ahora me arrepiento de haberte dicho eso. ¿Y si no me escribes más para vernos? Reí. Llovía a cántaros. Lo recuerdo. Aparqué sin saber que ya no habría marcha atrás. Seis meses después, escribo estas letras desde nuestra gran cama, en nuestro acogedor piso, en esta gran ciudad en la que nací. Siento tu ausencia aquí, tu olor está por todas partes. No sabes lo que odio que trabajes de noche, dormir sin ti. Cada rincón sin ti parece un poco más vacío. Sé que cuando te enseñe estas letras te reirás de mí y me recordarás lo enamorada que estoy. Como si yo no lo supiera. Crees que no, y soy consciente de la risa que se me escapa cuando cantamos juntos en la cocina. Te miro como si fueses un milagro, y ya sabes que yo no creo en nada que venga del cielo, pero tú llegaste y me devolviste cosas que ni siquiera sabía que me habían robado. Sé que no será fácil porque nada en la vida lo es, y si algo he aprendido todos estos años es que las relaciones son un conjunto de muchísimo amor y también mucho trabajo. Trabajo por mejorar, por comunicar, por hacernos crecer.

Te elegí. Lo hice. Y te juro que no fue a conciencia, pero ahí estaba yo, parada frente a ti, dándote las llaves de mi coche: ¿Quieres meter el coche en la playa? Pues ten, las llaves. Yo no voy a hacerlo. Te reíste. Ahora no lo recuerdo, pero seguro que dijiste algo así como qué atacada. Y te seguiste riendo. No te lo podrías creer, supongo, haberte cruzado con alguien con las mismas ganas que tú de arañar la vida. Ese día hablamos de todo y de nada, y te toqué la chaqueta granate cuando te ofrecí meternos dentro del coche. Hacía frío, aunque fuese abril, y llovía a mares. Recuerdo las gotas en el cristal, tus bromas sobre el micrófono manos libres del coche y tu teoría sobre que yo era una periodista espía. Hablamos de Platón y me enamoró perdidamente que te interesase la literatura y la filosofía. No suelo tener estas conversaciones con nadie más. En ese momento no te creí porque no te conocía. Aquella noche te dije que me había encantado estar contigo. Tardamos solo tres días en volver a vernos. Qué bien hicimos en no besarnos aquella tarde. Siempre lo dices. Qué bien que nos tomásemos el tiempo de ir despacio. Yo me río cuando dices que hemos ido despacio. A las tres semanas de conocernos nos estábamos yendo a Vall de Núria juntos y conociste a mis padres. Un mes después del primer beso estábamos cogiendo el coche doce horas. Conducías hasta Granada y cantábamos canciones que no he borrado de mi lista de reproducción. Todo ha pasado tan rápido y a la vez siento que nos hemos podido conocer tanto...De vernos tres veces por semana a vernos casi a diario, de vernos a diario a vivir bajo el mismo techo. 

Hablamos de casarnos algún día. Y no te creo. Hablamos de formar una familia. Y no te creo. El trabajo más duro que he tenido que hacer contigo es el de creer que quieres compartir una vida conmigo. Supongo que por mis precedentes, por no haberme sentido valorada antes, por no querer lo mismo que las personas que iban cruzándose en mi camino. Hablamos de todo. Y lo mejor de todo es que todo lo que hablamos se acaba cumpliendo. No sé cómo decirte que te quiero, ya. No hay más maneras. Te dejo mensajes en la pizarra, antes de irme a trabajar. Perfumo la casa, te abrazo cuando llegas antes de las ocho de la mañana aunque esté dormida. Y lo más grande es que recibo eso mismo por tu parte. Muerto de sueño, me tocas el pelo hasta que me duermo en tu pecho. Y te encanta tener mi cabeza cerca de tu corazón. Sé que me tocas la guitarra con ilusión y fuerza, y abrazas mi pasado aunque te haya contado todas esas partes punzantes y dolorosas. 

Te has abierto a mí, me has desnudado y te has desnudado. Yo ya no quiero esto con alguien que no seas tú. Sé que solo tengo veinticinco años, pero también sé que tú no vas a ser un error. No sabes cuánta paz me da que me quieras tanto, pero sobre todo, que me quieras tan bien. 

Algún día será una casa más grande, tendremos cosas con las que ahora soñamos. Pisaremos Cuba en tu treinta cumpleaños. Te amaré con cada rincón de mi piel. Sabes que nunca hablo en vano. Y esta vez tampoco.

sábado, 28 de agosto de 2021

Si pienso en ti siento que esta vida no es justa. Eso cantaba Amaral. Llevo repitiendo ese estribillo toda la vida y no lo he entendido hasta hoy. Qué injusticia más grande. Qué ironía incompleta. Qué pasos de gigante. Qué pena la pena. No sé nada de mí y me conozco tanto, que pienso en si alguien podrá conocerme. Soy como un gran sueño metido en un zapato, deseando cruzar mares y carreteras, condenado a apretarse y andar al son de una suela. Solo es eso, finjo. Finjo que piso fuerte, finjo que sé dónde voy , y lo cierto es que me da mucho miedo tropezarme con las mismas piedras de siempre. 


No es justa. Pero bueno, nada lo es. Y hoy no vamos a hablar de eso, ¿no?

lunes, 12 de julio de 2021

J

 Han pasado 3 meses desde que te vi. Chaqueta de pana roja, un ala en la oreja izquierda. Llegabas como si nada y te fuiste como si todo. Fue el 7 de abril, era un día lluvioso. Nos tuvimos que encerrar en el coche porque el aire me estaba haciendo llorar.

"Tendríamos que haber metido el coche en la playa". Me reí. "Yo si quieres te dejo las llaves y lo metes en la arena". Reíste a carcajadas. Parecía absurdo, pero hablamos del concepto del carro alado, de la filosofía nihilista de Nietzsche y del mito platónico más famoso de la historia. No cupimos en ninguna caverna, ninguna sombra fue capaz de acabar con la luz que salía de tus ojos. "Sé que te dije que la próxima cita me la tendrías que pedir tú, pero ahora me arrepiento. ¿Y si no me dices de quedar? Yo quiero volver a verte". No me esperaba tu sinceridad, ni tu risa, ni tus manos grandes. Ni esa confianza que salió de la nada y vino para quedarse. Cuando te bajaste del coche tuve la sensación de que no sería la última vez que te viese. Y aquí estás, cien días después, comiendo con mi familia los domingos, instalado en mi corazón, con vistas al mar. Y aquí estoy, habiéndome dejado llevar, cayendo rendida a tus pies, recuperando una fe ciega en el amor que perdí cuando me hice atea en la religión más peligrosa: la esperanza.
Hablamos del futuro y me parece cerca, vas de frente y no me ocultas. Me incluyes y me meces, me recoges en tu moto y me compras termos para que sobreviva a turnos de 12 horas. Llevo tu inicial en un colgante para recordarme que estás aquí conmigo. He roto con todos mis "nunca", le he echado un pulso al pasado y he salido victoriosa. Y todos esos miedos, las habitaciones polvorientas, las personas que nunca me quisieron, todo eso, quedó lejos con el primer beso. Tenías razón, en aquel restaurante lo dijiste: " acabarás loquita por mí". Qué engreído, pensé. Pero, cariño, no te estabas equivocando.

De 100 días te he visto más de 70, hemos planificado vacaciones y te dediqué un libro el día más bonito del año.
No sé en cuánto se mide la emoción; o si somos, los humanos, algo más que tiempo. Pero sí sé lo que quiero. Y te quiero a ti. Teniendo eso claro, ¿qué más da el resto?

jueves, 8 de julio de 2021

 


Nunca entero, siempre a medias. Nunca lo que merezco, aunque no lo merezca. Un laberinto absurdo, donde los puñales revoloteaban cerquita. Aquí en el pecho, ardiendo, a secas. No supe ser diferente y me vi donde siempre; tenían razón: no se avanza si caminas dando pasos atrás. Es como querer empezar por el final y no saber por dónde iniciar tu historia.
Nunca entero, siempre hay una parte que no existe.
Yo no existo.
Apenas me importa.
No sé ser, no me escucho, no me entiendo, no me aprecio ni me busco.
Abren cajones que procuré cerrar bien, y los fantasmas amenazan con manifestar esas partes rotas de mí que procuré que nadie volviera a ver.


He cometido el mismo error.
Otra vez.
Ya se me pueden llevar los demonios, a final de cuentas no le tengo miedo a nada.
No suelo tener nada que pueda caer más abajo.
Otra vez.
Ya es residente permanente, la duda.
Nunca hay apuesta segura en esta casa de llantos. Simulación de ruleta rusa.

Apenas canto. 

viernes, 14 de mayo de 2021

Granada

 

10 horas y media concentradas en un cóctel de rumba, gritos de ilusión y carcajadas. Son 21 en total, pero parecen pocas. La ciudad nos acoge y nos arropa, cuando camino por esas calles siento que hemos estado allí antes, aunque sé que yo jamás las había pisado. La lluvia se despide y bajo un barato paraguas nos alejamos del centro. No cabe más ilusión en mi rostro cuando contemplo desde el mirador de San Nicolás la inmensa Alhambra. Nunca he vivido un lunes con tanta intensidad, nunca he madrugado con tantas ganas, ni he escuchado tan cerca cómo alguien (me) canta (al oído). Pasa tan rápido que intento hacer fotografías mentales a cada pestañeo, pero es imposible capturar el aire, las flores, tu olor. Me quedo con esas tres noches de confesiones: la primera, bajo una luz tenue en un bareto árabe, con dos copas de vino tinto (que nos parecía fuerte, hasta que nos llenamos del falafel y decidimos que era un manjar de los dioses). Te confesé que me daba miedo y te pusiste triste porque afirmaste que querías cuidarme. Yo te hablé de las fronteras, de las absurdas barreras y mi coraza de mentira; tú te viniste tan arriba, que en el momento más álgido de la noche, te faltó poco para decirle al camarero que cenara con nosotros. Nos llenamos la panza de té de frambuesa; el postre nos lo comimos en la habitación, tras dejar el coche en medio de la nada. La segunda noche la pasamos en una terraza del Albaicín, con dos Alhambras en mano y unas hamburguesas que tardamos siglos en devorar. Aquella fue la noche en la que bajaste la guardia: Después de esto, ya puedes deshacerte de la coraza. Y me hablaste de ti, del pasado, de los rotos, los huecos y las taras. Y respiré tranquila, no porque tu dolor me consolara (nada más lejos de la realidad), sino porque entendí tus grietas y me diste menos miedo. Aquella noche caímos rendidos, pero la pasión nos abrazó con fuerza. La tercera fue la mejor: la noche de despedida, las tapas perdidas cerca del mirador, las muchas cervezas y esa copa tan grande de vino que culminó y nos sacó los colores. Comimos dulces mientras contemplábamos uno de los artes que nos une: la música. Es por bulería. Te miraba de vez en cuando y la ilusión escrita en tus pupilas me contagiaba. Mirabas con inocencia, como un niño sorprendido cuando tira la primera piedra al río y la ve dibujar círculos en el agua. Nos brillaban los ojos, te cogí alguna vez la mano. Aquella noche me dijiste: te estás enamorando. Y aunque nunca te dije que sí, tampoco te dije que no, porque una parte de mí se sentía una pizca más blanda. El vino, la música y tu voz nos regaló una vuelta al hotel bastante animada, y de camino al coche, me enseñaste a tocar las palmas. Me cantaste en el oído y con una patada flamenca, escribiste en aquella noche el recuerdo de un día perfecto. Si sales a cantar al escenario con ellos harás de este viaje algo inolvidable. No te hizo falta subirte al escenario, ya no olvidaré cómo me cogiste antes de bajar las escaleras, me agarraste con fuerza las piernas y a horcajadas te besé. Ay, que te estás enamorando...Lo de la coraza es más falso...

Tampoco lo negué. Esa noche fue el amor el que nos hizo a nosotros. Tus ojos, desde abajo, tu caricia honesta. No sé si lo dije en voz alta, pero a mí también me encanta estar contigo. 

Me jode admitir que bajé por unos segundos la guardia, pero ya dice Marwan que es mejor no abrir al amor con la cadena echada, porque después echamos de menos lo que nunca pasa. Decidí, en aquel momento, o quizás fue mucho antes, en el ataque de risa, al ver el toro en la montaña de lejos, que ya no pondría barreras entre nosotros. Pisé Granada ya sabiéndolo. Volví a Barcelona entendiendo que no me dejaría llevar más por el miedo. Esas tres noches han abierto habitaciones que había cerrado con llave hacía mucho tiempo. Y es normal que te entre el vértigo al asomarte a lugares en los que tanto habías sufrido mucho antes.


Gracias por decirme- sin decírmelo- que no deje puertas cerradas en este pequeño habitáculo. Y por dejar así que entre la luz. Y sí, tenías razón, ya me has descubierto. Soy una jodida cursi. 

Ya me gustaría

 Es casi inconsciente este pensamiento recurrente que me atraviesa. Me cuento y les cuento que no es para tanto y lo cierto es que soy dos p...