sábado, 22 de abril de 2017

No se asusten. Lo de las luces fundidas suele ser lo normal. Ya no cabe tanta luz en este escenario.
Ya no aplaude el público porque no lo hay.
Vuelvo a ser la protagonista, pero no se asusten.
Solía ser lo normal: yo contra todo. Y todo no está.
Así que no, no se asusten. Si queda alguien escondido tras las butacas que hable ahora o calle y se marche para siempre.
Que una ya no lee mentiras.
Que una no se puede pasar la vida cuidando de los demás.
Existo.
Hola.
Estoy aquí.
El cariño también me necesita a mí.

Ya nadie se molesta en dar,
porque para qué
si es más fácil morir.

Esta noche no hay nadie, pero no,
no se asusten.
El que ladra mucho muerde poco
y suele morir de rabia.


Un aplauso. Dos.
Tímido público retorcido.

Ni siquiera os quedan lágrimas para llorar,
así que no se asusten.

miércoles, 12 de abril de 2017

Yo contra mí (enlace a Youtube)



Hay dos Noelias: una está muerta de miedo, a la otra le falta tiempo para ir detrás de cualquier sueño y jugársela.  A las dos alguna vez les rompieron al corazón: una se negó a volver a soñar, la otra cogió impulso y se enamoró, esta vez pisando tierra firme, saboreando la realidad. 

Hay dos yo: una cree que nunca llegará a ser la que siempre ha querido ser, la otra ya lo consiguió hace tiempo. 

Una se encoge algunas noches y se pregunta dónde está esa fe que abandonó, esa fe que le hacía creer que había esperanza. En la tierra, en las personas. La otra se come las lágrimas, las traga y las digiere y se hace llamar fuerte, porque puede hacerlo, porque a veces lo ha sido. 
Una ve películas románticas cuando tiene ganas de llorar, la otra ve alguna de terror para que el miedo supere cualquier problema. 

Una no sale de casa sin haberse mirado al espejo, la otra a penas se mira cuando se lava los dientes. 
Una toma café, tostadas con mermelada o algún capricho de chocolate. La otra toma zumo de naranja y se hace tostadas, porque le gusta sentarse, porque le gusta disfrutar de esos diez minutos de desayuno. Una odia los principios y la otra detesta detesta los finales. 

Una aún se emociona cuando le hablan de alguna enfermedad irremediable, porque quizá le tiene miedo a la muerte. La otra piense que ojalá el tiempo que le quede sea suficiente, pero no teme, no puede, porque está viviendo al límite. 
Una se mira al espejo y no se gusta, la otra no sale de casa sin recordarse lo mucho que valen sus curvas. 

Hay una de ellas que se siente sola, tan sola que a veces busca, busca y busca entre los libros unas líneas de compañía, de compasión, de ternura, de magia. La otra ha sabido escabullirse, escaparse de esos momentos de soledad entreteniéndose con cualquier cosa que le haga olvidar.

Una es más de cervezas, otra es más de coca-cola, una de baladas tiernas y otra de canciones de los ochenta que le hacen brincar, bailar, soñar, despertar. 

Una apuesta por las faldas cortas, la otra se ciñe al pantalón. Una se pinta los labios de rosa, la otra de rojo pasión. 

Hay dos Noelias: una está domesticada, la otra no. Una cree en el infinito triángulo de la suerte, la otra ha dejado de esperar fortunas.

Hay una que ama por encima de cualquier otra cosa material, las letras. La otra se abandona a la música, al ritmo, al son de cualquier canción.

Una se enciende las luces pequeñas del espejo por las noches y las mira con los ojos entrecerrados, mientras escucha alguna bonita, lenta y pacífica canción. La otra apaga todas las luces y piensa, piensa, piensa y escribe mentalmente todo lo que tiene que decir, todo lo que aún no ha dicho. 

Una de esas Noelias sigue entristeciéndose a veces cuando piensa en todas esas personas que se marcharon, la otra ya no mira hacia atrás, piensa que para qué, que para qué pensar en personas que prometían, prometían y prometían y resultaron ser todo lo que dijeron, sí, todo, menos amigos. 

Hay una que no deja de pensar que algún día va a poder volar, la otra ya no sabe qué poder elegiría si pudiera escoger uno. Una aún se ve una niña cuando se mira al espejo, la otra se ha convertido en una versión arrugada de sí misma, en una mujer de veintiuno que parece haber vivido cuarenta años.

Una ya no se ve infeliz, la otra no se plantea la felicidad. Hay una que es una fiera, que se implacable, salvaje, estrictamente libre, y araña, araña mucho. La otra se calma enseguida, disfraza la duda con parsimonia y no levanta jamás la voz.

Una canta con todas sus ganas, la otra solo escribe baladas sin sentido. Una ha dejado de reírse como una loca, la otra sobrevive a base de ataques de locura.

Hay dos Noelias: las dos forman parte de mí. Han aprendido a convivir, aun sin respetarse. A veces se arañan, se estropean, se empañan, se envenenan, se cansan, se pegan, se rompen, no encajan, se quedan sin voz ni nombre. Hay dos versiones de mí, opuestas, opacamente visibles, antítesis entre ellas, sinónimas de mí misma.

Hay dos fieras que luchan por salir. Una me da la espalda y golpea mi estómago, la otra me suplica mirándome a los ojos que la deje ir.

Hay dos versiones de mí que me asustan y encierran: una siempre me recuerda que quiere matarme y la otra ya no puede vivir sin mí.





Lo sospechaba hasta que lo sentí, y lo sentí hasta que lo supe

 Lo sospechaba hasta que lo sentí, y lo sentí hasta que lo supe. Así empezó y acabó nuestra historia. Si sólo me hubiera fiado un poquito má...