jueves, 31 de enero de 2013

Tan fácil.

Miradas que son eléctricas. Punzadas de nervios en el pecho si él sonríe. Susurros del alma que con poco dicen demasiado. Unos labios torpes que preguntan, unos labios sinceros que responden. Pero no se miran. Ella baja la mirada, él finge que hay algo interesante que ver al otro lado. Y así se esquivan. Como resbalando, pero tropezando con esas dudas que ahora solo son excusas. Como queriéndose decir cosas, pero callando todas las verdades. Constante avance, para después retroceder. Sentimiento enorme que da giros en sus pieles. Se rozan el alma, para después quemarla. Sentimiento contradictorio. Impulsos hacia el vacío. Pensamientos imprudentes, quejidos del corazón. Tan fácil que era... tan difícil que lo volvieron todo.

miércoles, 30 de enero de 2013

Todo lo que podríamos hacer en un futuro.



Acariciarte la nuca, enlazar mis dedos con los tuyos. Sentarnos en un sofá cualquiera, y ver un partido contigo. Hincharnos a pizza, y que a ti te entre antojo de cerveza. Celebrar los goles a besos. Estar contigo. En las épocas jodidas, en los instantes felices. Regalarte sonrisas si nos cruzamos, y un guiño de ojos cómplice. Darte mis fuerzas si pierdes las tuyas, que me sorprendas y me abraces por detrás. Que me regales tus días, para pintarlos de colores vivos. Que todos los domingos que llueva, quedemos y en cualquier sofá, bajo una manta, me abraces mientras vemos una película de miedo. Que el tiempo nos regale instantes inolvidables. Que nos permitamos el lujo de ver el mundo juntos. Y que cumplas tus sueños. Y yo los míos. Ser jóvenes eternamente. Que no me prometas la luna, pero en secreto, me lleves con tus caricias hasta ella.
Sólo quiero que el tiempo nos dé la oportunidad de querernos, sólo pido eso, contigo. 






















¿Aún piensas en mí?
Yo te pienso a menudo.

martes, 29 de enero de 2013

Creo que ya sé porqué te quiero.

- ¿Y si soy yo el que te pide que cantes? 
- ¿Qué te hace pensar que cantaría delante de ti?
Miro insistente sus pupilas, baja la mirada y contra-ataca mirándome otra vez.
- Si te pido que subas a ese escenario y nos dejes a todos con la boca abierta, ¿lo harás?
- No me puedes hacer esto. 
Mira sonriente. 
- ¿Lo harías?
- Me da pánico, ya lo sabes...
- Cierra los ojos.
- No, ¿por qué?
- Hazme caso...va
Cierro los ojos y se pone tras de mí. Me cubre los ojos con sus manos y me susurra al oído.
- No hay nadie. Está todo oscuro. No puedes ver nada, y sólo me puedes oír a mí, ahora, aquí a tu lado. No hay más que mi olor, y sólo sientes el viento en tu cara. No hay nadie en esta calle, ni hay nadie al rededor de nosotros. Sólo estamos tú y yo, y no me estás viendo. ¿Sientes tranquilidad?
Asiento con la cabeza. me besa la mejilla derecha y acercándose más a mi oído sigue susurrándome:
- Canta. Canta y piensa que no hay nadie más que tú. 
Alzo la voz, canto. Poco a poco separa sus manos de mis ojos, y yo, con ellos cerrados todavía, sólo le imagino a él, delante de mí. Mi voz alcanza una sinfonía impecable, no hay nervios, no desafino. Sólo estoy dando lo mejor de mí, regalándole mis secretos, mis sentimientos, una parte tan importante como es para mí cantar. 

- ¿Ves?- susurra en mi oído cuando dejo de cantar y abro los ojos.- No es tan difícil. 
Sonrío ampliamente mientras le abrazo. Es un abrazo fugaz, pero su olor queda impregnada en mi ropa, ahora huelo a él. 
- ¿Cómo lo haces?- le digo mientras le miro, a dos centímetros de mí.
- ¿El qué?- dice mirándome curioso.
-¿Que cómo lo haces para quitarme siempre el miedo y darme las fuerzas que necesito...?
- Eso mismo podría preguntarte yo a ti, cada vez que con tu sonrisa, me das justamente lo que necesito en el momento preciso, para seguir adelante.
Le miro. Me quedo embobada mirando sus labios, ese labio inferior que es más grueso y rosado que el superior. Ese marrón con diminutas manchas verdes en los ojos. Ese pelo, el color negro más bonito que he visto jamás. Sonrío e inevitablemente, él imita mi gesto.
- Creo que ya sé porqué te quiero- digo sin pensar.
- A ver, ¿por qué?
- Porque haga lo que haga, por mucho que avance o retroceda, me acerque o me aleje,si me giro, ahí estás tú, con esa sonrisa sincera y esas palabras que me empujan siempre a estar bien...
- ¿Sabes por qué te quiero yo?
- A ver, ¿por qué? sorpréndeme.
Pone los ojos en blanco, sonriendo y me mira directamente. Sólo se lo piensa tres segundos y después, sin borrar su sonrisa, me lo empieza a decir.
- Porque desde el primer  Te quiero no ha habido día en el que no estés a mi lado. Aunque nos alejemos, aunque yo me empeñe en vivir ajeno a tu mundo, no sé cómo lo haces, pero siempre acabas otra vez en mí. Y estás cuando sonrío, y estás cuando estoy jodido. Nunca nadie me había querido así, no. Y nunca nadie me había acogido sin después dejarme tirado. Creo que es eso lo que me gusta de ti, que aunque haga sol o llueva, aunque para ti haya sido un día de mierda y se haya borrado tu sonrisa...siempre tienes las palabras justas para hacer que alguien siga adelante. Y sobretodo, siempre tienes las palabras justas para mí. 

lunes, 28 de enero de 2013

Tanto que contarte, Toni.





Tengo tantas cosas que contarte, que no sé por dónde empezar.
Quizá por el principio. ¿Sabes? Ayer fue mi cumple. Sí, sí lo sabes. Que me escribieras por Facebook un: ''Que te lo pases bien.'' sin ni si quiera un Felicidades ni nada por el estilo puedo asegurarte que me dolió. Pero no vengo a reprocharte nada, es más, según mi criterio, lo justo hubiera sido que no pusieras nada. Ya me ofreciste demasiado con escribirme. Y eso..eso lo tengo en cuenta. Ha pasado mucho tiempo, Toni, ¿cuánto? ¿ séis meses? Un poco más. Y joder, como duele todavía. Mi vida ha cambiado mucho...muchísimo. Y no sabes la de veces que he tenido ganas de escribirte, de ponerte un 'Hola' con una sonrisa enorme y...y todas esas veces no he escrito nada. He abierto la conversa, he escrito hola, lo he borrado, lo he vuelto a escribir, y repitiendo esto como mil veces más siempre he optado por darle al escape y olvidarme de ello.
Nunca voy a poder perdonarme nada de lo que hice y dije. Nunca había sido así con nadie, y contigo fui una tonta, una idiota. Nunca voy a ser capaz de perdonarme y siempre va a pesar todo lo que hice, siempre, sobre mí. Entiendo que jamás quisieras recuperar nuestra amistad, entiendo que perdonaras pero no olvidaras...y entiendo que me odies.
Pero yo no te odio, no. Nunca podría ser capaz de odiarte. Porque miro nuestras fotos y te siento a mi lado. Aunque ya no estés, aunque ya no vayas a estar.He pensado mucho en todo esto, ¿sabes?
Mucho. Y siempre he llegado a la conclusión de que no merezco que me perdones, ni recuperarte.


Tengo tanto que contarte...esta última semana ha sido una porquería. No sabes cuánto te he necesitado, no lo sabes...¿Sabes una cosa? Me fijé en alguien, ya sabes, en mi nuevo cole. En realidad, ya lo conocía de hace mucho...pero, bueno, tampoco hablábamos mucho. Te caería bien, no es merengue, como tú, pero sé que os podríais llevar bien. Me habría encantado presentártelo. Me habría encantado que os conocieseis. Me habría encantado que estuvieras el otro día en mi fiesta. ¿Sabes que pensé en decirte que vinieras? ¿Que idiota, no? Pues sí, lo pensé. Todavía tengo los pendientes que me regalaste. Ya no me los pongo, no soy capaz. No lo soy. He cambiado, Toni, he cambiado en estos meses. Ahora creo que soy más valiente. Podrías seguir riéndote en broma de mi torpeza y de mi vergüenza a todo, porque sigo siendo torpe. Pero me han hecho fuerte muchas cosas...una de ellas no tenerte al lado. Ahora me trago el dolor, ya no se lo cuento a nadie. No todo, ya no. A veces siento que no
tengo a quién contárselo, porque aunque tenga a mis amigos...hay cosas que sólo te las contaba a ti.
Curioso, pero cierto. Eras todo oídos. Siempre estuviste ahí, cada mediodía, cuando nos pasábamos media hora en esa esquina contándonos cosas, cuando me acompañabas por las tardes a casa, con mi tete, y nos pegábamos media hora en la portería hablando de más tonterías. Siempre estabas ahí, cuando yo lloraba porque Edgar no me hacía caso, o como cuando pasó lo de mi abuela y sólo encontré ese apoyo en ti. Siempre estabas ahí, para que yo te quitara ese anillo y me quejara de que olía mucho a ti. Me encantaba hacerte enfadar, y después quedarme el anillo durante una semana hasta que se te olvidara que lo tenía yo. Eras como un hermano mayor...y jugué a perderte.
Tenía que llorar en tu hombro, Toni, tenía que hacerlo. Esta última semana...esta última semana me he sentido muy sola, muy rota por dentro. Pero no he tenido las fuerzas para hablarte. No las he tenido. ¿Sabes? el día de tu cumple, el cuatro de enero, en casa de Sylvia estuvimos viendo vídeos...y no me acordaba de que en varios que teníamos salías tú. Bailando, conmigo, en mi portal, nuestro baile tonto, yo con la chaqueta en la cabeza y tú meneando esas piernas de las que siempre me reía en broma contigo. No se lo digas a nadie, pero tuvo que abrazarme porque me rompí en dos y empecé a llorar. Aunque tú no lo creas, has sido importante. Y tengo que explicarte cómo me siento, y tengo que decírselo al papel aunque nadie vaya a leer esto. Aunque tú no vayas a leerlo. Me siento muy avergonzada por todo lo que pasó, me siento rota cada vez que pienso en el dolor que habrás sentido durante aquellas noches, las primeras, en las que yo dormía tan tranquila mientras tú echabas de menos mi amistad. Me creía una super heroína, y creía que podría con todo. Pero tú mejor que nadie sabes mi secreto, sabes cuál es mi debilidad. Tú mejor que nadie sabes que soy tan frágil que si me tocas ya me rompo.
Nunca tendré palabras para agradecerte todo lo que has soportado de mí, ni todo lo que hiciste en su día. Porque mi error estuvo en pensar que sería para siempre, mi error fue cruzar los brazos mientras me sentaba a observar cómo te perdía.
Siempre he sido una cobarde, y tú lo sabes.
Pero me entendías. Y ahí estabas. Siempre tan tú, con esa sonrisa en la cara, con esas bromas que decías serio, mientras yo me reía.
Pero estamos a 28 de enero, y hoy sé que no estás. Ya no, y no te culpo. Yo también me habría alejado de mí si hubiera podido, yo también. 

   











Perdonad que últimamente escriba tan...tan personalmente. Necesitaba desahogarme.

domingo, 27 de enero de 2013

17.





Hoy me apetece hablaros de él.
Dicen que todo el mundo recuerda las cosas importantes de su vida en días importantes. Algunos lo comparan con la muerte, aquello que ves cuando estás a punto de morir. Otros, como yo, quizá el día de nuestro cumpleaños es cuando más pensamos en la gente que queremos.
Es por eso que voy a hablaros de él. Porque hoy lo he tenido más presente que nunca.
Mide más de metro setenta, y es moreno. Tiene el pelo rizado, pero jamás se lo dejaría largo. Pone una cara muy graciosa cuando sorbe la nariz, y siempre que tose tuerce los labios hacia un lado. Camina despacio, y curva un poco la espalda. El fútbol ocupa una parte importante de su vida, y sé, que es una pasión que siempre tendrá. No come, engulle, pero es graciosa la cara que pone cuando tiene hambre y le da vergüenza decirlo. Cuando te mira es imposible que no te ponga nerviosa, sus ojos marrones se clavan en ti. Cuando le da el sol puedes ver manchas verdes en ese marrón clarito que tiene, y cuando sonríe es imposible que por arte de magia no te haga sonreír también. Huele tan bien, que no me importaría que dejara su olor impregnado en mis peluches para dormir todas las noches con ese aroma. Me gusta cuando no sabe qué decir, y sus ojos miran desesperadamente hacia los lados, como buscando respuestas. Me gusta que se crea torpe cuando quiere decir algo, y que camine como pensativo. Como si pesaran sus pasos. Me gusta cuando nada tiene sentido y él se lo da. Es un poco cabezota, pero admiro su capacidad que tiene de entender la vida como si se tratara todo de un puzzle enorme. Como si todo fuera lógica matemática. Me gusta que sea diferente a mí, pero que necesite ser tan cariñoso como yo con los demás. Me gusta cuando se pone serio, y yo no puedo aguantarme la risa. Cuando sonríe sin decir nada y tú interpretas su sonrisa. Le da muchas vueltas a las cosas, y aunque a veces su cabeza esté hecha un lío, siempre piensa en qué será lo mejor para todos.
No os imagináis qué se siente cuando te coge de la cara mientras te besa, o cuando sonríe después de un beso y te mira a los ojos. No tenéis ni idea de qué es que os aparte el pelo de la cara si hace viento, o simplemente el sonido acompasado de sus latidos. No sabéis que es dormir a tres centímetros de él, ni respirar el mismo aire.
Él es tan diferente, que he llegado a dudar de que sea real. No tiene superpoderes, ni alas. No tiene la mirada de Zac Efron, ni los pectorales de Taylor Lautner. Pero creedme si os digo que no cambiaría ni sus ojos, ni su sonrisa por la de ningún otro chico del mundo.
Me gusta que no exista el tiempo para él si tiene un balón entre sus piernas, me gusta que no sostenga la mirada cuando está nervioso, incluso me gusta la cara de enfadado que pone cuando finge que algo le ha sentado mal, aunque sea mentira. Su cara de concentrado mientras hace un ejercicio de física, o simplemente la voz que pone cuando lee en inglés. Cuando se le nota si tiene cartas malas en el póquer, o sus miradas de complicidad.
Puede que hoy no le haya visto, puede que haya ansiado en todo momento verle llegar por ese puerto. Puede que ya no esté conmigo, y que se haya olvidado de lo que sintió un día por mí. Porque puede que yo no sea su último pensamiento por las noches, ni el primero cada mañana, y puede que cuando entra en ese colegio, ya no tenga las ganas de verme que tuvo un día. Puede que ya no espere a que yo vaya a ese parque los viernes, y que ya no mire si estoy o no conectada en el Facebook, o si esto en Línea en el Whatsapp. Puede que yo ya no sea importante, o al menos ya no tanto. Puede que ya no roce sus pensamientos, puede que ahora sólo sea una chica más en su vida. Pero me consuela la idea de que un día sus brazos rodearon los míos, y un día su boca era mi única religión. Me consuela saber que esos Te quiero una vez eran para mí, y que esas ganas que tenía de verle cada día, él también las tenía por verme a mí. Y me consuela saber que a pesar de todo lo que ha pasado, haya existido un pasado en el que apoyarme cuando cierre los ojos y busque sus abrazo y él ya no esté. Porque aunque ahora ya no exista un nosotros, hace algún tiempo, ese nosotros existió.








El puerto estaba vacío sin tu sonrisa, Raúl. Ojalá hubieras estado ahí conmigo.

sábado, 26 de enero de 2013

*

Me mira. Le digo tanto en tan poco.
No quiero pensar, es más, no pienso. Le abrazo. Porque así lo siento, porque así le agradezco que se haya acordado de mí. Porque no encuentro las palabras exactas. Porque no sé cuánto he de callar, ni cuánto decir. Pero le miro. Me alegro de que esté ahí, no se lo digo, pero me encanta que esté sentado a mi lado, y sentirle tan cerca de mí en una fecha así. Porque le necesitaba ahí, porque quería que estuviera ahí. Sostengo el libro entre mis manos. No se lo digo, pero cada página hablará de él. Tampoco se lo digo, pero gestos como esos son los que me recuerdan cada día porqué me fijé en él. Callo tanto. Luna llena, le brillan los ojos.
Has hecho de esta tarde algo perfecto. 
Callo.
Miro su sonrisa. No he podido evitar mirarle durante la tarde. Concentrado jugando al póquer, riendo, con cara de preocupación, jugando. Le he echado de menos, o simplemente he querido estar ahí, a su lado. Porque sentirle cerca me hace sentir bien, aunque en su mente esté lejos de mí.
Quizá ya no estamos juntos, quizá ya no existe nada por su parte, pero ahí estaba. A centímetros. Tan cerca, que casi podía tocarle.
Y aunque no haya dicho nada, su regalo...su regalo ha sido uno de mis favoritos.
Y aunque no se lo haya dicho, los libros para mí tienen un significado mágico, y él...él le ha dado más sentido aún.
Quería que estuvieras aquí, hoy. 
Callo.
Sigues marcando la diferencia. 

viernes, 25 de enero de 2013

Mis sueños.



Jonathan me cogió del brazo y me giró.
- ¿Qué?- dije intentando tapar mi sonrisa.
- Que aún no te he dado tu regalo.
Miré al mar. Después volví a mirarle.
- Estar contigo, hoy, aquí, es lo mejor que podrías haberme regalado.
- Pero ese no es el regalo.
Me sopló ligeramente en la cara, sabía que me haría cosquillas. Reí y le di un golpe suave en el hombro.
- Pues va, dámelo. Va, va, va, va- le insistí e  intenté quitar el regalo, ya que lo escondió detrás de su espalda.
- Mmmmm...si me das un beso.
- ¿Sólo quieres uno?- le susurré contra sus labios.
- Para empezar, no está nada mal...
Le besé poniéndome un poco de puntillas y le rodeé la nuca con las manos, acercándole un poco más a mí. Él puso sus manos en mi espalda y me pegó a su cuerpo. Estaba siendo el mejor cumpleaños del mundo. Me separé un poco para poder mirarle a los ojos.
- ¿Me lo vas a dar ya?- dije tan bajito que a penas escuché mis palabras.
- Me has convencido.
Se separó un poco de mí y sacó el paquete que tenía en las manos.
- ¿Qué es?
- Compruébalo tú misma.
Lo cogí con ansias y empecé a desenvolverlo. Me miraba fijamente mientras sonreía. Estaba nervioso, podía verlo en sus ojos. Siempre le daba miedo regalarme cosas, o decirme cosas, porque no sabía cuál sería mi reacción. Le sonreí y supe que le había transmitido así la calma que necesitaba. Mis dedos torpes se deshicieron del papel y pude ver un libro. Pero no era un libro de ningún autor, no era un libro que existiera  Le miré interrogante y él me hizo un gesto, como queriéndome decir que lo abriera. Abrí el libro y me encontré una dedicatoria:
Es un libro que tiene todas las páginas en blanco. Ésta es tu historia, ésta es tu vida, y desde hoy ya puedes empezar a escribirla. Y si quieres, yo puedo ayudarte a protagonizar cada uno de los momentos que plasmes en el papel. 
Pasé la primera página y me encontré nuestra primera foto juntos. Sabía que iba a llorar, estaba a punto de hacerlo. Le miré a los ojos.
- ¿Quieres ser el protagonista de ésta historia también?- le dije- Mira que soy una escritora muy exigente...
Alzó las cejas y me miró incrédulo.
- No me da miedo que escribas sobre mí. Me daría miedo que dejaras de hacerlo.
Cerré el libro y lo observé. Era rojo, de tapas duras. Con letras plateadas podía leerse: Mi historia.
Y debajo, 27 de enero de 2013.
Le miré a los ojos. Le abracé, apresuradamente, como huyendo del compás del tiempo, de las garras del destino. Alcé la vista.
- Es el mejor regalo que me han hecho nunca, en mis diecisiete años de vida.
Me miró como queriendo decir más de lo que con sus palabras articuló:
- Cuando se te acabe el libro, puedo fabricarte otro.
Le miré incrédula.
- ¿Cuántas páginas tiene?
- 365.
- ¿Vas a regalarme uno cada año?
- Durante todos los que me quieras a tu lado...
- ¿Nunca te han dicho que eres el mejor novio que podría tener cualquier chica de ciudad, del mundo entero?
- No, mis tres otras novias no suelen decírmelo pero...
Me abalancé sobre él y le callé con un beso. Nunca en mi vida había sentido más magia en el cuerpo, y por un momento sentía como yo protagonizaba una historia, mi propia historia.
¿Cómo podía hacerte sentir una persona en la vida real como si fueras parte de un sueño? ¿Cómo alguien podía encargarse de hasta el más mínimo detalle por el simple hecho de hacerte sonreír?
Le miré, y sincera, le dije que le quería. Y estaba hablando de verdad, con el corazón en mano y el alma por escudo. Era el te quiero más sincero que le había dedicado a nadie jamás.

jueves, 24 de enero de 2013

Impotencia.

La precisión con la que mueve la mandíbula cuando dice algo que le duele. El mirar a cualquier sitio menos a mis ojos. El caminar con gesto cansado.
Parpadea cada cinco segundos, y mueve los hombros cuando asiente. Le miro, y sé cuánto dolor hay detrás de cada palabra. Porque sé lo que se siente cuando se está en ese lugar. Sorbe la nariz. Habla, y hace pausas algo largas.Pero después, se le amontonan las palabras y sigue con su argumento. Parece no acabar, pero me da igual. Podría escucharle durante horas sin cansarme.
Impotencia. Siento ganas de abrazarle, pero mi miedo a que ese abrazo no le sirva absolutamente para nada me frena. Sé que en sus ojos hay más preocupación que alegría, y eso me desgarra. No digo nada. Asiento, al igual que asientes en clase cuando captas algo a la primera y el profesor te mira.
Por un momento le miro y no pienso en nosotros. Ni en si me echará de menos. Sólo me importa lo que dice, lo que siente, aunque no tenga nada que ver conmigo. Meto las manos en los bolsillos. Hace frío, pero se me ha olvidado que hasta estaba lloviendo. Sonríe. Pero no es una sonrisa de felicidad, es una sonrisa que lanza al aire al explicármelo. No se lo digo, pero pienso en que lo mejor que se me ocurre es abrazarle. Y tampoco se lo digo, pero pienso en que las cosas se arreglarán. ¿Que cómo lo sé? Porque ella le aprecia más de lo que él piensa, aunque la mayoría de veces no se vea. Suspiro. Quiero decir tanto pero digo tan poco...Le dejo explicarse. Sus ojos brillan, es por la luz de las farolas. Otra sonrisa lanzada al aire.Mueve los hombros. Tampoco se lo digo, pero me he preocupado por él desde el día en que vi que estaba triste. Y no se lo digo, pero esta mañana le había pedido a mi amiga que lo abrazara. Porque yo era incapaz de acercarme y hacerlo. Trago saliva. Me mira, y esquiva, le contesto con algún monosílabo. Después alguna comparación absurda con mis historias. Se le apagan los ojos, sé que la echa de menos. Porque para él es uno de los pilares de su vida. Le sonrío. No me sale sonreír si le veo triste, así que automáticamente, bajo un poco la mirada. 

No se lo digo, pero hasta la cara de preocupación le queda bien.
Desvío esos pensamientos.
Me mira y finaliza su explicación. 

No sé qué decirle. No sé qué hacer. Y me siento impotente cuando no puedo sacarle una sonrisa. Me vence el miedo, guardo las manos en los bolsillos de nuevo, me encojo y me escondo detrás de mi abrigo. Miro la noche, como lejana, como apagada. Pero no triste. Triste ya no. Pero sí sincera.
No pienso en nada, pero cuando vuelvo a casa, y de repente suena Tiziano Ferro en el móvil, tengo que pasar la canción. No porque no me guste, no porque duela, sólo para no desencajar el recuerdo. Sólo porque no necesito nada. Sólo porque lo único que me daría consuelo sería verle feliz. Sólo porque deseo llegar a casa, escribir, y olvidarme un poco del mundo entero.
Sólo porque lo único que quería era ver esa cara de felicidad, esa ilusión en sus ojos, la misma que vi un doce de octubre, la misma que sentí cuando todo encajaba. Sólo quería ver esa mirada suya, la que me da tranquilidad, la que me dice que todo está bien. Esa mirada que tiene cuando consigue una pizca de felicidad. Porque eso era lo único que me importaba hoy, lo único. Lo que más pesa es que yo ya no puedo darle nada, aportarle nada. Y tendré que resignarme a mirar a lo lejos como un día vuelve a sonreír. Me resignaré a sonreír para mis adentros cuando esté orgullosa de él. Cuando marque un gol y a mi me pille en ese parque de casualidad, un viernes. Gritar un: 'bien hecho', por dentro. Apretarle la mano para darle fuerzas sin si quiera tocarle. Resignarme a observar como avanza su vida, tan lejos de mí, aunque esté cerca.

miércoles, 23 de enero de 2013

Instantes que no se olvidan.



Sus manos vacilaron antes de rozar mi piel. No podía verle la cara, pero aún estando a oscuras, sabía cómo me estaba mirando. Podía verle sin si quiera mirarle. Acarició mis mejillas, y jugó a acariciar también mi nariz. Yo me reí. Sentía que él ahora era el que llevaba el mando, quien podía controlar mis nervios, los latidos de mi corazón, ahora acelerados. Posó sus dedos en mis labios, y acariciándolos también, jugó a dejar su rastro en ellos. Me estremecí y quise acercarme aún más a él. Y aunque algo me decía que eso no podía estar bien jamás pensé en huir de aquella situación. Suspiré. Sus manos se paseaban por mi brazo, y de nuevo por mi faz. Temblé bajo el tacto de la calidez de sus dedos y me acerqué ligeramente aún más a él. Sentía su respiración, sentía el impulso de besarle. Pero frené, me contuve, y esperé, quizá con la esperanza de que me besara, o al menos, pudiéramos apartarnos un poco y hacer como si nada. Pero el tiempo se nos echó encima, se nos nubló el cielo, la vista, los pensamientos. Pero en nuestro corazón había salido el sol. Y como si de coger impulso se tratara, su boca se aceleró y cayó sobre la mía. Había echado tanto de menos aquel sabor…que por un momento creí haber estado soñando. Pero ahí estaba él. Puse mi mano en su espalda, haciendo el intento de acercarlo a mí, y él buscó mi cara con sus manos. Tomó mi mejilla y me besó. Cada beso hablaba por sí sólo, cada palabra se convertía en un suspiro, cada respiración entre cortada era como una lágrima del alma. Cada sentimiento estaba reflejado en algo tan simple y complicado como unas manos y unos labios que no sabían qué buscaban pero sí qué encontraron. 























Noelia, tienes que abrir los ojos
y ver la realidad: él ya está pasando página,
él ya no te echa de menos. Ya no.

martes, 22 de enero de 2013

Cuando oyes los latidos de su corazón.


Como respirar, era tan fácil sonreír contigo.







Los días pasan, ajenos a mí, ajenos a todo ésto. El aire sigue siendo el mismo, pero mi respiración ha cambiado el sentido. Ahora evito suspiros, y sonrío sin cesar. Quizá para ocultar que algo me preocupa, tal vez, porque a veces, me siento bien. Pero para qué me voy a mentir, me falta algo, ese algo, que hasta hace tres días tenía. Esa esperanza, ese saber que me esperaba con una sonrisa. Ahora me conformo con mirarle cuando no mira sólo por verle sonreír. Me gusta. Me gusta cuando frunce el ceño si le da el aire en la cara, y me gusta la cara de concentrado que pone cuando mira a alguien jugar. Me gusta que cuando golpee la pelota con el brazo, durante una milésima de segundo, parpadee y después abra los ojos enormemente. Me gusta que la sudadera le quede enorme, y llamarle gordo sólo por reírme un poco de la cara que pone. Me gusta como huele, y que mire nervioso hacia algún lugar cuando algo le incomoda. Me gusta diferenciar cuando se ríe por reír y cuando lo hace de verdad. Me gusta la tonalidad verde que esconde en el marrón de sus ojos. Y me gusta que me mire, aunque últimamente ya no lo haga.
Algunas noches, las más duras, las que más pesan, esas en las que no hemos hablado, esas en las que le echo de menos, esas en las que recuerdo, me tumbo en la cama, me pongo los cascos y suena la Diferencia entre tú y yo. Porque si cierro los ojos fuerte, muy fuerte, él aún está rodeándome con su brazo por el hombro, y yo con el móvil en la mano y el corazón en la garganta, miro embobada sus labios mientras canta la canción. Porque si cierro aún más fuerte los ojos, casi puedo sentir su olor, a mi lado, cerca de mí.
¿Alguna vez has tenido la sensación de que se te queda pequeño el mundo cuando compartes cama, sábana, y aire con una persona que te llena? ¿Cuando oyes directamente, con la oreja pegada a su pecho, los latidos de su corazón?  ¿Alguna vez has tenido ese olor tan cerca que casi forma parte de ti? Os juro que cerrar los ojos y pensar que aún está abrazándome es lo que más fuerzas me da cada mañana para levantarme y enfrentarme a ir al colegio y saber que va a ser un día más en el que las cosas estén así, tan...neutras. A veces me encantaría gritarle que le echo de menos, pero sigo siendo la chica tímida de la sonrisa torcida, el hoyuelo en la mejilla derecha y el alma vacía. Porque aún sigo siendo tan patética, que todavía escribo en las noches todo lo que pienso durante el día, y lo sigo poniendo aquí. Como si alguien leyera ésto y pudiera entender lo que siento, como si todavía él buscara mis palabras, como si todo fuera fácil.
Puedo mentirles a todos y decirles que ésto saldrá bien, que con el tiempo necesitaré menos este sentimiento y pasaré página. Puedo decirles a todos lo feliz que estoy a todo momento, pero hay a dos personas a las que jamás podré mentir en ésto. Una es a mí misma, y otra...otra es a él. A él nunca podría negarle un sentimiento si lo siento, ni una palabra si la necesita. Porque no tenéis ni puñetera idea de lo que se siente cuando sus ojos te miran, no lo sabéis. Porque podéis saber qué es querer a alguien...pero no sabéis qué es quererle a él. Si supierais lo que son sus besos, os pasaría como a mí, y no habría una noche en la que no revivierais esos momentos en vuestras cabezas una, y otra, y otra vez.

lunes, 21 de enero de 2013

Me desahogo.

Era bonito mirarte reír. Girarme sin excusas y sonreírte. Era bonito que arrastraras mi silla hacia atrás, que me picaras y después me pidieras perdón. Era bonito tener excusas para contarnos tonterías, y abrazarte con los ojos cuando con los brazos no me atrevía. Según tú, ¿qué ha cambiado ahora? Los besos sólo son las palabras que no se pueden decir. Te arrepentiste, y decidiste tomar otro camino, olvidar... Pero, dime, ¿te gusta más ésto? ¿Te gusta más no mirarnos? ¿Te gusta más que no me gire y te diga cualquier gilipollez? ¿Te gusta más no hablar?
Porque no podría creérmelo. No quiero creer que así estés mejor. Porque sería imposible que algo como lo que había estuviera mejor ahora, tan distante y apagado como está.
Hoy ni si quiera hemos hablado, hoy es la primera vez en mucho tiempo que no hemos hecho bromas. ¿Has sido más feliz así? Yo no. A mí me hacía feliz tu sonrisa. A mí me hacías feliz tú.
¿Por qué coño desearé en todo momento que alguien me hable por el Chat y que ese alguien seas tú? Y me hagas una broma, o me demuestres que las cosas no han cambiado tanto. Que aunque sea un poco, me echas de menos. Pero soy una tonta, y no sé porqué te dije que lo mejor sería olvidarnos. Supongo que porque así lo creías tú, supongo que por vencerme a mí misma.
Ni si quiera vas a leer ésto, seguro que tú ya has empezado a olvidarme, seguro que ya no entrarás en el blog, ni te consolarán mis palabras, ni los recuerdos. Seguro que ni si quiera miras si estoy o no conectada en el Chat, ni si quiera pensarás en cómo podrían haber sido las cosas. La gente cuerda me diría que dejara ésto. Pero la misma fuerza que me separa de ti es la que después me lleva de vuelta. ¿Qué estoy haciendo con todo esto? Es que de verdad, daría lo que fuera porque las cosas fueran como antes. Poder mirarte y que me mires. Pero ni si quiera me sostienes la mirada, ahora es como si ya no existiera nada de nada. Eso es lo que me destroza por dentro. Te necesito, sea de la forma en la que sea. Y sentir que ya no existe nada que nos una me desgarra por dentro. No encuentro palabras, no encuentro el momento, no encuentro nada. ¿Qué tengo que hacer? ¿Como si no estuvieras? ¿Hablarte y que me contestes distante?
Yo no quería que esa espera, ese intervalo de tiempo que hacía que tú y yo siguiéramos hablando, acabara. Pero decidiste que lo mejor era pasar la página...y aquí me tienes.
Escribiéndote.
Escribiéndome.
Pensando en si estarás pensando en mí.
Desengañándome.
Escribo porque hoy, escribir, es mi aire.




Ojalá y un día pienses en que alejarnos es lo peor que podríamos hacer.
Ojalá aún leas mis palabras.
Porque siguen siendo tuyas.
Ya no nos miramos. Ya no hablamos. Ahora respondes con monosílabos a mis palabras. Tienes cara de no querer saber nada de mí. Y en parte, supongo que es normal. Optar por olvidar algo implica alejarse...Aunque duela. Y aunque deteste ésto, tengo que ser fuerte, como tú dijiste.
A ti se te da bien, es que parece tan sencillo que hasta incluso pienso que no te importa.
¿Qué está pasando? ¿Es el final? Estoy viendo el precipicio y aún así continúo avanzando.
Sería masoquista quererte aún sabiendo que te arrepientes de haberme besado.
Sería masoquista si siguiera lo que dicta mi corazón.  Pero estoy en la cuerda floja. Siento que alejándonos nos estamos equivocando, sé que ésto nos va a doler. Sé que estamos haciendo mal en dejar ésto. Y sé que tus dudas te han superado a ti mismo. ¿Jode? Claro que jode. ¿A quién no le duele querer algo que no tiene? Pero para ti parece fácil. Es como si ahora fuera invisible para ti, como si ya no existiera. ¿Tan fácil es olvidar lo que sentiste? ¿Lo que sentimos? Dime, ¿tan jodidamente fácil es hacer como que no sucedió nada? ¿Tan fácil es dejarlo todo correr?
Porque yo no sé qué sientes tú. Pero yo siento que me estoy equivocando al dejarte marchar.
Sé que me estoy equivocando. 

domingo, 20 de enero de 2013

Cuando todo cambió.

Apoyé mi pecho desnudo sobre el colchón, tumbándome boca abajo y cerrando los ojos. De fondo sonaba alguna canción de Bruno Mars, a un volumen tan bajo que a penas se hacía notar. Jonathan se sentó a mi lado y acariciándome las mejillas susurraba la letra de esa canción. Sonreí sin más, y abrí los ojos para mirarle. Él también estaba sonriendo. Posó su mano fría en mi espalda desnuda. Primero sentí un escalofrío, sus manos estaban frías, pero después mi cuerpo se relajó y volví a cerrar los ojos. Sus dedos bailaban en mi espalda, hacía formas, letras, dibujos. Cada movimiento para él era un escalofrío para mí. De repente paró, y justo cuando iba a abrir los ojos para ver qué sucedía el tacto de sus labios impactando en mi piel me hizo cerrarlos de golpe. Sus labios se separaron lentamente de mi espalda, dejándome una sensación inevitable de dulzura. Y volvió a besarla otra vez. Eran besos lentos, pero a la vez cortos, cálidos. Cada vez que sus labios besaban una parte distinta de mi espalda, parecía que la marca de ellos quedaba impregnada en mi piel. Un escalofrío subió por por mi estómago y me sonrojé ligeramente cuando se tumbó sobre mí y me dio un beso fugaz en el cuello. Me giré sobre mí misma y le miré a los ojos. Lo tenía a tres centímetros de mí. Eran tan especial, tan increíblemente ilógico, que me pareció la sensación más tonta, la más estúpida, pero la mejor del mundo. Sonrió. Siempre que Jonathan sonreía las cosas parecían fáciles, sencillas. Sus ojos eran sinceros y me gritaban lo que con la boca ya no me podía decir. Se me estremecía el corazón, estrangulé mis ganas de querer escapar de allí, porque tantos sentimientos empezaban a asustarme. Pero esa puñetera sonrisa me volvió a convencer, y se acercó a mis labios. Los rozó mínimamente, pero no se apartó, y entonces, yo, valiente de mí, alcé un poco mi cabeza y por fin me encontré con sus besos. El primer beso fue intenso, más pasional que romántico, pero sincero. El segundo ya fue más corto, y en él ya nos dijimos demasiado. Me acarició las caderas, como si en ellas encontrara la respuesta a todas sus preguntas. Le acaricié el cuello, la nuca, los hombros, la espalda, y lo acerqué a mí. Quería sentirlo parte de mi ser. Quería que fuéramos uno, solamente uno. 
- Eres lo único que me da fuerzas para seguir siempre hacia adelante, Noelia.
Susurró contra mi pelo, cerrando los ojos. Raro en mí, mis labios quedaron mudos. No encontraba las palabras suficientes, no encontraba las palabras válidas para decirle que sentía lo mismo y más. No encontré el valor, quizá por timidez, quizá por la lealtad de su mirada, para decir nada más. Entonces llegó el momento en que todo cambió. Esa frase había marcado un antes y un después entre nosotros, entre lo vivido, entre lo sentido.
Fue entonces cuando cometí la solemne estupidez de decir lo que sentía, y sin cerrar los ojos, sin pensar si quiera, le dije lo único que tenía claro en aquel momento.
- Te quiero.
Y él no dijo nada, pero me besó. Sabía que también me quería, pero él no sabía explicar con palabras lo que su corazón me gritaba con los latidos. 















Esta canción lo dice todo.

sábado, 19 de enero de 2013

Las últimas palabras.



El mundo se me quedó pequeño cuando estaba entre tus brazos. Los latidos acompasados de tu corazón, tu respiración retumbando en tu pecho. Tus manos, con caricias que decían más que palabras. No hacía falta vernos para saber absolutamente nada. Ya nos estábamos sintiendo. Unos labios que se buscan, se encuentran, después de mucho, y se dicen cosas que no tendrían que decirse. Verdades absurdas. Son como esos 'te echo de menos' que no te da tiempo de decir. O que no quieres decir.
Me sentía la chica más feliz de este puto mundo apoyada en tu pecho, con tus manos paseando por mi piel.
Pero como todo principio quizá tenga final. Si por mi fuera habría hecho la noche eterna, pero ni controlo el tiempo, ni controlo pensamientos, ni controlo absolutamente nada. Ni si quiera fui capaz de controlar mi boca, ni mis latidos acelerados, ni mis ganas de contarte a besos lo mucho que te había echado de menos.
No me diste tregua, tus labios se abalanzaron a mis sueños, y me perdí.
¿Por qué no olvidarme del mundo cuando lo único que me importaba en ese momento era lo que estaba sintiendo en el pecho?
Pero da igual, al fin y al cabo, lo único importante es que hay que retirarse. Hay que huir, escapar. Nuestra enemiga fue la duda, mi aliado será el tiempo que me haga olvidarte.
Soy una chica fuerte, he salido de cosas mucho peores, así que no vendrá de semanas, tal vez algún mes, pero seguiré hacia adelante.
Mis objetivos contigo eran totalmente opuestos, yo no quería echarte de menos. Yo quería ser feliz, contigo. Quería que eso fuera suficiente. Pero las dudas pesaron más, y en la balanza...en la balanza yo salí perdiendo. ¿Lo mejor? Por supuesto que no es lo mejor. Eso de que sea lo mejor es sólo una excusa para aliviar la culpa en ti, el dolor en mí. Pero nos resignaremos a ésto, ¿para qué intentarlo,no ? Quizá fuera batalla perdida. Sé que estarás bien sin mí, nunca he sido imprescindible para nadie. En dos semanas podrás olvidar todo esto y seguir como si nada. Tú eres fuerte, coherente, racional...yo no, yo soy más débil, incoherente, irracional...
Por un momento, sólo por un momento, creí que me daría igual lo que viniera después. Pero la decepción que he sentido cuando me has dicho que querías olvidarlo todo...ha sido la que me ha hecho ver que quizá esperar por ti era perder el tiempo. Esta es la dura realidad, esa a la que he de ceñirme. Poco ha importado para ti todo ésto si piensas que lo mejor es dejarlo pasar.
Lo asumo y viviré con ello. Y...pues quizá un día encuentre a alguien que aunque tenga mil dudas, cuando me mire a los ojos las olvide y sea capaz de afrontar todo esto y seguir. Ni tú eras un superhéroe ni yo era la chica en apuros...No somos absolutamente nada. Nada. ¿Amigos? Tal vez. Pero hemos sido mucho más que eso.
¿Sabes qué es lo peor de todo esto? Que me importas. Más de lo que me gustaría, más de lo que desearía. Pero estas son las últimas lágrimas que derramo por ti, e intentaré que estas sean las últimas palabras que te regale. No tendría sentido escribirle a alguien que ya no va a leer estas palabras, no lo tendría.
¿Me echarás de menos? Quizá sí, quizá no.
Sé que te arrepientes.
Sé que desearías que nada de ésto hubiera pasado.
Pero ayer no éramos nosotros, por primera vez, los que hablábamos, ni era el orgullo, ni era esa pose fría de 'vamos a dejar que el tiempo decida'. Ayer las que hablaron fueron tus manos, acariciándome  Tus labios, besándome. Escondimos lo que pensábamos e hicimos lo que sentíamos.
Yo no voy a poder mirarte a los ojos nunca y no ver en ellos lo especial y diferente que has sido a todos. Nunca. Pero yo no puedo luchar conmigo misma más tiempo. Te he demostrado mucho, muchísimo. Con palabras, con hechos. Y mientras tú te empeñabas en guardar una distancia de seguridad, yo me saltaba las normas. No me importaba en absoluto, ¿sabes? en absoluto. Pero esa es la diferencia entre tú y yo: en ti siempre la cordura vencerá, en mí el corazón.
Tenía tanto que darte, tanto que decirte...pero ya no quiero. Ya no quiero sentir nada. Por primera vez en cuatro meses estoy sintiendo que tampoco quiero luchar, ya no. Y dolerá, aunque me empeñe en aparentar que el mundo es perfecto aún sin ti. Pero no me puedo engañar más, no puedo jugar a querer algo que nunca va a poder estar al otro lado esperándome. Esto que escribo es más triste que lo que escribí cuando rompimos. La decepción no es mayor, ahora son heridas no tan profundas, pero siguen siendo heridas. Yo no puedo soportar el peso de los dos...ya no. Estas últimas semanas lo único que me alimentaba era esperar a que las cosas mejoraran. Creía que el tiempo, el destino, estaba de nuestra parte. ¿Qué ilusa,no? Noelia...que ilusa. Pero aquí estoy, secándome las lágrimas, mirándome al espejo, empujando la contraportada del libro, para cerrarlo. Así, bien fuerte.
Al menos nuestro último beso ya no es aquel beso amargo que sabía a despedida. Nuestro último beso, créeme, ha sido uno de los más sinceros, y fue porque los dos buscábamos y encontrábamos exactamente lo mismo. Podría haberme quedado apoyada en tu pecho horas. Pero quizá siempre he ido en contra-dirección, y ahora esté tomando el camino correcto.
¿Renunciar a lo que se siente? Lo más patético del mundo. Pero no encuentro otra salida, no hay otro camino por donde escapar. Me siento atrapada y yo no quiero que nadie corte mis alas.
Esto es lo último que escribo Raúl, sobre ti, sobre nosotros. Ésta es mi despedida, la más sincera, la más directa, la más honesta que podría ofrecerte.
Me quedaré con lo bueno, como un recuerdo lejano, más nítido que borroso, más cercano que alejado.
Pero al fin y al cabo, un recuerdo.
Quería compartir contigo tanto...quería tanto, tanto...que se ha quedado en nada.
Voy a luchar por trazar mi propio camino, voy a seguir siendo fuerte, como mi pasado me ha enseñado. Y te juro que un día estaré bien. Te juro que un día ya no me morderé la lengua para no hablarte de cualquier estupidez en clase, ni miraré tus fotos. Te prometo que un día...que un día olvidaré lo mucho que me importas, lo mucho que he sentido, lo mucho a lo que me estoy resignando.
Tú podías escoger...tú podías apostar, podías hacerme daño, podías retirarte, podías olvidarme...y has tomado la opción correcta. Correcta para la mente, triste para el corazón.
Nunca juzgaré tus decisiones, ni si quiera tus sentimientos. No puedo juzgar algo que yo también he pensado, pero nunca compartiré la idea de ver cómo te alejas lentamente. Nunca compartiré la idea de no volver a besarte, de no volver a sentir lo que sentí cuando te estaba besando.
Pero tengo que ser la fuerte, por primera vez, y ser yo también la que se aleje. Buscando mi camino, buscando las señales que me lleven a olvidar.
No escribiré jamás 'adiós' porque nunca puedes despedirte de algo que te va a acompañar durante tanto tiempo.  Pero tengo que dejar de escribir sobre nosotros...Así que acabaré del mismo modo en el que todo empezó:
Te quiero.











viernes, 18 de enero de 2013

El día en que me perdí a mí misma.


Y se partieron todos los esquemas que ideé. Cayeron todos los castillos que construí, se hundió la ciudad bajo el mar gris. Nunca supe cómo decir, cómo hacer, cómo sentir todo lo que sucedía. El mundo se iba apagando y yo era incapaz de mover un dedo. Sólo asentía y me cruzaba de brazos. Vi cómo ardían los sueños, me proclamé libre y yo misma me cosí las alas para no poder volar. Creí dominar todo lo que sentía o creía y en realidad ni yo misma era capaz de apostar por mi destino.
Creé tantos sueños que después destruí, alcé tanto los brazos, que por un momento creí tocar el cielo. Pero estaba soñando, la ciudad seguía ardiendo, pero yo ya no rozaba las nubes, no, ya no. Sólo existía miedo, temor. Un temor inmenso al dolor. Un sentimiento tan puro como falso, una esperanza que se consumía conforme pasaron los días. Se cayó, se cayó todo mi mundo. Y yo no hice absolutamente nada para salvarlo. 

jueves, 17 de enero de 2013

Sin decir nada, decirlo todo.


Suspiro.
Te miro. Me miras. Silencio.
Hay tantas palabras en mí que podrían llenar ese silencio...tanto que siento, tan poco que digo.
Pero no hace falta llenar el silencio, a mí no me incomoda. Me gusta. Me gusta mirarte, sin decir nada, y así decírtelo todo. Me gustan esos pequeños detalles de los que nadie se entera, esos pequeños detalles que yo sí vivo, que yo sí veo. Me gusta que no apartes la mano si te rozo. Me gusta incluso estar sobre peluches que huelen a ti. Me gusta tenerte cerca.
Me miras. Te miro. Silencio.
Respiro hondo. Vuelvo a mirarte.
Estás tan cerca...pero no puedo tocarte. Sólo mirarte, en silencio. Matando mis ganas de abrazarte. Matando mis ganas de perderme en ti. Matando mis ganas de que me beses. Matando mis ganas de que me eches de menos, de que tú también sientas que me necesitas en ese momento.
Dudo. Sonrío, inevitablemente. Y tú...tú también sonríes. Y no te lo digo, pero tu sonrisa es la octava maravilla del mundo. Y no te lo explico, pero he soñado tantos días contigo...
El mundo sigue girando, y a mí me hace feliz que estés tumbado a cinco centímetros de mí. Tan simple como eso. Tan fácil como respirar. Tan útil como saber sumar, tan increíblemente mágico como la nieve en invierno. Y el simple hecho de estar a tu lado me hace dejar de pensar en qué es de nosotros ahora. Porque ni si quiera quiero pensarlo, porque sé que no estamos juntos...pero me niego a mirarte sin magia, a que me mires un día sin sonreír. Me niego a que te me escapes, me niego. Porque ésto tampoco te lo digo, pero no pasa un día en el que no te eche de menos. No pasa un día en el que no piense en qué será de nosotros mañana. No pasa un día en el que no seas tú el protagonista de todas mis ilusiones cuando cierro los ojos y me invento un mundo mejor. 

miércoles, 16 de enero de 2013

Cuando quise darme cuenta él ya estaba en mis sueños.

No vengo a hablaros del destino, ni de la vida. No vengo a hablaros de mí, o quizá sí, si podéis leer entre líneas. Ni si quiera vengo a a hablar de amor. Vengo a hablar de cambios. De caminos. De ángeles. De salvavidas.
Os vengo a hablar de como  una puta casualidad me cambió la vida, en cuestión de segundos. Vengo a hablaros de lo poco que me interesaba cuando le conocí, hace tanto que ni recuerdo cuándo. Vengo a hablaros de lo que significó para mí compartir el mismo oxígeno, como en cuatro meses alguien se convirtió en una parte de mi vida.
Cuando me reencontré con él estaba perdida. Mi verano fue bueno, es cierto, pero acababa de salir de muchas desilusiones. No tenía intención de fijarme en nadie, y creía que si me fijaba en alguien ese alguien sería nuevo para mí. Que equivocada estaba, cómo quise salir huyendo de allí. No era normal temblar al cruzármelo. No era normal pasar vergüenza si me lo cruzaba en las escaleras el segundo día de colegio, y bajar la cabeza para ocultar mi timidez. Pero las cosas surgieron así, de imprevisto. Hablaba con él y me daba cuenta de que en realidad jamás le había conocido, que nunca había pasado de una primera impresión. Y me cautivó tanto la manera en la que gesticulaba, me llamó tanto la atención su mirada perdida, que cuando quise darme cuenta ya estaba pensando en él, tumbada, por las noches, en mi cama. Cuando quise darme cuenta ya estaba todos los viernes ahí sentada, viéndole chutar una maldita pelota de fútbol. Cuando quise darme cuenta ya había memorizado su olor, y podía encontarlo por las calles. Todo fue tan estupendamente rápido que la magia resultó efímera. Magia que jamás se llegó a apagar. Nunca le he explicado a nadie lo increíble que me parece, nunca. Nunca le he contado a mis amigas que me encanta que escriba ' te hecho de menos' aunque sepa que el verbo echar, va sin 'h'. Y mira que yo soy delicada con eso de las faltas ortográficas...pero nunca me ha molestado en él. Que pronuncie la palabra 'así' como 'asín'. Nunca se lo reprocharía por el simple hecho de que cada vez que lo dice me hace sonreír. Pero lo cierto es que jamás le he contado a nadie mis inseguridades, mis: ¿Y si salgo corriendo de aquí?, mis: ' No quiero fijarme en él, Noelia, no puedes fijarte en él'. No. Porque simplemente es algo que no puedo explicar. Todo lo que no digo, suelo teclearlo. ¿Frustración? No. No es que no sepa decirlo, es que no sé decírselo a él. No ahora, no hoy, no en estas circunstancias.
No quería, os lo juro, no quería fijarme en él. No quería que me gustara pero sin embargo aquí me tenéis, escribiendo cada día sobre lo mismo, recordándome cada día que quizá él no piense tanto en mí. Y ojalá pudiera cambiar las cosas, ojalá todo fuera menos complicado, pero lo cierto es que me deshago si me mira. Y aunque finja ser una chica fuerte, aunque finja que no importa, aunque finja que no me molesta que no me hable, que me da igual pensar que no me echa de menos, lo cierto es que sí. Que sí me gusta que me hable, y me encanta que juegue a molestarme. Me gusta que se enfade y se muerda el labio para no sonreír. Porque no ha pasado un segundo desde que coincidí en clase con él, no ha pasado un segundo desde setiembre en el que no haya deseado besarle. Pero escribirle un ' si te hablo es porque te echo de menos' ahora quizá estaría de más. Ahora es un: ' Ten un poco de orgullo, Noelia. Hoy no le hables...'. Ahora es un constante: ' Ey, Noelia, no te ilusiones'. Y sí, para qué os voy a mentir, aún pienso en él. Y sigo pensando que sus ojos son del color más bonito que existe en este puñetero mundo. Y sigo creyendo en el destino,y en que si nos hemos encontrado ahora es por algo. Porque sigo pensando que lo que sucede es mágico, y aunque puedan llamarme ilusa, soñadora, aunque me alimente de ilusiones, aunque esto no sea real...creedme cuando os digo que cualquier excusa es buena para girarme y verle sonreír.
Porque aunque mi cabeza grite: 'no', hay una fuerza que me empuja a querer creer que 'sí'. Y aunque mi utopía perfecta aún sean sus labios mi realidad es tenerle a centímetros y no tocarle. Y quizá eso es lo que más se clava aquí dentro, el hecho de tenerle tan cerca. El hecho de ya ni si quiera disimular al mirarle, el hecho de que sé que cuando me mira a los ojos comprende mucho más de lo que digo en realidad. Y que si por algún extraño motivo sigue leyendo mis palabras, aún entiende mucho más de lo que jamás podría decirle. Es por eso que ya ni si quiera articulo palabra cuando le miro a los ojos, porque sé que él entiende mejor que nadie lo que pasa por mi cabeza en ese instante.

martes, 15 de enero de 2013

Sería fácil.




-Sería fácil- dice mirándome a los ojos.
-¿El qué?
-Olvidarse del mundo. Besarnos aquí y ahora.
-Sería fácil, pero arriesgado. 
-Tú sueles ser la soñadora, yo el realista.
Le miro directamente a los ojos, sonríe, algo triste, y mira otra vez hacia la arena. Con un palo empieza a jugar, dibujando formas, letras, cosas sin sentido, al menos sin significado coherente para mí. El mar suena tan fuerte cuando impacta con las rocas, que el sonido casi tapa la risa de unos niños que están a unos metros de nosotros.

- ¿Tú crees que deberíamos luchar?- digo sincera- Ya sabes, ¿crees en nosotros, aún?
- No he dejado de creer en nosotros nunca.
- Yo también pienso que sería fácil, ¿sabes?. Como cerrar los ojos. Como un susurro al viento. Casi tan fácil como pestañear. Sería fácil, porque todo es sencillo cuando me coges de la mano. Parece como si el mundo...
- Como si el mundo estuviera a nuestros pies- río, él me imita.
- Da miedo, ¿eh? Es como si corriéramos hacia un precipicio otra vez.
- A mí de pequeño me gustaba soñar que podía volar. 
- Pero...no se puede volar. Te acabarías estrellando. 
- ¿Y si te construyes unas alas?
- El viento podría romperlas cuando echaras a volar.
- La clave está en luchar. Contra viento y marea, ¿recuerdas?
Suspiro. Sé que tiene razón. Sé que ambos pensamos lo mismo, y sé que estamos asustados. 
- Tengo un no sé qué en el estómago...
- Vértigo. Miedo. Te acojona la idea de que salga mal.
- Sí...pero si no se intenta, tampoco sabríamos si habría podido salir bien, ¿no?
- Pues no lo sabríamos. Nos quedaríamos con la duda para siempre...
Me mira y me abraza por los hombros. Hace frío, pero apoyada en su hombro, con su olor,y su mirada clavada en mis labios, no encuentro un lugar mejor en el que estar ahora mismo. Sonríe, me levanta la cabeza suavemente y me mira directamente a los ojos. 
- ¿Y si...?- digo temerosa, debido al roce de sus manos. 
- ¿Qué sientes?- dice en un susurro. 
- Ya lo sabes- respondo- ¿Y tú?
- También lo sabes- sonríe, con esa sonrisa torcida que se le pone cuando vacila ante palabras, ante mis ojos.
Se acerca lentamente. Siento su respiración encima de mis labios. Aliento cálido, ligero, posado sobre mí. Se me estremece el corazón, que a la vez late más rápido que nunca. Un suspiro de ambos. Acercamiento de cabezas tímidas que se buscan y se encuentran. 

- ¿Lucharemos?- digo a un centímetro de sus labios.
- Juntos.
Y como si hubiéramos nacido para ello, sus labios encuentran los míos. Beso cerrado, que poco a poco asoma nuestros sueños. Hacía tanto tiempo que no probaba sus labios que creo estar en un sueño. Abro un poco los ojos, y ahí está, es real. Sonrío a mitad del beso y él me imita. Sé que no hacen falta más palabras, los besos hablan por si solos. 

lunes, 14 de enero de 2013

Cabía en nuestras miradas más de lo que éramos capaces de decir. Sonrisa gastada, caricias del alma.
Susurros que gritan, silencios que nos callan. Mirada tímida, palabra sincera.
Metáfora que se vuelve realidad, el tacto de tus manos. Tu olor,aunque finja no sentirlo.
Y cada día me gusta más mirarte, y cada día me gusta más que me molestes con cualquier tontería.
Cabe en nosotros más de lo que decimos, cabe en nosotros más de lo que creemos, cabe en nosotros más de lo que ellos saben, o cualquiera intuye. 

El mundo no se detiene cuando nuestras miradas se encuentran, mi mundo, sí.
Hacerse la fuerte no sirve para mucho cuando de amor se trata, hacer como el que no quiere la cosa, decir lo contrario a lo que piensas, detestar el momento en el que no toca una asignatura común, y miro cómo te marchas.
Todavía nadie ha sido capaz de decirme con palabras todo lo que tú me dices con tus ojos, nadie. 
Nadie me hace cosquillas en el alma, nadie. Sólo estás tú, ahí, con esa sonrisa que besaría mil veces y esa manía que tienes, esa manía  de hacerme feliz. 

domingo, 13 de enero de 2013

Arriesgar o rendirse. Esa es la cuestión.




Mi destino, tu casualidad. Escucho la lluvia caer. Ese día llovía, ¿recuerdas?. Al principio no, pero el día era feo. Miento, no era feo, al menos no para mí, no para nosotros. Hablábamos de todo un poco, y llenábamos ese espacio que había entre el sitio donde estabas tú sentado, y el sitio en el que estaba yo, de palabras. Yo con miedo a que me besaras, tú con la intención de hacerlo. Un movimiento estúpido de cabezas tímidas que se acercan. Tu boca buscando la mía. Se estremece el corazón. Me pilla de sorpresa. Un te quiero tímido, pero que parece sincero. Tienes cara de niño cuando lo dices, pienso. Y sonrío. El mar espectador de nuestros primeros besos, el mar espectador de mi felicidad, de algo que empieza.
Un paraguas negro, que tú sujetabas, un paraguas tan grande, que en él cabían todos nuestros sueños. La primera vez que cogía tu mano, con firmeza. La seguridad de un principio sin final. Tu sonrisa. Tu: ‘deja el móvil ya’ al llegar al puerto. El parque en el que acabamos la tarde. Esas escaleras en las que tropezaste torpemente cuando te acercabas a mí. Tu: ‘Puedes reírte’. Yo reía porque era feliz.
Y recuerdo tanto…
Ca l’Arnús. Un árbol. Nuestras iniciales, esas fotos en las que no me gustaba cómo salía. Tus galletas príncipe para merendar. Las dudas. El hablar de cualquier cosa.
Era tan sencillo, tan fácil, tan transparente, que acojonaba.
Pompeu Fabra. Tus locuras. El momento en el que puse esa canción. Y he aquí me recuerdo favorito: tus labios cantando mi canción, tu canción, nuestra canción.
Un cine. Tu boca diciéndome que no sería la última vez que pisaríamos un cine juntos.
Yo pensando en mi venganza para la próxima película. 
Un banco en el Màgic. En el que me contaste tanto, en el que en realidad, pasamos bastante tiempo. Chuches. Tú, diciendo tonterías. Yo, sonriendo.
Esos mediodía en los que no quería dejarte ir. Para mí nunca había último beso, cuando te besaba, se me hacía difícil no querer hacerlo otra vez. 
Ese día en la playa, cuando tenías intención de levantarte y pude retenerte con besos.
Todas y cada una de las veces que jugaba a acercarme sin besarte, sólo porque me encantaba ver tu cara, sólo porque me encantaba que después me cogieras de la cara, delicadamente, y me acercaras a ti, besándome con fuerza, como si el mundo se fuera a acabar, a consumir, en un instante.
Era especial cada pequeño detalle, cada pequeña sonrisa.
¿Sabes cuál es otro de mis recuerdos favoritos?
Tú, poniendo en mi mano un collar con tu nombre. Un collar que no me he atrevido a ponerme otra vez, pero un collar que guardo con el mayor cariño del mundo.
Con decirte que el día en que tenías un examen de recuperación me puse el anillo que tengo con tu inicial para darte suerte…
Quizá sea todo esto una locura, quizá esté nadando en un mar en el que me ahogue después. Pero…
Los recuerdos están cerca, y aunque parezcan lejanos…créeme, no he vuelto a fijarme en ningún chico desde entonces. Nadie me da lo que tú me das con tu sonrisa, nadie.
Y si te miro es porque me encantas. Y si te hablo es porque me da igual el tema, la cuestión es que me haces sonreír con cualquier estupidez.
Eso es lo que me da fuerzas a continuar, a esperar. Esperar a que las cosas sean claras esperar a que no haya complicaciones, esperar a que estés preparado para saltar otra vez, para avanzar un paso más. Eres tú quien sigue dándome ese valor que necesito.
Eres tú el que sigue al otro lado de la balanza.
Y puede que desde que todo acabó otros hayan intentado entrar en mi vida, ocupar tu lugar, pero…créeme, ni uno ha logrado acercarse a ti, ni de lejos, ni de cerca. Todos los que han intentado ocupar el lugar han acabado sabiendo que yo no iba a dejar por el momento que nadie ocupara otra vez  mi corazón.
Porque no tengo ni puñetera idea de qué va a ser de nosotros. De si vamos a estar juntos, de si no, de si va a quedar en un bonito recuerdo o de si esto va a continuar. No sé si es una coma, un punto y seguido, unos puntos suspensivos, un punto y aparte, o un punto y final. Lo único que sé es que me muero por estar contigo.





















Mi vicio de hoy.

sábado, 12 de enero de 2013

12.



Desde que volvimos a hablar más, desde que me dijo que me echaba de menos, no ha habido una noche en la que no me acueste con una sonrisa en la cara. Tal vez porque sus ojos siguen brillando como siempre, quizá porque su sonrisa sigue siendo mi fuerza. A lo mejor, porque cualquier tontería a su lado, deja de ser una tontería. Puede que porque me dé igual lo que me diga, me conformo con tenerle cerca. Y poder hacerle enfadar, que de broma se indigne, o hacerme la ofendida para que me diga cualquier gilipollez.  Tal vez porque ya me da igual el tiempo, el lugar, la situación…lo único que me gusta es verle. Y que hablemos por las noches.Sentirle cerca de mí. Quizá es eso por lo que me despierto también con una sonrisa por las mañanas…quizá sea por él.







Mirar el móvil a las 12:12 del día 12.
Acordarme de ti. 
Hoy hace tres meses que nos besamos por primera vez.
Sonreír.
Pensar en que me encantaría verte hoy.
No decir nada por miedo a que busques alguna excusa para no vernos.
Porque quizá no te apetecería verme.
O tendrías planes...
















PD. También tenéis más escritos míos en mi Tumblr: CLICK AQUÍ.

viernes, 11 de enero de 2013



Me sigue encantando que me sonrías por sonreír.
Te miro, tal vez con miedo, quizá pensando en qué es de nosotros. En si tú piensas lo mismo que yo. Y me miras, y es una milésima de segundo casi perfecta, esa en la que nuestras miradas se encuentran.  La misma milésima de segundo en que los dos sonreímos.
¿En qué estás pensando?
Te digo cualquier tontería.
Pienso que estás triste.
Pienso que quizá no te importe ya. ¿Todavía me sigues echando de menos?
Pienso en tantas cosas que sólo me sale mirarte en silencio. Queriéndote decir tanto, diciéndote tan poco.
Y no sé cómo sentirme. Y no sé cómo actuar.
Vuelvo a sonreír.
Me miras serio, y entonces pienso en que mañana es día 12. 
¿Te acordarás?
Y entonces es cuando el Adri dice cualquier gilipollez sobre otro chico, y yo te miro y pienso en que el único chico que me importa en ese momento eres tú.
Y que me da igual cuántos vengan, cuántos se vayan…porque los únicos labios que quiero besar son los tuyos.
Pero yo ya no sé si te arrepientes, yo no sé si te importo, no sé qué pasará.
Es por eso que hoy no me he quedado allí, donde estabas tú, porque no sé si verdaderamente te daba igual que estuviera o no, porque hay veces en las que no sé qué hacer, porque no sé cómo te sientes. Lo único que sé es que todo es demasiado complicado.
Que me encantaría decirte muchas cosas, que me encantaría abrazarte. Que echo de menos tener tu olor de cerca. Que echo de menos besarte. Que echo de menos tu cuello, tus tonterías. Que te echo de menos. Que quiero que vuelvas, aunque tenga miedo.
Porque no podría sacarte de mi cabeza aunque quisiera…. 

jueves, 10 de enero de 2013

Él marcaba la diferencia.

¿Sabéis? Yo siempre he sido una chica fuerte. Sí, de esas que pasan desapercibidas, de las que no se enamoraban del guapo, popular y estupendo chico de clase. Soy de las que se enamoraba del chico que también pasaba desapercibido. El chico que a todo el mundo le parecía raro, tímido, callado, serio...pero a mí, a mí me parecía increíblemente diferente.
Pero jamás decía nada. Nunca he sido de las que se lanzan de cabeza, de las que se precipitan, siempre dejaba pasar oportunidades, trenes, y nunca avanzaba. Nunca daba el paso esencial que hay que dar si quieres que algo salga bien. Por eso y más cosas jamás me fue bien en nada que tuviera que ver con el amor .
Pero un día conocí a alguien diferente. Y no alguien diferente sólo a los de clase, no, sino alguien diferente al resto de prototipo de chico en el que siempre me había fijado.
¿Tímido?, no. ¿Gracioso? a veces. ¿Especial? El que más. 

¿Sabéis la sensación de que alguien deja tu mundo patas arriba?Alguien que destaca nada más verlo, rodeado de mil personas. Alguien a quien escogerías para pasar con él la tarde si se acabara el mundo. No hablo de ese chico de dieces, ni de ese chico que se las trae de calle, ni ese chulo de piercings o tatuajes, os hablo de alguien diferente. Alguien con los ojos más increíbles del mundo. Alguien capaz, con una sonrisa, de hacerte reír. Alguien con una capacidad increíble de hacerte entrar en razón. Alguien a quien besar sintiéndote mágica.  ¿Nunca habéis conocido a alguien así? Yo sí. El caso es que le conocí hace tanto, que a penas recuerdo qué pensé cuando creí conocerle. Pero cuando me reencontré con él...cuando me reencontré con él las dudas eran miles, pero tuve claro una cosa, des del principio: marcaba la diferencia.Entonces fue como un suspiro en el alma, como un click, una puerta que se abría. Un mundo nuevo. 
No sé, desde ahí no fui consciente del tiempo, el lugar ni el momento. Pasaban los días, hasta que un día supe que las cosas iban a cambiar. Sucedió. Y si conocerle era mágico, imaginaos besarle, acariciarle, sentir su voz en tu oído. No había palabras que alcanzaran para describir esa sensación, tampoco lo intenté. Sólo viví. Almacenando cada uno de los momentos vividos.
Y sí, ha pasado algún tiempo.
Y a veces, a veces creo que puede ser. Que él puede volver. A veces pienso que él también me echa de menos.
Quizá la vida aún guarde una oportunidad para nosotros, tal vez sea posible.
No sé qué busca en mí el destino, no sé en qué consiste la vida, ni sé qué pasará mañana, pasado, o la semana que viene. Sólo sé que jamás había conocido a nadie que se pareciese a él, y lo más curioso...es que lo supe desde el primer momento. Sin preguntas, ni respuestas. Lo supe. 

miércoles, 9 de enero de 2013

Cuando te miro ya no parece tan complicado.

Y ahí estás tú, tan serio, como con el rumbo perdido. Y ahí estoy yo, sonriendo, pero más perdida aún.
No sé qué camino estoy escogiendo, ni si quiera sé si esto es una opción. No sé qué pasará mañana, o pasado. No sé si de verdad todo esto está cambiando de dirección o son imaginaciones mías. No sé. Lo único que tengo claro es que estoy aquí, de nuevo, frente a ti, como si nada. Y lo más curioso de todo es que resulta fácil sonreír contigo. Es como si estos dos últimos meses no hubieran existido,  como si todo volviera a girar en la dirección correcta.
Es tan sencillo como complicado. Porque sería tan fácil…pero las cosas en la vida no suelen ser sencillas.  No, no lo son.
Por eso me acojona pensar en esto, porque tengo tantas ganas de besarte como de cerrar los ojos y desaparecer del mundo un rato. ¿Por qué las personas les damos tantas vueltas y vueltas a las cosas? ¿Por qué luchar se nos hace difícil cuando observamos que hay un riesgo que correr?  A mí se me olvidan mis dudas cuando te miro.
Yo sólo pienso en lo mucho que te he echado de menos todo este tiempo.
Y eso es lo único que tengo en cuenta. Alguien cuerdo me diría que es arriesgado…pero los locos, como yo, estamos acostumbrados a luchar. A caer, pero a levantarse.
¿Por qué no podría salir bien? Lo sé. Sé dónde están las cosas, sé todo lo que ha sucedido y soy totalmente consciente de todo lo que he sentido en este tiempo.
Pero es que te juro que se me olvida si te miro, porque todavía no se ha inventado nada más bonito, sencillo y transparente que tu sonrisa. 
Y llamadme loca, pero soy de las que eligen ser como un kamikaze. 
De las que se tiran sin manguitos a la piscina.
De las que no huyen, sólo caminan.
¿Error? Todo el mundo comete errores. Pero…rectificarlos es crecer.
Y lo nuestro no pudo ser un error. Los errores no son bonitos, y besarte…créeme sí lo era. Eso no puede ser un error. No…no puede.
Y si eso fue un error, no me importaría cometer mil errores más.
Porque prefiero equivocarme tropezando contigo…que quedarme con la duda de si hubiera funcionado de nuevo.  Porque nadie es perfecto, nadie. Y a veces te das cuenta de las cosas cuando ya no las tienes tan cerca…
Dicen algunos que dos personas a veces necesitan separarse para darse cuenta de que realmente quieren estar juntos.
No sé si somos ese tipo de personas...lo único que sé es que contigo sonreír, para no variar, resulta fácil.Y...eso, eso  vale más que cualquier cosa. 

martes, 8 de enero de 2013

Querer abrazarle y no tener el valor.

¿Putada? Putada es pensar qué guapo está y no poder decírselo. Putada es olerle, tenerle a centímetros y que incluso cuando se va, en esa zona de clase aún huela a él. Putada es que te sonría y se te olvide en qué día vives. Putada es que esperes cambios. Putada es que tu mundo esté patas arriba y sólo él sea capaz de ordenarlo con su sonrisa. Putada es echarle de menos. Putada es recordar sus besos y recordar cómo sabían sus labios. Putada es hablar de él en pasado. Putada es contestar: 'No, si lo estoy superando..poco a poco' cuando alguien te pregunta sobre él. Putada es no poder chillarle al mundo que te importaría poco fugarte a cualquier sitio con él. Putada es querer abrazarle y no tener el valor de hacerlo. Putada es que te haga reír y sonreírle a la pantalla sintiéndote tonta. Putada es mirar la arruguita que se le forma encima de las mejillas cuando sonríe y desear besarla. Putada es escribir sobre alguien que a saber qué siente hacia ti. Putada es que te guste mirarle a los ojos y sentirte protegida. Putada es querer ser su fuerza, querer ser la chica, su chica. A la que le dedique los goles, con la que quiera hablar de tonterías, a la que quiera dar las buenas noches, con la que quiera dormir algún día abrazados.
Putada...putada es chillarle cada día con la mirada lo que con los labios eres incapaz de decir.

Lo sospechaba hasta que lo sentí, y lo sentí hasta que lo supe

 Lo sospechaba hasta que lo sentí, y lo sentí hasta que lo supe. Así empezó y acabó nuestra historia. Si sólo me hubiera fiado un poquito má...