Persianas bajadas, cortinas partidas,
el aire que rima con trozos de olvido.
Si sé que sabes lo que sé,
sabrás que sé lo que esquivo.
Noches de capa compleja,
espejo que refleja ya nada.
Era tan alta entonces,
ahora un ovillo, en ocasiones,
que rueda por playas vacías
donde el agua por miedo ni asoma.
Noche taciturna y casi dormida
qué pretendes hacer cuando te despiertas,
y amanezcas sobre heridas caducadas
que se sienten como si fueran recientes.
Déjales a ellos
que no entienden
qué transporto
aquí en la mente.
Y dales lo que quieren:
diles que “has cerrado ya,
que no entra nadie”
miéntete si puedes
y no hagas juicio;
de nada servirá el vuelo
hacia el horizonte,
si cuando llegues
está torcido.
Te van a seguir preguntando
si recuerdas aquella tormenta
y tú les dirás que ese día
sí llevabas el paraguas,
sí esquivaste las sombras,
sí seguiste a la vida.
Ojalá supiera lo que escribo cuando escribo. Es como si una parte de mí hubiese aprendido a hablar con metáforas. Es como si así supiera que cada uno cuando lo lea entenderá algo distinto. Supongo que eso es lo más bonito y perfecto de la poesía. O lo que sea esto.