viernes, 30 de enero de 2015

Me pregunto que si algún día yo dejara de escribirte, si echarías de menos mis palabras.
Pero qué absurdo. Si tú ya no me lees.
Si yo ya no debería escribirte...y mírame.

jueves, 29 de enero de 2015

Hoy he tenido miedo.

Cariño, perdóname, pero hoy voy a llamarte así.
Usar tu nombre sería demasiado real. Prefiero llamarte amor, aunque ya no sea nada tuyo. Aunque ya no seamos nada. Hoy he tenido mucho miedo. ¿Recuerdas este verano cuando me pasó aquello de los dos chicos que me perseguían en el tren? Me ha pasado algo parecido, esta vez en el metro. Era un hombre raro, que no dejaba de mirarme, constantemente, riéndose. Y gesticulaba. Creía que me haría algo. Creía que me pasaría algo.
¿Sabes los momentos en los que el pánico se apodera de ti y solo buscas soluciones?
Lo primero que he pensado ha sido: Si me pasa algo voy a llamarle.
Te iba a llamar, sí, a ti. A ti, que llevamos ocho días sin saber nada el uno del otro, a ti, el que podría reírse de mí al pensar en lo patético que sería tener que pedirte ayuda. Llamarte a ti, después de todo. A ti. Lo primero que he pensado era que tú podías salvarme. A las diez de la noche, sola. Solo pensaba: 'Por favor, si me pasa algo, que él venga. Que me salve'.
Qué patética. No ha pasado nada, he acelerado el paso, he ido por otra calle, le he esquivado, y me ha perdido el rastro. Pero...¿Y si me hubiera pasado algo, te habría llamado? ¿Me habrías respondido? ¿Cómo iba a mirarte a la cara después de todo? Lo único que pensaba era en ese entonces, no en el después. Solo quería que me salvaras. Solo quería que me protegieras. Solo quería que estuvieras ahí en ese momento. Cariño, hoy te hablo como Noelia. Como tu Noelia. Como esa Noelia de hace meses. Solo pedía que estuvieras ahí.
Luego he sido consciente de todo, y he vuelto a la realidad. He pensado: 'Ahora tienes que vivir con esto'. Cómo pesa no sentirte aquí. No saber absolutamente nada de tu vida. En eso siempre tendrás ventaja. El día que quieras saber de mí solo tienes que entrar aquí. Ojalá pudiera leerte. Ojalá hubiera un sitio en el que poder saber de ti. Cómo estás. Qué haces. Preguntarte si eres feliz.
Ha pasado una semana y ya me siento vacía. Vacía como cuando te quitan algo que es tuyo. O que estabas acostumbrada a tener. Veo a otras parejas y no me entristece, pienso: 'Joder, qué afortunados son, y no lo saben'. Tenerte era como respirar. Como darle una calada a la felicidad.
No debo hablarte. No es 'lo correcto'. Pero a veces pienso: 'Qué le den a lo correcto. Vámonos a otro lugar donde no haya nadie a abrazarnos y olvidarnos de todo'.
Pero no solo estoy yo. También estás tú. Y tus sentimientos no son esos. No vas a venir a buscarme. No vas a salvarme otra vez. Te conozco. Te conozco y no puedes volver.
Por favor, hazme sentir de nuevo esa alegría que empapaba mi vida. Por favor, dime que aún no te has olvidado de mis sueños y de esos días de verano perfectos. Dime si has olvidado esos momentos que solo son nuestros, que solo tú y yo sabemos...Dime que no me has olvidado.
Dime que cogiste el mismo tren que yo.

Es injusto no saber de ti. Pero más injusto fue perderte. Perdernos.
Desaparecer.
Cariño, hemos sido tan felices. Que me cuesta imaginarme esto sin ti.
Aprender a vivir sin ti.
Con lo fácil que era antes llamarte y que calmaras mi llanto. Ahora estoy sola ante este mundo.
Recuerdo que dijiste ''Siempre estaré por aquí'' la última vez que nos vimos. Supongo que era metafórico, pero de todos modos, de vez en cuando, paso por allí. Y miro hacia ese banco. Pero nunca estás. Claro, ¿Cómo ibas a estar? Llevo ocho días sin verte y aún no puedo olvidar tu última mirada antes del adiós.
Cómo pesa no haber tenido tu 'felicidades'. Cómo duele haber cambiado de edad sin haber tenido ninguna palabra tuya. No te culpo, créeme. Sé que no podías hacerlo. Sé que ese era el trato. Pero no sabes cómo escuece todo esto.
Te juro que trato de olvidarte, te lo juro. Pero esta habitación cada vez está más fría. Y no verte me está volviendo loca.
¿Aún sigues aquí? ¿Aún lees estas palabras?
Me encantaría que aún necesitaras refugiarte en mis palabras. Y a la vez me encantaría no tener que escribirte. Pero es la única forma que tengo de hablarte. De que sepas de mí. De pensar que quizá algún día, dentro de algunos meses, o algunos años, puedas leer esto.
De mientras trato de olvidarte, y sin quererlo, solo aparecen los momentos buenos en mi mente.
Nos echo de menos.

Ya no puedo escribir más, cariño. Ya no más por hoy.
Porque duele pensar que si escribo es porque ya no estás.
Y duele que no estés.










PD. Enhorabuena por los 500, tú ya me entiendes. Estoy orgullosa de ti. Sigue con eso por favor, serás el mejor. Y lo he sabido siempre.

miércoles, 28 de enero de 2015

Me olvidé respirar, como un beso bajo el agua.
Me olvidé respirar, al sentir dejarte atrás...
No hay oxígeno de más, no hay palabras, ya no hay tiempo... 
No puedo más.




Tenías razón. Somos nosotros hechos canción...

martes, 27 de enero de 2015

'Feliz cumpleaños, Noelia'

He luchado con todas mis fuerzas para no hacerlo, pero ya ves, no ha funcionado. Aquí estoy. En un día tan importante para mí se me ha hecho inevitable  hablarte. Aunque sea a kilómetros y solo un papel sustituya mis palabras. Vaya, hace un año estaba subiéndome por las paredes de felicidad. Acababa de cumplir dieciocho años y pensaba que podría comerme el mundo. Estabas ahí a mi lado, con tus tres increíbles regalos y esa sorpresa que me pellizcó el corazón.
Y este año he estado rodeada de los míos, y me he sentido plena, bien, contenta, alegre, feliz.
Pero...No estabas.
He sido ingenua. O quizá esperanzadora. Creía que ibas a hablarme, te lo juro. Que ibas a poner un 'Felicidades', solo un 'Felicidades' y después ibas a marcharte. Pero no. Cómo ibas a hacerlo, Si nos tenemos prohibido hablar, por respeto a nuestros corazones. Para poder mantenernos a flote, aunque yo - tú no lo sé- esté hundida. Créeme, he vivido al máximo el día, nadie cumple años todos los días. Era mi día y ver que no estabas me ha matado. Ha matado a esa Noelia que guardo en el subconsciente, la misma que me susurraba: Aunque solo sea eso, va a felicitarte. Él no puede olvidarlo. Él no puede negarlo. Él no puede callarlo. 
Sé que no. Sé que la realidad es mucho más dura que la ficción. Sé que la realidad es que tú estás allí y yo aquí y que nos separan solo quince minutos, pero parece que nos separe un abismo. Un abismo enorme. Un vacío. Saber que hace una semana que no sé de ti. Que no sabes de mí. Que no sabemos nada. Has desaparecido. Sin dejar rastro. Sin dejar huella. Ni tan si quiera he podido verte.
Ni tan si quiera has estado aquí. No por nada, sino por la vida.
Me habría gustado que vivieras esto. Que hubieras sido partícipe de esa sorpresa que me han hecho, que me hubieras visto soplar velas. ¿Sabes lo que he pedido? Sé que estás cosas no se dicen, pero no creo que al destino le dé por pasarse por aquí. Le he pedido ser escritora. Que algún día alguien lea mis libros. Siempre has sido mi fan número uno. La persona que me decía: Noelia, tú puedes hacerlo. Tú vales para esto. El que leía mis cosas y me admiraba -o al menos, eso recuerdo- y me decía que podría con todo.  Siempre, con todo.
Esta vez la gran diferencia es que tendré que escalar sola. Y cuando la tristeza llame a mi puerta, cuando el fracaso se pose en mis hombros, y rechacen un escrito, un libro, o mi propio nombre, no serán tus orejas las que escuchen el llanto que acumule. Ya no podré reventar. No contigo. No contra ti. No serás tú quien diga: Que les den, habrá otra editorial que te quiera.
¿Sabes cuál era mi motivación cuando se acercaba septiembre?
Empieza una nueva etapa de mi vida y él estará en ella. Me apoyará en los exámenes de la universidad. Me vendrá a recoger, quizá, a la puerta, algún día, de sorpresa. Quizá él encuentre trabajo, y con el tiempo yo también, y podamos irnos a vivir juntos,  empezar esa ansiada vida. Ahorrar y viajar. Pisar Venecia, en poco tiempo.
Eran tantas las metas que quería conseguir junto a ti...Y ahora me veo sola, queriendo alcanzarlas. Me veo ante un precipicio, subida en un trozo de madera, jugando a sostenerme, rezando por no caer.
Y a veces me tropiezo. Caigo de rodillas. Sangro. Y no estás para recogerme. Porque la vida quiso que no estuvieras. Porque pasaron las navidades, como pasará San Valentín, como pasará nuestro amado marzo, tu fresco abril, ese mayo de fuegos artificiales, ese junio de hogueras, ese calor de julio y esa aventura de agosto, y no habrás vuelto. Y el tiempo será amargo. Quizá, a veces, dulce. Pero solo a ratos. Y me preguntarán: ¿Eres feliz? Y no tendré respuesta.
Nunca he sido tan feliz como cuando me abrazaban tus sentidos.
Como cuando te sanaba heridas.
Como cuando lamía tus miedos.
Como cuando nos teníamos, nos queríamos.
El frío nunca había sido un impedimento. Ahí estábamos abrazados al abismo, arrancándonos la piel a cosquillas, temblando, rozando nuestros labios al ritmo de una vida que avanzaba rápida y fugaz. Noviembre no nos había matado, pero esta pasada vez, sí.
Han sido dos años tan efímeros que me saben a poco. Tengo la sensación de que me ha faltado más. He necesitado tanto de ti, he pedido tan poco...
No podía quedarme. No querías quedarte. No sabíamos quedarnos. Tú por miedo, y yo por temer no poder superar esto. ¿Cómo coño se vive sin la persona que te daba la vida? ¿Si la misma razón que te la devuelve es la misma que te la quita?
¿Te habrás acordado de mí durante el día?
Quedan a penas dos horas para que deje de ser mi cumpleaños. Y sin quererlo miro el móvil. Como si él pudiera darme por ti una felicitación.
Me ahogan muchas cosas. La sensación de que este día ya ha pasado y lo especial que ha sido, que también ha resultado un poco triste.
Me ahoga estar sin ti. Pero es que no puedes quedarte. No podemos quedarnos.
No vas a volver. No vas a aparecer y vas a decirme: Me he dado cuenta de todo, no quiero vivir sin ti.
Si no quisieras vivir sin mí no nos habríamos tenido que decir adiós. Habríamos avanzado juntos.
¿Qué pasó por tu mente? ¿Cuándo decidiste que ya nada era suficiente? ¿En qué momento nuestros planes y recuerdos quedaron en segundo plano? ¿Cuál fue el día en que dijiste: 'No puedo más con esto?
Sé que el fallo no ha sido mío, sé que hice lo que tenía que hacer. Sé que me quisiste, también. Sé que lo nuestro fue real. Y quizá eso es lo que más duele. Tratar constantemente salir del mundo que habíamos construido.
Te he querido como a nadie. He luchado como nadie. Y me habría quedado siglos a tu lado, diciéndote una y otra vez, que si querías, podías cumplir tus sueños. Y seguro que los cumplirás. Aunque sea sin mí. Esa Noelia que conociste siempre estará orgullosa de ti. Siempre. Por todo lo que has sido. Aunque ahora parezcamos distintos, en realidad somos los mismos, solo que un poco más tristes.
¿Seguirás leyendo mis palabras?
¿Pensarás en mí?
¿Se hará eterno el camino que nos separa?
¿De qué forma se olvida el terremoto que ha causado la huida?





Con todo el dolor del mundo esta noche me despido de ti. Diciéndote que ojalá en estas horas sí que llegue ese mensaje. Ese 'felicidades'. Diciéndote que si no llega, aunque se me rompa el alma, sabré que en realidad, es lo que toca. Echándote de menos. Pero callándome todo el dolor.
Siento que no estés aquí.
Habríamos sido los más felices. Eso lo sé.
Te he querido, y aunque ahora no quiera decirlo, creo que mis letras hablan por sí solas.
Echo de menos a aquel chico que me traía bolas del mundo y soñaba junto a mí, el que me escribió ese diario durante un mes antes de mis dieciocho. Echo de menos el chico que me regaló la edición especial de mi película favorita. El mismo que con su torpeza me enamoró.
Te echo de menos, hoy como nunca.
Hoy como siempre.
Hoy.

lunes, 26 de enero de 2015

Y hoy, a una hora y veinte minutos de mi cumpleaños te recuerdo.
Y recuerdo esta canción, que te enseñé hace ya tiempo ilusionada.
Y nos recuerdo.
Y ojalá no fuera un recuerdo, sino una realidad.






En días como estos me da miedo pensar.
No quiero pensar. No quiero sentir. No quiero llorar...

jueves, 22 de enero de 2015

Hablo conmigo misma. A veces, hay que hacerlo.

Hola Noelia, soy yo. Tu otro tú. Esa Noelia que te habla en los momentos más duros. Esa Noelia que  te observa. Sé cómo te sientes. Sé dónde estás. Y sé que no habías estado así antes. Pensabas que todos los momentos duros de tu vida habían sido dolorosos. Pero te acabas de dar cuenta de que este es el peor. Que jamás habías estado así. Comes, pero mucho menos. Y ya nunca picas entre horas. No te apetece chocolate, ni zumos, ni si quiera un Colacao calentito. Estás ahí por estar. Y te levantas de la cama con un peso en el pecho enorme, solo porque es lo que debes hacer, levantarte. Enciendes la televisión cuando estás en tu cuarto solo para sentir voces, estar distraída y no quedarte a solas contigo misma. Porque duele hablar contigo. Conmigo. Y te maquillas para no llorar. Y sales para no estar en casa, porque las cuatro paredes de tu cuarto te encierran. Y toda distracción acaba agobiándote. Y sientes ganas de correr, escapar, irte lejos, solo para huir del dolor. Pero lo llevas contigo. Cuando sales y ves a tus amigos intentas ser la de siempre, haces bromas y te ríes. Incluso alguna risa es verdadera al 100%. Pero una parte de ti tiene presente constantemente el dolor. Y estás queriendo aprender a vivir con ese dolor. Piensas en él 24 horas. Y sabes que cada día es el mismo. No quieres escuchar lo que todos dicen porque la teoría ya te las sabes. Lo que más duele es la práctica, que se hace eterna. Aprietas los ojos fuerte, muy fuertemente. Te contienes y piensas: 'No llores, tú eres fuerte'. Pero tu fortaleza huyó en cuanto dijiste adiós. Y cómo te habría gustado quedarte en esos brazos para siempre, y que fuera una despedida eterna, para luego no tener que marcharte y estar vacía. No encuentras consuelo en mucho, y si lo haces, dura unos segundos. Es una realidad aplastante que te consume. Y tú luchas, y luchas, y luchas. Y te enfrentas. Y lo haces todo por no sentirte así. No quieres que duela pero...¿Cómo no va doler perder a la persona que se convirtió en tu vida? Si des del 2012 le has tenido. Nunca has dejado de verle, hablarle, tocarle, sentirle, abrazarle, o simplemente sonreírle. Y ahora no está. Y no te puedes enfadar ni si quiera contigo misma, porque no tienes la culpa. Nadie la tiene. Y echas tu ira aquí, en el papel, y pobre, él siempre soporta tus duras palabras. Y te abraza, el papel abraza tu miedo, aunque no lo sana. Ni escribir consigue hacerte sentir mejor. Dicen 'Es normal'. No, normal no es. Perder a una de las personas más importantes de tu vida no es normal. Es jodido. Es punzante. Y se te clava en el estómago. Y sí, me reconozco en el espejo. Sigo siendo esa niña de ayer, claro que sí. Mis ojos siguen brillantes, mi piel pálida, mis orejas respingonas, mi sonrisa torcida. Pero dentro de mí el mundo es diferente. Un nudo en el pecho. Suspiros constantes. Música que diga lo que diga te resulta triste. Y te subes al metro, claro que lo harás, con tus botines, que cuando caminas no dejan de hacer ruido. Y subirás la música cuando el tren arranque, para no oír el ruido de las vías molestas. Y pensarás hasta que llegues. 25 minutos de tu vida pensando. Pensando en si algún día volverás a verle. En si algún día podrás abrazarle con fuerza y decirle que nunca más se vaya. Y desearías que todo fuera diferente. No tener que irte. Tenerle siempre. Pero eso no pudo ser. No pudiste retenerle. No pudiste quedarte aunque quisieras con toda el alma. Y quizá es lo más doloroso que has hecho. Abrirle la puerta para que saliera a la única persona que le pedirías con lágrimas en los ojos 'Quédate'. Y llorarás, lo sé. Y mirarás el Whatsapp y te acordarás de mil y una noches en las que hablabais de Venecia y de locuras que hacer, de sitios que visitar, de planes que vivir. Y te acordarás de lo bueno que era el mundo visto desde las gafas de la felicidad. Esa felicidad que no ha querido quedarse.
Por la calle mirarás, hacia todos lados, y verás en cada rostro su cara, desearás verle, solo para saber que su barba sigue siendo igual de bonita, que sus ojos siguen siendo marrones verdosos, y que sigue llevando los mismos pendientes. Y quizá algún día le veas. Y tendrás que detenerte para no correr y abrazarle. Porque querrás abrazarle. Y le sonreirás. Y le dirás que te alegras de verle. Y tu corazón saltará del pecho. Y tendrás que aguantarlo para que no caiga.
Y es que quién no querría verle todos los días.
Ahora caminas por la calle, aparentemente tranquila, pero por dentro llevas una tormenta infrenable. Y ves en cada rostro sus ojos. Y le sonríes a un niño que se llama como él. Y una anciana tiene el brillo de sus pupilas, y también le sonríes. Como si de este modo él pudiera sentir que sigues sonriéndole. Y te preguntarás: ¿Cómo le habrá ido el día? ¿Qué juego nuevo probará? ¿Le gustará algún youtuber nuevo? ¿Habrá crecido en su canal? ¿Estará orgulloso de sí mismo?
Ay...Noelia, cómo te conozco. Y sé tu secreto: No eres tan valiente como pretendes. Pero le echas ganas a todo lo que haces. Te morderás la lengua, los dedos, para no hablarle. Y tendrás que girar y volverte cuando llegues algún día sin saber por qué hasta su calle. Lo harás, Noelia. Intentarás muchas cosas, intentarás hacer ejercicio, intentarás salir de fiesta, intentarás refugiarte en la lectura, en Youtube o en los estudios. Pero siempre habrá en tu mente una luz que se encienda y te traiga en formato de vídeos muchísimos recuerdos. Y su piel se te grabará en las pupilas. Y desearás acariciarle, como hiciste ayer. Te acordarás de su sonrisa y sabrás que eso era felicidad, y que lo demás son tonterías.
Y escribirás. Escribirás mucho. Intentarás vaciar ese dolor.


Te conozco, Noelia. Y sé que siempre has dicho ser fuerte.
Pero también sé que le querías con todo el alma.
Y que son más de dos años de recuerdos junto a él.
Y que vivir se te hará más duro.
Y que sonreír de verdad, también.


Ojalá fuera como en esta canción, y que al final, todos nuestros muros pudieran derrumbarse.

miércoles, 21 de enero de 2015

martes, 20 de enero de 2015

Merezco ser feliz, por todo lo que he luchado y perdido. Por todo lo que he dado siempre. Me merezo ser feliz. Y podéis pensar que diciendo esto soy egoísta, pero no. Merezco ser feliz porque ya he vivido triste, y me gusta más esa Noelia que siempre iba bailando por la calle, riendo a carcajadas,soñando a más no poder. Quiero ser esa persona capaz de mostrar una sonrisa cada cinco segundos. Y voy a serlo. Porque no puedo atormentarme, luché hasta el final y perdí. Ahora solo me queda levantarme y seguir. De la mejor manera posible, siendo yo misma. 
Y algún día quizá alguien viene a recordarme quién soy. Quizá un día alguien se fije en mi sonrisa y venga a alimentarla. Quién sabe, tal vez ya no se marcha nadie y mi vida pueda ser de nuevo grande. Quiero ser feliz. Porque me he cansado. Me he cansado de no enseñarles mi sonrisa a aquellos que me apoyaron simplemente por no tener fuerzas para sonreír. Ahora las tengo. Quiero sonreír. Voy a sonreír. Cueste lo que cueste. No voy a permitir que un Game Over aparezca en la pantalla de mi vida. Es mi partida y quiero llegar ilesa hasta el final. Ya no puedo estar en cualquier rincón llorando. Ya no. No puedo. No quiero dar vueltas en la cama una y otra vez intentando buscar respuestas que nunca aparecen. Lo hice todo por él, no puedo esperar que él vuelva. Él ya no quiere volver, él ya no necesita volver a estos brazos...Y lo he comprendido. Tengo que seguir. Tengo que luchar, recomponerme, curarme. 
Si él quisiera volver ya habría vuelto. 
Y no ha sido así.
Espero tener el valor de ser esa niña de los ojos ilusionados y brillantes de nuevo. Porque esa es la verdadera Noelia, y está tratando de volver a mí. Debe volver a mí. 

domingo, 18 de enero de 2015

Gracias por haber sido mi segunda familia.

Hoy he sentido la necesidad de escribirte, Ana. Y probablemente esta sea la carta, el mensaje, que jamás te llegará porque nunca seré capaz de enviarte. Tengo tantas cosas que decirte...Tantas.
Puede sonar exagerado, pero el tiempo que estuve con vosotros sentí que eras como mi tercera madre. Nadie podría haberme 
acogido con tanto cariño tan rápido. Una de las cosas más difíciles que he hecho ha sido despedirme de vosotros, de esa casa y esa familia que ha sido mía. No sabes cuánto te echo de menos. Ir a comer cada semana a tu casa y que siempre prepararas aquella carne que me encantaba, y nunca te pareciera lo suficientemente buena. Y en realidad sí lo era. Esas conversaciones en las que no callábamos, en las que te contaba absolutamente todo de mi vida. Y él suspirando, como diciendo 'Nunca os calláis'. Echo de menos eso. Sentirme escuchada y querida. Que me abrazaras sin cualquier motivo, o me dijeras que me irían bien los exámenes. Que no dudaras un momento en abrirme las puertas de tu casa. Que compraras expresamente Colacao para mí. Os echo de menos. Echo de menos ese sofá, esa tranquilidad. Y echo de menos, sobre todas las cosas, a tu hijo. Ese ángel que me crucé por casualidad y que se convirtió en mi mundo. Me acogiste porque sentías que yo le hacía feliz. Y es que tú siempre le has cuidado tantísimo...No sabes cuánto me gustó ver cómo le abrazabas aquel día en que él estaba muy mal y le decías que todo iría bien. Con vosotros todo fue sincero. Absolutamente. Echo de menos ese aroma, ese sentirme bien. Entrar en su habitación y que entraras siempre con la merienda, cuidándonos. Yo nunca olvidaré todos esos pequeños detalles que pueden ser insignificantes pero para mí fueron tan grandes. El simple hecho de que me pidieras ayuda o consejo para la ropa, el simple hecho de acudir a mí ya me hacía sentir de aquella familia. Me duele tanto escribir esto...Lo siento tan dentro, no puedes ni imaginártelo.
Tu hijo siempre fue bueno conmigo, siempre. Nunca me sentí mal, ni insignificante. Siempre cuidó de mí, como tú le enseñarías de pequeño. Fue bueno porque tú también fuiste buena. Y no sabes la de veces que pienso en aquellas conversaciones en las que bromeábamos sobre el futuro y hablábamos de nuestros hijos. Sé que era simplemente por hablar, pero no te miento si te digo que me habría encantado que fueras abuela de esos hijos. Sé que les habrías educado como le educaste a él, con cariño, paciencia y delicadeza. Habría sido increíble seguir pasando infinitas navidades con vosotros, y muchos domingos de paella y demás. Habría sido increíble poder asistir a esa boda, el verano que viene, de la mano de tu hijo. Y llorar emocionada. Y estar ahí.
Sé que nunca vas a leer esto, y quizá es mejor así. Esto solo es lo que hoy siento y necesito plasmar en algún lugar. Seguramente tarde o temprano otra chica llegará. Más alta, más baja. Más guapa, menos simpática o más espectacular que yo. No lo sé. Pero sé que se sentirá parte de esa gran familia. No sabes cómo la envidio. Formar parte de algo tan grande.
Cuida de Raúl. Se merece cumplir todos sus sueños. Por favor, no dejes jamás que nada ni nadie le desanime, él es el más fuerte, el chico más valiente del mundo. Por eso me enamoré de él. Que no se borre su sonrisa. Abrázale mil veces al día y dile lo guapo que está. Porque siempre está guapo.
No permitas que se le olvide lo mucho que vale...Porque a veces se le olvida. Dile que sea fuerte, que jamás se rinda. Que estás orgullosa de él.
Gracias Ana, infinitamente, gracias. Nunca podré decirte con palabras lo que he sentido por todos vosotros. Tus palabras siempre han sido buenas, cargadas de un cariño que pocas veces he visto en las personas. No sé explicarte cómo me siento, ni el miedo que tengo. Tú mejor que nadie vas a poder hacerte una idea de lo que sentí - y siento- por tu hijo. Sé que no puedo compararlo con el amor infinito de una madre, pero la manera en que deseas curarle tú se parece a lo mucho que quise curarle yo. Tú y yo tenemos eso en común, que queremos lo mejor para él. Nunca voy a olvidar lo bien que me sentí bajo ese techo, tú siempre supiste cómo hacerme sentir un poco mejor.
Y aunque sea tímida y muchas cosas no las diga, no significa que no las haya sentido.
Cuídate y cuídale. Él, aunque no te lo diga, te adora como a nadie. Y ya sabes lo tímido que es. Así que protégele y dale todo el amor que yo ya no puedo darle. Sé que está en las mejores manos.
De nuevo gracias por haberme querido, cuidado y aceptado.
Jamás voy a olvidar nada de esto. Siempre voy a llevaros conmigo, allá donde vaya.




Gracias por ser mi segunda familia. De veras, gracias.

Espero que algún día puedas perdonarme, por hablar siempre de ti.

Podré explicar muchísimas cosas, muchísimas. Dar detalle de todo lo que me hacías sentir. Pero jamás nadie podrá saber todo lo que fue nuestra historia. Nadie más, nadie que no seamos nosotros.
Por esa misma razón nadie nunca entendería cómo dos polos opuestos siempre acaban chocando, en algún lugar, de alguna forma, sin razón. Por qué siempre impactamos. Por qué siempre jugamos a ser adultos. Y tampoco entenderían por qué sigo sintiéndome como una niña cuando me haces reír.
Ya no puedo esperar más que esto, y lo sé. Me quedo a tu lado, aunque sea un poquito más lejos. Ya te dije una vez, pase lo que pase, estés donde estés, siempre que necesites hablar, escuchar, reír, o llorar, estaré. Aunque me pidieras que me fuera lejos. Aunque tuviera que sentir el frío de mil inviernos o la agonía de mil tormentas. Siempre existe algo en mí que me hace no abandonarte. No soltarte. Protegerte. O ese estúpido e irrevocable intento de cuidarte, aunque a veces no me saliera bien.
¿Echas de menos algún pedacito de mí que no ha vuelto a aparecer? Quizá mi mirada sea distinta y siempre arrastre un brillo triste que te mira, como diciéndote ' No te vayas, por favor'. O ' Entiéndeme sin hablar'. Porque no puedo hablar sin ponerme a llorar. Nadie en el mundo va a entender este punto de inflexión, este suspiro, esta manía de saber de ti. Nadie entendería que la misma razón por la que debería alejarme es la misma que me hace quedarme. Nadie entendería este dolor, ni si quiera si pudiera sentirlo. Porque nadie te ha visto jamás tan feliz ni tan triste como yo pude verte alguna vez.
Nadie se ha refugiado tan dentro de ti jamás. Por eso nadie podría entendernos. No han estado en un sofá lleno de proyectos, ni en una cama llena de sueños. Ni en tus brazos, llenos de un cariño que necesitaba estallar. Nadie ha conocido tus miedos mejor que yo. Ni ha intentado entenderte más que yo, eso puedo jurarlo. Pero cada intento en alejarme de ti fracasó. Quizá por ser cobarde, quizá por haberte tenido y haber sabido qué era tener suerte.
Quizá porque aunque me dijeras adiós soñaba con volver a escucharte decir hola.
Espero que algún día puedas perdonarme, por hablar siempre de ti.
Por repetir siempre el mismo cuento.
Por mi silencio, a ratos.
Ojalá tu hayas dejado de necesitar estas palabras, este refugio. Ojalá sientas cada día un poco más de felicidad.Ojalá no te rindas nunca. Ojalá ya no leas esto, para que así no puedas saber que cada palabra esconde entre sus letras un ''Vuelve''.

martes, 13 de enero de 2015

Ha sido un día de mierda y por eso escribo.


Hace más frío que nunca. Tengo el corazón helado y la esperanza no da señales de vida. Sé que prometí no volver a escribirte, pero quizá así hayas dejado de leerme. Quizá era la manera de que dejaras de pensar en mí y en este estúpido blog lleno de tristeza y  de sentimientos. Parece que el mundo sigue girando y yo sigo viviendo donde siempre, durmiendo donde siempre, pero vacía. Viéndonos en demasiados sitios, recordándome a mí misma que ya no estás; por si se me olvida.
Prometiéndome que ya no voy a correr tras de ti, que voy a respetar tu libertad. Prometiéndome sobrevivir. Haciéndome la fuerte. El mundo se ha vuelto una locura y yo sigo pensando en no querer pensar. Me hago pequeña. Los días pasan y nada cambia. Y tú no vuelves. Y echo de menos esas pequeñas cosas que nos hacían reír. Como una simple canción o salir en bici.  Y la gente me pregunta y yo les digo que no sé nada de ti, aunque sea mentira. Y les hago cambiar de tema, sin que se den cuenta.
Faltan catorce días para mi cumpleaños y ya no me hace ilusión. Será un día más. Un día más en la monótona y lenta vida que me atrapa. ¿Cómo puede pasar ahora tan lentamente el tiempo? Cuando antes volaba siempre. Me tengo miedo. Me miro al espejo y veo a alguien que se parece, pero ya no soy yo. ¿Por qué te fuiste? No sabes cuánto pesa saber que no pude hacerte feliz. Que lo intenté con todas mis fuerzas y fallé. Que aunque quise levantarte no pude. Que me hundí contigo. No lo conseguí. Necesitabas esto. Estar sin mí. Necesitabas alejarme, quizá. O deshacer el mundo que te envolvía. Quise sacarte de ahí. Quise que todo fuera como siempre. Durante el tiempo en que estabas hundido intenté ser la más fuerte del mundo y nunca me mostraba triste. Aunque por dentro estuviera jodida, siempre te sonreía. Siempre intentaba curarte. Y que volvieras a ser feliz. No pude hacerte feliz, ahora lo sé. Y yo solo quiero que puedas ser feliz. Que realices tus sueños y que llegues a tus metas. Aunque tenga que mirarte a lo lejos, aunque lo vea desde tercera fila, aunque ya no sea la que te acompañe en todos tus viajes y locuras, solo quiero que lo consigas. Que te recuperes. Que seas el de siempre y que sigas hacia adelante. Aunque me duela,ya ni si quiera pido acompañarte. Solo verte recuperado.  Porque cuando te hundiste lo que más deseaba era que volvieras a sentirte lleno. Ante todo, anteponiéndome a mí, incluso, era lo que deseaba. Espero que alguien en este mundo inmenso sea capaz de compartir contigo la vida, de ser parte de tu familia como me sentí yo; que sea capaz de celebrar los goles a besos o sonrisas, de vivir plenamente todo lo que vivimos tú y yo. Espero que alguien sea lo suficientemente lista como para fijarse en tus ojos y adorarlos. Que te acompañe en tus aventuras y te diga que sí a cada locura. Que mire ilusionada muebles del Ikea y tenga sueños de niña, pero sea una mujer. Que te ame con el alma. Y que te cuide, por favor, que te cuide mucho. Y siempre te haga sonreír. Con dibujos, frases o llamadas. Que sane tus heridas. Que camine a tu lado. Que te anteponga a todo. Por favor, lo único que pido es que lo que sienta por ti se parezca a todo lo que he sentido yo: Entonces sabré que te quiere de verdad.
Sigue haciendo frío. Y yo sigo delirando. Y escribiendo, como una idiota, con lágrimas en los ojos. Ya no para que lo leas, simplemente para desahogarme. Después de lo del otro día, imagino que lo último que harás sea pisar este lugar.  Y quizá sea lo mejor.
Es solo que hoy no he tenido un buen día, y ayer el examen fue una mierda. Y yo solo te necesito.
Quizá escriba para sentirte aquí. Quizá sea la única manera de sentirme mejor.
O quizá me haya vuelto loca.



Supongo que lo mejor es que deje de escribir esta noche.
Lo siento. Por seguir mandándote letras. Por todo.

lunes, 12 de enero de 2015


He fallado.
Me siento perdida. No ha salido bien. No he salido bien.
Y eso que solo era el primero. La primera prueba.
Y creo que he fallado.
Y quizá este no es mi sitio. Quizá no soy quien debo. Puede que necesite escapar.
Quiero irme. Lejos.
Quiero marcharme. No tener que dar explicaciones. Hacer la maleta y huir.
Es lo que mejor se me da, irme. 
Me siento frustrada. Y hundida. Y no quiero. Una parte de mí necesita saber que valgo para esto. 


Sé que soy idiota. El estudio para otras personas no es tan importante...
Pero yo siento que si fallo fracaso. Y fracasar donde estoy supone renunciar a mis sueños.
Quiero que todo salga bien. Que al menos esa parte de mi vida esté bien,que al menos pueda ver resultados en todo lo que hago.

Me siento triste. Más que triste, enfadada. Más que enfadada, desilusionada. Más que desilusionada, decepcionada. Y además, conmigo misma. Que supongo que es lo peor que a alguien le puede pasar.
Decepcionarse con uno mismo es empezar a renunciar a creer. Y creer en ti es el paso más importante para llegar donde quieras ir.
Quizá es que no he encontrado mi lugar en el mundo.
Y ahora empiezo a dudar de todo.
¿Soy quien quiero ser? ¿Es lo que quiero hacer? ¿Puedo hacerlo? ¿Saldré de ahí con la cabeza bien alta?  Me da tanto pánico fallar en lo que creo que se me da bien...Porque, si fallo en lo que se me da bien, ¿Cómo irá todo lo demás?
Quizá sigo exigiéndome demasiado a mí misma. Y eso es algo que no he cambiado.
Y eso es algo que me sigue obsesionando, y ese es mi peor castigo: La presión que ejerzo sobre mí misma. La presión que hago en mis cicatrices, haciéndome sangrar siempre. 
Porque me da miedo creer en mí.Porque no creo en mí.
Y una voz en mi cabeza siempre dice: 'Noelia no eres lo suficientemente buena para esto'. 'No puedes triunfar'. 'Eres mediocre. La gente mediocre no triunfa'. 
Y yo no pido ser excepcional. Solo realmente buena.
Y no, no lo soy.
Y hoy lo he sabido.




Y quizá es el primer paso para empezar a aceptar que no soy tan buena en ello como me gustaría ser.
Y vivir con ello.

sábado, 10 de enero de 2015

Gracias.

Como es lo último que debo escribirte voy a darme el lujo de llamarte pequeño. Y valiente. También te voy a llamar valiente. Y sé que esto lo tengo que hacer por ti. Para que dejes de leerme, para que estemos bien. Va a ser duro no escribirte, porque el único lugar donde podía decir lo que sintiera sin tener que dar explicaciones era aquí. Y va a ser difícil no recurrir a mis letras, a mis páginas, a mí misma.
Hoy has sido valiente. A diferencia de mí, yo solo podía estar callada. Tú estás siendo muy fuerte. Pero por eso me enamoré de ti, porque sabía que eras el más valiente. Y que siempre que deseas algo luchas. Estás luchando para que salgamos a flote, aunque estemos hundidos. Y te agradezco que intentes hacerme reír y que encima lo consigas. Agradezco tus promesas y también esos abrazos que abarcan verdades y mil emociones que nacen en mí. Voy a hacer esto por ti.
Y si algún día te escribo quizá ya no mires este estúpido blog de páginas infinitas hablando de ti, y si un día recaigo quizá no lo veas, o hagas como que no lo has visto. Yo solo quiero estar bien. Yo solo quiero verte sonreír. Yo solo quiero que estés. Que estés aquí.
Porque más allá de todo, cuando estás enfrente, cuando me hablas, cuando sonríes, incluso cuando solo me miras, una parte de mí se siente viva. Y fuerte. Siempre me has hecho fuerte, porque construiste gran parte de la Noelia que hoy conoces. Y es que me conoces mejor que nadie. Sabes cuando miento, cuando callo, e incluso sabes las cosas que voy a decir. Porque hemos compartido sueños y una vida. Tú mejor que nadie sabes que sé volar, y que aún sueño como una cría. Que tengo mil sueños y que me da miedo cumplirlos. Tú mejor que nadie sabes cuándo necesito que me abracen. Tú mejor que nadie sabes dónde están mis puntos débiles y mis puntos fuertes.
Tú mejor que nadie sabes cuáles son los motivos y las verdades que me mueven. Tú me has tenido entre tus manos y me has protegido. E incluso hoy sigues cuidándome.
Gracias. Gracias por aparecer aquel día en aquella clase y cambiarme la vida. Por no renunciar a nada. Por permitir mis locuras y sobretodo por permitir que fuera tu chica.
Has sido todo lo que cualquier persona desearía tener.
Y existe una Noelia que siempre estará escribiéndole a tu risa.
A pesar de todo. A pesar de nada.
Gracias por encontrar refugio en mis palabras y sobretodo por encontrar refugio en mí.

No puedo decirte más,
porque no existe despedida.
Porque no es mi despedida, son solo estas letras que dejarán de hablarte.
Y de repetirte lo importante que has sido para mí.
Por ti, pequeño. Por ti, valiente.
Por nosotros, como dijiste. 



Gracias.


viernes, 9 de enero de 2015

Aunque sin mí estés bien, quédate.





Quédate. Como se queda siempre el mar cuando no quiere irse. Como se queda el invierno en el mes de enero, como se queda el silencio siempre detrás de la coma. Quédate. Como se queda tu recuerdo, quédate. Y abriga esta agonía, porque me está matando. Ven. Y cuéntame que no has podido vivir sin mí. Y cuéntame que te gusta que me ría. Y explícame otra vez esas historias que solo tú sabes, que solo conmigo compartes. Quédate. Podemos jugar a ese juego de azar que te gustaba tanto. Y a ver quién besa primero. Quédate. Quédate en mis sueños, no te vayas. El universo conspira contra mí y hoy te manda lejos, como si quisiera apartarme de ti cuando más te necesito. Dile a esta mala suerte que cambie su rumbo, que tú y yo caminábamos de la mano, juntos. Quédate. Y dale esa dichosa patada al miedo. Dime que has vuelto a leerme. Quédate y no lo dudes. Piénsame. Como se piensan las cosas que gustan, y devórame a sonrisas como hacías antes. Abrázame fuerte y di que sigo sin oler a nada, y que eso te gusta. Dime que las nubes de azúcar ya no son dulces porque no estoy, y que las norias han dejado de girar. Por favor, suplícame otra vez que no subamos a las atracciones que dan vueltas y vueltas, porque te mareas. Y dime sonriendo que me quieres, como aquel doce en aquel sitio que jamás he olvidado. Dime si nos merecemos un viaje. Dime si podemos irnos. Por favor, llévame lejos. No quiero estar aquí. Quiero que me alejes de todo esto y seamos solo tú y yo para poder decirte cuánto te eché de menos. Cuánta falta me hiciste. Cuántas veces no pude llamarte. Cuánto te quise. Déjame decirte que yo no soy valiente, y después quédate. Y no me preguntes nada, y no me des explicaciones, no quiero hablar del pasado ni tampoco del futuro. Dime que te sigo confundiendo, que te vuelvo loco. Que no se te ha olvidado mi pelo al viento. Ni esa playa, ni nosotros rodando. Ni el silencio. Dime que te acuerdas de aquellos días solos. Y aquella marea constante que chocaba contra las rocas de nuestras vidas. Dime que te has imaginado Venecia y que sin mí no tenía sentido. Aunque sea mentira y tú estés feliz sin mí. Aunque hayas dejado de entrar aquí, aunque te vayas sin querer besarme. Aunque ya no te duela. Aunque duermas por las noches y ni un solo momento aparezca mi nombre. Aunque hayas dejado de verme como la niña del hoyuelo en las mejillas y la locura metida en el bolsillo. Aunque sin mí estés bien. 
Quédate. 

jueves, 8 de enero de 2015

Cartas jamás entregadas.


Hola. O quizá debería decir buenas tardes.
Aquí estoy. 
Imagina que estoy hablándote. Contándote todo esto. Que es una carta, o quizá una llamada telefónica. Imagina que te hablo y tú te mantienes en silencio. Que solo me escuchas. Aunque sé que ya no sueles pasarte por aquí.
No sé por qué. No sé por qué sigo haciéndolo. Pero  necesito escribirte. Algunos se desahogan jugando, haciendo deporte, viendo películas o simplemente leyendo. Yo lo hago así.
Hoy estoy mal. Mal, como cuando piensas: Joder, es un día de mierda.
Mal como cuando soy consciente de que estoy a 4 días de empezar exámenes y te necesito. 
Mal al ser consciente de que ahora no puedo llamarte cuando se me antoje a contarte llorando que estoy agobiada. Que necesito escapar. Que mi mundo me está superando. Que me hundo en un mar de lágrimas. ¿Estás ahí? Casi puedo escuchar tu voz diciéndome: Noelia, todo saldrá bien.
Casi suena real.
Hoy he cometido la estúpida y tremenda gilipollez de mirar fotos. Con los vídeos aún no me atrevo. Son demasiado reales, te mueves demasiado parecido a ti en ellos. Y sonreímos. Y nos besamos. Y yo no puedo mirarlos. Me gustaría verlos, porque sentiría que estás aquí. Pero no puedo. No puedo. No puedo. 
Estoy desnuda ante el mundo, avergonzada, temblando. Estoy desnuda ante mi vida. La misma que meses atrás quería coger con ganas y afrontarla. A veces me cuesta. Qué coño, a ti no te voy a engañar. Me cuesta siempre. Me cuesta asumir que nunca más voy a acariciarte. Esa cara de ángel que respondía solo mirándome. Tengo mucho miedo. Y curiosamente el único abrazo que necesito es el que nunca seré capaz de pedirte. Un 'no me sueltes, por favor' acompañado de lágrimas, llenas de desesperanza. No quiero cometer la tremenda estupidez de pedirte que te quedes. Ni si quiera pedirte que leas esto. Ni si quiera quiero cometer la tremenda estupidez de decirte que quiero verte.
¿Por qué siento en mis días una monotonía agobiante, aplastante e inacabada?
Y una impotencia que crece.
Y me veo sola en medio de la nada repitiéndome que tengo que ser fuerte. Pero, ¿Qué es ser fuerte? ¿Sabes cuándo era fuerte? Cuando me decías que podía hacer todo lo que me propusiera y luchaba por conseguirlo. Cuando estabas mal y yo luchaba para sacarte a flote. ¿Recuerdas cuando estabas enfadado por algo que había pasado y yo jugaba a esconderme por toda la habitación haciendo muecas? Ahí estaba siendo fuerte. Ahí estabas siendo fuerte. Eso era ser fuerte.
Porque ser fuerte no es contener las ganas de llamar a alguien, o atarte de pies y manos con tal de no ir corriendo a buscarle para contarle lo destrozado que estás. Ser fuerte es sacar a flote a las personas que te necesitan. Y cuando tú me necesitabas yo era fuerte.
Y supongo que por eso ya no lo soy. Recuerdo, no hace mucho, que te dije que tú eras un valiente superviviente. Contestaste que ya no lo eras sin mí. Pues hoy yo te digo lo mismo. Que yo tampoco sé serlo sin ti.
Y es una de las cosas más ciertas que he dicho nunca.
¿Crees que todo irá bien? ¿Crees que podré sacarme los exámenes? ¿Crees que podré volver a verte sonreír? ¿Crees aún en mí?
Te quiero, aunque no deba.
Y te echo de menos, a pesar de todo.

miércoles, 7 de enero de 2015

El momento en el que apago la tele y me giro hacia la pared para intentar dormirme. Y todo está oscuro y solo estoy yo. Hace frío, y me acurruco. Pero ya no hay calor. Y pienso en la de noches que has dormido aquí, en este colchón, con o sin mí. Pienso en las cosquillas y sonrío triste porque las echo de menos. Y me quedo mirando un punto fijo en la habitación mientras me pregunto si alguna calle te habla de mí, si alguna canción dice sin querer mi nombre. Yo también he dormido donde tú duermes cada noche, y te juro que entre esas sábanas era la persona más feliz del mundo. Me mirabas y yo con una sonrisa me tapaba, y te devolvía la mirada, desafiándote a sonreír también. Bajo esas sábanas - y estas- me hablaste del universo y discutimos sobre por qué fuera de esta Tierra el tiempo es diferente. Siempre me gustó escucharte teorizar sobre ello y sobre por qué hay vida en otros planetas. Siempre me gustó sentirme una alumna ante ti, ante tu manera de hablar sobre la ciencia como quien habla de vivir. Te reías de mí. Y yo pensaba en cómo alguien tan numérico como tú podía querer a alguien tan poetisa como yo. Pensaba en la primera vez que te canté y parecías haberte enamorado de mi voz. Y pensé en lo que me costaba hacerlo delante de ti, muerta de vergüenza solo porque tus ojos no dejaban de mirarme. 
Ahora pienso muchas cosas. Pienso en que no estás aquí, y en que cuando algo me preocupa me freno y no te digo nada porque pienso en que he perdido la valentía de marcar tu número y escuchar tras el teléfono cómo me tranquiliza tu voz.
Cuando tú estabas triste recuerdo que  me llamabas y te fortalecías un poco, te sentías tranquilo. Te daba un poco de paz en medio de todo ese caos.
Me hace feliz saber que al menos he sido tu ángel guardián mientras me llevabas de la mano, desafiando al mundo. Al menos pude frenar tus caídas o darte alas para que escaparas de ellas. 
Recuerdo tu casa como mi segundo hogar: Tu madre sonriéndome como si me conociera desde siempre, tu sofá haciéndome un hueco en tu vida. Tu habitación que olía a ti y que me hacía sentir que pertenecía a ese lugar. 
Sé que el color moreno de tu piel ya no me pertenece, pero si cierro los ojos aún siento el calor de tus hombros en esa playa de Ocata, y la locura de escaparnos del mundo juntos. Porque a nosotros jamás nos dio miedo el pasado, ni el futuro, ni coger el primer tren que pasara rumbo a cualquier lugar.
Pienso. Pienso en los documentales que te apasionaban, y en que un día me enseñaste uno de Venecia y me sentí feliz. Y en que te morías - y mueres- por pisar Japón. Y en lo feliz que habría sido yo en ese avión a tu lado.
Vaya... Si es que aunque ahora parezca que no, hemos sido enormemente grandes. Y enormemente felices. Si no que se lo digan a todos los objetivos de esas cámaras que fotografiaron besos y sonrisas. Éramos como el hielo y el fuego pero no nos anulábamos. Simplemente éramos. Tú con esa cordura y la organización y yo con esa ilusión de niña y esos ojos soñadores. Yo te hacía más loco, tú me hacías bajar a la Tierra.
Todo lo que pueden guardar dos veranos es incalculable. Cuál fue mejor, no lo sé. Solo sé que insuperables. 
Solo sé que no debería escribir pero y qué. Si es el único lugar en el que hablo de ti, porque les he pedido a los demás que dejen de preguntarme. Y es el único lugar en el que quiero hablar de mí y de ti. Porque es el único lugar en el que no pueden juzgarme. Aunque ni si quiera estés leyendo esto.
Mil libros me hablan de ti, colocados justo ahí, en la estantería. La mayoría de ellos han sido más tuyos que míos. La mayoría sé que no podré volver a abrirlos. Pero y qué. Ya me los sé de memoria. Al igual que me sé gran parte de ti. Quien eres, quien fuiste y lo que quieres ser. Ese valiente superviviente que aunque lo niegue sigue siéndolo.
Ese valiente superviviente lleno de miedos que ya no voy a recordarle.
Echo de menos que me llames bonita, o tus besos lentos. O tu camisa blanca recién planchada. Echo de menos las películas que vimos y esas cenas improvisadas. Y te echo de menos a ti, para qué mentir, abrazándome. 
Protegiéndome del mundo.
Porque ahora estoy sola, temblando, ante este inmenso universo.
Y la tempestad arrasa con todo lo que soy. 
Y en silencio pido que me salves.

martes, 6 de enero de 2015

Sigo siendo la misma niña de ayer,
pero con los ojos un poquito 
más tristes.



Hemos sido la poesía que mordía la boca de Neruda, el tiempo escurridizo entre las manos, la pasión de dos veranos que trajeron paz.
Lo hemos sido todo. 

viernes, 2 de enero de 2015

Escribo porque es uno de esos momentos. Momentos en los que echas de menos. En los que te bloquean una soledad y una tristeza indomables. Escribo porque a veces me pierdo. Escribo porque te recuerdo tumbado dándome los buenos días con un beso, y recuerdo la primera vez que besé tu piel. Escribo porque recuerdo esos trenes y esas ganas de ir a ese parque de atracciones en pleno invierno. Escribo porque lloro y lloro porque pesa no poder abrazarte igual. Escribo los recuerdos que se escapan de mis manos, escribo como escribieron mis labios en tus piernas, en tu pecho, en tu espalda. En tus labios. A veces hablo con los recuerdos, y también a veces suelen contestarme. Ellos también nos echan de menos, pero permanecen callados, latentes. Miles de fotos y cartas podrían explicarte mejor que yo todo esto. Un sin fin de noches y juegos. Un sin fin de secretos y charlas sobre el universo. Demasiados recuerdos. Demasiados días. Demasiadas estaciones. Demasiada felicidad para ahora estar bien, entera sin tener ya todo esto.
Hoy es uno de esos días. Uno de esos en los que no sé estar, y no estoy. 
Uno de esos días en los que no marcaré tu número por cobarde, o porque sé que estás mejor sin mí.
Hoy es uno de esos días en los que me pregunto si esto también está en tu cabeza. Si durante algún momento del día tú también te quedas pensativo sin saber si quiera dónde tienes la mente. Me pregunto si tú también nos recuerdas y un dolor te aprieta el pecho con fuerza.
Me pregunto si alguna vez desearías que estuviera en ese sofá, con cualquier camiseta tuya, abrazada a ti, viendo cualquier película sin dejar de sonreír. Si alguna vez piensas en mis ojos, en mi manera de hablar, en mis locuras. Si alguna vez sientes ganas de desaparecer, o de venir a buscarme.
Me pregunto si esa Góndola seguirá con el brillo de siempre sin nosotros sentados en la misma mesa, en el mismo lugar, rodeados de distinta gente, pero sonrientes. Me pregunto si a ti también se te hacen duras las noches, el momento en que apagas las luces, y solo estáis la oscuridad, tus pensamientos y esa cama. Me pregunto si tú también lloras a veces, si tú también piensas que muchas cosas han dejado de tener sentido. Qué será de ese puerto sin ti y sin mí. Y sin mi voz cantándote. ¿Recordarás mi voz? ¿El sonido de mi risa cuando me matabas a cosquillas?
Escribo para no escribirte.
Y este invierno me grita tu nombre.
Y las calles a veces me dejan vernos, en un pasado, en un recuerdo, riendo.
Esa calle donde corrí, donde reíste. Esa calle perdida cerca de la Isla Fantasía, donde rojos como tomates, nos refugiábamos del calor. Bailando y riendo como si el mañana no fuera más que una palabra. Sin saber que un día ya no seríamos dos.
Me pregunto si estoy loca, o tú también sientes vacío el corazón.Si cuando pasan cosas malas aún piensas en contármelo o llamarme. Si me abrazarías con todas tus fuerzas.
Si alguna canción te recuerda a mí.
Me pregunto si hay besos más sinceros y apasionados que los que creábamos tú y yo.
Echo de menos hasta tu casa. Tu silla. Tu habitación. Tu ordenador. A ti, sentado al lado, aburrido, sin saber qué más enseñarme. Te echo de menos contándome locuras. O hablándome de fútbol. O videojuegos. Echo de menos que te rías.

Escribo aunque no deba hacerlo.
Porque siempre he sido de las que se dejan llevar por lo que sienten.
Y hoy te siento. Más lejos que nunca, más cerca que siempre.
Y te recuerdo. Recuerdo la mejor versión de ti. Y te echo de menos.

jueves, 1 de enero de 2015

Lo sospechaba hasta que lo sentí, y lo sentí hasta que lo supe

 Lo sospechaba hasta que lo sentí, y lo sentí hasta que lo supe. Así empezó y acabó nuestra historia. Si sólo me hubiera fiado un poquito má...