domingo, 31 de mayo de 2015

Si algún día vuelves a leerme y llegas hasta aquí, perdóname por escribir(te).






Perdóname por usar esta fotografía, pero recuerdo este día como uno de los mejores que hemos vivido.
Tan nuestro. Con tanto sentido como tenía para nosotros hacer estas locuras.
Perdóname.




Hoy voy a desnudarme la piel, y por qué no, los versos.
Dicen que muchas veces tienes que darte de bruces para entender las cosas. Bueno, quien dice muchas veces, dice siempre.
Me encantaría, de veras, decirte que estoy bien del todo. Recuperada. Que no quedan grietas en mis cimientos, que he podido mirar hacia nuestra vida sin romperme. Que no me hiere tu indiferencia ni tu huida. Pero te estaría mintiendo.
Desde que te fuiste me he pasado los meses fingiendo que no pasa absolutamente nada. Que que te fueras es algo natural y que te dije adiós con una sonrisa. Me he convencido -y les he convencido- de que estoy bien. Y me he hecho a la idea- encargándome de que todos lo sepan- de que no vas a volver. 
Hoy dueles como duelen mil cicatrices concentradas en un solo punto de la piel.
Sigues escociéndome como aquel ocho de diciembre. Tu adiós resonaba en cada rincón de la ciudad y me cerraron todos los bares. Tuve que ahogar mis penas en lágrimas, porque el alcohol se quedó corto de verdades. Te grité. Grité tu nombre tantas veces cada madrugada que me quedé afónica. Y en el corazón también,ahí perdí completamente la voz. He intentado hacer como que no vas a volver, esperando en el fondo que algún día vengas a decirme que te equivocaste. Pero nadie se marcha para después volver como si nada, ni si quiera tú.
Muchas veces me pregunto si seguirás tecleando 'la chica que no sabía llorar' en el buscador. Si tu historial estará lleno de estos versos estúpidos, o si ya ni si quiera tienes esas ansias de leer(me). Ojalá ya no necesites leerme, aunque yo siga rascándome los dedos, ansiando escribirte.
Es cierto que la tortura ya no es tan intensa, pero eso no significa que no siga siendo una tortura. Algunas noches el cielo nos apunta a los dos, a la vez. Me pregunto si habremos coincidido en el pensamiento. Si habremos impactado, si habremos chocado, si habremos muerto al instante. Sincronizados. 
Todas esas cosas bonitas que veía en el amor se perdieron cuando te fuiste.
Se me han quitado las ganas de querer, pero tú no tienes la culpa. De verdad, no la tienes. Nadie tiene la culpa de dejar de querer.
Hoy te lloro como lloré el primer día de tu pérdida. Hoy te lloro como lloraré el último (si llega). 
Y me abrazo a recuerdos que sé que ya no existen en ningún lugar más que en esas cárceles llamadas fotografías (y bueno, en tu cabeza y en la mía también, para qué negar lo evidente). 
Lo cierto es que no existimos para nadie que no nos haya visto besarnos, pero en mi mundo seguimos siendo nosotros, aunque diferentes.Y yo mientras tanto ni si quiera he podido hacer como que nunca hemos estado durmiendo juntos. He estado horas a tu lado sin tocarte cuando antes a cada minuto existía una caricia cálida que calmaba tus nervios.
Durante estos casi seis meses te he necesitado más que nunca, y no...No has estado.
No como me hubiera gustado tenerte.
Todos piensan que es cuestión de tiempo,y quizá yo también lo crea.
Pero a veces siento que seguiría jugándome el cuello por media verdad. Por media caricia, medio beso.
La gente piensa que estabas conmigo porque yo era la única persona que tenías en tu vida. Quizá eso era cierto. Y qué triste me pongo si pienso que solo me querías porque era la única persona que te quedaba. Que solo estabas conmigo porque la soledad llamaba a tu puerta. ¿Era ese el motivo que te ancló a mi vida? 
Me hubiera gustado pensar que me quisiste tanto como yo te quise, o al menos una cuarta parte de todo lo que dijiste. Me habría encantado que siguieras aquí con tus trescientas manías que no me molestaban en absoluto; Que simplemente me hacían quererte más.
Echo de menos estar sentada en esa mesa de tu comedor y que tu madre me cuente cómo le ha ido la semana. Te echo de menos llamándome cabecita loca, ingenua, soñadora. Te echo de menos. Incluso cuando te ponías nervioso. Y sí, daría mucho por volver a algún momento de nuestra historia y quedarme unos minutos mirándonos. Nos miraría discutir y me reiría de todo aquello que nos preocupaba y que ahora solo son tonterías.
No te haces una idea de lo mucho que ha temblado el corazón desde que te conozco. No te haces una idea de lo que significa que seas mi primer amor. Todo lo que me has dejado es tan grande que incluso tapándolo durante todos estos meses no he podido ni tan si quiera borrar una mínima parte.
A veces me consume la idea de pensar que una parte de mí siempre va a echarte de menos, la misma que me recordará que ya no estás, que no te quedaste, que no volviste, que no me quisiste, que me olvidaste, que todo ha sido una gran bonita historia acabada.
No me atrevo a arrancarte de mis páginas por miedo a que mis versos dejen de tener sentido. Porque quizá sin ti mis versos no tienen sentido. Porque quizá nuestra historia la llevaré siempre.
Recuerdo que una vez me dijiste: ' Pase lo que pase para mí siempre serás la primera'. 
Ojalá ser la primera tuviera tanto peso como ser la última.
Me habría gustado ser la última de la lista infinita de chicas que te roben el alma.
Si ahora me preguntaran cuándo me gustaría conocerte, diría que dentro de muchos años.
Quizá en otro tiempo, bajo otro manto de estrellas distinto al que nos envolvió aquel octubre, habríamos sido felices.
Quizá tú y yo nos equivocamos en muchas cosas.
Tú en abandonarme
yo en dártelo todo
tú en arrancarme el alma
yo en pedirte que te quedaras.
Pero hay algo en lo que no nos equivocamos: En querernos.
Porque un día, cualquier día al azar, entre el abanico de esos dos años,
nos quisimos.
Y fue increíble sentir por una vez que había nacido con un propósito entre los dientes: Arrancarte los miedos y darte las fuerzas necesarias para que llegaras allí donde querías.
Te habría apoyado desde cualquier sala, desde cualquier grada, desde cualquier asiento en medio de la nada.
Habría aplaudido todos tus logros, te habría recogido tras cada derrota.
Porque te quería y sentía que más allá de ti el resto de hombres no importaban.
R, no te haces una idea de todo lo que he dejado desde que me dejaste.
Y no te haces una idea de lo que cuesta aceptar que ya no vas a estar nunca
aquí
en este hueco
entre mi locura más sensata
y tu cordura más desatada.

Gracias por hacerme ver que rozar un cuerpo es más que dar calor, que querer a alguien significa sacrificio. Por haber sido el primer amor de verdad y no haberme dado tiempo a reaccionar cuando nos conocíamos.
Por haberme encontrado entre tanta gente y escogerme a mí para ser la primera que te rozara la piel.

Ha sido un placer coincidir en este inmenso universo.

Aunque te alejaras de mí
y mis versos acabaran hablando
desde entonces
siempre
 de ti.

viernes, 29 de mayo de 2015

La última vez que me expuse asesinaron mi poesía.

Esta foto ni si quiera tiene sentido ya pero sigue gustándome. 





Necesitaba sentarme delante de una página en blanco.
Mirarla fijamente sin saber qué decir, como siempre. Pero sintiendo en el pecho que tengo mucho que contar. 
Siento cosquillas en los dedos, empiezo a teclear cosas sin sentido. 
A veces alguien me lee. A veces no, y el texto queda perdido en el olvido. Uno de tantos.
Llevo años escribiendo siempre aquí. Llevo cicatrices pintadas de verdades, tatuadas en los muslos y en todas las partes de mi cuerpo que aún descansan  en el recuerdo.
Me he dado cuenta de que sigo siendo frágil, y que la fortaleza que los otros ven en mi sonrisa últimamente no es más que fachada. He construido un muro enorme a mi alrededor y ya no dejo que nadie lo atraviese.
La última vez que me expuse asesinaron mi poesía.
Y supongo que ya no quiero darle a nadie el poder de destruirme. 
No me reconozco,de veras. Veo fotos antiguas y no recuerdo quién soy. Aunque sean de hace un año. ¿Cómo puede ser que en 365 días la vida cambie tanto?
Hoy solo soy un trozo de todo lo que quería ser.
Y me veo donde me veía hace dos años, solo que un poco más sola.
Ayer me bebí los recuerdos y hoy he vomitado melancolía.
Me abandono tanto que ya no sé ni dónde encontrarme cuando quiero volverme a buscar.
Quizá la chica de la sangre gélida esté equivocada, y yo no esté hecha para saciar la sed de nadie. Quizá nací para estar sola.
Quizá solo sepa estar sin nadie más que conmigo.
Últimamente no hay brújula que encuentre ningún camino.
Cada decisión parece ser incierta. Cada punto de contacto, inútil
No reconozco los lugares por los que antes pasaba cada día y ni mi ciudad sabe mi nombre, ni yo recuerdo el suyo. 
Me he hecho adicta a la poesía auto-destructiva. Y me he convencido de que no soy digna de querer a nadie. Me he auto-convencido de que cualquier opción sería mejor que yo, aunque sepa en el fondo que no es cierto.
Dicen que cuando escribes jodido todo el mundo siente que tus palabras son muy verdad.
Yo ya no sé diferenciar la verdad de la mentira. No sé quién me dará la espalda, ni si quiera sé quién viene de frente.
¿Confía alguien en mí, aún?
¿Confío en alguien, ya?
El mar se vuelve montaña, el aire para en seco, y de repente todo deja de tener sentido.
Mi reflejo no es paralelo a mí.
Mi mitad descosida busca los rotos y no los encuentra.
No sé ser yo.
No ser es saber que ya no soy yo.

Quizá ayer pinté con ilusiones lo que quería ser hoy y tal vez hoy no tenga ni idea de lo que espero ser mañana.
Me abandonaron en medio de un desierto helado para el que no tenía armas con las que enfrentarme. Me tiñeron de desesperación y salí ilesa de eso que llamaban amor.
Ilesa a medias.
Con más cicatrices de las que me gustaría.
Con menos recuerdos bonitos de los que quisiera tener.
Me abandonaron y fui tan estúpida que me abandoné.
Y creía que si me iba de mí misma 
algún día podría volver y encontrarlo todo arreglado.
Pero me he dado cuenta de que no, 
huir solo implica marcharse y volver
y darse cuenta de que todo sigue intacto.



Qué putada.
Creía que alguien iba a arreglar este desastre por mí.
Pero mis alas siguen siendo mías
siguen estando rotas
y aún no sé si quiero volver a volar.
¿Valdría la pena alzar el vuelo sabiendo que tarde o temprano, alguien o algo , va a volver a lanzarme al vacío? 









No quiero recordar cómo se volaba.
Por miedo a querer volver a hacerlo. 

martes, 26 de mayo de 2015

Trozos de algo que no tiene sentido.

Cuando la única manera de matar
la poesía
es haciendo poesía.


Y todas las alarmas saltan.
De repente todos se callan.
No, otra vez ese silencio.
Me encierro en mí misma
sin si quiera tener llaves
y desaparezco.

El mundo ha dejado de verme
pero yo no dejo de mirarles.
Espero una respuesta
mientras pasan los segundos.

Tic-tac
Se acaba el tiempo,
aunque el tiempo sea infinito
y yo siga aquí dentro.

Me dan miedo demasiadas cosas
le temo a la verdad
porque dicen que es la única
que lleva razón,
y a mí siempre me ha gustado
tener
la
última
palabra.










Y qué mal,
pienso.
Haber coincidido tú y yo
en el momento incorrecto
rodeados de la gente incorrecta
viviendo vidas
que no son vidas
ni tampoco ciertas.


lunes, 25 de mayo de 2015

Quiero volver a cometer la locura que me mató una vez.












Es horrible sentir que tu piel ya ni si quiera te pertenece. Caminas sintiendo cada paso, en silencio. Tal vez aislada en tu propio mundo, el mismo que ahora es sinónimo de un bucle de recuerdos que amenazan con volver a tu vida solo dejándote miedo en los bolsillos. Eres de terciopelo, y tu tristeza se hace casi amable. Luchas por no hundirte y sientes que la ilusión ahora solo es una emoción instantánea. Quieres rascar en ti, rescatar todo lo que eras y convertirlo en lo que eres ahora. Te da pánico avanzar, quizá porque lo desconocido asusta (o eso se empeña en decir todo el mundo). ¿Y si ya no soy nunca más capaz de hacer nada que no conlleve dolor? ¿Y si mis heridas sangran?
No te confundas,soy feliz. Créeme. Porque mi felicidad nunca ha dependido de nadie. Pero todos mis pozos están vacíos y las cuencas de mis sueños algo rotas. Ahora solo veo con el ojo derecho, solo siento con la parte izquierda del corazón y he abandonado casi toda lógica. No sé si se puede considerar suicidio emocional guiarse por lo que uno siente en el momento, pero me he dado cuenta de que últimamente no me gusta planear absolutamente nada. Y los pasos con los que me siento segura son aquellos que he dado en un momento de locura. Solo desatándome los miedos, dejándome llevar.
Aunque no sea el momento.
El lugar.
Ni nada.
¿Cuándo sabes realmente que estás preparada otra vez para saltar al otro lado? ¿Cuánto tiempo tiene que pasar en un corazón roto para sentir ganas de volver a la locura? ¿Cuántas cicatrices debo curar para saber que vuelvo a exponerme a que me hagan unas nuevas?
Siento que siempre me va a dar miedo avanzar.
Siento que voy a arrancarme las señales y voy a lanzarlas lejos.
¿Quién va a quedarse después de ver que lo di todo por alguien que me dejó sin nada? ¿Quién va a atreverse ahora a tener paciencia conmigo si he sido la primera impaciente? ¿Quién va a desnudarme los miedos poco a poco, para que no vuelvan a coger frío? 
Dime quién va a entender ahora que tenga la cabeza llena de sueños frustrados.
Quién va a comprender lo mucho que ha pasado en tan poco tiempo.



Yo ahora solo
soy una niña
asustada.
Ni si quiera sé
si estoy preparada
para que me salven.
Ni si quiera sé
si alguien verá
de nuevo mis alas
y estará dispuesto
a rozarlas
sin quebrarlas.


A todo el mundo le da miedo volar
y más si es de la mano
del propio miedo.
A quién le podría convencer
la sonrisa de una chica
ingenua
que se hace llamar poesía
sin serlo.

Con el pánico entre los dedos me dispongo a correr. Cómo acojona verte tan débil. Cómo desespera sentirse tan ajena al mundo. No encontrarte a ti misma en canciones, releer libros que ya no hablan de ti. Estás sola. O quizá no. Pero da igual.
Dicen que hay tristezas que son como una especie de adicción, y que el asesino siempre vuelve al lugar del crimen. Por eso él de vez en cuando se pasea por mis heridas. Para ver si todo sigue en orden, para ver si sigo llorando la pérdida de todo aquello que jamás tuve.



Solo puedo decir que por aquí todo va bien (demasiado bien).
Pero que soy como un rompecabezas que ya nadie se atreve a solucionar.
Y no sé si cuando alguien esté dispuesto a hacerlo 
yo estaré dispuesta a dejarme arreglar.










Sigo teniendo tanto miedo.




domingo, 24 de mayo de 2015

Quizá un día te veas buscando en otras bocas el sabor de mis sueños,
surcando en otras piernas,
esperando encontrar mi cielo.
Naufragando en otros ojos
para no perderte en los míos.
Sintiéndome tan dentro
queriéndome echar tan lejos. 

martes, 19 de mayo de 2015

Hoy he visto los ojos de la muerte, y se parece a nosotros.

Me he dado cuenta de que no somos conscientes de que nos morimos. A cada segundo estamos un poco más cerca del final de un camino en el que no dejamos de andar ni un solo segundo. Hoy mientras miraba a todas esas personas he visto que no sería la última vez que estuviera rodeada de gente llorando la pérdida de alguien. Lo he visto todo tan surrealista...Supongo que como todos los que estábamos allí. Nadie creía que dentro de una caja pudiera haber algo más que pólvora. Nadie veía en ese cuerpo el alma que probablemente nos miraba asustada desde su trascendencia. 
Hoy me he dado cuenta de lo triste que es morir. Y de lo mucho que necesitan las personas que siguen en el mundo para superarlo.  Bocas alimentadas con tópicos superficiales, en los que aparece el dichoso tiempo; el mismo que dicen que cierra heridas. Una mujer, su mujer, destrozada, llorando. Sin más consuelo que ver a su marido por última vez, con los ojos cerrados y las manos llenas de todos aquellos recuerdos que ambos sujetaban.
Hoy ha sido tan triste ver a mi familia destrozada que ni si quiera he pensado en nada más que en esto. Miles de palabras se abalanzaban sobre mí, querían ser las protagonistas de esta tristeza. Y aquí están.

Hoy me he dado cuenta de que no quiero morirme. Y que si pudiera elegir qué quiero que haya al otro lado, al final, escogería una vida parecida a la que tengo ahora.
Es curioso, que necesitemos ver las pérdidas para apreciar las ganancias. Que necesitemos de la muerte para apreciar la vida. Que tengamos que estar tristes para reconocer la felicidad cuando llega. Es trágico que algo tan débil como una vida mueva tantas almas. Que la desolación se cuele en todos y cada uno de esos corazones. Ver desde fuera lo que jamás quieres sentir dentro. Contemplarte pequeña, en un mundo enorme, cada vez más perdido, y verte inútil, inmóvil, quieta e indefensa, ante su inmensidad. 
La muerte me ha susurrado al oído que algún día vendrá. Y sé que nadie estará preparado para ello, y mucho menos yo.
Pero mirarla a los ojos me ha hecho saber que ella en realidad está tan asustada como nosotros. Y que si nos lleva es para no quedarse sola.
La muerte se parece a mí, a ti, a ellos. Se aferra a todo aquello que tiene vida para sentir que su corazón sigue latiendo.
Nos pasamos toda la vida convenciéndonos a nosotros mismos diciéndonos que nuestros abuelos partirán antes que nosotros, que nuestros padres se irán, que nuestros hijos nos verán morir. Pero...¿Estamos preparados para algo así?

La muerte es el peor dolor que existe.
Saber que nada ni nadie puede cambiarlo. Que se nos escapa de las manos.
Que nos aprieta bien fuerte y nos maneja a su antojo.
Nadie está preparado para marcharse, nunca.
Aunque haya hecho todo lo que quería hacer, aunque haya perdonado todo lo que tenía que perdonar y haya sido perdonado por todo lo que hizo alguna vez.
Al final nadie quiere irse.
Al final todos deseamos quedarnos.






Pero la muerte, amiga, pequeña de ojos tristes, siempre viene a llevarse lo que queda. Como una ráfaga de viento nos aleja de todo aquello que nos sujetó al silencio alguna vez. Y sin decir nada, nos acoge. Con la esperanza de que por una vez alguien se quede con ella. Con la dulzura de alguien que toma con delicadeza algo frágil e insignificante, por miedo a destrozarlo.
Así nos recoge la muerte, durmiendo profundamente todo lo que hemos sido, dejando solo en la memoria de aquellos que estuvieron a nuestro lado un poco de nosotros.
Arrasa con todo y solo nos deja la opción de resignarnos. 

Y nos resignamos. 

domingo, 17 de mayo de 2015








Algún día, tal vez lejano, mirarás hacia al pasado y me verás. 
Como una ráfaga de viento incansable que se coló en tu vida y lo cambió todo de sitio. Mirarás a los ojos de la nostalgia y me verás como el ángel vestido de caricias que te acompañó durante años.
Quizá para entonces tu vida esté en orden y no necesites más. Pero si el caos aún te envuelve intentarás buscar respuestas en las preguntas que te hiciste el día que te marchaste.
Me conoces y me conocerás, aunque pasen muchos años y nuestras vidas queden paralelas, distantes, frías, sin chocar. Seguirás sabiéndote de memoria todas esas cosas que escribí en la lista de aquellas aventuras que quería vivir antes de morir.  O quizá no las recuerdes. Dará lo mismo.
Quizá para entonces ya no me leas y tengas ese dinero que ansías para construir tu vida perfecta.
Yo probablemente me habré conformado con la aventura de mil viajes y una vida normal. Me habré conformado con no conformarme. Habré luchado por publicar alguna de mis estupideces.
Quizá ese día tú ya estés a kilómetros de mí. O a años luz.
Nadie recordará mi nombre. Tú tampoco.
Pero en el fondo de ese frío corazón, llevarás escrito un pedazo de mi mundo. Ese en el que intenté que encajaras a la perfección, fracasando en el intento.
Seguirás en tu inseguridad remota, en tus dudas y en tu complejidad.
No llorarás, claro que no, no llorarás más mi pérdida.
Porque en el fondo tú nunca supiste lo que era perderme. Siempre te acogí en mi mundo, en mi tiempo, en mis heridas, te hice un hueco enorme en el que pudiste refugiarte siempre.
Yo sí te perdí.
Yo jamás volví a esconderme en esos brazos. Y mucho menos en tus labios.
No quise llamar al timbre de tu indiferencia, por si no contestabas.
Yo sí lloré tu pérdida.
Yo sí sangré.
No fue fácil llevarme tu oleaje de promesas, tus silencios, que se clavaban en mí.
Tuve que despedirme de la vida que construí.
Y tuve que hacerlo todo sin pestañear.
Un 'adiós' que se quedó lleno de silencios. Un recuerdo que ya no me aportaba más que una molestia en el pecho. Un peso en el alma. Una herida llena de todo aquello que jamás tuve.
Tú me tuviste.
Yo jamás te tuve. Ahora el tiempo que pasaste entre mis brazos es efímero,
y yo nunca tuve tu corazón. Nunca he sido dueña de tus sueños. Ni partícipe de tu vida.
Aunque quisiera creer con todas mis fuerzas que sí.
Esa piel nunca ha sido mía. Así como tú me tuviste entera, yo siempre tuve la mitad de lo que eras.
Y no te das cuenta hasta que alguien te dice: ' Tú eras la que quería más'. 
Hasta que alguien pronuncia esas palabras que cuestionan todo lo vivido: ' No es que él dejara de quererte. Es que quizá nunca te quiso'.



Y entonces un mar de odio se apodera de mí. Odio hacia mí misma, por haber esperado aquella primera vez que te marchaste. ¿Si te habías ido una vez, por qué esta vez tenía que ser diferente?
Todo eran señales que no quise ver.
No quise verlo, de veras. Quería creer que esta vez era de verdad.
Y ahora siento que pasé dos años de mi vida creyendo que siempre ibas a estar, cuando en el fondo sabía que tarde o temprano harías tus maletas otra vez, volverías a coger ese tren, y yo volvería a quedarme en la estación de la desesperanza.
Donde no solo te perdí a ti, sino también me perdí a mí misma.




Y no he vuelto a encontrarme, al menos no a la que fui.
Ya no quiero ser esa chica que creía que el amor podía con todo.


Cuando en realidad ni si quiera tuvo amor.
Solo algo que se le parecía. 




Quise creer, de verdad, que me quisiste.
Pero si lo pienso...¿A caso alguien deja ir a la persona que quiere solo por miedo a sí mismo?
No. Porque yo sí quería, y yo no habría dejado ir a la persona que quería por nada del mundo.
Ni si quiera por algo tan poderoso como el miedo.



Y esa es la única verdad que me queda. 


sábado, 16 de mayo de 2015

Dijiste : 'No puedo ser feliz ya ni estando contigo...' . En realidad, aunque dijeras que no era por mí, era por mí. Si yo no conseguí que fueras feliz espero que otra persona sí sea capaz de hacerlo. 
Sé que en cuanto pases los exámenes vas a dejar de estar en contacto conmigo. Sé que tras ayudarte, te irás. Soy consciente de ello. 
Solo espero que seas feliz.
Aunque en tu vida me hayas dejado en un segundo plano. 
De veras espero que encuentres en otra persona todo lo que no te di.
Y que te quiera al menos la mitad de lo que yo te amé. 
Aunque eso sea casi imposible.
Pero sucederá.

viernes, 15 de mayo de 2015

Mal.






No preguntaste por mí
no pregunté por ti
y nos convertimos en dos extraños
con mil vidas compartidas
concentradas en instantes.
Se acabaron las despedidas
y al final sentí 
que no pude salvarte a ti y
que no quise salvarme a mí.
Y al final, no pudo ser de otro modo. 
Todo acabó como terminan las historias dignas de recordar:
Mal.





No hubo modo de rescatarnos,
pues cuando te miré
tú ya te habías ido
y cuando te giraste 
yo ya no estaba esperando.
Perdimos el tren 
y dejamos las heridas abiertas
por si algún día la lluvia
quería curarlas.
Así nos quedamos,
tan quietos y solos
tan perdidos y fríos
como dos polos opuestos
que atrayéndose destruyen
todo lo que tienen a su alrededor.
Nuestra incógnita sembró el pánico.
Fuimos la destrucción de todo.
El principio del fin.

miércoles, 13 de mayo de 2015

Debería callar, pero es inevitable escribir.







Siento la necesidad de escribirte, aunque sea desde esta habitación oscura que fue durante tantos meses mi cárcel. Son las 23:41 exactamente y no paro de pensar.
Quién soy ahora. Quién eres ahora. En qué nos hemos convertido.
Mira esos dos tontos de la foto. Ni si quiera parecemos nosotros.
Pienso en un beso. En cualquiera entre esos millones y millones que nos habremos dado. Algo tan simple, sencillo y especial como lo es un beso.
Algo que siempre teníamos cuando uno de los dos, o ambos, movíamos ligeramente el cuerpo y nos abalanzábamos hacia esas puertas del alma.
Viendo esto me cuesta creer que te marcharas. Me cuesta ver lo mucho que gira el mundo, lo rápido que va, desde que te fuiste. Parece que hasta los meses huyen de nosotros, de ti. Como tuve que hacer yo.
No sé por qué estoy llorando, ni si  quiera quiero hacerlo. No quiero pensar que pueda echarte de menos, aunque me arda este silencio eterno que existe ahora entre tu casa y la mía. Todo ese recorrido, esos pasos invisibles que ya no se dan entre tu barrio y el mío. Los domingos pesan como años. Y me sigo encerrando en mí misma, sin hablarle a nadie de ti, no vaya a ser que piensen que sigues alimentando mi memoria.
Claro que te recuerdo. Todos los días algo o alguien hace que te recuerde. Supongo que has sido parte de este cuerpo durante más de dos años, y eso no es fácil de olvidar.
A veces te echo de menos y te necesito. Como por ejemplo el domingo, cuando me enteré de que otra muerte vencía la felicidad de mi familia. Te he necesitado a mi lado en muchos momentos, sobre todo este invierno, durante aquel mes en el que me hundí y no quise saber nada de nadie. 
Y me he echado a temblar muchas noches, pidiéndote a susurros que vinieras a abrazarme. Me abandonaste aunque no quisieras herirme. Y me mataste aunque no pretendieras hundirme. Me asfixiaron los recuerdos.
Tuve que querer odiarte aunque jamás lo consiguiera, porque creía que era la única manera de avanzar sin culparme a mí; culpándote de todo a ti.
Pero no tienes la culpa de que dejaras de amarme. 
Aunque fuera de repente, aunque tomaras la estúpida decisión de apartarme de tu vida.
Ahora estás mejor, e incluso cuando te hundes, ya puedes salir a flote sin mí.
Estoy orgullosa de que estés intentando luchar por tu futuro de nuevo, por una vez parece que me has escuchado y ya vas a tomar las riendas de tu vida. Sé que estarás bien. O mejor que bien, sé que serás feliz. Tendrás esa estabilidad que deseas y volarás muy alto, yéndote lejos.
Sé que algún día volveré a pisar ese puerto. A veces me pregunto si habrás vuelto solo, allí. Si habrás mirado el mar y habrás recordado ese primer beso torpe.
Si habrás sentido que te faltaba algo sin mi mano cogiendo la tuya allí.
¿Recuerdas mis estúpidas teorías sobre la vida? ¿Mi risa tonta? Recuerdo que tu madre siempre decía que se me oía reír desde casa cuando entrábamos en tu portería. 
Y es que recuerdo que siempre estábamos riendo, no parábamos ni un solo momento.
Éramos felices.
No sabes cuánto me dolió perder eso. Cuando cambiaste las bromas por silencios, cuando dejaste de buscar teorías sobre el universo con las que entretenerme por las noches en las que dormía a tu lado. No sabes cuánto dolió perderte, por encima de cualquier cosa. Incluso por encima de perderme a mí.
No sabes cuánto me dolió descubrir que habías escrito sobre nosotros en un blog abandonado, que encontré por casualidad, sin querer. Lo mucho que releía las entradas para asimilar que no sabías si quererme, volver a buscarme o marcharte para siempre.
Sé que optaste por olvidarnos. Por no volver, por marcharte. Según tú deseabas felicidad  para mí, decías que estaría bien, incluso decías que este verano yo iba a estar sanada (al menos mucho más sanada que este invierno). 
Sé que de verdad querías lo mejor para mí, pero también sé que no puede elegir nada de esto. En todo momento decidiste tú.
Tú quisiste que nos diéramos un tiempo.
Tú quisiste irte, dejarnos.
Tú después volviste a hablarme, tras una semana, para decirme que me echabas de menos. Y que querías no perderme.
Al final fui yo también la que quiso saber de ti, no abandonarnos.
Pero sufrí mucho hasta tomar la decisión que nos ha llevado a este punto de inflexión.
Ahora estamos justo donde querías.
Olvidándonos sin borrarnos del todo.
Contándonos cómo nos va la vida.
Esquivando temas en los que podrías decirme que te has vuelto a enamorar, o si yo he vuelto a probar otros labios.
Tu lógica siempre me asustó, y tras el abandono, más que nunca. Sé que saldrás de todo este círculo vicioso de dolor mucho antes que yo. Me atrevo a decir que ni si quiera te duelen muchas cosas que quizá aún me escuecen. 
En el fondo eres el más fuerte aunque me empeñe en querer demostrar lo contrario.
Me vas a borrar mucho antes. Y volverás a amar mucho antes también.
Me encantaría pedirte que jamás vuelvas a querer a alguien como yo. Quiérele más, menos, pero nunca igual. Solo te pido que me guardes un sitio especial. Con vistas al mar desde tu corazón. Que no dejes que nadie escriba sobre lo que he escrito. 
Que jamás olvides todo lo que di y todo lo que no nos dio tiempo a hacer.
Si algún día pisas ese lugar que llevo por bandera en mi vida, quiero que observes cualquier puente, cualquier trozo de cielo y pienses en mí. Venecia siempre llevará mi nombre a tu memoria. Espero que al menos sí que guardes eso de mí.
Y si dentro de unos meses, o años, quieres tirar todo lo que te regalé, hazlo. Prometo no guardarte rencor por ello. Entiendo que ese cojín con nuestras fotografías ya no tenga sentido, entiendo que mis cartas ardan o que todas esas entradas de cine se sumerjan en el olvido eterno de nuestras entrañas.
Sé que no he sido la primera mujer de la que te enamoraste (ni si quiera sé si te llegaste a enamorar de mí) pero yo sí puedo decirte que fuiste la primera persona con la que utilicé el verbo 'amar'.
Es una tontería de críos decirte que has sido mi primer amor. Y es una tontería más grande hablarte de un futuro, pero ojalá nos encontremos por la calle dentro de muchos años y sientas la necesidad de abrazarme como si no existiera un mañana.
Te parecerá estúpido pero has sido la primera persona que me ha llamado escritora. La primera persona que siempre me animó a que fuera por aquello que consideraba mis sueños. Has sido la primera persona a la que canté mirando directa a los ojos. Has sido el único por el que he hecho cosas que creía impropias de mí. He pisado lugares que creí que jamás pisaría. Has sido el primer hombre que me vio desnuda y que tocó mi cuerpo, y aunque no vayas a ser el último, fuiste la primera persona que sentí que me quería por todo lo que era. 
Fuiste excepción. Lo fuimos.
Y ojalá pudiera afirmar que en un futuro podríamos perseguir todo aquello que soñamos tumbados en la cama los viernes por las tardes, antes de quedarnos dormidos, abrazados.  Antes de que fueras a jugar esos partidos de fútbol. Pero la imposibilidad de ese futuro es la que mueve este olvido que amenaza con visitarme cada día, como si de un despertador se tratara. La realidad me llama y me dice que te deje ir. Eso he sentido todos los días desde que te marchaste. 
He necesitado mucho café y mucho ron para entenderte. Y aun así hay días que te atraviesas en el corazón y no puedo comprender lo que pasó. 
Sigo buscando respuestas, formulándome las preguntas equivocadas.
Te pregunto por qué no volviste cuando la respuesta está en ese por qué te marchaste. Te pregunto por qué no luchaste cuando la respuesta está en por qué teníamos que luchar por algo que ya era nuestro...
Te adoré, pequeño, te adoré tanto que te ganaste un hueco en el mismo cielo, aun sin creer en nada de eso, pensé que habías llegado para salvarme.
Espero al menos haber sido ese ángel que te ayudó a tomar las decisiones correctas.
Perdóname por escribirte en un lugar tan sagrado como este blog, donde prometí que no te nombraría más. Pero qué esperas. Has sido un trozo de mí demasiado grande como para ignorar tu paso por mi vida.
Ojalá yo tuviera un lugar en el que leer todos tus pensamientos. Algo que abrir cada día y descifrarte. 
A fin de cuentas tú siempre has tenido expuesta mi alma, has podido entrar cuando quisieras, aunque dejaras de hacerlo.
Me pregunto si llorarías al leerme. Si sentirías todo lo que pasó.
Me pregunto si has necesitado de mis besos algún día para seguir adelante, como cuando me decías que yo era tu motivación día tras día.
Me pregunto qué será de tu vida sin la mía rozándola.
Qué será de esa habitación sin mi olor. De todas esas camisetas de fútbol sin mi cuerpo desnudo debajo. Qué será de ti sin mí. Qué será de mí sin ti.
Sé que seguiremos nuestros caminos.
Pero a veces me duele que nos echáramos tan rápido.
Que no nos diera tiempo a todo aquello que planeamos vivir.
Siento que dejamos a medias nuestro vuelo.
Siento que nos bajaron a la realidad de repente.
Siento que tiraste de mí hacia abajo y caímos los dos.

Ojalá tú no hayas necesitado cambiar tanto para volver a sonreír.
He sido una cobarde al no pedirte que volvieras cuando así lo sentía, pero creía que era valiente si conseguía taparme las heridas sin que nadie notara que sangraban. Creí que olvidándonos nos hacía un favor. Creí que estarías mejor sin mí,
y no estaba tan equivocada.





Perdóname por todo lo que no nos llegamos a dar.
Y gracias, porque te conocí siendo una niña y me devolviste al mundo siendo una mujer.









Has sido una de las cosas más grandes que me han sucedido.




lunes, 11 de mayo de 2015





Ojalá alguien le hubiera explicado a aquel pájaro que si se atrevía a batir las alas podría volar. 
Pero qué pájaro más cobarde.
Pasó toda su vida en una jaula abierta
de la que no pudo huir 
por miedo a no saber hacerlo.


domingo, 10 de mayo de 2015

El desafío de cambiar(me). Demasiado largo.

Me destrozaste des del interior. Sin quererlo, sin saberlo. Hiciste agujeros en todas mis señales, derrumbaste todas mis fortalezas. Me perdiste y me perdí.
Nos dejé en un cajón que no me atrevía a cerrar, hasta que lo cerré. Y cuando tuve el valor de hacerlo me vi en la obligación de cambiar. Ya sabes lo que dicen: Cuando no puedes cambiar las circunstancias te encuentras ante el desafío de cambiarte a ti mismo. 
Y eso hice.
Deshice mi pasado
lo mezclé con el presente
y pensé en lo que me gustaría ser cuando ya no fuera yo.
Cuando hubieran pasado tantos años que fuera incapaz de reconocerme.
Y sin querer quererlo,cambié.
Me hiciste demasiado daño como para salir ilesa.
Y lo más curioso es que no le he vuelto a temer al amor, ya no le echo las culpas a un sentimiento tan bonito. A lo que temo ahora es a las personas, a los labios que mienten, a los ojos que fingen mirar lo que aman. A los corazones que fingen amar. 
Lo único que me da miedo es vivir.
Lo único que me da miedo es tener la necesidad de dejar ahora siempre los pies en el suelo, cuando antes volaba sin mirar atrás. Sin pensar.
Y no sabes cuánto jode tener que meditar ahora cada paso que doy.
Por si acaso volviera a caer.
Porque ahora sé lo que duele.
Había pasado toda mi vida creyendo que lo de los corazones que se rompen es solo una metáfora, una manera de reflejar lo que simboliza que alguien te abandone. Eso creía hasta que se me rompió.
No sabía que podías escuchar cómo las piezas se separaban, desquebrajándose, cayendo en distintas direcciones.No sabía que el silencio podía hacer tanto ruido.
No sabía que romperse el corazón suponía abandonarse por un tiempo. No sabía que para sentir el dolor había que desgastar las ilusiones. No sabía que un corazón roto tarda demasiado en repararse, no solo por el hecho de que la persona que más querías en el mundo se fuera, sino por el hecho de recoger todos los pedazos rotos sin cortarse. O sin cortar a los demás.
La cuestión no es si volverás a amar,
la cuestión es si volverás a hacerlo igual. Apostándolo todo a nada.
La primera vez que te enamoras piensas que el dolor está lejos, o que, con suerte, jamás llegará a alcanzarte. Después te das cuenta de que cuando lo das todo, al llegar el dolor, no te queda nada. Y puedo jurar que ese nada  es una de las cosas que más pesan en este mundo.
Ya no sabes si podrás confiar ciegamente,
dejarte llevar por las locuras,
aferrarte de nuevo a la sonrisa de alguien,
que al igual que puede ser el ángel que te salve,
después puede convertirse en tu propio infierno.



Cuando has estado enamorada hasta de una piel,
después sales sintiéndote desnuda.
De nuevo piensas que debes aprender
lo que ya dabas por sabido.
Porque es una lección nueva. 
Folio en blanco.
Anotaciones de todo aquello que ya no volverás a hacer
de todo aquello que deberás hacer
de todo aquello que jamás te atreviste a hacer.
El corazón roto significa que no superaste ese examen.
Que te quedaste en el tres raspado,
que no alcanzaste ni si quiera el cuatro.
Que tu mundo no se conformó con el esfuerzo
que supone luchar por alguien que ya no lucha por ti.


Me dijiste que estaba cambiada.


Dime tú si no cambiarás, si de repente la persona que más te importa en el mundo decide no seguir su vida contigo. Y tirar todas las promesas lejos, muy lejos, donde ya nadie pueda recordarlas, ni mucho menos alcanzarlas.
Dime cómo te sentirías si te hubieras ido de viaje sin maleta,
si te hubieran cambiado todas las brújulas, 
si te hubieran dado la dirección equivocada.
Dime tú si no habrías cambiado
si de repente todo lo que tenías planeado para el futuro
se viera destruido completamente.
Dime si tú saldrías ileso de una despedida que arrancó la confianza y la lanzó lejos. 
Dime si tú no habrías cambiado después de ver cómo la persona que te juró que pisarías Venecia, se llevaba de repente todos los puentes y dejaba secos los puertos de vuestros silencios. Dime tú qué habrías hecho, si de repente empiezas una nueva vida en la que a penas tres personas te recuerdan que debes seguir hacia adelante.

Sé que te decepciona la manera que tuve de afrontar las cosas.


Pero era yo la que se encerró en su mundo, la que te lloró hasta desgastarte, la que le suplicó a su madre que no la dejara sola ni un momento. Era yo la que no podía estar en casa porque la garganta le ardía y los dedos luchaban para enviarte mensajes en los  que te pidiera volver al invierno eterno de vuestros incendios. Era yo la que murió aquella mañana en la que decidiste de repente abandonarme. No hubo un te quiero. Solo un mensaje: ¿Podemos vernos?
Yo ya sabía que te ibas a ir.
Y le dije a mi madre antes de salir: Mamá, me va a dejar. Volveré para comer.


¿Quién no muere después de algo así?


Pasar un mes pendiente de cada cambio, de cada palabra. De las despedidas prematuras, de los silencios. Pasar un mes sin apenas tocarte. Pasar un mes llamándonos para que la soledad no te hiciera perder el control.
Tú caíste en la tristeza y me arrastraste contigo.
Después de marcharte volviste a sonreír.
Volviste a ser tú
aunque jamás volviste del todo.

Aun así fui la más fuerte de los dos.
Aun después de todo lo que te lloré tuve el coraje de abrazarte cuando lo necesitabas.
Aun marchándote supe sonreírte después.



Siempre había creído que tú eras el fuerte, de veras. De los dos, creía que yo era la más propensa al sufrimiento. Creía que tendrías que levantarme siempre.
Al final fui la que te levantó.
Aunque tropezamos porque quisiste tropezar, y caíste porque quisiste caer. Pero fui la valiente. Te limpié las heridas sin importar que las mías se ensuciaran de silencios. Te llevé en brazos hasta el mar de tus dudas y te dejé flotar.
Me sumergí.
Me quedé sin aire.
Y ahí empezó el final.
Y allí acabó nuestro hermoso y prometedor principio.



Cuando cambiamos de etapa me prometiste que aquel verano era el principio de nuestras vidas.
Aún no teníamos perros, casa ni hijos. Pero tú ya le ponías nombre a todo.
Prometiste que este verano pisaríamos Venecia.
Y yo decidí creerte.
Ahora no dueles pero me das miedo.
Porque ya ha pasado un año y soy muy distinta a la que era cuando decías quererme.
Al final se nos rompieron los esquemas.
Al final me vi sola.
Al final fue el final no deseado
de esa película fascinante
de ese libro preferido
de esa canción que no para de sonar.
Fuimos los finales tristes, dramáticos y sentidos
que te dejan un mal sabor de boca
una sensación de que no has visto bien del todo
por qué se escribe ese punto final.




Y a fin de cuentas nada importa
el invierno se ha marchado
el verano está llamando
al timbre de nuestro rencor.
Y puede que le abras la puerta
puede que suene mi contestador
y después de tres llamadas
nos temblará la voz.
Tú le dirás adiós al recuerdo
yo convenceré a mi cama
y ninguno de los dos volveremos
a mirarnos a los ojos.
Seremos como el sol que se evita
para no quemarte la piel.
Seremos como el mar que se va,
y vuelve,
y vuelve,
para irse.
Seremos la playa que no nos vio desnudos
y el abrigo de un amanecer
que se quedó esperando
que la noche se fuera,
aunque jamás se marchara del todo.

Mañana será lunes.
Y pasado será un futuro.
Cierto,
no muy lejano,
pero sí lo suficiente
como para entender
lo mucho que ha pasado
desde que decidimos
no pasar(nos).

Las noches sabrán a ron
tequila
o ginebra.
Me beberé el recuerdo
y vomitaré la pena.
Le hablaré a otras sábanas
de las tuyas.
Y les diré a todos que me rompiste
solo para que entiendan
qué hace una chica joven como yo
con una botella en la mano
brindando por un corazón
que ya no tiene dueño.
Nadie me verá tan borracha
como me veré yo.
Ni tan cuerda
como pensaré que estoy.
No te mencionaré, eso sí,
cuando sea feliz.
Solo hablaré de ti cuando esté jodida
y necesite recordar por qué sigo hacia adelante.





No te preocupes. Estaré bien.
Y como dice Andrés Suárez, perdón por los bailes.


Siempre he sido de las que pisan por mirarse los pies.



Supongo que lo siento por eso.
Y por todo lo demás.





viernes, 8 de mayo de 2015

Soy mar.






Hay algo muy especial que me ha unido con el mar siempre. Creo que me he sentido identificada con él en muchos aspectos. Es enormemente infinito, como yo, supongo. Y aunque es claro, transparente y puro, puede ser profundo y oscuro. Siempre está en movimiento, aunque este sea ligero e imperceptible, nunca cede, nunca se conforma, siempre avanza y retrocede. A veces asusta, sobre todo cuando no sabes qué vas a encontrarte bajo su manto. Sobre todo cuando te separa del fondo tanta agua y no puedes tocar con los pies en la arena. Tanta inmensidad concentrada en un mismo punto.
Puede ser el lugar más maravilloso del mundo
 y también provocar las mayores catástrofes.
Está lleno de vida...Y también lleno de muerte.
En él ha habido violencia.
Pero también ha sido testigo del amor más puro.
No caben demasiadas verdades, sobra demasiado oxígeno.
El mar es libertad y también prisión. Lo mismo que te hace sentir libre te condena. Lo mismo que te hace poder desplazarte puede retenerte. 
Puede ser cálido.
Pero siempre encuentras en él un punto de frialdad.
En él se reflejan cosas tan bonitas como el sol o la luna.
Ha sido testigo de cuerpos desnudos y soñadores.
De cuerpos incoherentes. De manos inocentes. De sonrisas culpables.
El mar guarda, para mí, el secreto más grande del mundo.
Es un misterio.
Esconde mucho más de lo que veremos jamás.
O de lo que queremos contemplar.





Y supongo que por eso siento que es parte de mí.O que yo soy parte de él.


Lo sospechaba hasta que lo sentí, y lo sentí hasta que lo supe

 Lo sospechaba hasta que lo sentí, y lo sentí hasta que lo supe. Así empezó y acabó nuestra historia. Si sólo me hubiera fiado un poquito má...