no pregunté por ti
y nos convertimos en dos extraños
con mil vidas compartidas
concentradas en instantes.
Se acabaron las despedidas
y al final sentí
que no pude salvarte a ti y
que no quise salvarme a mí.
Y al final, no pudo ser de otro modo.
Todo acabó como terminan las historias dignas de recordar:
Mal.
No hubo modo de rescatarnos,
pues cuando te miré
tú ya te habías ido
y cuando te giraste
yo ya no estaba esperando.
Perdimos el tren
y dejamos las heridas abiertas
por si algún día la lluvia
quería curarlas.
Así nos quedamos,
tan quietos y solos
tan perdidos y fríos
como dos polos opuestos
que atrayéndose destruyen
todo lo que tienen a su alrededor.
Nuestra incógnita sembró el pánico.
Fuimos la destrucción de todo.
El principio del fin.
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