martes, 25 de agosto de 2020

Me hace cosquillas el futuro, pero no acabo de relajarme. Algo que habita en mí me recuerda lo mucho que sufrí antes y me bloquea. Como si cada persona estuviera destinada a fallarme y yo a creerla, como si nunca fuera suficiente. El pasado aprieta por las noches, me sume en un mar de dudas. ¿Podré salir del bucle de negatividad que me abraza por la espalda? Las cadenas que yo misma me puse me retienen justo aquí, y no me gusta la sensación de no ser libre. Vivo esclava de mis miedos, y yo que fui una pequeña valiente, hoy no me reconozco al bajar la mirada frente al espejo. 



Ojalá saber en qué instante van a fallarnos para poder salir corriendo. 

martes, 18 de agosto de 2020

Tiene mi palabra (de poemas y delirios a la 1 de la mañana)

 De esas cenizas que, mojadas, se te pegan al cuerpo.

Cansadas de mancharse. 

No han cicatrizado muy bien,

y se nublan. 

A veces esperan encenderse de nuevo

y la desilusión las condena cuando

a la mínima que gira su viento

se apagan por decimocuarta vez. 


No vaya a romperme usted también el corazón,

déjeme que le explique que me llevará tiempo abrirlo,

que no me ayuda su ausencia,

que si me quiere usted conocer deberá besarme la mano de nuevo. 

Por favor, hágame confiar,

sáqueme de aquí,

de este pozo de negatividad que está muy lejos de mí,

demuéstreme que no soy solo un puñado de miedos,

ayúdeme.

Estoy temblando, por eso me alejo,

por eso aprieto el cuerpo a esta pared helada

y le digo que no me atrevo. 


Me entiende, ¿verdad?

Me da miedo, le estoy abriendo mi camisa

mis temores, mi pasado y mi tiempo,

le estoy dando todas esas cosas,

y usted me confunde,

se aleja, a ratos,

me hace pensar que y también que no. 


¿Tiene miedo? - ¿más que yo?


¿Es eso posible? 


Si va a jugar conmigo, dígamelo. Aléjese, sea claro,

preciso,

dibújeme las coordenadas exactas de la huida,

déjeme que me la aprenda, reconózcalo. 


Y si en cambio quiere bailar conmigo hoy,

en esta ciudad ruinosa y oscura,

agárreme del brazo, como tantas otras noches

y repítame que quiere verme de nuevo. 

Yo no saldré corriendo,

tal vez- y solo tal vez- dude unos segundos,

y me piense fríamente si debo agarrarle la mano

y después,

y créame que es así como lo cuento,

lo haré.


Le dedicaré una sonrisa grande

acabaré con todos estos muros

y un sí me dibujará la risa. 





Pero para que eso ocurra usted tiene que ser sincero

y hablarme de frente.

Y dejarse los miedos en casa,

porque la última vez que alguien los trajo a este baile,

acabaron pisándome los pies. 


Y ya sabe usted lo que duele bailar con los pies destrozados. 


Permítame el lujo de que las cosas salgan bien. Y estaré aquí para usted. 

Tiene mi palabra. 

sábado, 15 de agosto de 2020

Diles que no pasen

 Puede que me dé tanto miedo el abandono que me he encerrado aquí, donde el agua no consigue rozarme, donde no hay peligro. Aquí no pueden alcanzarme, no podrán hacerme daño si no logran tocarme.

Voy a hacerme la fuerte de nuevo, evitar encontrarme conmigo, no me gusta cómo duele cuando se van, así que ya no podrán venir jamás a este pequeño rincón. Si no llegan no podrán marcharse, y si no se marchan no habrá herida, porque eso significará que jamás habrán estado. No voy a dejar que nadie desmonte esta muralla que he construido con mis propias manos. La última vez que me dejé llevar me costó ocho años entender lo que debería haber visto en el segundo cero: que esa persona jamás se quedaría y que acabaría huyendo. Fueron dos las oportunidades que tuve de alejarme y decidí luchar. Desde aquella derrota entendí que de nada sirve esforzarse si al otro lado no queda nada.
Me daría miedo que volviese a pasar lo mismo, más noches en vela susurrándole al recuerdo. Quizás por otro nombre y otros ojos, tal vez por otros labios, pero el dolor sería de nuevo el de la ausencia.
Y vendrían las fotos rotas, las canciones de desamor y las alas flojas.
No quiero que me vuelvan a hacer daño, así que diles que no pasen, que no vengan, que no prometan. Que si llegan lo hagan si que me dé cuenta, y si se instalan sea para quedarse.

Diles que no podré soportar un arañazo más. Que no me quedan días en el calendario. Diles que tengo mucho miedo. Que no sé abrirme ya al espacio, que fagmentaron mi universo y de mí ilusión ya no queda ni rastro.

viernes, 7 de agosto de 2020

Hasta que me lo pediste

 Creía que nunca iba a ver las cosas de este modo. Puede que no haya querido darme cuenta, que viviera ciega, tapándome las orejas. Defendí lo que me pareció indefenso, y al final descubrí que simplemente era indefendible. No pude sostenerte más. Me rendí, asumí mi papel (que siempre fue el de mujer invencible que chocaba contra tus muros) y te dejé ir. Después de ocho años. Después de eternas luchas, de victorias agridulces, de tiempo invertido (que todos dicen que perdí, pero que yo sigo pensando que de algún modo valió la pena). No fue la continuidad, la certidumbre ni el amor nuestro fuerte (desde luego, no el tuyo), pero en todo momento pensé que quizás eras tú. Ya sabes, la persona de mi vida, el chico que siempre recordaría. Ingenuidad en estado puro. Cuánto ha hecho falta para darme cuenta de cómo son las cosas. El tiempo o, sobre todo, tú, me enseñaste que estaba caminando a ciegas cerca de precipicios. Fue dura la caída; y es cierto que la primera lo fue mucho más, pero la última rompió algo que no sé explicar. Esa fe ciega que tenía en ti, quizás mi autodeterminación, que me empujó siempre a creer que algún día les dirías a todos que había algo entre nosotros...No sé qué fue, pero se desvaneció. Me sentí extranjera dentro de mis recuerdos, esos que, vagamente, se alejaban para recordarme que soy muy distinta a aquella chica dulce que conociste tiempo atrás. Me empeñé, con tanta fuerza, en que te quedaras, sin descubrir qué era lo que mi corazón me decía. Y él lo tenía muy claro: ibas a irte. No pude ni quise retenerte. Quizás es lo mejor que podríamos haber hecho, despedirnos. Al final, tus metas eran otras, y desde luego, y aunque al principio dijeras que no, el único problema que había entre tú y yo era que éramos tú y yo. No pudiste con esa diferencia que nos separaba. La diferencia entre tú y yo fue creciendo, y lo que al principio eran solo costumbres, personalidad y viento, se convirtió en desolación y descosidos. Quizás era un final que debió haberse cerrado hace demasiado tiempo y yo luché por leer el mismo libro una y otra vez con la esperanza de encontrar un final distinto. Pero, después de tres veces leídas, siempre es el mismo: yo jugándome la piel por salvarte y tú huyendo contra todo pronóstico. 

No hubo perdices para este cuento, quizás fue fugaz en el tiempo y esta galaxia no sostenga más un solo rayo de luz que venga de nosotros. Puede que perdiésemos el tren, que nos hubiésemos herido tanto que nada pudiera salvarnos. Volví a confiar en ti como una niña que no sabe la verdad, y yo que me río de la fe ciega de los creyentes, alzando mi atea bandera le recé a tu suerte. Pero ella nunca respondió 

Que te vaya bonito y nos recuerdes de ese modo imprudente en el que se recuerda la pólvora mojada sobre la ropa blanca. Que seamos solo una mancha más en nuestras historias y que la vida nos haga saber el uno del otro: tal vez pasees con un niño que tenga tus ojos, y yo quizás me subo a un escenario y puedas oírme. Nos deparan vuelos insólitos a lugares impredecibles. Yo recordaré que un día dijiste que habrá cosas que siempre tendremos presentes mientras la risa se disuelve. Y con el tiempo, los escombros y los rotos irán encontrando salida en este mundo loco que no pudo acogerte.


Que te vaya bien bonito, porque de corazón deseo que nunca más haya dolor en tus comisuras, ni presión en tu pecho, ni te asalten las dudas. Y ojalá la encuentres y sea tan diferente a mí que te parezca solo un sueño que viviste lo que mis manos sostuvieron los días grises en los que recogerte fue una labor casi imposible 

        que nunca di por perdida

                                        hasta que me lo pediste.

Ya me gustaría

 Es casi inconsciente este pensamiento recurrente que me atraviesa. Me cuento y les cuento que no es para tanto y lo cierto es que soy dos p...