domingo, 30 de noviembre de 2014

Querido Santa.




Querido Santa, te escribo a menos de un mes de tu llegada.
Puede que sea diferente al resto y yo crezca al revés. Pero créeme cuando te digo que tengo la ilusión de una niña ahora mismo. ¿Sabes? Cuando la gente decía en el colegio: 'Noelia, si Papa Noel no existe. La magia no existe' yo les decía: 'Sé que existe porque creo en la magia'. Supongo que cuando crecí me di cuenta de que había sido una ilusa. Pero hoy, ya más lejos de todo esto, puedo decirte que no me arrepiento de haber sido así de ingenua, de niña, de feliz.
 Te pediría muchas cosas, pero creo que no está a tu alcance -todavía- salvar el mundo entero (y esto incluye la pobreza y la injusticia) así que solo voy a pedirte una pequeña cosita: Este año dame todo lo que me diste el año anterior. 
Sí, sí. Lo mismo. Quiero vivir. Ilusionarme. Estudiar. Estar orgullosa de mí, y sobretodo de los demás. Dame la pérdida de amigos, si quedan amigos que quieran irse. Dame amor, mucho amor. Como el año anterior. Dame ese amor indestructible que movía montañas y atravesaba bosques y bosques de oscuridad en un abrir y cerrar de ojos. Dame familia. Y dame problemas, porque quiero superarlos, porque quiero crecer. Dame otro cumpleaños fascinante, pero esta vez, recuerda que hay gente que ya no estará y gente nueva a la que tendrás que incluir en mi día especial. Dame la fuerza necesaria para sacarme este curso, y para vencer mi miedo a los coches y al fin sacarme el carné. Dame sonrisas, muchas sonrisas, porque ya sabes que me alimento esencialmente de ellas. Dame rabia y traición, porque es necesaria para apreciar la paz y la alegría.
Trae a mi vida todas aquellas cosas que no pedía de pequeña: Los mayores sentimientos del mundo. Y llévate todos esos juguetes para alguien que ahora sí los necesite.
No he sido muy buena, tengo que admitirlo. Porque he cometido insumables errores. Pero he ayudado cuando he podido, y he sido muy, muy, muy fuerte. Tanto como para decirle adiós a personas que llevaban años en mí. Y tanto como para haberme acercado a mi familia, muchísimo, muchísimo más.
Así que creo que merezco- o quizá no, pero lo deseo- que este año que pronto llega sea igual de increíble que el anterior.

Ahora que has venido para quedarte.

Estás a un click de escucharlo


Un antiguo texto que vuelve a mis labios, y esta vez, lo comparto con todos vosotros.

jueves, 13 de noviembre de 2014

Ojalá no tuvieras los ojos tristes.

El ángel se puso a llorar.
Y yo solo me quedé mirando.
Porque no sabía de qué manera se podían secar las lágrimas de un ángel.
Y me temblaba demasiado el pulso como para averiguarlo.
Así que esperé ahí sentada, sin que nadie apareciera, viendo al ángel fundirse  con sus penas. Y nadie decía nada, no había nada que decir. Pues solo aquel ángel de alas apagadas sabía cómo  volver a encenderlas.

domingo, 2 de noviembre de 2014

No sé ponerle título a lo que hoy quiero decir.



Hoy solo voy a decir que tengo las manos quemadas de tanto ponerlas en el fuego por personas que acabaron yéndose por la puerta de atrás.
Sé que me duele el pasado y que así es más difícil continuar. Pero no puedo hacer nada, es inevitable que un suspiro o una palabra vuelva a echarle alcohol a mis heridas.
Pero ya no sé llorar así que voy a respirar y coger tanto aire como pueda, para poder continuar.
Ojalá no esperen mucho de mí, porque ya no sé cuál es mi lugar. He dejado tanto por el camino que me cuesta creer que mi futuro se le parezca a lo que un día fue mi manera de hacer. De vivir. De sentir. De reír. De creer. 
El drama hecho letras hoy está aquí escrito. Aunque pocos - o nadie- lo entiendan. Aunque pidan- o no lo hagan, pero quieran- explicaciones. Hoy solo sé decir adiós con las palmas de las manos bien abiertas, porque a veces hielan mi ilusión y decide salir corriendo hacia otra dirección.
Hoy no voy a echar a suertes la manera en que quiero vivir, porque simplemente hoy solo siento que estoy delante de cuatro- o mil- caminos y no sé por dónde ir.
Si volverme cruel y despiadada y girarle la palabra a aquellos que un día me giraron la cara,
o sonreír como si nada aunque me duela en el alma. 
Si seguir haciéndome la fuerte o admitir que se me doblan las rodillas cuando a solas me dejo caer ante mi suerte. Si seguir siendo graciosa o volverme misteriosa. Si pensar en escapar a pie o volando- porque ni si quiera sé qué es lo que hace más daño.
Si atarme las alas o liberarlas. Si blanco, o quizá, negro.
Si bien, o quizá, mal.
Si real, o más bien, sueño.
Si llorar, o más bien, suspirar lento. 
Hoy solo voy a decirte que te entiendo. Persona diminuta o tal vez gigante que esté leyendo esto.
Porque yo también tengo la soledad partida en pedazos de tanto arrastarla por el suelo.
Porque yo sé lo que es cuidar a alguien y que después nadie recuerde que eras tú la persona que le lamía las heridas, que eras tú quién cuidó de él mientras los otros se alejaban. Y él sabía que lo hacían. Que huían y que  ni le miraban, y de mientras yo, agachada, cogiéndole por los hombros, cargándolo en mi espalda, fingiendo que no pesaba el dolor que llevaba.





Y entre tú y yo, sí que pesaba. 








Lo sospechaba hasta que lo sentí, y lo sentí hasta que lo supe

 Lo sospechaba hasta que lo sentí, y lo sentí hasta que lo supe. Así empezó y acabó nuestra historia. Si sólo me hubiera fiado un poquito má...