domingo, 26 de agosto de 2018

¿Y si no hubiera nadie tras el cristal? ¿Y si solo estuvieses tú mirando algo que se marchará? ¿Y si nadie lucha por ti? ¿Seguirás luchando?

viernes, 24 de agosto de 2018

Antes de ti.




Son las 3:22 de la mañana y acabo de ver Antes de ti. La vi una vez en el cine. Una vez que salí con el corazón roto en mil pedazos y muy triste - y algo indignada- por el final. Será que he madurado, pero ahora entiendo la decisión de Will. La primera vez que vi la película, no quería entenderlo. No podía aceptar su decisión. Esta vez no he llorado de la impotencia ante lo que elige, he llorado porque yo habría elegido lo mismo y es tristísimo. No me podía ir a dormir sin decirlo en voz alta, sin proclamarme triste en medio de esta noche. Vivimos tan ajetreados, tan sumidos en nuestros problemas...Que no vemos absolutamente nada de lo que tenemos. No he podido evitar sentirme como Clark durante toda la película (además nuestra personalidad es extremadamente parecida) y eso me ha dejado muy rota. Quería compartir con vosotros - si es que aún queda alguien que me lea- la última carta. Si habéis visto la película la entenderéis, si no, puede que también. El caso es que ahora comprendo a Will, el caso es que cuando comprendes su decisión es aún más triste. 


(la carta está extraída del libro, pero la de la película ha sido bastante fiel):


Clark:

Cuando leas esto habrán pasado unas pocas semanas (incluso con tus dotes organizativas recién descubiertas dudo que hayas llegado a París antes de comienzos de septiembre). Espero que el café sea bueno y fuerte y que los cruasanes estén frescos y que aún haga buen tiempo para sentarse fuera, en una de esas sillas metálicas que nunca quedan del todo firmes sobre la acera. No está mal, el Marquis. El bistec también está rico, por si te apetece volver más tarde a comer. 
Y si miras por la calle, a tu izquierda, verás L’Artisan Parfumeur, donde, cuando termines de leer esta carta, deberías ir a probar el aroma llamado algo así como Papillons Extrême (no lo recuerdo bien). Siempre pensé que te iría muy bien.
Vale, se acabaron las órdenes. Hay unas cuantas cosas que me gustaría decirte y te las habría dicho en persona, pero, en primer lugar, te habrías puesto toda sentimental y, en segundo lugar, no me habrías dejado decir todo lo que quería decir.
Siempre has hablado demasiado.
Por tanto, aquí lo tienes: el cheque que recibiste en el sobre inicial de Michael Lawler no era la cantidad completa, sino solo un pequeño regalo, para ayudarte durante las primeras semanas de desempleo, y para que fueras a París.
Cuando vuelvas a Inglaterra, lleva esta carta a Michael en su despacho de Londres y te dará los documentos pertinentes para que tengas acceso a la cuenta que ha abierto en tu nombre. Esta cuenta contiene lo suficiente para que te compres un lugar agradable donde vivir, para que te pagues la carrera y para cubrir tus gastos mientras eres estudiante a tiempo completo.
Mis padres ya estarán informados al respecto. Espero que esto, y el trabajo jurídico de Michael Lawler, simplifiquen los trámites en la medida de lo posible.
Clark, desde aquí casi oigo cómo empiezas a hiperventilar. No te pongas de los nervios ni intentes regalarlo: no es bastante para que te quedes de brazos cruzados el resto de tu vida. Pero debería ser suficiente para comprar tu libertad, tanto en lo que se refiere a ese pueblecito claustrofóbico que los dos consideramos nuestro hogar como a las elecciones que te viste obligada a tomar hasta ahora.
No te doy este dinero porque quiera que te sientas nostálgica ni en deuda conmigo, ni tampoco para que sea una especie de maldito recuerdo.
Te lo doy porque casi nada me hace feliz a estas alturas, salvo tú.
Soy consciente de que conocerme te ha causado dolor y pena, y espero que un día, cuando estés menos enfadada conmigo, comprendas que no solo hice lo único que podía hacer, sino que eso te va a ayudar a vivir una buena vida, una vida mejor, que si no me hubieras conocido.
Te vas a sentir incómoda en tu nuevo mundo durante un tiempo. Siempre es extraño vernos fuera del lugar donde estábamos cómodos. Pero espero que también te sientas un poco dichosa. Cuando volviste de hacer submarinismo esa vez, tu cara me lo dijo todo: hay anhelo en ti, Clark. Audacia. Solo la habías enterrado, como casi todo el mundo.
No te estoy pidiendo que te arrojes de un rascacielos ni que nades junto a ballenas ni nada parecido (aunque, en secreto, me encantaría pensar que lo estás haciendo), pero sí que vivas con osadía. Que seas exigente contigo misma. Que no te conformes. Viste con orgullo esos leotardos a rayas. Y, si insistes en conformarte con algún tipo ridículo, guarda a buen recaudo una parte de este dinero. Saber que aún tienes posibilidades es un lujo. Saber que tal vez te las he proporcionado ha sido un gran alivio para mí.
Eso es todo. Te llevo grabada en el corazón, Clark. Desde el primer día en que te vi, con esas prendas ridículas y esas bromas tontas y tu completa incapacidad para disimular una sola de tus emociones. Has cambiado mi vida muchísimo más de lo que este dinero cambiará la tuya.
No te acuerdes demasiado de mí. No quiero pensar que te vas a poner sensiblera. Vive bien.



Vive.


Con amor,
Will.

jueves, 23 de agosto de 2018

Al ritmo de Izal, rumbo a Marte.

Cuando el cigarro se consumió, se bebió de un trago lo que le quedaba en la copa. No apartó ni un segundo la vista de ese libro que la tenía presa. Leía una y otra vez la misma frase, repitiéndola para sí misma. Verso tras verso, atravesándolo en su piel. Se tatuó en la memoria todo aquello que jamás volvería a hacer y también todo lo que le gustaría repetir. 
Cuando el libro se le empezó a hacer pesado- y es que a las 2 de la mañana cualquier libro puede parecerlo, si no estás muy despierta- lo dejó apartado en el suelo y se sumergió en la bañera para acabar de mojarse el pelo. La sensación de libertad que la embriagaba era incluso mayor al efecto que el vino había comenzado a hacer en su cabeza. Sonrió casi por inercia, para sí misma. Después se levantó y salió desnuda. Ni siquiera se molestó en secarse. Decidió caminar por casa, con los pies mojados y las gotas cayendo por su cuerpo. Llegó a la cama y se tumbó. A veces sentía que le faltaba el aire, otras, que podía comerse el mundo. 
No dudó un segundo en poner su canción favorita, y al ritmo de Izal decidió cerrar los ojos y apretar los puños fuertemente, para soñar que esa noche volvía a aquella playa perdida y volvía a bañarse en el mar. Los recuerdos golpearon cada poro de su piel al instante. 
- Lo que daría por estar allí- susurró para sí misma. 

Pero era imposible. Ni Ford vivía ya en Barcelona, ni esa playa parecía la misma, ni había vuelto a ser primavera nunca. Así que se limitó a pensar en todo lo que haría si se mudase a Nueva Zelanda, como siempre había querido. Despegó los recuerdos de su mente, se montó en una nave llamada esperanza y empezó a navegar rumbo a Marte, el único lugar donde aún le quedaban sueños. 
Una sonrisa se dibujó en su rostro mientras una lágrima bailaba por su mejilla. Cualquier ciego habría afirmado que aquella noche, ella en realidad no estaba llorando, que lo que caía por su cuerpo eran las gotas supervivientes de ese baño que antes se había dado. Cualquier ciego habría afirmado que su nave no se estrelló jamás, que llegó a alcanzar su sueños a la velocidad de la luz, traspasando la frontera del tiempo y el espacio. Cualquiera se habría creído sus mentiras. Yo en cambio os diré que Izal estuvo sonando toda la noche, que se acabó la botella de vino y que a la mañana siguiente ni siquiera se acordaba de Marte, de sus sueños, ni de esa nave, que más que intacta, quedó destrozada en la misma esquina donde horas antes aparcó su libro.

Ese que aún no se ha terminado. 

miércoles, 22 de agosto de 2018

Monedas.



El ser humano siempre se da cuenta tarde de lo que quiere. Cuando dudamos entre varios caminos y decidimos lanzar una moneda al aire para echarlo a suertes, sabemos, en el fondo, lo que queremos, lo que deseamos. Justo el momento en el que esa moneda está en el aire, sabemos qué cara queremos que salga. Esa sensación de tenerlo tan claro, en un momento tan pequeño y frágil, es la muestra más profunda y directa de que lo único que a veces nos impide hacer lo que sentimos es nuestra razón: Ese deseo que tenemos, eso que vemos tan claro cuando la moneda aún está por caer, es la liberación de un corazón cuando se deshace de la lógica y la sensatez. Realmente lo único que nos ha hecho lanzar esa moneda al aire es la duda, la incertidumbre, el miedo, el no saber qué sucedería si ignorásemos nuestra lógica y volviésemos a lanzarnos al vacío. Lo único que hacemos es dejar al azar una decisión que tenemos clara desde el principio, para así, si sale lo contrario a lo que de verdad deseamos, no culparnos por ello. Decir que fue la suerte o el azar lo que nos hizo escoger no ser felices. Porque atreverse siempre supone salir de la zona conocida, del confort, de la tranquilidad y la paz. Y no siempre todos estamos dispuestos a jugárnosla, a volver a exponernos, a rompernos o fragmentarnos. No siempre estamos preparados ni tenemos fuerza. Tirar la moneda, darle voz a la suerte, es solo una excusa para no tener que elegir no ser felices. Para no tener que luchar. Porque todos sabemos que luchar supone llenarse los bolsillos de victorias, pero también levantarse tras todas las derrotas. 


Si cuando he lanzado la moneda tenía tan claro qué cara quería que saliese, ¿por qué me daba miedo el resultado? 

viernes, 17 de agosto de 2018

Emergent.




 Empasso saliva i miro endevant,
ni tan sols m'has vist, però he sospirat.
Tres gots sobre la taula,
mig cor encès. 
Et pregunto com estàs i no respons.
M'amago dins la samarreta 
mentre no mires cap aquí.
Estàs massa callat,
i a mi això em fa massa por. 
Em pregunto si tornaràs
a ser el noi que alçava els braços,
somiant,
si tornaràs a explicar-me el que et fa feliç,
si t'abraçaré quan tinguis por,
si tornaré a saber de tu
quan ja no sàpigues què som
.
Beus massa ràpid,
jo ric mentre em preguntes si ja m'ha pujat.
Ja saps que l'alcohol a mi em torna boja,
per això ric amb un to trist -i tu m'ho notes-.
Em demanes perdó amb els ulls,
jo et dic en veu baixeta que no passa res.
En realitat sí que passa. 
Passa que t'he estimat com mai vaig estimar
i totes les ferides em van fer qui sóc avui.
El més curiós de tot és que he tornat just al lloc on et vaig verue per últim cop:
just en el punt on vaig decidir que mai més seria aquella noia que no tocava de peus a terra.
Vaig créixer quan vas marxar. 
Des d'aleshores em vaig prometre mai més somiar per sobre de les meves possibilitats.
I és això el que estic fent ara.
Aturar-me un moment abans d'il·lusionar-me.

Ja no em preocupen les coses que abans sí,
ja saps, aquelles ximpleries que ens feien pensar i pensar 
quan encara érem nens. 
T'enrecordes de la meva gelosia tonta?
Ara mai en tinc,
i no és perquè no m'importi,
és perquè créixer és adonar-te de que qui vol estar amb tu ho està,
que no hi ha lligams en l'amor,
que tot el que neix lliure es manté sa,
i tot allò que s'intenta emmagatzemar acaba morint. 
És possible que el dia que ens vam trobar,
quan vas mirar-me als ulls,
vas notar que portava ferides noves 
i que aquestes m'han fet una dona més lliure i més independent. 
No t'espantis.
No significa que no et necessiti,
ni tan sols significa que no trobés a faltar res,
només significa que he aprés a estar sense ningú,
sense cap persona que estigués al meu costat.

A mi, l'amor, ara, em fa por.
És una por que m'escalfa i em reprimeix,
una por que es fa dura, alguns cops,
una por que m'ha transformat en una persona menys afectuosa.
No sé si has trobat a faltar cap cosa de mi,
no sé si em reconeixes derrere de tota aquesta màscara de gel.
No sé si trobes en mi aquell suport que un dia va lluitar per mantenir-te a la superfície,
no sé si trobes mar als meus ulls,
si la meva esquena continua sent aquell mapa de constel·lacions
que utilitzaves per trobar-te quan la vida era dura i freda. 
Ni tan sols sé si encara tens el costum de llegir-me.
I no sé per què encara tinc el costum d'escriure.
No sé si tornaré a llegir-me a mi mateixa.
No sé per què motiu parlo amb un full en blanc,
ni per què quan estàvem a aquell llit,
aquella nit,
lluny de tot,
no et vaig abraçar tot el que volia.
No sé per què motiu tinc tanta por a mostrar-te res,
si tu no ets cap desconegut.
És possible que em faci por espantar-te.
És possible que hi hagi distància alguns cops,
que m'allunyi per si no em vols al teu costat.


Sempre les mateixes preguntes,
per les que encara no he trobat resposta:
Qui sóc jo per tornar a la teva vida?
Qui m'ha donat permís per tornar?
A vegades penso que m'he creuat per casualitat, 
que només t'he portat problemes.
Que ara mateix el que menys necessites es prendre decisions,
que has hagut de ser valent i explicar als que t'estimes que he tornat,
que no t'he demanat permís per apropar-me tant,
que m'he amagat als teus llavis 
i no t'he preguntat si em deixaves quedar-me a dormir. 

No has de quedar-te si no vols,
ni tampoc has de saber què vols exactament.
Ja em coneixes, probablement sóc sempre la que lluita fins al final,
encara si marxes.
Si te'n vas ho entendré. És comprensible.
És el que hauria fet tothom.
No has d'estar tan boig com jo,
no t'has de jugar el coll per mi.

Al cap i a la fi, si jo no t'hagués parlat potser mai més hauries sapigut res de mi,
potser mai més ens hauríem vist,
no ens hauríem apropat tant,
nos ens hauríem dit que ens vam trobar a faltar.

Ets tan lliure que mai et demanaré que et quedis amb mi. 
Probablement, al món hi ha més boges com jo disposades a donar-te ales en temps de tempestes.
M'agradaria que fossis feliç. I si no és amb mi,
m'agradaria que trobessis pau allà on el teu cor et demanés estar.
Desde que et vaig conèixer només he volgut això per a tu.

La gent té raó quan diu que les persones que estimen de veritat a algú només volen el millor per a ells. I tot i no saber què som o què serem, ni tan sols què volem ser, sí que sé què signifiques per a aquesta noia que s'ha transformat en una dona revolucionària. Ets la persona que va moure el meu món,  la persona que sempre vaig voler que estigués amb mi, a la meva vida, de qualsevol de les formes. Avui penso exactament el mateix. Avui, amb una cervesa a la mà, segueixo pensant això mentre et miro: <<Sigues sempre tu, petit, amb qui sigui, on sigui i com sigui>>.

Si et quedessis aquí,
sota aquest cel ple d'estels brillants i emergents,
recordaria a la perfecció aquell dia de pluja
- fa ja tant de temps-
en el que ens vam trobar sota dues caputxes.
Ja no som tan innocents,
però la teva veu no ha canviat gens.

I just en aquells petits records que vaig guardar un dia a la meva memòria,
trobo el que avui fa soroll,
una abraçada gran,
un petit tros d'aire
que encaixa amb les peces dels teus ulls aquesta nit.
Uns ulls que em repeteixen: <<tot anirà bé>>
mentre sona una cançó de Frank Sinatra.







Nits de pensar
o de deixar de fer-ho.
Depèn de com t'ho miris.
I les cerveses que portis.  





jueves, 9 de agosto de 2018

514



Es un susurro gritado, la paz sobre unos hombros, un destino gracioso y complejo que nos recoloca donde cree que debemos estar. Hace tiempo que dejé de creer en el destino, que empecé a creer en las coincidencias, en las casualidades. Aunque debo reconocer, aunque me moleste hacerlo, que a veces vuelvo a creer en él. Me pregunto por qué me ha llevado por este camino, en qué dirección querrá que vaya, qué opción me hará escoger. Es curioso cómo el ser humano otorga la responsabilidad de decidir a un ser mayor y omnipotente al que llamamos destino; como si así pudiésemos dejar de elegir, de ser responsables de las decisiones que tomamos. Yo he dejado de creer en el destino porque he empezado a pensar que el mío lo he construido yo. Que soy una acumulación de decisiones absurdas, importantes, acertadas y erróneas que me han traído hasta aquí. Mientras se me pasa todo eso por la cabeza, te miro. Y me cuesta muchísimo ver que es real. Siento, por un momento, como si hubiese recogido una fracción de nuestra historia del pasado, la hubiese idealizado, y la hubiese traído aquí conmigo, hoy. Un sueño construido a medida para este momento. Pero eres real. Y estás aquí, justo delante. ¿Qué está pasando? ¿Por qué se nos abalanzan un montón de preguntas sin respuesta? ¿Por qué siento que esas dudas y esos miedos nos sacuden y nos traen a la realidad? No lo sé. Decido no pensarlo, porque quiero disfrutar el momento, porque decido tenerte en ese instante, porque elijo que solo somos tú y yo, que todo lo que está fuera de esas cuatro paredes no existe. Ni siquiera el futuro, ni las decisiones, ni los horarios, ni las explicaciones. Ni lo que vendrá después.
Tu piel sigue siendo tu piel, huele exactamente igual que la última vez que te había abrazado. Parecemos las mismas personas y, sin embargo, noto cuánto hemos crecido. Quizás debíamos crecer para llegar hasta aquí. Quizá era necesaria la distancia, tal vez estemos más cuerdos o nos importe todo menos de lo que debería. Quizá somos mejores. Quizá. 
Me gusta estar aquí. Y no lo disimulo. No, porque no me sale. No, porque en un pasado ya lejano lloraba pensando que jamás volvería a saber de ti. Y de repente, otra vez, a dos centímetros. Risas. Anécdotas absurdas. Tú escuchándome, haciéndome ver que te importa, aunque en el fondo sé que hablo demasiado. Esas pequeñas cosas. Una caricia a destiempo, un abrazo largo, un beso que pausa. Uno, tal vez, que cambia mucho, o deja todo exactamente donde debe estar.

Alejados del mundo, tal vez de la realidad, unas horas.
Me gusta estar aquí. Por un momento, no somos personas con nombres y apellidos, por un instante, solo hay una historia. Y ya no importa quiénes somos, de dónde venimos, qué hemos hecho o dicho, o decidido en un pasado, porque solo somos dos fragmentos de universo concentrados en un espacio de veinte metros cuadrados, con truenos de fondo y un abrazo infinito. Porque me da igual lo que juzgarían unos ojos desde fuera, yo aquí dentro te miro y me resulta increíble lo mucho que alberga un corazón por mucho que pasen los años. Y me resulta indiscutible el hecho de que siga habiendo algo que nos une, llámalo química, energía o conexión.
Tengo veintidós, y cuando miro directamente a tus ojos esa niña de dieciséis me recuerda por qué después de tanto tiempo yo seguía pensando que algún día podríamos cruzarnos de nuevo.

Y no fue el destino esta vez,
fui yo, desafiando las leyes de la gravedad, del tiempo y el espacio,
desafiándome a mí, desafiando al pasado,
sabiendo de antemano que no sería fácil,
conociendo ya que cabía la posibilidad de que todo fuese confuso,
sin saber que las cenizas de una historia que ambos habíamos archivado en nuestras memorias podían convertirse en llamas y que todo ardería de nuevo. 




sábado, 4 de agosto de 2018

Si nunca...



- Te brillan los ojos.- hace una pausa, suspira y me mira-. Hacía tiempo que no te veía así. 
Le miro directamente mientras sonrío; entonces gira la cara. 
- Hacía tiempo que no me sentía libre. 
- ¿Crees que todo saldrá bien?- Andrea me mira muy seria.- Me refiero, ¿no tienes miedo? 
Claro que tengo miedo, pero no se lo demuestro. Suelto una pequeña carcajada y la acerco a mí:
- ¿Por qué crees que debería tener miedo? 
- Porque vas a perder muchas cosas- dice, sin pensarlo.- Y nadie está preparado nunca para perder algo que quiere. 
-  A veces tenemos que hacer sacrificios. Es inevitable. La vida es un juego, también debemos aprender a perder. 
- No quiero que pierdas nada por mi culpa- se le rompe un poquito la voz, aunque intenta disimularlo para que no sepa que está a punto de romper a llorar-. Ya has hecho suficiente cogiendo ese vuelo hasta aquí. Cuando me dijiste que venías...yo...pensé, pensé que estabas loco- ríe desconsoladamente mientras le cae la primera lágrima- ¿Cómo ibas a venir? ¡Y estás aquí!- vuelve a reír, pero se detiene y me mira fijamente. Yo le aparto un poco el pelo de la cara, dejando el mechón delicadamente detrás de su oreja. Con el pulgar de la mano derecha le seco las cuatro lágrimas derramadas mientras con la mano izquierda levanto un poco su barbilla para que me mire, pues está intentando apartar la mirada por vergüenza. 
- Llevaba mucho tiempo queriendo que llegase este momento. Ahora nada se interpone entre nosotros. 
- Has perdido la oportunidad de irte dos meses a África- me interrumpe sin miedo, con la voz enfadada, con los ojos llenos de dolor.- Tenías que hacer ese viaje, tenías que coger ese trabajo, tú sueño siempre ha sido fotografiar a...
De repente, la beso. No para callarla, no para interrumpir esa conversación, no porque no me importe lo que está diciendo, sino porque llevo meses sin verla y está preciosa. Porque siento la necesidad de estar con ella, porque el único diálogo que necesito no contiene palabras, porque han sido demasiadas noches sin rozar sus piernas bajo las sábanas, porque he echado de menos el olor de su pelo. 
- Siempre podré ir a África. En algún momento de mi vida, seguro que puedo ir. Pero nunca podría haber hecho este viaje si te ibas, nunca podríamos habernos visto si te marchabas a Nueva York pensando que te había abandonado. 
- Iba a esperar a ver si tenía noticias tuyas...Habría esperado, habría cambiado el vuelo, solo es un triste reportaje que...
- Es un triste reportaje que te va a dar ese puesto de trabajo en tu esperada revista. 
- ¡Pero te has sacrificado por mí!
- Por nosotros.
-  Y ahora yo me tendré que ir sabiendo que...
Saco un sobre del bolsillo. Me mira expectante, nerviosa, abriendo muchísimo sus ojos.
- ¿Qué? ¡¿Qué es eso?!
- Un billete a Nueva York. 
- Estás...estás...- rompe a llorar.-Estás loco.- ríe, llora, todo a la vez. Empieza a articular palabras inteligibles que creo que no comprende ni ella. 
- Te ayudaré con ese reportaje. Y cuando te den un pequeño descanso, dentro de cuatro meses, ya me ayudarás tú con mis fotos en África. ¿No lo entiendes? Todos tenemos sueños, Andrea, todos.- me levanto del asiento y miro por el ventanal de la T1.- Pero a veces tenemos que aprender a compartirlos.- se queda callada sin saber bien qué decir, y yo continúo-. El día que entraste, despistada, en esa clase, mientras ordenabas tu carpeta azul, ajena a todas las miradas que apuntaban directas a ti, supe que no me dejarías indiferente. Me bastó tomarme aquella caña contigo para saber que estabas loca, y eso me cautivó aún más. ¿Quién está tan loca como para coleccionar atrapasueños de todos los viajes que hace? ¿Quién sueña con trabajar en una revista que hable de pura literatura? ¿Quién se pone la camiseta al revés el primer día de clase?- río inevitablemente al recordar su cara cuando le dije, el día que la conocí, que llevaba la camiseta al revés-. Cuando te conocí supe que los sacrificios a tu lado dejarían de llamarse sacrificios. Quiero estar contigo, quiero que llenemos nuestras cabezas de ideas locas, que nos atrevamos con lo precipitado y lo absurdo. Quiero que vivamos y no tengo prisa. 
- David...- Andrea se levanta y me toma de las manos-. No hacía falta que...- mira hacia los lados, nerviosa.- No sé cómo tomarme eso. No sé qué decir. 
- No debes decir nada, solo que has traído auriculares para el vuelo, porque se me han olvidado...
- Sí.
- ¿Sí has traído auriculares?
- No. Se me han olvidado- ríe, con los ojos llorosos-. Que sí, que acepto. Que Nueva York contigo va a ser aún mejor. Que me gusta cómo piensas, que yo también supe después de esa caña que nuestras vidas cambiarían. Joder.- hace una pausa dramática mientras sonríe.- Que sí. Que vale, que nos vamos.
Le quito el gorro y la beso. Casi percibo el temblor de sus labios, el sabor de la aventura, el frescor de su aliento, el olor de su cuello. 
- No te vas a perdonar nunca lo de África, ¿lo sabes?- dice a dos centímetros de mi cara, mirándome directamente los labios.
- Eso ya me lo recordarás cuando estemos en cuatro meses en ese avión...
- Qué locura- susurra.
- Culpa tuya- replico- Si nunca te hubieras puesto la camiseta del revés...


jueves, 2 de agosto de 2018

Bajo el cielo de Málaga y a corazón abierto.



Escribo a kilómetros de mi presente, sentada en un jardín precioso de Málaga. Tan alejada ahora mismo de mi propia vida, de mis amigos, de mi futuro incierto, de mis estudios, que parecen parte de un sueño. Me da miedo volver. Me dan miedo las decisiones que se avecinan, ese futuro que me guiña un ojo y a la vez no me deja verlo con claridad. ¿Seré capaz de encontrar mi lugar? ¿Seré feliz en esos nuevos estudios? ¿Me sentiré como en casa? ¿Será mío el carné de conducir? ¿Encontraré un trabajo que compense? ¿Seguiré manteniendo contacto con mis amigos? 
Muchas dudas se aproximan y me rozan. Le temo tanto al futuro. 
¿Se marchará T a vivir fuera cuando pase las oposiciones? No se lo he dicho nunca, pero me entristece muchísimo que se vaya a ir lejos. Me dolería mucho estar tiempo sin verle. Le echaría de menos, sin embargo no se lo digo, porque sé que es su ilusión, que irse le hará feliz, y no soy quien para cortarle las alas a nadie, ni siquiera quiero que se sienta mal por irse o por querer hacerlo. 
¿Y mi dulce y veterana A? ¿ Conseguirá, por fin, ser feliz lejos de todo lo que la aprisiona? ¿Se marchará también? Si ambos se van, ¿quién va a sujetarme ahora cuando caiga? No podría vivir sin ella cerca tampoco. Y me da muchísimo miedo perderla.
¿Y mi revoltosa y universitaria A? ¿Tendrá ese futuro en el sur soñado? ¿Se marchará también cuando acabe el máster? Ella siempre ha querido vivir aquí, en este sur que ahora piso, y joder, cómo la echaría de menos. Pero ha encontrado al hombre de sus sueños y tiene claro que va a casarse. ¿Ya? Sí, y aquí. ¿Y quién soy yo para decirle que lloraré cuando tengamos que despedirnos? Porque sé que aunque nos vayamos a ver de vez en cuando, no será lo mismo que tenerla a una hora de mi casa. 
Mi M, que va a irse en septiembre, que tiene planeado vivir en Alemania, aún más lejos.  Me da tanto miedo que os marchéis todos. Me da miedo perderos, me da miedo distanciarme de vosotros cuando hagáis vuestras vidas. Y lo sé, lo sé. Sé que conoceré a más personas, sé que la vida siempre trae nuevos corazones a los que amar...Pero mi vida sin vosotros estaría mucho más vacía y triste. Me da muchísimo miedo el futuro. 
¿Ese máster que me va a costar tanto pagar va a hacerme feliz? ¿Totalmente? ¿Voy a trabajar escribiendo? ¿Y si descubro que no valgo? ¿Y si me dicen que no valgo? ¿Y si no soy feliz? 
Y bueno, ¿qué hay de ti? Corazón triste y dudoso ¿Qué hay de ti?  Si ni siquiera sé si te merezco. Si ni siquiera sé ponerte nombre. Si ni siquiera sé qué decidirás, qué decidiré, qué abrazar, qué no, qué besar, qué no. ¿Qué será de mí? ¿De ti conmigo? ¿Qué pasará cuando las cosas sigan su curso? ¿Cuando haya que tomar decisiones? ¿Te perderé? ¿Volveré a desaparecer de tu vida? ¿Volverá ese silencio ensordecedor? Estando aquí, tan lejos, me doy cuenta de lo mucho que nos hemos unido en tan poco. Y en parte, me reconforta saber que estás aquí, pero por otro lado me da miedo. Miedo a que ya no seas ese chico que se reía de mi torpeza, miedo a que te cansen mis manías, miedo a no significar lo mismo para ti. Miedo a que le hagas caso a tu razón. Miedo a que tenga razón. 

Estando lejos parece fácil, porque aún estoy lejos de ese futuro incierto. Parezco ajena a esa vida que es mía y me empeño en mirar de lejos. Me acojona el futuro. Dejar de ser quien soy, crecer demasiado, no hacerlo nunca. Me da miedo tener obligaciones, retroceder. Me acojona tener miedo, perder a las personas que quiero, fracasar en mis sueños. Miedo a estancarme, a la rutina, a tener las cosas claras, a no saber qué etiqueta ponerle al tiempo. Miedo, mucho miedo. 

Si me quedara aquí, quizá sería más fácil para todos. 
Porque nadie tendría que despedirse de mí, nadie tendría que decidir quién soy para él/ella. 
Nadie tendría que echarme de menos, nadie tendría que tomar decisiones.
Ni siquiera yo.

Tengo el presentimiento de que al llegar voy a tener que afrontar muchas cosas, y me da miedo. 


Ya me gustaría

 Es casi inconsciente este pensamiento recurrente que me atraviesa. Me cuento y les cuento que no es para tanto y lo cierto es que soy dos p...