jueves, 13 de noviembre de 2014

Ojalá no tuvieras los ojos tristes.

El ángel se puso a llorar.
Y yo solo me quedé mirando.
Porque no sabía de qué manera se podían secar las lágrimas de un ángel.
Y me temblaba demasiado el pulso como para averiguarlo.
Así que esperé ahí sentada, sin que nadie apareciera, viendo al ángel fundirse  con sus penas. Y nadie decía nada, no había nada que decir. Pues solo aquel ángel de alas apagadas sabía cómo  volver a encenderlas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ya me gustaría

 Es casi inconsciente este pensamiento recurrente que me atraviesa. Me cuento y les cuento que no es para tanto y lo cierto es que soy dos p...