lunes, 12 de julio de 2021

J

 Han pasado 3 meses desde que te vi. Chaqueta de pana roja, un ala en la oreja izquierda. Llegabas como si nada y te fuiste como si todo. Fue el 7 de abril, era un día lluvioso. Nos tuvimos que encerrar en el coche porque el aire me estaba haciendo llorar.

"Tendríamos que haber metido el coche en la playa". Me reí. "Yo si quieres te dejo las llaves y lo metes en la arena". Reíste a carcajadas. Parecía absurdo, pero hablamos del concepto del carro alado, de la filosofía nihilista de Nietzsche y del mito platónico más famoso de la historia. No cupimos en ninguna caverna, ninguna sombra fue capaz de acabar con la luz que salía de tus ojos. "Sé que te dije que la próxima cita me la tendrías que pedir tú, pero ahora me arrepiento. ¿Y si no me dices de quedar? Yo quiero volver a verte". No me esperaba tu sinceridad, ni tu risa, ni tus manos grandes. Ni esa confianza que salió de la nada y vino para quedarse. Cuando te bajaste del coche tuve la sensación de que no sería la última vez que te viese. Y aquí estás, cien días después, comiendo con mi familia los domingos, instalado en mi corazón, con vistas al mar. Y aquí estoy, habiéndome dejado llevar, cayendo rendida a tus pies, recuperando una fe ciega en el amor que perdí cuando me hice atea en la religión más peligrosa: la esperanza.
Hablamos del futuro y me parece cerca, vas de frente y no me ocultas. Me incluyes y me meces, me recoges en tu moto y me compras termos para que sobreviva a turnos de 12 horas. Llevo tu inicial en un colgante para recordarme que estás aquí conmigo. He roto con todos mis "nunca", le he echado un pulso al pasado y he salido victoriosa. Y todos esos miedos, las habitaciones polvorientas, las personas que nunca me quisieron, todo eso, quedó lejos con el primer beso. Tenías razón, en aquel restaurante lo dijiste: " acabarás loquita por mí". Qué engreído, pensé. Pero, cariño, no te estabas equivocando.

De 100 días te he visto más de 70, hemos planificado vacaciones y te dediqué un libro el día más bonito del año.
No sé en cuánto se mide la emoción; o si somos, los humanos, algo más que tiempo. Pero sí sé lo que quiero. Y te quiero a ti. Teniendo eso claro, ¿qué más da el resto?

jueves, 8 de julio de 2021

 


Nunca entero, siempre a medias. Nunca lo que merezco, aunque no lo merezca. Un laberinto absurdo, donde los puñales revoloteaban cerquita. Aquí en el pecho, ardiendo, a secas. No supe ser diferente y me vi donde siempre; tenían razón: no se avanza si caminas dando pasos atrás. Es como querer empezar por el final y no saber por dónde iniciar tu historia.
Nunca entero, siempre hay una parte que no existe.
Yo no existo.
Apenas me importa.
No sé ser, no me escucho, no me entiendo, no me aprecio ni me busco.
Abren cajones que procuré cerrar bien, y los fantasmas amenazan con manifestar esas partes rotas de mí que procuré que nadie volviera a ver.


He cometido el mismo error.
Otra vez.
Ya se me pueden llevar los demonios, a final de cuentas no le tengo miedo a nada.
No suelo tener nada que pueda caer más abajo.
Otra vez.
Ya es residente permanente, la duda.
Nunca hay apuesta segura en esta casa de llantos. Simulación de ruleta rusa.

Apenas canto. 

Ya me gustaría

 Es casi inconsciente este pensamiento recurrente que me atraviesa. Me cuento y les cuento que no es para tanto y lo cierto es que soy dos p...