domingo, 25 de agosto de 2019

Una palabra atrapada en mi garganta. Esa frase que he repetido tantas veces en mí, a milésimas de segundo de salir. Pero aunque lo intento, y juro que lo intento, no te digo absolutamente nada. La respuesta, el porqué, es mucho más sencillo de lo que parece: me da miedo que salgas corriendo.

martes, 13 de agosto de 2019

Dije que estaba todo bien, no que no doliese




ensordecer

Estar siempre al pie del cañón es difícil. Llega un punto en el que te detienes, observas, te das cuenta de que vas a quedarte sin brazos si sigues estirándolos tanto y con tanta fuerza. Creo que nunca se me ha dado bien rendirme, pero nadie me enseñó a ganar. Me pregunto en qué momento me hice tan mayor, en qué punto llegué a ver la realidad tan nítida, en qué preciso instante dejé de creer en los sueños. Quizás la vida se encargó de recordarme siempre que a cada paso que doy debo retroceder cinco. Es una partida que no voy a ganar nunca, por mucho que tire los dados, por muy alto que salga mi número, todo esfuerzo acaba siendo inútil. Todo es ficción, soy parte de una obra que nunca se estrena, para la que no dejo de ensayar. Me estoy abriendo delante de ti, lo estoy dejando todo sobre esta mesa y tú no te das cuenta.

Pero todo bien, aún conservo mi armadura.


lunes, 12 de agosto de 2019

Vivo con la constante sensación de que voy a estamparme en cualquier momento. Ser tan kamikaze, supongo, no era la mejor opción. Pero yo nunca he sabido hacer las cosas a medias. Que alguien me explique cómo poner las cartas sobre la mesa sin enseñarlas todas, como jugármela sin perder un duro, cómo se finge indiferencia, cómo se convive con la eterna duda. 

sábado, 10 de agosto de 2019



Siempre me doy cuenta tarde, ese es mi mayor problema. Quizás estoy dándole la espalda a la verdad, siempre evito mirarla a los ojos, por si me dice todo lo que no quiero oír. ¿A quién pretendía engañar? Solo a mí misma, solo evitaba salir herida, mirarme al espejo y responderme con lo que soy. Llevo tanto tiempo dando vueltas sobre lo mismo, bordeándolo, rozándolo, por miedo a abordarlo. ¿Por qué me da tanto miedo la verdad? Si ya lo he vivido todo, si ya sé lo que es el dolor, sé lo que es estar al otro lado y notar que hay un cristal enfrente inquebrantable, si ya sé cuánto pesa el silencio, si sé a qué sabe la ausencia, a qué huele el deshielo, cómo duelen los pies después de caminar kilómetros de esperanza, para llegar a una bahía seca. Me prometí a mí misma jamás quitarme la armadura, pero pesa tanto hacerse la fuerte...pero quema tanto saber la verdad. Siempre miro de reojo la certeza, después le doy la espalda y finjo que no sé nada. Dicen que la ignorancia nos hace felices, pero nadie habló jamás de fingirla. De vivir haciendo equilibrio sobre una cuerda que está a nada de romperse. Nadie dijo nada de las palabras tiesas, de las comas mal puestas, de la aspereza de ignorar que solo soy un cero que nunca supo dónde estaba la derecha. Me siento chiquitita confesándome, como cuando de pequeños les decíamos a nuestros padres que nosotros éramos los que habíamos roto el jarrón jugando a la pelota; pequeñita, como cuando la profesora nos reñía por hablar, diminuta, como el día en que descubrí que todos estos años no me habían hecho más fuerte, solo me habían enseñado a disimular mejor. Y que, al final, eso era ser adulta, fingir que no duele lo que antes podías convertir en un drama, decirles a todos que no pasa nada. ¿De veras creen que no pasa nada? Todos aclamando: "¡Menuda historia! ¡Qué bonito todo!", y yo harta de decirles: "no vayáis tan rápido, quizás esto acaba mal, quizás no es nada...". Responden, convencidos, totalmente convencidos, que no, que estoy loca, que es mucho tiempo, que hay cosas que no se dicen, que hay preguntas que no se responden. Y yo niego con la cabeza, les digo que no, que no, que yo ya no me creo nada hasta que lo veo, lo escucho, lo siento. Y aún no tengo la certeza de que esto sea bueno, o vaya a salir bien. Quizás necesito que me empujen, que me ayuden a dejarle de tener miedo a todo; solo soy un alma microscópica que un día se sacrificó entre gigantes, que jugó a ser valiente y salió ganando, porque nunca llegó a serlo del todo. No tiene sentido escribir, ni tiene sentido decir que estoy un poco rota esta noche, que camino entre los cristales de las dudas y pretendo no arañarme. No tiene sentido decir  que ojalá un te quiero me borre esta capa de hielo, pólvora y miedo, porque la única persona que tiene la llave, jamás llegará a leer esto. 




domingo, 4 de agosto de 2019

Recojo la mirada y noto que los ojos me arden cuando mis párpados se abrazan. Es esa sensación de estar unos cuantos grados por encima de lo que debería. Es esa sensación de no tener siquiera un segundo para pensar. Señales del pasado que me recuerdan que mi futuro está tambaleándose. La miro de lejos, difumino su figura cuando se adentra en el agua. Me quedo hecho un trapo, postrado en mi toalla, deseando que llegue el instante en el que salga del agua para verla otra vez, con su pelo mojado y su sujetador diminuto, que le tapa lo justo y necesario para que del resto se encargue mi imaginación. Cuando resurge lo hace atravesando el umbral de gotas a una velocidad inhumana, ríe en alto al asomar la cabeza y me hace señales con el brazo para que vaya con ella, pero yo no voy, solo me río. Hace muecas y se despide para sumergirse de nuevo. Esta vez son muchos segundos más los que tarda en aparecer. Esta vez no aparece nunca. Miro hacia los lados y la gente que reía , tumbada, en las toallas a mi alrededor, comienza a difuminarse también; incrédulo, miro mis manos, vuelvo mi mirada hacia el agua, que sigue intacta, pero ella  ya no está. Todo empieza a tomar una velocidad vertiginosa y lo que antes podía percibirlo con normalidad comienzo a verlo fundiéndose con el cielo. El mar deja de tener forma, mis pies dejan de ser visibles y yo despierto rodeado de cables y tubos. Estoy en un hospital. ¿Estoy en un hospital? Eso parece. ¿Qué ha pasado? Recuerdo durante unos instantes lo que ha parecido ser un sueño y entones me pregunto dónde cojones estará Robin. ¿Fue ese día de playa lo último que viví? ¿Qué pasó después? ¿Por qué no consigo reconstruir nada que tenga sentido? Un ruido metálico me sobresalta, alguien está a segundos de cruzar la puerta de la habitación donde estoy. Intento ver qué hay a mi alrededor, si hay objetos que puedan servirme en caso de que la persona que esté a punto de entrar no pretenda nada bueno. ¿Pero quién cojones es? ¿Será Robin? 



Ya me gustaría

 Es casi inconsciente este pensamiento recurrente que me atraviesa. Me cuento y les cuento que no es para tanto y lo cierto es que soy dos p...