martes, 31 de marzo de 2015

Esta es una de esas noches en las que lo malo se queda.

No hay más que silencio. No me molesto en escribir nada. A penas nada que sienta.
A veces rebusco entre mis cosas para ver si algo de mi pasado se parece a mi día a día. Y nada.
Nada en común. Ya no hay promesas, ilusiones ni miedo. Ni si quiera puedo sonreír igual.
Ya no soy la misma.
Y no sé qué más echo de menos, si a ti, a mí, o a nosotros.
Ya no sé volver a ser la que era.
Tan complicado y simple como eso. Quizá me falte crecer. No lo sé. Tal vez me falte esperar que algo me haga cambiar. Pero de momento solo encuentro nubes y nubes, y más nubes, un cielo cargado de gris que amenaza con romper a llorar.
Como mis silencios.
Esta noche es triste. Quizá es rara. No sé. Siento que no tengo ni la mitad de importancia que tiene el mundo para mí. Pienso en ti. Y me pregunto cómo se puede decir adiós a algo que ha sido tanto.
Cómo tuviste el coraje de abandonar cada pedazo de cielo que te di.
Como si eso fuera fácil. Como si de pestañear se tratara.
Me rompí a la velocidad de la luz. Me rompí serena, calmada, dentro de mi propia tempestad.
La caída fue impactante. Los primeros días apenas quería creerlo. Cuando empecé a aceptarlo comenzó la tragedia. Estuve noches sin dormir. Creía que se me caerían las pupilas.
Tenía que forzarme a mí misma para poder pestañear. Cualquier lugar de la pared se convirtió en un buen sitio para proyectar mis recuerdos.
Ahora soy consciente de que solo son eso, recuerdos.
Esperé.
Esperé.
Y esperé.
Llevo años esperando por algo que sé que no es cierto.
A veces pienso que todo fue medio verdad. Que tú no me dabas la mano del todo. Quizá tus besos no fueron tan honestos. Quizá tus abrazos no me necesitaban tanto. He empezado a pensar que fui parte de una locura en la que te adentraste sin saber que existía letra pequeña en el contrato.
Me firmaste sin saber que cuando te fueras te ibas a llevar el 80% de mí.
Y ahora he cambiado tus besos por cigarros que no saben a nada, pero dejan ir todo el malestar que me consume. 

He acabado suplicándole a todos que te nombren. Para que así pueda sentir que nada fue mentira. Había empezado a sentir que era la única que había vivido esa historia. ¿Qué hay de tu 50% en nuestra historia? ¿Tú también recuerdas lo jodidamente afortunados que éramos cuando paseábamos por las calles riéndonos de nosotros mismos?
A veces pienso en los mejores momentos y se convierten en los nudos de garganta más intensos. Cuando no puedo dejar ir esa tristeza que se me agarra en el pecho cuando se cruzan tus ojos y juegan a recordarme que ya no estás. 

Dime cómo se puede dejar ir a la persona que te regaló magia en San Juan. No necesitamos cohetes. No necesitamos fuegos artificiales. Nos tuvimos y eso fue magia. Y ahora cuéntale a tus sábanas que no digan nada sobre esos secretos que me hieren tanto. Caricias de dos pieles que se encontraban. El tacto de tus labios en mis hombros. Los besos naufragados de un adiós que llegó meses después.
Cómo dueles cuando te lo propones.
No te puedes ni imaginar todo lo que te dejaste aquí al marchar.
Te podrías haber llevado toda la felicidad que me regalaste, para así no tener que recordar que hubo un tiempo en el que no fui tan desastre. En el que sonreía más por placer que por seguir adelante.
Ahora todo está salado.
Y estas lágrimas amenazan con volver algunas noches.
Como si pudiera cambiar el hecho de que abandonaras a tu cabecita loca.

Dime...¿Tan fácil fue olvidarse de mí? 
¿Tan sencillo es dejarme atrás? 
¿Fui tan insignificante? ¿Por qué me abandonaste cuando te hundiste? 
¿Por qué no luchaste más? ¿Por qué no pudiste abrazarme? ¿Por qué me dijiste adiós?

Tantas fueron las veces que quise criticarte. Decir algo malo de ti. Decirles a todos que te odiaba porque te marchaste. Pero no pude. Les hablé bien de todo, incluso les hablé bien cuando les contaba que el miedo te venció. No me entendían. Pensaban que si seguía hablando bien de ti era porque no conseguía entender que te marcharas. En algo no estaban equivocados. Aún no entendía por qué te ibas. Pero quise saber que tenías una razón. Me aferré a la idea de que habías dejado de quererme: Pensar que estarías mejor sin mí me resultó más fácil. Así sentía que no debía volver nunca. Quise creer que quizá habías empezado a besar otras bocas. Quise pensar que te habías enamorado de otra chica. E incluso pensé que habías olvidado todo lo bueno que vivimos.
No entendía por qué tú aún no te habías parado a mirar nuestros recuerdos. Por qué si yo lo había hecho mil veces tú no castigabas nuestra memoria mirando toda esa felicidad que ahora escuece tanto y que ya no tenemos(al menos ya no juntos).
Quise rogarte mil veces que volvieras.
Mil veces en las que me callé por amor propio.
Por complacer a esos amigos que me decían: Tú eres fuerte.
Ya no quiero castigarme con mis palabras, ni castigarte a ti (si es que aún lees las tonterías que escribo). Pero no puedo evitarlo. Es mi vía de escape.
Es mi manera de decirlo todo sin tener que dar explicaciones. 
No te odio. Ni si quiera un poco. No te guardo rencor aunque nunca te entendiera.
Pero me dolerá siempre que te fueras. Me dolerá Venecia. Me dolerán las 8 vidas que nos prometimos. Me dolerá siempre tu huella.
Pisaste fuerte sin pretenderlo. Marcaste tu camino. Y pensé que seguirte donde fueras era la mejor opción. Luché sin cansarme. Sacié lo insaciable y aun así creo que nunca fue suficiente,
Quizá otra mujer mejor te espere.
Quizá, pienso, estés mejor sin este desastre en el que me he convertido.
Por sentir ya no siento ni pena por mí.
Y sobrevivo porque sé que es lo que debo hacer.
Y da igual, a ratos incluso pienso que soy feliz. Aunque si tu recuerdo vuelve empieza a escocerme el corazón. Quizá era yo el problema.
Te liberé de mí. En cierto modo. Ya no vas a tener que soportar mis locuras. Ya no vas a tener que abrazarme, ni recomponerme.
Te prometo que me curaré sola. Que mis tiritas solo serán la fuerza que yo ponga para salir de aquí cuanto antes.
Prometo que una vez resuelva tus problemas, una vez estés donde quieres estar, me marcharé sin hacer ruido. Prometo que vas a ser muy feliz. Y que te voy a recomponer aunque esta vez no esté para celebrar tus logros. 
Siento que esos dos años fueran tan felices. De veras que lo siento. Porque solo así puedo entender que ahora no soy feliz. Porque sé lo que es la felicidad y no se le parece a esto.
Joder, esta noche todo pesa tanto...Será el cielo, que está demasiado bonito como para no ponerse triste. 
Aquí no me sale ser fuerte.
Estoy yo. Aquí. Sola. Intentando cambiar mi suerte. Intentando girar la rueda. Cambiando el peso en la balanza.
No puedo.
¿Quién va a salvarme?
Solo soy versos rotos.
Un lastre.
Quiero gritar. No puedo, no puedo articular palabra.
Esta noche escuecen las verdades.
Esta noche no sé vivir sin mí, sin ti.
Sin ese nosotros que se clavaba en el pecho aquel mes de diciembre.

Un mar de lágrimas.
Me ahogo. 
Tan sola. Estoy tan sola.
Dentro de esta oscuridad, donde nadie puede contemplar lo estúpida que parezco.
Ni si quiera tú podrías verme.
Me siento como aquel día en el que dormimos juntos sin abrazarnos, por primera vez en esos casi dos años. La primera vez estando en la misma cama sin tocarnos. Me sentí tan frágil. Tan rota. Sabías a despedida. Y ni si quiera tus sábanas podían calmar ese frío que empezaba a apoderarse de mí.
Me siento como cuando me pediste que me marchara de tu vida.
Me siento como cuando sabía que aquella era la última vez que iba a pisar esa casa.
Tan perdida.
Nadie decía nada, pero todos lo sabían. Que te ibas a marchar.
Que me dejarías allí. 
Que no volverías.
Tenían razón y yo no lo sabía.
Quería creer que no sería así, que esta vez te quedarías. Que esta vez estabas enamorado de mí.
Hoy sé que no. Sé que no era mentira, pero que tampoco era verdad.
Ahora tus te amo me queman. Como si al recordarlos pensara que fueron producto de mi imaginación. 
Si existía todo ese amor, ¿Por qué se marchó tu voz tan lejos de mí?
Me quedé allí esperando respuestas. Miré el mar tantas veces que me maché los dedos de azul.
Hoy pesa más lo malo que lo bueno. Quizá porque lo malo es lo único real que me queda.
Y lo bueno solo es un recuerdo.


Siento la amargura de estas palabras...Pero esta noche solo sé sentirme así.
Y ojalá no tengas que leerlas nunca.


lunes, 30 de marzo de 2015



Me rompí las ilusiones en esa cama. Tan desolada y grande como la soledad que acechaba y amenazaba con destruirme. Se rompían las melodías. Los recuerdos. Apretaba, fuerte, en el pecho, una incertidumbre que crecía a cada día que pasaba.
Quizá el problema soy yo. Por eso siempre se marchan.
Nadie está hecho para amarme.
Quién podría enamorarse de esta alocada y pequeña destrucción.
Mi propio desastre.
Me retorcía entre las sábanas. Gritaba en silencio. Apuntaba con mis lágrimas derecha al recuerdo.
Puta frustración.
Pensaba y pensaba. Y volvía  a pensar.
Siempre las mismas dudas, siempre la misma canción.
Siempre los mismos recuerdos reproduciéndose una, y otra y otra vez en mi mente.
Siempre una pistola apuntando a mi verdad.
Siempre recordando al olvidar.
Me revolví en mi suerte. Y te busqué, después te busqué.
Pero no estabas. Ya nunca estabas.

Malas noticias. Y me callaré y no te lo contaré por miedo a molestar a ese olvido que me estás regalando. 
Buenas noticias. Y de repente pienso que ya no soy nadie para contarte nada que ya no te apetece oír.
Escalofríos.
Quiero llorar más pero no me sale.
Será ese silencio perturbador que me está robando tanto.
Respiro.
Profundamente.
¿Coraje? ¿Fuerza? ¿Dónde se ha quedado mi coraza de hielo?
Pienso en nada y todo a la vez.
Y otra vez ese puñetero despertador viene a recordarme que un día nuevo se repite, que voy a volver a quemarme. Que debo despertar y sobrevivir en un mundo en el que ahora me llaman fuerte.


Y ellos qué sabrán. No soy tan fuerte. No soy fuerte. No.

domingo, 29 de marzo de 2015

Siempre es pronto para decir adiós...



Y qué ilusa al pensar que si me caía alguien me iba a levantar...
Yo que había estado recogiendo cada pedazo de voz de aquellas lágrimas que derramaba,
yo que había vencido a los demonios de mis miedos solo para poder salvar los suyos.
Yo que había esperado amanecer tranquila, sin lágrimas en los ojos.
Yo que solo quería ser feliz. Yo que caí a las vías de un tren que se despedía de mí,
yo que luché contra viento y marea por verle sonreír, al final me vi sola ante el espejo queriéndome sentir un poco menos rota.
Y cada pedazo de cristal me devolvió la imagen de alguien que había aprendido a reír solo porque ya no sabía llorar. Esa era yo aquel mes de febrero en el que me abrí este blog: La chica que no sabía llorar. Y años después sigo aquí. Mi vida completamente distinta. Mi mundo completamente girado. Mis ilusiones tremendamente rotas.
Ya nadie lee estas palabras.
Ya nadie escucha mi voz.
Y lo peor es que al final aprendí a llorar a base de golpes y tormentas.
Y la chica que no sabía llorar se convirtió en la que no supo dejar de hacerlo.
Y la alocada y risueña niña creció y al tomar decisiones entendió que toda una vida no le bastaría a nadie para aprender a decir adiós. 
Porque cuando queremos a alguien con todo el alma siempre es demasiado pronto para decir adiós.
















PD. Me he abierto otro blog...Supongo que con la esperanza de poco a poco dejar de escribir en este. No voy a dar la dirección. De momento no quiero que nadie sepa de su existencia. Así que es normal si en estos días tengo abandonado este...
Quién sabe quizá algún día tenga el valor de cerrar estas páginas que se han convertido en tristezas dobladas, en historias que me gustan y que a la vez duelen. 
Quizá algún día tenga el coraje de decir adiós. 

sábado, 28 de marzo de 2015

Solo son letras rotas en medio de tanta incertidumbre...

Y al final opté por el silencio. Para no molestarte, para no agobiar tus días, para dejar que tu vida siguiera sin que te importara la mía...Te di el espacio y el tiempo que me pediste, te solté la mano. Si cierro los ojos aún recuerdo aquel centro comercial lleno de gente, y el malestar que sentí cuando vi tu mirada perdida, cuando tu boca me dijo que lo mejor era terminar con lo nuestro...Aún recuerdo el tacto de tu piel dándome un abrazo, tus contradicciones: Tus 'Vete pero quédate'. Aún lo recuerdo algunas noches...Pero créeme que no te culpo. Sé que no estabas bien. Sé que no eras feliz. Sé que ya no podías seguir a mi lado, de veras que lo sé...Por eso jamás volví a decirte 'Quédate'. Por eso el día en que decidiste dejarme me giré para ver cómo te alejabas. Por eso te di aquel último beso entre lágrimas. Un beso que hablaba por sí solo. Sabía a recuerdos, a un amor que no se había apagado, a incertidumbre, a un 'te quiero' sin pronunciar. Sabía a que habían sido los años más felices de mi vida, aquellos que pude compartir contigo. 
Si me hubieran explicado exactamente cuál sería nuestro final, si me hubieran dicho cuántas serían las lágrimas que derramaría, si me hubieran explicado que te ibas a marchar, igualmente te habría dicho que sí aquel doce de octubre bajo esas nubes, y te habría besado en aquella cama un veintiséis de marzo. Porque independientemente de que ya no estés aquí, mi corazón sabe que una vez estuviste, y aunque eso sea insuficiente para mí, aunque habría pedido ocho vidas más, tengo que conformarme con estos recuerdos que viven en mí...Y guardar ese silencio que pedías cuando me decías 'Ya no sé qué sentir'

viernes, 27 de marzo de 2015

jueves, 26 de marzo de 2015

Veintiséis caladas al recuerdo.

Probablemente hoy no vea tus ojos, ni saboree esas palabras que me regalabas. Probablemente hoy no sepa de ti, probablemente. Pasará el día y tú quizá no me recuerdes. Yo te tendré tan dentro que enloqueceré cuando cada esquina de cada calle me susurre tu nombre. Probablemente tú y yo hoy habríamos sido más que felices. Yo te habría dado el disco en el que encontrarías la sorpresa que ya había empezado a prepararte: La primera canción que componía para ti, con letra, música e incluso videoclip. Ese iba a ser mi regalo. Una melodía que hablara de nosotros. La canción que nunca sonaría en la radio, la canción que no hablaría de cualquier enamorado: Solo hablaría de nosotros. Junto a ese disco encontrarías unos billetes de tren rumbo a cualquier casa rural desde donde pudiéramos disfrutar de mar y montaña esta Semana Santa. Ahí estaban mis dos regalos especiales. Uno por cada año que juntos hemos pasado. Llámame ingenua pero cuando te marchaste pensé que quizá algún día volverías. He sido tonta, ¿no? Ay, si es que ya conoces a esta cabecita loca...
Supongo que hoy no recordarás mi nombre, ni esa sudadera roja que aún seguirá en tu armario. La misma que llevaba puesta hace dos años cuando te besé. Cuando derrumbaste tus miedos. Cuando empezabas a enamorarte de mí (o al menos eso pensé). 
¿Y qué era aquello que tú querías regalarme? Me habría bastado que te quedaras aquí, y siguiéramos disfrutando del sentido de esos dos corazones latiendo desenfrenados. 
Hoy sé que lloraré, cuando en medio de cualquier lugar empiece a llover nostalgia. Probablemente esta tarde estaré lejos de esta ciudad, quizá porque sé que en ella no voy a encontrarte. 
Escucharé canciones de Andrés Suárez que me hablarán de ti. Y me contarán por qué te fuiste. Y yo seguiré sin entenderlo. Me forzaré a pensar que tú no me querías ya para poder hacer que te olvido. Como si fuera fácil superar que te fueras. Como si fuera fácil vivir con este sentimiento de impotencia. Como si nuestra historia no hubiera valido nada. ¿Cómo voy a fingir que no me duele el mundo si tú mismo lo construiste? Me diste ese universo. Aceptaste mi pasado, amaste mi presente y soñaste mi futuro. Y tú entrabas en todos los planes de los que empezamos a hablar. 
Ahora dime quién va a convivir con este desastre que me quedó. Dime quién va a reírse de mis cosquillas, quién va a mirar desde el sofá mis piernas desnudas. Quién va a mirarme con deseo, como lo hacías tú mordiéndote los labios en silencio. Quién va a morderme el corazón como cuando lo mordías tú si te veía llorar. 
Hoy voy a rabiar, y probablemente huya para no ir a buscarte. Porque no quiero tener que suplicarte que vuelvas.
Pediré mesa para dos, quizá en La Góndola, tal vez en Il Vizio. Y me pondré el vestido más bonito del mundo. El vestido que ya no podrás arrancarme a besos. Maquillaré el dolor. Y se sentarán a cenar juntos tu olvido y mi dolor. El silencio reinará en esa playa que está justo enfrente. Nadie hablará de nuestra historia. Nadie se atreverá a pronunciar palabra. Y cada recuerdo quemará nuestras mejillas, y ya no podremos derramar ni lágrimas.
Me vaciaré y tal vez llene mi copa de tequila, intentaré beberme la tristeza sin escupirla y brindaré por lo que hemos sido. En esa mesa solo cenaré yo y esta pena que se me ha enganchado en la espalda desde que no estás.
Recordaré tu sonrisa y la querré besar.
Te llamaré sin marcar. Te lloraré sin pensar. Y esperaré a ese silencio que nos condenará. 
Para los demás hoy es un día cualquiera. Para mí es el día que más duele. El que más temía. El día que tanto amé hace ya dos vidas. 
El día en el que empecé a ser feliz cuando perdiste esa manía de alejarte de mí.




Feliz día pequeño.
Feliz día aunque no leas esto.
Te quise tanto que no cabe más dolor en este pecho roto de tanto recordar tus besos y mis versos, que aún apuntan directos a ti. 
No me olvides.
Y si lo haces, espero que al menos durante lo que duró mi recuerdo yo te hiciera feliz. 




Lo siento... Por tanta melancolía. Pero hoy solo podía escribir algo así.




Esta foto hoy dice mucho más que nunca. 

domingo, 22 de marzo de 2015

(R)EVOLUCIÓ(N)

Me he planteado muchísimas veces cerrar este blog. Infinitas veces.Una vez estuve a segundos de cerrarlo. Nada. Un poquito más de decisión y ya no estaría escribiendo esto. 
Pero nunca lo dejo. Nunca me voy, siempre vuelvo. Siempre me quedo. Siempre obedezco a mis sentidos, siempre permanezco.
Aquí es el único lugar en el que puedo hablar de él. Todo mi alrededor ha dejado de escucharme,y si lo hacen me piden que ya no hable más, porque creen que es lo mejor para mí. Que borre esa gran parte de mi historia.
Este es el único confidente al que le hablo de él. A veces lo disfrazo de poesías, o se cuela en las líneas de algún texto que no habla ni si quiera de nuestra historia. Me he planteado muchas veces qué será de mí. Si habrá algo detrás de todo el dolor. Si habrá algo más. ¿Y qué pensará él? Su oscuridad siempre me ha dado miedo. Siempre ha sabido pensar, y pensar, y pensar, y buscar la lógica a todo lo que no tenía lógica. ¿Qué habrá en su cabeza? 
¿Qué habrá en él?
¿Sentirá este dolor?
A veces quiero llamarle. A veces quiero preguntarle qué se siente al no besar más estos labios inmensos y perdidos que juegan a olvidar lo inolvidable. Que juegan a romper lo inquebrantable. A veces me planteo si él me llevará tan dentro. Si le habré marcado tanto. ¿Recuerda mis ojos? ¿Mi manera de reír? ¿Mi manía de no callarme nunca? ¿Mis tonterías? ¿Mis romanticismos?
Quizá él piensa que no hay rescate. Que no he podido salvarle. Que ya no va a volver. Que no va a ser más ya parte de este desastre. Que mi vida ya no le conviene. Quizá él piense en partir y marcharse.
Sin mirar hacia mí.
Cuando empecé a dudar de si me quería o no, cuando empecé a pensar que él ya no sentía un amor intenso en el pecho cuando nos rozábamos las pieles bajo mil sábanas de invierno, cuando empecé a ver que ya no me quería...Fue uno de los peores meses de mi vida. Noviembre se volvió frío, oscuro, trágico, amargo y largo. Muy largo. Inacabable. Los días pasaban y yo no dejaba de hundirme en un bucle inmenso de tristeza, impotencia y rabia. Los días pasaban y no supe salvarle. Pero...¿Cómo iba a darle la cura si ni si quiera sabía cuáles eran los síntomas? Pensaba que un día se despertaría sintiendo que me necesitaba. Viendo que nada era lo suficiente fuerte como para dejarme ir.
Pero...
Llegó el ocho de diciembre. Y la promesa de un invierno mágico se transformó en mil hojas secas rotas de un otoño con sabor a final. Y el invierno cayó sobre mi espalda, y me arrastró hacia la soledad. Y mi pecho se rompió en mil doscientos veintiséis pedazos.
No quería comer.
No quería dormir.
No quería levantarme.
No quería hablar sobre ello.
No quería saber nada.
Me hundí. Como se hunden las cosas que ya no tienen la suficiente fuerza como para mantenerse a flote.
Y llegó mi cumpleaños y las diecinueve velas de sueños que alcanzar se convirtieron en un gran apagón que me consumió.
Y esperé hasta las 23:59 a que sonara el móvil.
Y no sonó.
La tragedia de un invierno que me hacía confundir tristeza con soledad.
Febrero me golpeó y jugó a enseñarme que aun estando hundida podía rescatar una parte de mí. Pensé que acudiendo a copas olvidaría el dolor.
Y me atraganté con mis propias lágrimas. Empecé a hacer cosas que jamás había hecho porque creía que cambiándome a mí cambiaría también mis emociones. Y estaba tan equivocada.
El inicio de marzo me hizo pensar que si me hacía de piedra el dolor se sentiría en menor grado, y aunque ya no me salían las lágrimas empecé a hacer fuerza para llorar: Había comenzado a sentir que ya no tenía ninguna manera de escapar, que no podría dejar ir la tristeza por ningún lugar.
Y empecé a decirles a todos que si no lloraba significaba que era feliz.
Pero ser feliz es mucho más que no llorar.
Y hoy, día veintidós, a cuatro días de el día especial me siento como si fuera una estrella fugaz en un cielo lleno de pequeñas luces. Nadie me ve, nadie se percata. Nadie me dice nada. Paso desapercibida entre las luces. Él tampoco me ve. Todos han dejado de mirar en mi dirección, la soledad apunta directa en el pecho. Me miro al espejo y veo tanto dolor. Me veo siendo tan yo, intentando ser fuerte. Salvándome siempre de las heridas que llevo grabadas en la piel. Salvándome del naufragio de unas pupilas que miran y no me ven.
Quise decirle mucho.
Quise contarle mucho.
Quise pedirle que jamás se volviera a ir.
Hablé sin voz. Miré sin ojos. Lloré sin lágrimas.
Siempre incompleta, siempre reconstruyéndome.
Siempre creyendo que si miraba hacia otro lado dejaría de doler.
Siempre apartando el dolor.
Y él, como siempre, apartándome un poco más a mí. 
Alargué los brazos para tocarle. Sin hablar le dije: 'No te vuelvas a marchar, por favor'. Y no le dio tiempo a contestar. Ya se había despegado de mis lágrimas.
Había alzado el vuelo y esta vez no me llevaba colgada en su espalda.
Me convertí en un ángel para él.
Un ángel caído al que ya no quería ver...









Bajo la inmensidad de este cielo negro sigo guardando retales de aquello que fue tan nuestro.



jueves, 19 de marzo de 2015

Y como dice Andrés Suárez, 'Sálvate tú'.





Han pasado muchas cosas en estos últimos meses. Más cosas malas que buenas, la verdad. Y aun así me he empeñado siempre en ser optimista, en sonreír, en tirar hacia adelante. Y te he dicho a ti que tienes que estar bien. Y claro que debes estarlo. Intento ser lo más parecida a mi propio yo, intensificando todos mis sueños e ilusiones. 
Qué suerte la de tenerte, aunque sea así, un poco más lejos que siempre, pero al fin y al cabo estás aquí. Te he echado de menos, muchísimo. No sabes cuánto. Y he esperado siempre encontrarte, solo para saber cómo estás. Y ahora que lo sé solo quiero ayudarte. Sé que ya no soy nadie para decirte que persigas aquello que deseas, sé que no soy nadie para robarte abrazos o apoyarte. 
Pero también sé que me alegra muchísimo que me dejes un hueco en tu vida para, aunque sea de lejos, animarte y decirte que todo irá bien.
Espero que todo lo bueno que pueda llegarte con esta nueva decisión consiga curarte; estoy segura de que lo hará. Y tú volverás a sonreír mucho. Y serás el de siempre. Y ya no necesitarás esas motivaciones temporales para ser feliz. 
No sabes cuánto me gustaría poder ayudarte. Aunque sé que no es así. No puedo salvarte.
De todos modos si sigo aquí, si puedo estar tan unida a ti, es porque soy totalmente consciente de que tus sentimientos por mí desaparecieron hace ya algunos meses. Déjame quedarme como tu ángel protector. Que esos besos se conviertan en sonrisas. Y si me dejas, poder reír y llorar a tu lado.
Porque no sabes cuánto agradezco que estés ahí. Que ya no haya una distancia kilométrica entre tú y yo. Te he necesitado tanto, a ti. Solo a ti. Te he necesitado. Y he querido pedirte siempre que no te fueras. Te preguntarás cuál es la diferencia. Te preguntarás por qué hace unos meses pensaba que teníamos que alejarnos y porque de repente quiero ayudarte: La respuesta es tan sencilla como compleja. No lo sé. Algo ha cambiado en mí. Estos meses en los que no estabas junto a mí no he sido yo. Solo una mala (muy mala) versión de mí misma. Y desde que hablé contigo me di cuenta de que la Noelia chula y descontrolada era muchísimo inferior a la Noelia de siempre. Al fin y al cabo la Noelia de siempre era una luchadora nata. La nueva Noelia creía que con cinco copas de más estaría menos triste. Supongo que me has hecho querer volver a ser yo.
Tenerte- sea de la forma que sea- es lo mejor que puedo tener. A pesar de todo.
Aunque ya no exista esa relación, ese vínculo, ese amor, aunque tú ya no desees tardes de sofás, noches de San Juan perdidas entre las sábanas, aunque todo eso haya pasado a formar parte de cualquier otra chica que un día se cuele en tu corazón, me conformo con quedarme con tu risa, tus manías, tus prisas, tu locura, tus problemas, tus dudas, tu sin-razón.
Porque a pesar de todo lo que lloré, todo lo que sufrí, todo lo que te amé,
hay algo detrás de todo eso: Tú.
Y yo no me pienso ir de aquí hasta que vuelvas a ser feliz.
Aunque ya no sea junto a mí.
Y una vez vuelvas a ser tú, podrás pedirme que me vaya, si lo deseas, y si no,
podrás seguir compartiendo solo esas locuras que nosotros entendíamos.
Prometo valorar lo que venga. Prometo sonreír junto a ti. Prometo no tenerte miedo ya nunca más.
Al fin y al cabo formamos un buen equipo.
Siempre hemos vencido si luchábamos juntos y siempre hemos perdido cuando nos enfrentábamos.
Algo me dice que nuestro lugar es permanecer uno al lado del otro.
Y qué que esos besos no nos consuman
y qué que tu boca pueda besar otras bocas
si el amor que nos unía quiso dejarte de lado
y qué que ahora nos una algo más fuerte que todo lo que tuvimos.
Ojalá supieras si me querías cuando tomaste esa decisión. Ojalá sepas si fue la decisión correcta o no. Ojalá pudieras decirme que has soñado con que volviera a estar ahí desde el segundo en el que me marché.
Ojalá hubieras podido estar a mi lado cuando estaba perdida.
Han pasado muchas cosas desde que no estamos pegados, a menos mil doscientos veintiséis centímetros. Muchas cosas.
Cosas que me encantaría dejar atrás. Vacíos contra los que luchaba.
De vez en cuando me permito recordar tu risa tonta cuando me besabas, tus dulces manos jugando a descubrir mi piel. Esas películas que no acabaron. Tus promesas. De vez en cuando suena tu voz que grita: Te prometo que iremos a Venecia. De vez en cuando lucho contra todo esto. Aunque recuerde todas esas cosas que me he obligado a olvidar con cada trago de tequila. Porque te recuerdo en metros y trenes. Te recuerdo rompiendo los límites. Nos recuerdo sentados sin hacer nada, siéndolo todo. Nos recuerdo duchándonos, juntos. Tu manera de lavar mil pelo, tus ojos empañados de lágrimas aquella vez que estuviste apunto de perderme. Te recuerdo recogiéndome del trabajo. O sorprendiéndome en la playa escribiendo en la arena aquella fecha tan importante para nosotros y que está al caer...
Y por un momento se me olvida la despedida. 
Y luego vuelve. Y me repito: Ya no es real.
Y entonces me obligo a verte solo como lo que nos queda: Una amistad.
Confío tanto en ti. Creo tanto en tus ojos. Me das toda esa seguridad que estar lejos de ti me falta.
Y cualquiera podría pensar que soy una estúpida.
Pero te he visto tan tremendamente triste que quiero hacer todo lo que esté en mis manos para salvarte. Sálvate tú. 
Rescata todas tus ilusiones y sonríe de nuevo.

La sonrisa es lo que mejor te queda en ese rostro que hoy tienes tan apagado.
Sálvate, por favor.
Sálvate. 

miércoles, 18 de marzo de 2015

Tú y yo hemos sido gigantes. Hemos sido más que besos o abrazos, caricias o mimos. Hemos sido grandes. Y agradezco al cielo, al tiempo o a los giros que da el mundo, porque a pesar de que todo saliera mal, sigues estando en mi vida. Hemos vivido las cosas más preciosas de este mundo. Y para mí siempre habrás sido el primer amor en todos los aspectos de mi vida. A pesar del dolor quiero convertir todo lo malo que tuvimos que pasar en algo bueno. Quiero que sientas que puedes apoyarte en mí como yo en ti. Lo que nos une va más allá de nuestros labios o nuestros corazones. Y más allá del tiempo.
Pero si fuimos la excepción un día, ¿cómo no íbamos a serlo ahora?
Puede que nadie nos comprenda. Puede que nadie nos apoye -y si lo hacen- puede que piensen que nos equivocamos. ¿Pero a caso es un error mantener a tu lado a alguien que ha sido tan importante para ti? 
Ojalá nunca te vayas, ojalá que estés aquí. Ojalá quieras seguir abrazándome siempre, dándome sermones o ayudándome a vivir. 
Ojalá pienses que mi abrazo puede calmar tu tempestad. 
Porque, como siempre he intentado hacer, lo único que quiero es salvarte.
Salvarte del naufragio y rescatar todos los pedazos que la vida últimamente te ha arrancado...


Estoy aquí. Y espero que eso sirva para que vuelvas a sonreír. Al menos un poco más.

lunes, 16 de marzo de 2015

Quiero rescatarme.






Y ahora es cuando por fin, después de muchas semanas, me detengo. Y me miro al espejo. Y no me reconozco. Llevo infinitos días haciendo cosas que jamás pensé que haría. Retándome a mí misma. No dejo de desafiarme. Me planto frente las situaciones y les digo a todos: ¿Ves? No me duele.
Pero sí, sí que duele. Duelen muchas cosas. Y puede que otras ya no, pero debo dejar de pretender ser quien no soy. Parar de decirle al mundo que no quiero volver a enamorarme, que no confío en las personas y que ya todo me da igual. Es cierto, no me arrepiento de nada, porque en todo momento he sido yo quien ha decidido por dónde caminar. Pero quiero volver a ser la que era. Esa chica soñadora, a veces algo tonta y fácil de engañar. Porque al menos esa Noelia tenía objetivos que alcanzar, sueños por los que luchar, algo que sentir en el pecho.
He pretendido tantas veces no sentir dolor que he acabado bloqueando en mí también las cosas buenas. Debo perdonarme a mí misma y seguir. Pretendo avanzar con los cordones desatados, y así no haré nada más que tropezar.
Siento que me estoy convirtiendo en alguien que no quiero ser. Pero a la vez tengo tanto miedo de volver a ser quien era...Tanto.
Porque rescatarme a mí significará volver a rescatar aquello que me dolía y decidí apartar por miedo a afrontarlo. Es hora de ponerme frente al dolor, mirarle a la cara y desafiarle.
Porque ya estoy cansada de fingir que todo me da igual, de no sentir ni tan si quiera rabia. 
La indiferencia está matando a aquella que fui. Y aunque la chica de ayer sufría, la chica de ayer es la que he sido siempre. Y aunque mi vida haya cambiado debo reconocer que me he aferrado demasiado a esos cambios. Me he excusado de todo diciendo que me merezco ser feliz, que he sufrido mucho. Pero en vez de luchar por esa felicidad no hago nada más que ponerme parches y parches.
Tal vez me equivoque y volver a ser la que era antes suponga ser infeliz.
Pero también sé que conforme pase el tiempo si dejo atrás a esa Noelia alocada y soñadora ya no la recuperaré más. Y no puedo despedirme de lo que he sido siempre. Aunque enfrentarme a mí misma suponga dolor.
Estoy harta de fingir que no quiero que me salven: Necesito que me salven.
Necesito que alguien vea lo bueno que hay en mí y me diga: Noelia, por favor, quédate con la mejor versión de ti. Aquella que olvidaste ser. Necesito dejar de sentir miedo a las personas, e incluso al amor. Necesito dejar de retenerme. Necesito volver a ilusionarme con las pequeñas cosas, tal y como hacía antes.
Necesito ese exceso de sueños. Ese optimismo vitalista que llevé por apellido un día.
Me necesito.
















PD. Gracias, Ana. No sé si leerás algún día esta entrada pero cuando te vi llorar el otro día mientras me decías que ya no me reconocías me di cuenta de que algo estaba haciendo mal. Tienes razón, huyendo de quien soy, cambiándome, no voy a dejar de lado lo malo. Tengo que afrontarlo desde la posición de siempre. No puedo permitirme perderme. Tú no te mereces perderme.
Gracias, de veras. Por siempre decirme las cosas aunque duelan. Por convertir mis miedos en objetivos que alcanzar, en metas a las que llegar, en vallas que saltar.
Gracias por cuidar de mí, por ser una hermana. Mi hermana.
Tú más que nadie me has ayudado des del primer día a superar todo esto. A afrontar el dolor.
Te quiero.




jueves, 12 de marzo de 2015

Hoy no hay nada más que estas palabras vacías.

El problema era yo.
Así que me aparté, nos apartamos. Y de repente tú ya supiste vivir sin mí...
Y yo debí empezar a aprender también.
Poco a poco, dejaste de necesitarme.
Y yo lo supe.
Y entonces, nos borramos.
Como si nuestra historia jamás hubiera existido.
Nos jodimos.

Fracasamos.
Cada uno desde su lado.
Y..
Y nos perdimos.







Siento esta canción con tanto dolor...

lunes, 9 de marzo de 2015

No estás solo.

Después de mucho tiempo te escribo. Quizá porque cuando ayer leí lo que pusiste en Twitter sentí que tenía algo que decirte. Es muy probable que ya no entres aquí, y si es así, estas letras quedarán en el olvido. Pero si por el contrario sigues sabiendo de mí, si aún apareces por aquí, hay algo que debo decirte: No es cierto que estés solo contra el mundo, no lo es. No sé ahora mismo por qué escribiste eso, qué es aquello que pasa en tu vida que te hiere y te hace sentir solo, porque no sé nada sobre ti...Pero sea cual sea el obstáculo, sea cual sea el problema, estoy ahí. Aunque no puedas verme, aunque no quieras hablarme, aunque se te escape el tiempo de las manos, sigo ahí. En el recuerdo más profundo de ti, en el abrazo más sincero que te di, en las palabras que siempre conseguían animar un poco más tu camino. No sé si me recordarás, no sé a cuántos kilómetros te has ido, pero me encantaría que supieras que no estás solo. Sí, sé que quizá debería hacer como hiciste tú, dejar de seguirte en todas las redes sociales y así no saber si estás bien, mal, o simplemente si estás o no estás. Probablemente tú no sepas nada de mí, pero yo aún sé lo poco que compartes. Y ver eso me hizo sentir la necesidad de recordarte que estoy aquí. Un poco más lejos, con muchas cosas que contarte y que probablemente ya nunca escucharás. Pero estoy ahí.
Puedo ser un sueño, una imagen que reflejes en tu mente, un apoyo estático, una carta antigua que leas, puedo ser un sentimiento.O un abrazo distante, si así lo eliges.
Si algún día me necesitas estaré.

Aunque eso sea un error por mi parte, o algo incoherente. Sé que escucharé tus palabras y sé que secaré tus lágrimas. A pesar de que te fueras, a pesar de que me dejaras, a pesar del abandono, sé que te escucharía. 
Aunque desde aquí yo no pueda hacer nada, desde donde estás tú aún puedes hacerlo todo. Sea cual sea esa razón que te inquieta, esa soledad aplastante que amenaza con borrarte la sonrisa, por favor, recuerda, que nunca volverás a estar solo. No desde que me conociste, no desde aquel primer beso efímero. Sabes que desde ese entonces te acompañé y lo haré siempre. Aunque te empeñes en no verme. 
No estás solo.
Estas palabras te abrazarán en cuanto las leas. Aunque yo no sepa ni si quiera que las has recibido. 
Cuídate, porque que me abandonaras no quiere decir que te odie. Que te fueras no quiere decir que automáticamente dejara de quererte. Que me dijeras adiós no significó que yo quisiera despedirme. Me hiciste más fuerte. Y me quedo con lo mejor que tuve de ti. Y una de esas cosas era tu valentía, tu capacidad de no dejar ver a los demás si estás hundido o no.
Por favor, ten esa valentía. Ten ese coraje. No abandones, sea lo que sea. Es lo que siempre quise enseñarte. Es lo que siempre te dije. Es lo que siempre te repetí: No abandones. Sea lo que sea a lo que te enfrentas. No, no te dejaré decir que estás solo.
No lo estás.
Y espero que puedas verlo. Si no hoy...Mañana.
Pero espero que algún día puedas verlo todo. 

domingo, 8 de marzo de 2015



Mírame, sigo siendo la misma de ayer. Algo menos frágil, algo más fuerte. Sigo llevando tejanos casi cada día, y aún me chifla mirar escaparates de ropa. Mis ojos siguen siendo de color marrón verdoso y aún tengo la sonrisa torcida. Soy la misma chica de ayer, eso es algo que tengo claro. Quizá con menos ganas de sentir. Sigo pasando desapercibida y no soy la típica chica que suele gustar a los demás.Solo quien se ha molestado en conocerme ha podido percibir belleza más allá de lo que muestro por fuera. Sigo viviendo en el mismo lugar, Badalona sigue siendo mi pequeña ciudad, en la que algunos domingos por las tardes sigo perdiéndome para pensar. Me sigue encantando el mar, tanto como cuando me conociste, o probablemente más. Aún las noches siguen transimitiéndome incertidumbres, y algunos días me cuesta coger el sueño. Odio las siestas y no he tenido el valor de echarme alguna por si me despierto peor, ya sabes, como siempre. Aún me dan miedo las verdades, mucho menos que las mentiras, claro. Sigo esperando que se cumplan los deseos que pido a mis velas de cumpleaños, a las lunas llenas. Me siguen dando miedo los corazones, el dolor y el abandono. 
Sigo con mis obsesiones por las series en las que los adolescentes juegan a enamorarse. Y aún me encantaría saber volar. 
Sigo siendo la chica que sabe que jamás nadie va a quererla de verdad...
Por eso siempre espero el momento de la decepción: Vivo disfrutando de cada persona en mi vida mientras espero su adiós. 
Porque...
Siempre se van.
Siempre.

jueves, 5 de marzo de 2015

Una noche más.

He cometido el estúpido error de mirar fotografías. Y es un error porque una gran tristeza me ha vencido y se ha colgado en mi pecho, arrastrándome a un dolor infinito. Te he mirado a los ojos en cada una de esas instantáneas echándote de menos. A esa persona que eras a mi lado. A ese hombre que sujetaba mis sueños, el mismo que sonreía, y el que besaba mis heridas.
He cometido el estúpido error de llorar. Más por impotencia que por soledad. Impotencia de no haber podido rescatarte. Impotencia de no haber podido hacer que te quedaras.
Pasarán mil noches más.
Y seguramente dentro de unos meses las vuelva a mirar, y ojalá ya no duela tanto que no estés. Han sido demasiados recuerdos como para ahora mirarlos de frente y que no duelan.
Probablemente la luna hoy esté haciendo de tu felicidad algo cada vez más grande. De veras que deseo que seas feliz. Pero ojalá me recuerdes muy de vez en cuando y entiendas que un día fuimos muy felices. Ojalá yo haya sido el ángel de la guarda que te hizo superar todos los obstáculos que se te presentaban...
Desde cualquier problema hasta ese bachillerato que creías imposible y conseguiste. Ojalá se te abran muchas puertas. Ojalá no llores nunca más, ojalá sonrías si me recuerdas... Ojalá estés bien. Hoy he mirado unos ojos que eran tan diferentes y tan iguales a los que vi la última vez que nos vimos...Hoy no estás aquí. Y esta habitación aún huele a besos mojados que perdimos. Ojalá algún día si tienes que hablar de mí digas que fui una de las cosas más bonitas que jamás te pasaron. Ojalá haya hecho de ti un hombre al que admirar. Ojalá te haya dejado huella, porque eso querrá decir que pude cumplir con mi deseo de enseñarte a amar. 
Ojalá tú no sientas que tu corazón se muere un poco más si algún día de casualidad miras alguna fotografía de aquella historia que fue tan nuestra. 

miércoles, 4 de marzo de 2015

Un mal día




Hoy es uno de esos días grises. En los que no me importa en absoluto el color que tenga todo lo que me rodea: Todo será gris.
Hoy es uno de esos días en los que las heridas se abren y alguien juega a echarme alcohol para que el dolor crezca. Hoy es uno de esos días en los que a penas miro el teléfono. La música suena pero no la oigo, solo es lluvia que cae sobre mi espalda. Camino tan vacía que la gente ni si quiera me ve pasar. Mis pasos ya no se oyen. Hoy es uno de esos días en los que nadie pregunta y todos responden. Uno de esos días en los que nada alivia la insensatez que parece llevar el timón de mi vida. Me convierto en una ecuación mal resuelta, en una duda existencial que nadie podrá responder jamás. De repente siento las manos heladas, mi mundo deshecho y más dolor en el pecho del que nadie jamás podrá explicar. Siento que mi cuerpo ni si quiera me pertenece, va por libre, mientras mi mente vuela a lugares tan lejanos de aquí que parezco vivir una vida paralela.
Hoy el cielo no es lo único que está gris.
Hoy también está gris mi alma. La misma que me suplica que no me rinda mientras suspira.
La misma a la que últimamente parezco dar la espalda.
Hoy se han derrumbado muchos de los muros que he estado intentando construir a lo largo de estos meses y supongo que por eso el golpe ha sido tan fuerte.
Trataba de parecer mucho más fuerte de lo que soy. Trataba de ser fuerte y nunca he sabido serlo.
Solo soy un iceberg en medio de un desierto..
Una pieza mal hecha que no encaja en el mundo de nadie.
Por eso siempre se despiden de mí. Y se van. Dejándome desnuda en medio de cualquier invierno.
Dejando a mis pulmones sin aire.
Soy solo un patrón mal hecho.
Un libro que no quiso firmar nadie.
Hoy es uno de esos días en los que el silencio se hace insoportable. Y parece estar empañado de palabras que no dicen nada.
Soy un final mal escrito, con mala letra y de manera rápida.
Tan rápida que siempre consigo hacerme fugaz y escaparme del tiempo.
Hoy nada de lo que escriba, o diga, o haga, tendrá sentido. Solo habla una Noelia que había enterrado. Una Noelia de corazón desolado y páginas rotas.
Una Noelia que no cuenta su historia por miedo a recordar que aquella vida que se empeña en borrar una vez fue su vida.
Hoy es un mal día, para qué voy a mentirme.
Un día de estrujarme el corazón y no sacar nada. Uno de esos días en los que soy más hielo que humana, en los que me caigo y no hay nadie sosteniendo mi mano. Uno de esos días en los que soy yo misma la que se levanta y se repite una y otra vez que tiene que seguir caminando.
Hoy es un día de esos en los que nadie te recuerda pero tú recuerdas a todas y cada una de esas personas que se marcharon.
Hoy no solo la lluvia ha comenzado a mojarte, también esas lágrimas empapan tus mejillas.
Hoy es uno de esos días en los que el paraguas no sirve para nada, él no puede cubrirme de todo lo que parezco llevar a cuestas.
Hoy hay infinitos ojos mirando el mismo cielo que yo, pero ninguno de ellos lo mira con tanta nostalgia.
Hoy no es un buen día para ser fuerte ni fingir que veo color donde solo hay distancia.
Hoy no es un buen día para escribir porque si lo hago solo hablaré de mis descosidos.
Hoy es uno de esos días en los que huir es la mejor opción, pero tampoco tienes dónde ir.

Hoy es uno de esos días en los que mis ojos podrían decir más que cualquier palabra que yo escriba.

domingo, 1 de marzo de 2015

Que esta canción no acabe nunca.

La música insaciable no dejaba de sonar y movíamos las caderas al ritmo de nuestras miradas. Enlazábamos las manos y me hacías girar, me arrastrabas hasta ti. Mismo bar. Mismo recuerdo. Diferente beso, con sabor igual. 
Yo mirándote los labios. Tú sonriendo al verme brillar. 
Una, dos, tres vueltas. Nos volvimos a besar.
Y la música dejó de sonar, porque para mí desaparecieron todas las personas que había a nuestro alrededor. Tus manos en mis caderas. Cualquier canción.
Y tus palabras sinceras y descaradas. Tus preguntas en mi oído. 
Tus 'Me quedé con las ganas de verte el otro día'. 
Cómo lates.
Cómo me envuelves en tus labios y deshaces todas mis inseguridades. Y cómo te mueves. No sabes que me estás llevando a la locura.
Tus palabras apuntando directas a mis ojos. Mis manos suplicándote que bailáramos un rato más. Viernes con sabor a ' Por favor, que no amanezca nunca'.
Y de repente tus manos sujetando mi cara, acercándome al besar.
Y mi mano posada en tu nuca, acercándote a mí. Yo, de puntillas, queriendo alcanzar esas puertas de nostalgia. De vida.
Esos labios que no se cansaban de besar.
Cerrabas los ojos a cada beso. Yo intentando no sentir, sentía más. Tus manos acariciando mis hombros, haciéndolos temblar.
Nunca ninguna discoteca del mundo había tenido tanta luz.
Ni ninguna luna había dejado tanto que contar.
Ya conocíamos nuestra forma de besar. De acercarnos. De encontrar cualquier excusa para volver a bailar. Con las sonrisas puestas.
Separados, y en un segundo, pegados. Y moviéndonos éramos solo uno.
Y yo no podía dejar de pensar: Que esta canción no acabe nunca.

Lo sospechaba hasta que lo sentí, y lo sentí hasta que lo supe

 Lo sospechaba hasta que lo sentí, y lo sentí hasta que lo supe. Así empezó y acabó nuestra historia. Si sólo me hubiera fiado un poquito má...