martes, 27 de octubre de 2015

Ángel, que me dejas sin tu verdad.

El mismo hueco en la ducha, el rincón de siempre. 
Cruzo las piernas y, como una niña pequeña, 
contemplo la inmensidad del universo desde donde estoy. 
Las gotas de agua parecen hipnotizarme, me deshielo en dos suspiros.
 Agua templada haciendo cosquillas en mi ombligo.
 Y yo apoyo la cabeza, triste, en la piedra gris. Me empapo de desilusiones, 
corre en mí el veneno de todo aquello que jamás intento por miedo al fracaso.
 Por conocer el delirio que supone arriesgarse a escoger 
un camino que sabes que no tiene salida.
 En cuanto quiera salir tendré que ir marcha atrás,
 y todavía no creo estar preparada para eso. 
Sacudo mi temor, venzo al silencio, un gemido se asoma en mi pecho, y por primera vez en meses, 
es de dolor. Cómo duele no avanzar jamás.
 Cómo duele respirar ahogándose en penas, en broncas, en dilemas, en respuestas que no quieres escuchar.Me tapo los oídos, fuertemente. Fuerte, más fuerte.
Como si eso cambiara las cosas.
Miro mi reflejo en el cristal, empapada estoy ridícula. Rozo el vidrio con los dedos y escribo: 'Efímera'. 
Me he convertido en pólvora mojada.
Me reduzco a silencio.
Y me tiemblan las piernas.
Sin darme cuenta empiezo a pensar en lo que dejo atrás.
Y me doy cuenta de que nada nunca sale como uno quisiera.
Enfadada, más conmigo que con el mundo.
El dilema de vencer lo imposible y declararme culpable.
He vuelto al lugar del crimen, he vuelto a encender el fuego y me he quemado.
Te lo advertí, me lo advertí. 
Y no he vuelto a hacerme caso.

Insensatez enorme envuelta en esperanza.
Caramelo amargo que no sé tragar.
Vuelvo al horizonte vertical de siempre,
a la paradoja matemática
de querer a medias
cuando aún no sé quererme.
Cómo pretendía hacerme valer
si no me pongo valor nunca,
cómo voy a reírle a alguien
si aún no sé reírme a mí.
Mi reflejo se vuelve borroso,
el agua empieza a empaparlo
y me sumerjo en un mar de lágrimas
inútiles
de cocodrilo
de serpiente
de arrepentimiento
de un quizá
bañado en miedo
de ser feliz,
pero siempre a medias.





No he vuelto a estar completa
y me revienta
no saber si algún día
volveré a saber querer
a tientas.
Si confiaré en unos labios
que no mientan
que descosan la mentira
y me grapen la verdad
en el pecho.

Dormiré sola
hasta que pueda dormir con alguien
sin necesidad de atarme el alma
al colchón.
Volverá a pasar el invierno,
volveré a sentir el frío
volveré a querer amor
en un San Valentín engañoso y ficticio,
volverá ese marzo áspero,
tras unas navidades solitarias
y un cumpleaños diferente.
Y el abril devolverá primaveras.
Quemaré mis demonios en mayo
y junio traerá el final de otra etapa
seguida de un julio de fin de contrato
un agosto en familia
y una vuelta a la rutina
sin nadie al que partirle los esquemas.

Caminaré sola
con mi música.
Sin confianza en las pisadas
con la risa más gastada que nunca.
Volverán a decirme que yo puedo
volveré a negar lo evidente,
y tras ese ciclo insaciable
quizá algún día me encuentre
entre la gente
una sonrisa amable
dispuesta a quererme.
Tal vez esta vez será cierto
quién sabe si sabrá regalarme
mil bailes incompletos
y me pisará por torpe
y me querrá por
valiente.
Quién sabe
tal vez
ya nunca más me vean cobarde
y me sepa al fin
la melodía amarga
del amor de verdad,
de ese que arde.

Por fin tal vez
me cocinen el corazón
a fuego lento
y sepan hacerme el amor
sin argumentos
con un final,
eso sí,
siempre feliz
al que aferrarse
tras un silencio
y el humo de un cigarro
que escriba fin
al momento
sin fin.




Quizá alguien haga un mapa
con mis lunares
rumbo al universo
pero sin destino fijo.



Tal vez pida en silencio
demasiada verdad
camuflada en gritos
a la espera del cambio
que parece que nunca llega.

Acabo de perder al ángel
que me había sujetado las alas
todos estos meses.
Acabo de renunciar al placer
de perderme
por miedo a encontrar
lo que no quiero ver.
Quizá siendo egoísta
me he visto en un futuro
perdido
al seguir el rumbo de quedarme dormida
en su motel,
cuando siempre he sabido
que al pasar la temporada,
al bajar las persianas,
su adiós me iba a doler.
Lo siento ángel,
ojalá me hubieras querido
ojalá hubieras sabido
que no es lo mismo hacerme
entera
o a media tinta.
Si sólo la mitad de mi espalda te devolvía la caricia
era porque la otra mitad siempre ha esperado más
de lo que sabía
que podría tener
jamás.










Ángel, no te vayas nunca.
No sé vivir sin tu verdad.



sábado, 24 de octubre de 2015

Ron que ya no llena, esta noche un poco más rota que entera.

Hoy voy a ser dura conmigo, camarero,
así que no hace falta que te quedes
le hablaré a la barra.
El silencio del vaso llenará esta sala.



Necesitaré doble ración para poder hablar,
así que,
por favor,
sírveme otra.
Y a mi amigo invisible dos.
He estado dándole vueltas,
demasiadas,
a por qué siempre pongo el ojo donde no sé llevar la bala.
Por qué, si soy tan torpe
acierto con lo equivocado.
Diana. Cien puntos,
ten, Noelia,
aquí tienes tu victoria,
llévate tus fracasos, 
muérdete la lengua,
sacude todas las palabras
y haz como si no supieras
que de nuevo has vuelto a meter el pie
en el charco que no  tocaba.
Has vuelto a empaparte
y ahora hueles a ron barato
Vuelves a equivocarte.
Vuelves a ver lleno el vaso que siempre ha estado roto.
Vuelves a llenarte de dudas
los bolsillos rasgados
de tanta pregunta
ilógica.


Hazte un favor
y abandona este bar.
Coge la dignidad y cuélgatela en la espalda,
por si mañana la necesitas.
Por si volviera diciembre y vuelven a rajarse
los sueños.
Disfrázate de melancolía y pinta de marrón
las hojas,
hazte llamar otoño aunque no te le parezcas.
Y no te sirvas esa copa que marque la diferencia
entre andar y rodar.
Ya no estás para estos desastres. 

Deja de culparte, al menos un poco.
Que le den a tu pasado, chica.
Hoy sólo es silencio mal tragado.
Esa digestión que te negabas a hacer
cuando de golpe estalló en ti
ese mar que consiguió ahogarte.



Qué pretendes, Noelia,
de veras, ¿en serio?
¿Creías que sería tan fácil apartarte?
¿Ponerle precio al huracán?
¿Dejar de hablar de desastres?
Cómo si fuera tan fácil dejar de ser lastre
cuando llevas toda la vida huyendo
para que a nadie le dé tiempo a echarte.





Eres una cobarde, Noelia.
Por eso se te ha roto el vaso
por eso ya no hay ron en tus pupilas
y ahora tienes el alma empapada
del silencio
que sigue
atropelladamente
empapando tu vida.



Mereces ser cobarde
por no enfrentarte nunca
a tu mayor miedo,
por teñir de rosa tus fracasos
y hacerte llamar fuerte
cuando lo único que hiciste
fue destriparte.
Pero en silencio.


Querida, a eso también se le llama morir
aunque lo camufles de supervivencia
y no veas que dejar de soñar
es lo mismo que dejar de latir.
Asume lo equivocada que estás
y empezarás a estar más cerca
de lo que fuiste cuando tú aún eras quien eras.





Bébete eso ya,
que van a cerrar
y tú eres la última en salir
del bar
como te suele pasar siempre.







miércoles, 21 de octubre de 2015

Let her go.







Necesitaste más de tres vidas para darte cuenta de algo que yo ya sabía el segundo después de que marcharas. Necesité tres vidas para entenderte, para dejarte ir, para soltarte. Para no aferrarme a los recuerdos que miraba, ansiosa, esperando encontrarte. Encontrarme o encontrarnos. Ahora los miro sin búsqueda fija. Y a veces lloro. A veces lloro porque ya no te veo en ellos, a veces lloro porque no me reconozco. A veces creo echarte de menos. Y se me viene encima todo aquello que tragué, se me viene encima el diluvio universal de tus reproches, mis manías, las anécdotas, todo lo que prometimos contarnos. Todo lo que incumplimos. Desde tu huida hasta mis pupilas empañadas de errores.  Quizá esta canción me recuerde a nosotros. Quizá no me supiste querer hasta que no dejé de hacerlo yo, quizá no me supiste ver hasta que no me fui. Quizá cuando empezó a nevar en tu corazón viste la calidez de mis brazos rodeándote la vida.
Tal vez con la llegada del invierno ansiaste nuestro verano insólito. 
Tal vez con mi partida deseaste mi llegada.
Tal vez con mi no-retorno se te deshicieron los esquemas, se te borraron los mapas.
Quizá la niña que había en mí siga ahí,
pero la mata esta realidad
que juega a quedarse. 



Gracias,
al menos,
por darte cuenta
de que lo nuestro
era imperfecto
pero lo más real
que jamás podrás ver
con nadie más.
O sí,
pero ya no del mismo modo.


La dejaste marchar.
Me dejaste marchar. 









sábado, 17 de octubre de 2015

Fuimos tiempo.

Si me pongo a recordar me hundo. Supongo que nunca te soltaré del todo, siempre nos quedará Madrid, o qué digo, la ansiada ciudad italiana que ahora me da miedo pisar. Siempre te he temido, desde que me enamoré, desde que caí en tu red, has tenido el total poder de derrumbarme. Y lo hiciste. Me dará miedo siempre tu mirada afilada, tus colmillos ansiosos, tu risa ingenua. Me vas a dar miedo siempre. Por eso llevo el cinturón de seguridad, por eso jamás te dejo entrar, por si volvemos a estamparnos, por si vuelvo a morir por ti, contigo.
Claro, claro que te amaba. Joder, cómo no hacerlo. Por ti mataba el tiempo, todo lo que viniera. Luché sin armadura, por tu risa, por hacer que volvieras a ser el de siempre. Sentí que te perdía aquel noviembre, cuando algo en ti murió, y me sentí apartada de repente de tu mundo infinito. Ojalá hubieras luchado entonces, cuando aún me quedaban fuerzas. Ojalá hubieras gritado en medio del silencio, porque te habría escuchado.
Pensé que me habías olvidado, de veras que creí que si marchabas era porque ya no veías esa vida soñada junto a mí. Ojalá hubiera pesado más lo bueno, pero nos quedamos tanto tiempo esperando una señal, esperando que algo pasara, y lo único que pasó fue el tiempo.
Quizá algún día alguien vuelva a quererme, quizá un día vuelva a creer. Quizá la próxima vez no sangre, quizá alguien me cuide.
Lo habría dado todo aquel invierno que pasé sin ti para que volvieras. Pero no volviste. Pero no llamaste. Pero no quisiste. Y juro que morí aquel diciembre, que te lo llevaste todo, que no soy la misma desde entonces, que me vacié. Que creía que volvería a ser como antes de ti, de todo. Pero no, qué va, ya no soy la niña que conociste. Ahora soy una mujer rota, con un corazón que parece apagado. Ahora soy, coexisto con mi pasado, con el recuerdo que seguirá pesando así pasen los años.
Te dije que volverías a amar antes que yo, y quizá sea cierto. Yo no sé cuándo podré volver a hacerle frente a esa sensación de no saber sentir.
No sé si ganaremos o perderemos.
Fuiste el primero y pretendía que fueras el último. Ahora ya no habrá más inocencia. Ya no más promesas, no pueden volver a romperme. Me niego, renuncio a esto, al invierno, a tus ojos, al tiempo, a la esperanza de volver a querer, a nosotros, a ti. Renuncio a mí.

Porque no soporto recordarme tan feliz y saber que todo lo que tuve solo fue un efímero sueño. Maldito día en el que tuve que despertar. Malditas ganas mías de querer salir con vida del agujero en el que me metí. Maldito recuerdo, que siempre viene a decirme que mi presente aún no ha hecho las paces con todo lo que fui.

viernes, 16 de octubre de 2015

De qué me sirve echar de menos a alguien que no eres, echar de menos algo que no somos. De qué me sirve, si ya se rompió todo. Si por mucho que escribiéramos de nuevo la historia, el final sería el mismo: tú huyendo de nosotros y yo echándole alcohol a tu recuerdo. Puedes pedirme que te perdone, pero no que vuelva al mar en el que me ahogaste.

lunes, 12 de octubre de 2015

Esta es la última carta que puedo escribirte.

Que haya elegido este día para escribir esta carta no es casual, pero sentía que debía hacerlo. Prometí no hablar más de ti, pero hay riesgos que son necesarios. Si algún día lees esto, sabrás que en el fondo sí tenemos despedida.

Es increíble que hayan pasado tres años. Es increíble que ya haga tres años que me quedé prendida de ti. Es increíble lo enamorada que llegué a estar, y fascinante lo poco que tardé en quererte.
Me bastó un beso, tu torpeza y aquella mirada sincera que parecía quererme. 
Caí rendida, perdidamente. 
Redonda. Al suelo, ante ti. 
Si recuerdo aquel día aún se me parte un poco el corazón al ver lo mucho que ha cambiado todo, lo mucho que cambiaste tú, lo mucho que cambiamos ambos.
Siento todo lo que ha pasado este mes, siento que haya sido ahora justo el momento en el que te hayas dado cuenta de todo. Siento que el tren se fuera de la estación cuando llegaste. Siento mucho no haberte podido dar esa oportunidad que ahora me pedías a gritos.
Me duele haber tenido que ser tan fría y distante, tan tajante y rotunda. Tan perdidamente sólida ante tu insistencia. Siento que esto haya pasado así, que nuestro final haya sido tan amargo.
Era absurdo intentar endulzar algo que había acabado, y quizá sí, deberíamos haber hecho las cosas de otro modo cuando todo terminó. No supimos hacerlo mejor, pero no nos culpo, era difícil aceptar que tras la derrota, los dos niños soñadores que éramos se habían convertido de repente en dos adultos incapaces de asumir esto. Al menos yo no era capaz de dejarte ir.
Sé que te arrepientes, pero es injusto el regreso, cuando ya he tenido que desprenderme de todo. Ojalá pudiera quererte, de veras, ojalá pudiera creer en ti, ojalá supiera exactamente dónde dejar todo lo malo, dónde recuperar lo bueno y borrar la historia para reescribirnos. Pero no sé borrar lo malo, no sé volver al punto exacto anterior al cambio, no sé volver a quererte.
Fuiste egoísta, ese siempre fue el defecto, y conmigo lo fuiste como nunca. No querías estar a mi lado, tampoco perderme. Querías que fuera la amiga perfecta e incluso eso intenté. Te tuve que echar tanto tequila que el recuerdo me sabe a resaca.Te tuve que llorar tanto que estuve meses sin poder derramar una lágrima. No me quedaban ya. Y no me malinterpretes, son palabras tan duras que no quiero ni pensar en las tardes de tortura en las que la casa se me echaba encima. Yo también he pasado por esa tortura que llevas a cuestas, créeme. Estuve meses sin ser yo misma.
¿Por qué no viniste a salvarme las noches en las que tenía que apretar la cara contra la almohada para que nadie escuchara mis sollozos? Cuando me encerraba en la ducha para llorar, porque así no me veía ridícula ante el espejo. Cuando dejé de comer y perdí una talla y toda la dignidad cada vez que me veía a mí misma tirando el bocadillo a la basura. ¿Dónde estabas tras cada fiesta? Cuando la resaca le ganaba el pulso a mi inocencia y me despertaba sin saber qué día era. ¿Dónde estabas cuando me volvía sola, a las tantas de la madrugada, sin nadie al que avisar y decirle que ya estaba bien, que ya había llegado a casa?
No estuviste aquellos diez meses que pasaron. No estuviste tras mi espalda, tras el golpe, tras la imagen de mis labios rotos rajando otras bocas. Buscándote entre la gente. Hablándoles a todos de ti. Recordándoles que te amaba, que habría luchado por ti. Lo perdí todo cuando te marchaste, me recreé. No sabes lo que era ver en la cara de mi gente la incredibilidad ante los hechos. Cuando ni siquiera ellos me reconocían.
No sabes lo duro que fue superarte. Que nadie me creyese cada vez que  les decía que estaba mucho mejor.
No eres el único que ha sufrido. Yo también ansiaba esa boda. Yo también te eché de menos. Y te habría llamado mil veces, como hiciste tú, para que volvieras. Aunque no, no lo hice. Tú no estabas.
Siento esta despedida, cortarte las alas. Que no llegaras a tiempo, que nos hayamos querido tan mal, a contrarreloj, desigual, impares, a destiempo.
Si supieras todo lo que te eché de menos no te atreverías a decir nada.
Yo también te leí, por X razones vi que habías empezado a escribir sobre mí. Tuve que dejar de leerte para dejar de sentirme culpable.
Ojalá me hubieras querido aquel noviembre, hace ya casi un año, cuando partiste. Ojalá aquel ocho de diciembre no hubieras tomado la decisión de alejar a la única persona que había estado dispuesta a quedarse. 
Ojalá aquella noche, cuando estaba en la misma cama, a cuatro centímetros de ti, no me hubieras dado la espalda. Necesitaba saber que me querías,que estabas allí. Aquella noche firmamos la sentencia, y fue a a partir de aquel día cuando empecé a morir.
Todos me advertían, decían 'No luches, va a marcharse. Si ya ha decidido daros tiempo es que quiere dejarte'. No les escuché. Creía en ti, creía que volverías, creía que al despertar sabrías con certeza que era yo esa mujer que buscabas, que era yo la que merecía quedarse.
Cuando te marchaste me di cuenta de que no, que yo me empeñaba en que fueras el hombre de mi vida, que yo quería aquellas siete vidas juntas que prometimos. Que era la única tras el cristal. Que ya nadie podía oírme. Que tú no ibas a quedarte.
Que habías tirado la toalla.
Que no lucharías más por mí.

Abandonaste la batalla. Los cien mil titantes se me echaron encima. Me dejaste sola luchando contra ellos. Tuve que hacerme fuerte, valiente, firme. Tuve que vencerles, uno a uno. Enfrentarme, cuerpo a cuerpo. Morirme tras cada golpe, resucitar tras cada día que pasaba fugaz en el tiempo. Tuve que matarlos por ti. Tuve que morir por ti. Tuve que hacerme otra para ganar.
Tuve que convertirme en alguien que no era para intentar salir entera de allí.
Pero por recuperarme, por no dejarme, por seguir siendo yo, tuve que dejar ir aquella parte de mí que se empeñaba en regresar siempre al lugar de origen, tú.

Me he dejado atrás, por eso hoy sé vivir sin tu cuerpo. Porque me hiciste acostumbrarme, me hiciste creer que no era mío, que sin él, iba a estar mejor.
Esas fueron tus palabras. Que estaría mejor. Que saldría de aquí. Que ya nunca  más volveríamos a estar juntos.
Y fíjate, si era inocente, que te creí.


Siento que ahora tengas que enfrentarte a los titanes.
Siento no ser yo la que esté a tu lado,
recuerda que fuiste tú quien quiso que me fuera.
Recuerda que tras la insistencia, decidí partir.
Recuerda que te olvidé porque tú me lo pediste,
y que tú en cambio me olvidaste sin que yo lo imaginara.


Despedirnos fue una de las peores cosas que he hecho en mi vida.
Despedirme de la persona que fue la más importante de mi vida fue la más dolorosa.
Ojalá me hubieras querido tanto como para luchar como yo hice.



Habría valido la pena matar a esos titanes juntos.
Cuídate, 
y cuida a la próxima superviviente que lidie con esas batallas contigo.
Estoy segura de que será alguien con coraje.
Segura e insaciable, como yo.
Por favor, nunca más cometas el error de ver marchar a quien amas por haberle pedido que se fuera.
Vas a ser feliz,
no debe ser de otro modo.

Gracias por todo lo anterior a la batalla.
Por aquel octubre lleno de paz
por aquel diciembre lleno de dolor.
Por haberme obligado a renacer, ser mejor.
Por haberme hecho más fuerte.
Por hacer que hoy en día sepa quién soy.
Por haber sido tan felices
y haber acabado tan rotos.


Adiós, otoño enfurecido. 
Cuida de todas las tormentas que te dejé.
Y no me defraudes.
No sé darnos una despedida justa.






viernes, 9 de octubre de 2015

Ojalá no me equivoque esta vez. Ojalá no confíe más en ningún desastre. Ojalá no sea de nuevo destrucción.

jueves, 8 de octubre de 2015

Cierro los ojos y se apaga el mundo.

No quiero escuchar nada. 

No quiero saber nada.

Voy a irme lejos. 

Ya no soporto este ciclo infinito de presión en el pecho. 

Cierro los ojos
y duermo.
Despertadme cuando el invierno regrese y hayan pasado siete vidas.


Hasta entonces prefiero el refugio 
de la soledad pactada
la brisa corta
y las caras largas.
Mirada juez, 
mejillas rosas.
Silencio precoz,
paracídas roto.
Esperanza fundida,
duda infinita,
respuesta errónea.



Uno, dos, tres.

martes, 6 de octubre de 2015

Corazón vs Noelia.

- Eh, Noelia, ¿te acuerdas de todo aquello que sentías? Se te iba la vida cada vez que él te rozaba el mundo.
- Sh...
- Y habrías estado dispuesta a luchar por él contra viento y marea, porque sentías que era lo un...
- Sh, corazón. Calla. 
- ¿Por qué te empeñas en borrar todo aquello bueno que sentías, Noelia?
- Corazón, ingenuo, diminuto, inocente. Me preguntas por qué. Que por qué no regreso junto a él, por qué no recuerdo todo lo bueno, por qué no le doy otra oportunidad... Corazón, ¿cómo eres capaz de preguntarme eso después de todo lo que has vivido? No regreso junto a él porque el día en que le prometí que lo intentaría mil veces más él me dijo que ya no quería intentarlo. Si no recuerdo lo bueno es porque cuando viví todo lo malo esos recuerdos fueron insuficientes para saciar el dolor. Y aún me preguntas por qué no regalo una tercera oportunidad... ¿Tú recuerdas cuando dejé de comer, corazón? Perdí siete kilos y toda la dignidad. Llegaba a casa y sólo iba del sofá a la cama. Leer, estudiar, se convertía en misión imposible porque la cabeza no paraba de revolver la historia. ¿Recuerdas cuando llorabas al volver de fiesta? Porque cuando dejabas de estar borracha volvías a aquella mierda de realidad en la que echar de menos era el menú del día. Corazón, ¿lo recuerdas? Cuando besamos otras bocas queriendo vacíar el recuerdo. ¿Cómo te atreves a preguntar por qué no? ¿Por qué sí debería apostar el corazón en una partida en la que me declaro perdedora des del segundo uno? 
Corazón, merezco alguien que me tenga entre los brazos sabiendo lo que tiene. Merezco no tener que perderme para encontrarme, no llorar por las noches, no tener que consolarme en la botella de la incertidumbre. 
¿Es que se te ha olvidado, corazón? Lo mucho que he cambiado. Él ni siquiera me quiere, él aún quiere a la chica que perdía las medias por el amor.
Y a esa chica yo no he vuelto a verla.
Creía que era él el que se la había llevado. 
Quizá es que no la supo cuidar bien
y por eso no la ha encontrado todavía. Quizá su despedida fue la que apuntó y él el que disparó la bala. 


No volví a saber de ella,
le quería demasiado como
para haber salido viva de esa. 

lunes, 5 de octubre de 2015

Sigo sin entenderme, pero ya no me esfuerzo. No, de veras, ahora sólo soy paz. Ya no siguen mis batallas contra imposibles, ya no creo en causas perdidas, he descubierto que no puedo salvar a nadie. Ya no voy a salvar a nadie que no lleve mi nombre. 
Me abandono. Abandono mis apuestas, mis delirios. Abandono el exilio del papel, la corriente eterna que me lleva a precipicios kamikazes.
Ya no sé salir del laberinto de todos mis miedos, huyo. Huyo del pasado, renuncio a la herencia de las heridas que él me dejó.

Renuncio al pasado, ya no lo quiero. Ya no sé convivir con él.

Ya no caigo en el lugar donde solía tropezar, ya no. Aún te recuerdo, claro, cómo no voy a recordar al primer hombre de mi mundo. Cómo no voy a recordar los sitios, los momentos y recuerdos felices. Claro que lo recuerdo. Todo.
Pero eso no significa que quiera volver al mundo donde, aunque todo parecía mágico, se convertía en dolor al dar media vuelta.
No podría soportar caerme de nuevo.
No podría plantearme ni siquiera si volverte a querer, porque te quise tanto que no he salido entera. Te llevaste cosas de mí que no espero recuperar, quizá tampoco quiero tomar esa parte de mí, insaciable, que lo habría hecho todo para que te quedaras. 
Ya no corro en dirección contraria a mis heridas, ya no me agobia el dolor, ya no siento angustia, ya no me recojo el corazón del suelo cuando alguien pronuncia tu nombre. 
No voy a ser yo la que vuelva,
no vas a ser tú el que hable. 
No puedes quererme por capricho
no puedes tenerme por despecho
no puedes quedarte si al irte juraste 
que sería sin regreso.
Puede que me quisieras, no dudo que así fuera. Pero no estuviste enamorado. 
Te costó tanto decirlo, te costó tanto ver algo que yo supe des del principio, que cuando lo dijiste ni siquiera lo creí.
Sabía que te marcharías, juro que sabía que te irías, que aunque yo creyera que tú eras el hombre de mi vida yo sabía que no era la mujer de la tuya.
Me empeñé en que no te irías, mi cabezonería me hizo convencerme de que jamás te perdería.
Y te perdí.
Y me perdí. Estuve meses sangrando.




Y ahora quieres volver y revolverlo todo. 
Y yo no soporto esta tormenta,
me ahogo en mí
ya no sé nadar.
Ya no sé quererme 
quererte
confiar. 
No me descosas las heridas
no juegues a quererme
porque la soledad te apriete.

¿Por qué no volviste cuando yo aún era yo y no esta desconocida en la que me he convertido?


viernes, 2 de octubre de 2015

Tarde.

No puedes pedirme una tregua, después de tu abandono.
¿Dónde estuviste todos aquellos meses en los que ni siquiera podía estar en casa sin sentir que me moría?
No estabas.
Me reconstruí sin tus abrazos, sin tu paz, sin tus guerras. Me quedé sola ante el desafío de borrar de mi memoria todos aquellos instantes en los que fui feliz.
Ni siquiera sabías si sentías una tercera parte de todo lo que yo sí sentí.
Es injusta tu reciente melancolía. ¿Dónde estaba ese dolor cuando me pediste que marchara?
No estabas. 
Me tiraste en medio del recuerdo, me pediste que avanzara, me aseguraste que sería feliz, me hablaste de un futuro tan cierto y distinto que sentí que ya no volverías.
Y avancé. 
Tras mil despedidas te dejé por el camino, me armé de valor y seguí sin ti. 
Tuve que abandonarte,
tuve que dejar en ti la parte de mí
que sé que no volverá.
Ya no me necesito,
esa Noelia era tan inocente
que te habría esperado siempre.
Ahora mi alma se convierte en piedra,
mis sentidos le rinden cuentas
a mi manera de avanzar. 
Y yo me acuerdo de tus ojos pero ya no recuerdo la forma en que miraban mi vida pasar, puedo recordar tu risa aunque ya no suena igual. Puedo verme a mí, colgada en tu cuerpo, mil momentos que no volverán. Nos recuerdo tan diferentes a lo que somos, tan sumamente idiotas, amando palabras, amando silencios, amando todas aquellas veces en las que prometíamos un futuro juntos.
Qué impostora tu voz, 
prometiste un verano que no he tenido,
una Venecia enorme clavada en el corazón.
Ahora sé que nada era cierto,
que puede que tal vez alguna vez
me quisieras. Pero no era suficiente, no para ti. 
¿Tan fácil fue decirme lo bien que estaría cuando me tenías llorando justo enfrente? Jamás te reproché nada, por eso nunca pienses en reprocharme a mí todos los versos que no escribí.

Te amé, durante algo más de dos años. Pero y qué. 
Acabaste huyendo de mí.
Ahí tienes tu respuesta, por eso te encerré en el cajón de: 'Prohibido mirar'. Porque no puedo hacerlo sin recordar aquella noche en la que me viste temblar. Tuviste la sangre tan fría que me viste marchar sin decir nada.
Tu piel olía a final, la mía iniciaba la guerra de mi vida. Luché por olvidar y olvidé que te quería.

¿Por qué volver al lugar del que siempre me acaban echando?
Si ibas a marcharte de nuevo, ¿por qué debía volver al lugar del crimen?



Ojalá me hubieras querido al tenerme,
ojalá no hubieras necesitado perderme para descubrir lo triste que se vuelve la vida cuando mis manos ya no pasan por tu herida y mis labios ya no sanan tus verdades. 



Tarde. En la estación ya no hay lugar para ese tren puntual. Acabas de llegar y hace ya cinco vidas que pensé en marcharme.
¿Qué hubiera pasado si hubieras llegado cuando debías llegar?


Ahora ya no,
no.

Tarde.


Ya me gustaría

 Es casi inconsciente este pensamiento recurrente que me atraviesa. Me cuento y les cuento que no es para tanto y lo cierto es que soy dos p...