sábado, 24 de octubre de 2015

Ron que ya no llena, esta noche un poco más rota que entera.

Hoy voy a ser dura conmigo, camarero,
así que no hace falta que te quedes
le hablaré a la barra.
El silencio del vaso llenará esta sala.



Necesitaré doble ración para poder hablar,
así que,
por favor,
sírveme otra.
Y a mi amigo invisible dos.
He estado dándole vueltas,
demasiadas,
a por qué siempre pongo el ojo donde no sé llevar la bala.
Por qué, si soy tan torpe
acierto con lo equivocado.
Diana. Cien puntos,
ten, Noelia,
aquí tienes tu victoria,
llévate tus fracasos, 
muérdete la lengua,
sacude todas las palabras
y haz como si no supieras
que de nuevo has vuelto a meter el pie
en el charco que no  tocaba.
Has vuelto a empaparte
y ahora hueles a ron barato
Vuelves a equivocarte.
Vuelves a ver lleno el vaso que siempre ha estado roto.
Vuelves a llenarte de dudas
los bolsillos rasgados
de tanta pregunta
ilógica.


Hazte un favor
y abandona este bar.
Coge la dignidad y cuélgatela en la espalda,
por si mañana la necesitas.
Por si volviera diciembre y vuelven a rajarse
los sueños.
Disfrázate de melancolía y pinta de marrón
las hojas,
hazte llamar otoño aunque no te le parezcas.
Y no te sirvas esa copa que marque la diferencia
entre andar y rodar.
Ya no estás para estos desastres. 

Deja de culparte, al menos un poco.
Que le den a tu pasado, chica.
Hoy sólo es silencio mal tragado.
Esa digestión que te negabas a hacer
cuando de golpe estalló en ti
ese mar que consiguió ahogarte.



Qué pretendes, Noelia,
de veras, ¿en serio?
¿Creías que sería tan fácil apartarte?
¿Ponerle precio al huracán?
¿Dejar de hablar de desastres?
Cómo si fuera tan fácil dejar de ser lastre
cuando llevas toda la vida huyendo
para que a nadie le dé tiempo a echarte.





Eres una cobarde, Noelia.
Por eso se te ha roto el vaso
por eso ya no hay ron en tus pupilas
y ahora tienes el alma empapada
del silencio
que sigue
atropelladamente
empapando tu vida.



Mereces ser cobarde
por no enfrentarte nunca
a tu mayor miedo,
por teñir de rosa tus fracasos
y hacerte llamar fuerte
cuando lo único que hiciste
fue destriparte.
Pero en silencio.


Querida, a eso también se le llama morir
aunque lo camufles de supervivencia
y no veas que dejar de soñar
es lo mismo que dejar de latir.
Asume lo equivocada que estás
y empezarás a estar más cerca
de lo que fuiste cuando tú aún eras quien eras.





Bébete eso ya,
que van a cerrar
y tú eres la última en salir
del bar
como te suele pasar siempre.







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