miércoles, 7 de febrero de 2018

mi batalla contra el invierno

Saco las palabras por las mangas del jersey,
asomo la cabeza por ese agujero,
que tengo cerca,
y que es la verdad.

Y el viento fuerte y denso
me gira la cara,
y mi verano hecho añicos
me araña la espalda.

Ahora es invierno,
y éste me grita,
que me lo merezco,
que me empape de lluvia,
que me moje los huesos.

Y yo le miro
con recelo
y pienso
sin decir palabra,
que nadie merece eso,
que esas palabras son demasiado duras
para alguien que ha soportado tempestades.

Y entonces me encojo
no porque no tenga razón,
no porque me rinda,
sino porque sé que por mucho que arañe,
que luche,
batalle,
grite
explique
y reivindique,
nada de lo que yo diga,
sienta
o
piense
será verdad.
No para el invierno.


Y eso es lo más triste que me ha pasado nunca:

Saber que puedo salvarme
y no luchar por hacerlo.
Saber que pude salvarlo
y que el invierno se niegue a ello.










A veces damos mucho, mucho más de lo que los demás pueden valorar, y sin embargo, nunca es suficiente.

Ya me gustaría

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