No quiero escuchar nada.
No quiero saber nada.
Voy a irme lejos.
Ya no soporto este ciclo infinito de presión en el pecho.
Cierro los ojos
y duermo.
Despertadme cuando el invierno regrese y hayan pasado siete vidas.
Hasta entonces prefiero el refugio
de la soledad pactada
la brisa corta
y las caras largas.
Mirada juez,
mejillas rosas.
Silencio precoz,
paracídas roto.
Esperanza fundida,
duda infinita,
respuesta errónea.
Uno, dos, tres.
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