viernes, 8 de mayo de 2015

Soy mar.






Hay algo muy especial que me ha unido con el mar siempre. Creo que me he sentido identificada con él en muchos aspectos. Es enormemente infinito, como yo, supongo. Y aunque es claro, transparente y puro, puede ser profundo y oscuro. Siempre está en movimiento, aunque este sea ligero e imperceptible, nunca cede, nunca se conforma, siempre avanza y retrocede. A veces asusta, sobre todo cuando no sabes qué vas a encontrarte bajo su manto. Sobre todo cuando te separa del fondo tanta agua y no puedes tocar con los pies en la arena. Tanta inmensidad concentrada en un mismo punto.
Puede ser el lugar más maravilloso del mundo
 y también provocar las mayores catástrofes.
Está lleno de vida...Y también lleno de muerte.
En él ha habido violencia.
Pero también ha sido testigo del amor más puro.
No caben demasiadas verdades, sobra demasiado oxígeno.
El mar es libertad y también prisión. Lo mismo que te hace sentir libre te condena. Lo mismo que te hace poder desplazarte puede retenerte. 
Puede ser cálido.
Pero siempre encuentras en él un punto de frialdad.
En él se reflejan cosas tan bonitas como el sol o la luna.
Ha sido testigo de cuerpos desnudos y soñadores.
De cuerpos incoherentes. De manos inocentes. De sonrisas culpables.
El mar guarda, para mí, el secreto más grande del mundo.
Es un misterio.
Esconde mucho más de lo que veremos jamás.
O de lo que queremos contemplar.





Y supongo que por eso siento que es parte de mí.O que yo soy parte de él.


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