miércoles, 13 de octubre de 2021

Y esta vez

 Dicen que cuando somos felices no escribimos tanto. Por eso escribo tan poco, quizás. He llegado a desconectar. Pasó que te conocí y hemos llenado cincuenta metros cuadrados de ilusiones. Pasa que hace más de seis meses que me cambió la vida. Pasa que pasaste. Y entonces pasé yo también. 

A veces te miro y me pregunto en qué momento has cambiado tanto todo lo que yo conocía. Lo has hecho despacio, a la velocidad de un rayo, pero despacio. Con cuidado, como me has tratado siempre. Recuerdo que en la segunda cita, comiendo en aquel restaurante, te dije que no me fiaba un pelo de ti. Parecías tan seguro que pensaba que algo malo había detrás. Dijiste No te puedo convencer de nada, el tiempo lo dirá. Y vaya. Ese día nos besamos, los asientos traseros quedaron pequeños. Solo fueron cuatro besos. Sin embargo ese día sentí que ya no quería despegarme de ti. La próxima cita me la tendrás que pedir tú, dijiste el día que nos conocimos, mientras cerrabas la puerta del coche. Ahora me arrepiento de haberte dicho eso. ¿Y si no me escribes más para vernos? Reí. Llovía a cántaros. Lo recuerdo. Aparqué sin saber que ya no habría marcha atrás. Seis meses después, escribo estas letras desde nuestra gran cama, en nuestro acogedor piso, en esta gran ciudad en la que nací. Siento tu ausencia aquí, tu olor está por todas partes. No sabes lo que odio que trabajes de noche, dormir sin ti. Cada rincón sin ti parece un poco más vacío. Sé que cuando te enseñe estas letras te reirás de mí y me recordarás lo enamorada que estoy. Como si yo no lo supiera. Crees que no, y soy consciente de la risa que se me escapa cuando cantamos juntos en la cocina. Te miro como si fueses un milagro, y ya sabes que yo no creo en nada que venga del cielo, pero tú llegaste y me devolviste cosas que ni siquiera sabía que me habían robado. Sé que no será fácil porque nada en la vida lo es, y si algo he aprendido todos estos años es que las relaciones son un conjunto de muchísimo amor y también mucho trabajo. Trabajo por mejorar, por comunicar, por hacernos crecer.

Te elegí. Lo hice. Y te juro que no fue a conciencia, pero ahí estaba yo, parada frente a ti, dándote las llaves de mi coche: ¿Quieres meter el coche en la playa? Pues ten, las llaves. Yo no voy a hacerlo. Te reíste. Ahora no lo recuerdo, pero seguro que dijiste algo así como qué atacada. Y te seguiste riendo. No te lo podrías creer, supongo, haberte cruzado con alguien con las mismas ganas que tú de arañar la vida. Ese día hablamos de todo y de nada, y te toqué la chaqueta granate cuando te ofrecí meternos dentro del coche. Hacía frío, aunque fuese abril, y llovía a mares. Recuerdo las gotas en el cristal, tus bromas sobre el micrófono manos libres del coche y tu teoría sobre que yo era una periodista espía. Hablamos de Platón y me enamoró perdidamente que te interesase la literatura y la filosofía. No suelo tener estas conversaciones con nadie más. En ese momento no te creí porque no te conocía. Aquella noche te dije que me había encantado estar contigo. Tardamos solo tres días en volver a vernos. Qué bien hicimos en no besarnos aquella tarde. Siempre lo dices. Qué bien que nos tomásemos el tiempo de ir despacio. Yo me río cuando dices que hemos ido despacio. A las tres semanas de conocernos nos estábamos yendo a Vall de Núria juntos y conociste a mis padres. Un mes después del primer beso estábamos cogiendo el coche doce horas. Conducías hasta Granada y cantábamos canciones que no he borrado de mi lista de reproducción. Todo ha pasado tan rápido y a la vez siento que nos hemos podido conocer tanto...De vernos tres veces por semana a vernos casi a diario, de vernos a diario a vivir bajo el mismo techo. 

Hablamos de casarnos algún día. Y no te creo. Hablamos de formar una familia. Y no te creo. El trabajo más duro que he tenido que hacer contigo es el de creer que quieres compartir una vida conmigo. Supongo que por mis precedentes, por no haberme sentido valorada antes, por no querer lo mismo que las personas que iban cruzándose en mi camino. Hablamos de todo. Y lo mejor de todo es que todo lo que hablamos se acaba cumpliendo. No sé cómo decirte que te quiero, ya. No hay más maneras. Te dejo mensajes en la pizarra, antes de irme a trabajar. Perfumo la casa, te abrazo cuando llegas antes de las ocho de la mañana aunque esté dormida. Y lo más grande es que recibo eso mismo por tu parte. Muerto de sueño, me tocas el pelo hasta que me duermo en tu pecho. Y te encanta tener mi cabeza cerca de tu corazón. Sé que me tocas la guitarra con ilusión y fuerza, y abrazas mi pasado aunque te haya contado todas esas partes punzantes y dolorosas. 

Te has abierto a mí, me has desnudado y te has desnudado. Yo ya no quiero esto con alguien que no seas tú. Sé que solo tengo veinticinco años, pero también sé que tú no vas a ser un error. No sabes cuánta paz me da que me quieras tanto, pero sobre todo, que me quieras tan bien. 

Algún día será una casa más grande, tendremos cosas con las que ahora soñamos. Pisaremos Cuba en tu treinta cumpleaños. Te amaré con cada rincón de mi piel. Sabes que nunca hablo en vano. Y esta vez tampoco.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ya me gustaría

 Es casi inconsciente este pensamiento recurrente que me atraviesa. Me cuento y les cuento que no es para tanto y lo cierto es que soy dos p...