domingo, 10 de mayo de 2020

Nunca se me dieron bien

Nunca se me dieron bien las despedidas, y menos contigo. De algún modo siempre regreso aquí porque es el único lugar en el que puedo hablar contigo. Es absurdo, mi yo más profundo aún cree que me lees; mi yo más racional tiene la certeza de que no, aunque eso no importa. Que leas o no estas líneas no va a cambiar nada. Llevo pensando muchos días en que quizás no debería escribirte en el blog porque, de alguna manera, alimento mis esperanzas, como si escribirte fuera a traerte de vuelta. Es la locura que se desarrolla en la mente de alguien que pierde a una persona que le importa, la obsesión de traerlo de vuelta. El caso es que te veo bien, ya sabes, por el único sitio que puedo verte, las redes sociales. Y cuando te veo bien me pongo feliz por ti y al mismo tiempo pienso en que yo aún no estoy así, en que yo aún te echo de menos, en que yo aún no puedo pretender que nunca pasó nada, ni he asumido la pérdida. Siempre he admirado esa parte de ti, capaz de hacerte una persona fuerte, que camina, que sigue erguido, con la cabeza alta, hacia adelante. Yo siempre he sido más de ir balanceándome hasta que me mareo y decido parar. A mí siempre me costó un pelín más llegar a estar así de bien. Y no te culpo, para nada, me alegra que no necesites saber de mí, ni hayas tenido la tentación de escribirme un cómo estás. Yo evito entrar en tu conversa porque el silencio aún me pesa y me duele. Es como si hubieras desaparecido de repente, como si te hubieras ido muy lejos, como si el mundo fuese diferente. 
Las noches son la parte más dura, suelo acostarme a las tantas y siempre me cuesta dormir, porque en mi cabeza habitan conversaciones que ya nunca serán y se amontonan los recuerdos, casi siempre buenos, que hemos ido guardando en nuestras memorias. Es como si cada madrugada una parte de mí necesitara despedirse, traerte de vuelta un segundo, apoyarte en la almohada y darle vueltas y vueltas a todo hasta quedarme dormida. Ahora entiendo cuando me contabas que muchas noches eras incapaz de dormirte, a mí me han dado las cinco de la mañana ya demasiados días. Quizás será más fácil si no tecleo estas estupideces, si me desahogo con alguien y le explico cómo me siento, pero creo que no me llegan a entender del todo. A veces siento como si la historia solo hubiese existido en mi cabeza y yo fuera una loca delirando sobre alguien que nunca estuvo. Sé que es una locura, pero a veces desearía que el mundo se hubiera detenido justo en el momento anterior a cualquier duda. Incluso en aquellos críos de diecisiete años. Aún el mundo no nos había dado la patada, aún no había llegado el gran diluvio, aún no nos habíamos corrompido. Éramos inocentes.
Ojalá quieras volver a verme cuando esta locura y el encierro acaben y podamos abrazarnos. Quizás así pueda echarme alcohol en las heridas, pensar en curarme. Necesito mirarte a los ojos antes de hacerme a la idea de que este verano no va a estar lleno de cervezas contigo en cualquier bar, ni de escapadas tontas, ni de cines improvisados. Que ya no brillaremos desnudos, que no me apoyaré en tu hombro ni me acurrucaré. Que ya no te agarraré la mano cuando la dejes sobre las marchas ni te rozaré la pierna al decirte que todo irá bien. Ni siquiera te he podido contar cómo ha ido la nota del TFM, qué les ha parecido mi reportaje novelado. Que no te podré contar cuando empiece el curso de doblaje. Tengo que despedirme de ti, abrazándote, tengo que hacerlo antes de aceptar todas esas cosas que escuecen más de lo que me gustaría.
Sé que todos piensan que voy a estar bien, y sé que lo estaré del todo algún día, que seguiré siendo la de siempre, que seremos solo un recuerdo precioso, pero ahora cuesta hacerse a la idea de todo eso que ya no va a existir. Habría sido un tercer verano increíble. Contigo siempre lo fue. Incluso esos días en los que nos quedábamos en casa viendo una película. Yo de verdad creía que esta vez sería más fácil, y de corazón deseo que para ti lo esté siendo. Y también espero que si un día por casualidad lees esto no pienses que soy una idiota o una estúpida por sentirme así. Ni te sientas culpable. Hiciste lo que tenías que hacer, y al menos uno de los dos tuvo el valor de tomar una decisión. 
Sé que volveremos a vernos, tarde o temprano, y sé que no es una despedida del todo hasta que no te vea marchar de vuelta a casa, pero por ahora será mejor que no escriba sobre esto. Que me centre en otras cosas, que intente distraerme, como me propongo todos los días. Ojalá tengas miles de proyectos que hacer cuando todo esto pase y brilles en este mundo gris. Tú siempre hacías que pareciera todo un poco más bonito. Vas a llegar hasta donde tú quieras.


No me caben dudas.

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