miércoles, 6 de mayo de 2020

En páginas que no se leen

Todo el mundo tiene días malos. Ya, ya lo sé. Días de nubes oscuras y pesadas que te cargan los hombros de accidentes. Un runrún en la cabeza constante, una voz acechando: Y si, y si, y si. Y si nada. Me costó entenderlo pero no hay y si que valga cuando la despedida te abraza por la espalda. Duele tanto alejarse de algo que adoras, duele tanto que todo resulte pólvora. Miras atrás y ves todo lo bueno que habíais construido, aunque fuese invisible para muchos, y piensas en todo lo que ya no tendrás. Es como si alguien viniera y arrancara de todas tus fotos la posibilidad de futuro y las archivara en el pasado. ¿Cuánto duele una fotografía si tienes la certeza de que no vas a comentarla con la persona que aparece en ella en un futuro? Que todo quede en la memoria, en esa traicionera que puede que con los años me abandone y me haga perderlo todo. Mi temida demencia. ¿Cómo guardar algo tan valioso en un lugar tan frágil e inhóspito como la memoria? Es casi imposible. Es transformar todos los veranos en inviernos grises, es recoger lo sembrado sabiendo lo mala que ha sido la cosecha, es despedirse de todo lo bueno que albergaba algo o alguien. Si pudiera volver al momento de las fotos quizás cambiaría las cosas. A mí no me vale el discurso de: "No, si yo no me arrepiento de nada, todo lo que ha pasado me ha hecho ser quien soy". Y una mierda. Todos nos arrepentimos de cosas. De lo que no hicimos, lo que no dijimos, lo que hicimos, lo que dijimos. Me arrepiento de haberme callado en el coche y no decirte lo que entonces no sabía, porque no veía el final como algo tan cercano aunque acechara a un mes de aquel momento, que te iba a echar de menos. Te habría dicho que te quedases, aunque eso supusiera la pérdida de mi dignidad. Te hubiese pedido un abrazo, un beso, una señal de que estuviste aquí. Me arrepiento de no haberme quedado un rato más, entonces no sabía que sería la última vez que te vería antes de que se escribiera el final. Claro que me arrepiento, de muchas cosas, y entre ellas, haberte hecho daño. Sé que elegí durante aquella época que te pesa tanto un mal camino, y ojalá no lo hubiera hecho. Sé que eso condicionó todas las decisiones que tomamos años después. Me arrepiento de no haberte dicho que te quería ni haber hablado de todo mucho antes, aunque en el fondo sé que tú lo sabías, y que de haber hablado las cosas, de igual modo se hubiera escrito este final tan amargo. Sé que no hubiera cambiado nada, porque una parte de ti quería marcharse y yo la obligué a que se quedara. Lamento mucho haber sido una carga y que tuvieras que decidir si quedarte. Lamento mucho no haber sido valiente y sobre todo, lamento tener que escribirle a una página. Sé que no tengo derecho a romper tu pacto, ni tu silencio, por eso me quedaré callada. Por eso aún sigo escribiendo mis gilipolleces, porque decírtelas a ti sería injusto. Mereces la tranquilidad para poder continuar y yo algún día perdonar mi pasado. Quiero salir de casa, pasear, reencontrarme con el mar, dejar de pensar. Es difícil. Hay demasiado de ti en mí. Echo de menos saber de ti, de tus días, de tus idas y venidas. ¿Cuántas veces habrás tenido un imprevisto? ¿Cuánto habrás reído ya? ¿Cuánto habrás dicho? ¿Cuánto habrás callado? Preguntas abalanzándose sobre mí. Lo sé. Lo sé, sé que es absurdo. Qué apagado será San Juan sin ti. Y qué tontería que dos de las mejores noches contigo fueran justo ese día. Lo que daría ahora por una pizza de congelador, cualquier película y tu sofá. Con qué poco bastaba para sentirme en paz. Y qué tonta soy por ponerme a darle voz a mi memoria. Hay días que simplemente se hacen cuesta arriba. 
Cómo me cuesta subir últimamente. 

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