martes, 15 de septiembre de 2020

5 microrrelatos (parte II)

 Hace unos meses publiqué los 5 primeros microrrelatos, pero no llegué a publicar los otros 25, así que estos días intentaré subirlos.

Lee la primera parte (clic aquí)


                                                      6. Un globo, una pelota y balaustradas

Era un globo. Estaba seguro de que era un globo. Quizás, golpeado por el viento, se había perdido; había volado hasta cansarse y se había dejado caer. Lo veía cada día cuando salía al jardín, al otro lado de la calle. Rojo, brillante, imponente. Pasaban los días y nunca perdía su tamaño, parecía que por él no pasaba el tiempo. A veces, Marcos se asomaba de puntillas, siempre sin cruzar las balaustradas blancas que rodeaban su jardín, para mirarlo de cerca. Estaba convencido de que era un globo, así que una tarde de verano, cuando ya estaba a punto de anochecer, se armó de valor y saltó. Cruzó la calle corriendo, fijando su mirada en aquella esfera roja y perfecta. Como papá se entere, me matará. Tengo que ir aún más deprisa. Cuando llegó, la desilusión le pintó los ojos. Estaba tan convencido de que era un globo que había silenciado su sentido común. Aquello que miraba cada tarde, ansioso, no era un globo, era una pelota de goma que alguien había abandonado. Volvió derrotado a casa. Es curioso, pensó, lo mucho que idealizamos las cosas que no vemos de cerca, lo que nos recreamos imaginándolas, y cuando al fin contemplamos cómo son en realidad, las abandonamos como si jamás nos hubieran importado. 



7. Una clase de lengua para aliens

Pero no lo entiendo profe, ¿qué es tener mala leche?¿Que esté caducada?¿Y eso qué tiene que ver con el enfado? Y tampoco comprendo eso de los tres pueblos, ¿pasarme tres pueblos de qué? ¡Qué cosas más raras decís! ¿Que alguien está hasta en la sopa? ¿Y qué cojones tendrá que ver la sopa? O esa expresión tan rara que utilizáis...¿Cómo era? Ah, sí. ¡Cantar los cuarenta! ¿Por qué cantáis números? ¿Y los números qué tendrán que ver con regañar a alguien? La otra profe ayer me dijo que yo era más chulo que un ocho y tampoco lo entendí, ¿qué tiene de chulo el ocho? Y cuando hago tonterías en clase, siempre dice que se me va la olla, pero profe, ¡te juro que yo no he traído ninguna olla al cole! Cuando me pongo las gafas, riendo me dice que no veo tres en un burro, pero es que no hay burros en clase, profe. Y al decirle que no entiendo nada, me dice que me calle, que no está el horno pa bollos, y sigo sin saber por qué alguien querría hornear nada en horario escolar.


8.“A ella le gustaba encajar a las personas en el mundo, como piezas de un rompecabezas”.

A ella le gustaba encajar a las personas en el mundo, como piezas de un rompecabezas. Creía, con firmeza, que cada persona tenía un don, un misterio que resolver, una meta que alcanzar. Por eso siempre quedaba fascinada tras cada descubrimiento. Cualquier ser, por diminuto que fuera, que aparecía en su vida, causaba en ella una sensación de asombro. Le costaba tanto decidir a quién querer, que los acababa queriendo a todos. ¡Sin cualquiera de ellos el mundo no sería el mismo! Y el día que desaparecían, ¡qué extraño sufrimiento! Era como si le arrancaran un pedazo de corazón, como si su cuerpo ya no fuera el mismo. ¿Por qué podía vivir tan tranquila antes del paso de esos seres por su mundo y después, cuando marchaban, le costaba tanto sentirse entera? ¿Por qué la vida es un rompecabezas que no para de sumar piezas si nunca está preparada para perderlas? 


                                     

                            9. Alguien hace todo lo posible para devolver algo prestado

Me daba pánico. Lo meditaba una y otra vez y me temblaba el pensamiento. ¿Cómo iba yo a hacerlo? Desde pequeña, nunca había podido entrar a un cementerio. Miles de lápidas, cristales que almacenan flores, trozos de vidas interrumpidas. Me daba escalofríos; quizás era el miedo atroz a la muerte, mi manera oscura de contemplar el mundo, pero jamás lo había podido pisar. Sin embargo aquel 23 de abril tenía que hacerlo, se lo debía. Era el cumpleaños de papá, así que me armé de valor, crucé los pasillos infinitos hasta encontrarme con su foto en blanco y negro de 10x15. “Hola, papá. Esto es tuyo”. Con delicadeza abrí la cristalera para dejarle el colgante que me prestó y nunca le devolví. “Me dijiste que aprobaría si lo llevaba y nunca te lo devolví. Soy doctora, papá. Y creo que es gracias a ti. Mírame, en un cementerio. Increíble, ¿no?”. 

Mientras me alejaba de su nuevo hogar, el aire levantó ligeramente mi chaqueta de punto. Me giré con delicadeza a mirar su foto por última vez y una parte de mí sintió unos brazos rodear mis hombros. “Y yo también”. 


10. Un explorador con MP3, una viuda, una casa en el bosque.

Se puso “Old Town Road” para el camino porque le hacía sentir fuerte y valiente. Al fin y al cabo solo era un explorador con un MP3 dirigiéndose a la nada. Caminó toda la noche, fingiendo cabalgar; ponía la misma canción una y otra vez. Siempre hacía el mismo recorrido, pero no fue hasta aquella noche que vio una casa en el bosque. No tenía un aspecto extraño, ni terrorífico; solo era una casa pequeña, cálida. “¿Es...es LA casa?” Se dijo para sí mismo. Había oído cientos de veces la leyenda. La viuda de la casa tenue, así la llamaban. Nadie supo cómo ni por qué el marido de esta desapareció. Jamás volvieron a verlo. Rodeó la casa con sutileza, para coger un atajo y volver al pueblo, pero cuando ya parecía dejar ese extraño hogar atrás, unas manos arrugadas le cogieron por la espalda hasta tumbarlo en el suelo. Perdió la conciencia al instante. Nunca supieron qué sucedió, pero las malas lenguas dicen que si pasas de noche por delante de la casa, son dos las sombras que te observan desde la ventana. 

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