jueves, 28 de enero de 2021

Qué sabrás...

 No espero nada, sin embargo, me vacío entera. Como si no dependiera de mí darme tanto, como si algo tirase de mis hombros y me obligase, casi por inercia, a caminar hacia precipicios. ¿Por qué el ser humano necesita constantemente estar en riesgo? Asomarse a ventanales y soñar con la línea infinita que rompe entre el cielo y la tierra, soñar con aventuras que no nos convienen o nos harán daño. Me mandarás a la mierda. Se me clavaron bien dentro esas palabras. Y tenías razón. Lo acabé haciendo. Sabía que sería la pérdida total de mi integridad y de cada ápice pequeño de inteligencia (que constantemente, por cierto, me gritaba que me alejara). Sabía que me vaciaría para mostrarme ante ti, y te abrí puertas que no había abierto en mucho tiempo. Al principio era una mezcla de amargor, aventura, miedo y adrenalina. Después se convirtió en nerviosismo, tentación y olor a café. En julio todo cambió; no estaba preparada para ese asalto. Y al final me vi diciéndote adiós. Ya había pasado por algo así, ¿sabes? Las dudas no son buenas compañeras, son unas malditas traidoras. Y ya han dudado tanto antes, que no me caben ya en los bolsillos. No puedo permitirme que alguien dude de mí. Ni siquiera tú. Y yo sabía que ni estabas preparado ni querías estarlo; no para algo así. Demasiado serio, el precio a pagar muy alto. Me está saliendo caro haberte conocido tanto, echo de menos hasta la sonrisa que nunca dejas que nadie vea. Esa que te tapas con las manos, como un jodido crío. Casi vestido de inocencia. 

Estarás en otros brazos, si es que no has estado ya, y pasarán por tu boca otras tantas. Les hablarás de todo y de nada y pronto te verás envuelto en otra historia. Algún día llegará alguien que también tenga dudas, y entre tantas sombras, verás con lucidez que ya estás listo. Para entonces mi vuelo será solo una señal en el cielo y serán otros rizos los que apretarán tus dedos. Olerá a miel y camomila y su espalda será suave terciopelo. Te contagiará su risa y nacerá la tuya, y en un ligero eco resonará la música; la canción ridícula que te escribí pensando que no la oirías nunca y la vergüenza de admitir que no he compuesto nada alegre desde que te fuiste. O me fui. 

Siempre es más difícil para el que se marcha, pero más difícil fue al oírte decir que estaba siendo sensata y que era lo mejor para mí.


Qué sabrás tú lo que es mejor para mí, si ya nunca eres tú. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ya me gustaría

 Es casi inconsciente este pensamiento recurrente que me atraviesa. Me cuento y les cuento que no es para tanto y lo cierto es que soy dos p...