jueves, 7 de enero de 2021

No hay luz

 Me sacude esa emoción intacta de esperar de ti como el que espera que un pájaro vuelva al nido después de haber volado. De haber sabido que iba a doler tanto habría tomado esta decisión mucho antes. Seguro que tú sigues con tus planes, con tu vida segura y tu aventura incierta; barajando las cartas de siempre, añorando el calor de siempre. Quizás fue tu infancia difícil la que te hizo trizas y te educó para no encariñarte mucho con nada. Eso explicaría por qué siempre pareces tener una barrera protegiéndote, por qué nunca llegué a pasar del todo o por qué la noche en la que por fin me sinceré me abrazaste con esa fuerza. ¿Sentías compasión? ¿Pena? ¿Eso es lo que ha ocurrido? Creí haber visto en nosotros algo más que un fuego vivo, o un espíritu sediento de aventura. Tal vez fue solo el eclipse de los principios, de la ternura y la confusión que me otorgaron aquellos dos momentos cruciales para mí: el mirador y tu cena perfecta y aquella tarde que acabó bañándonos de besos al salir de aquel museo en el que aprendí más de ti que de cualquier exposición. Recuerdo que dijiste que volveríamos y pisaríamos el Planetario porque nunca habías estado. Yo ahí ya pensé en lo especial que sería regalarte un pedazo de cielo y me imaginé que podría ser verdad nuestra historia. Me imagino que todos esos pequeños rayos de luz fueron parte de mi yo más crío pretendiendo recuperar la esperanza en las historias auténticas. 

Me importabas de verdad, creí haberte visto. No pretendía salvarte, lo juro, solo coger una mochila y ver el mundo contigo, o que me explicaras todas esas partes de ti que aún no he comprendido. Quería que te abriese conmigo y (por qué no) tener todo el cariño que pensé que podrías darme.

Supongo que yo sabía ya que esto pasaría y que no ibas a mirarme a los ojos la noche que te confesé que se me quedaba pequeño compartir esa cama tan grande.

Habría sido genial escuchar de cerca tu risa de niño grande. Te prometo que sí. Desde tu pecho me dolía un poco menos; fue separarme de él y darte las buenas noches y el mundo se apagó sin que me diese tiempo a despedirme. Han pasado cuatro días y aún no hay luz que atraviese este muro que he levantado a mi alrededor.

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