sábado, 18 de abril de 2020

Una noche de verano

Se queda mirando su espalda mientras ella se viste. Parece tan frágil, piensa, si la abrazo fuerte, podría romperse en mil pedazos. La melena ondulada le cae por los hombros y alcanza su cintura, se mueve al son de sus brazos, que intentan entrar en una sudadera enorme. Está tan guapa así, cuando no se da cuenta de que la miran. Su barbilla dibuja preocupación, pero cuando se gira para mirarme, sus ojos me dan paz. Estar con ella es sentirme en casa, o en calma. Se acerca, sigilosa, para que los muelles de la cama no suenen, y apoya su cabeza en mi hombro. Su melena castaña me hace cosquillas y me río bajito para no hacer ruido. 

- Tócame algo. 
- ¿Otra vez?
- Tonto - ríe tapándose la sonrisa-. Me refiero a la guitarra. 
- ¿Cuál quieres? 
- La que me escribiste el año pasado por nuestro aniversario.
- No sé si la recuerdo - respondo susurrando. 
- Entonces...
- ¿Cómo no voy a recordarla, idiota? 

- Y si empezara otra vez a contar nuestros pasos,
sin apenas mirar volvería hasta ti,
y si mi cabeza no recuerda tus manos,
no importa, no puedo olvidarme de ti. 

Se apoya en la pared. La sudadera roja le da brillo, le queda bien. Sus mejillas están sonrojadas por el calor que almacena mi pequeña habitación. Se acaricia las piernas a sí misma, mientras me escucha, serena. Cierra los ojos porque se avergüenza al oírse entre mis labios, porque esta pequeña canción habla de nuestra historia. Si pudiera hacer una foto de este momento, o un vídeo, lo haría. Yo tocándole una canción y ella contenido las lágrimas. Cuando abre los ojos, no le hace falta decir nada, porque yo empiezo a entenderlo todo. Dejo la guitarra a un lado y tiro de ella hasta que la tumbo junto a mí. La rodeo entre mis brazos y le acaricio el pelo. Le doy muchas vueltas, a veces, cuando estoy con ella. Pienso en esos poemas de Benedetti que leía en el colegio, y es como si aquellas palabras desordenadas que para mí no tenían sentido, de repente, lo adquirieran:

tengo que amarte amor
tengo que amarte
aunque esta herida duela como dos
aunque te busque y no te encuentre
y aunque
la noche pase y yo te tenga
y no.

Y me doy cuenta de que no quiero perderla, porque perderla sería renunciar a una parte de mi mismo, y ni mi guitarra ni yo estamos listos todavía para eso. 

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