martes, 14 de abril de 2020

Con todo mi cariño:

No hay diarios ni páginas suficientes para llenarlas de despedidas. Supongo que siempre recurro a este lugar porque lo he construido yo y me siento segura. Y también, para ser honesta, porque me siento libre cuando mis palabras se dirigen al viento. Las despedidas siempre son frías, aunque las respalde un abrazo. En este caso ha sido una voz, una línea telefónica y el llanto. Al principio no sabía cómo reaccionar, porque aunque me lo esperaba, o sabía que me precipitaba hacia el final, el ser humano es así de testarudo y no baja las manos hasta que todo acaba. Sigue luchando con desesperación y fuerza; y supongo que es lo que he sentido yo siempre. Quizás no te he dicho todo lo que quería decir, primero porque no he encontrado las palabras y segundo porque, cuando las he encontrado, no era capaz de ordenarlas sin sentirme estúpida. Siempre se me dio mejor escribirlas. Espero que puedas perdonar mi silencio. Tenías razón en todo, quizás es lo mejor. Mentiría si te dijera que no he imaginado cientos de veces que conseguías liberarte de todos los fantasmas y venías a buscarme, pero te conozco tan bien que hasta sabía que algún día todo esto acabaría. Sé que estarás bien, siempre he pensado que eres el más fuerte de los dos, me lo has demostrado miles de veces, porque cuando has tenido que tomar una decisión la has tomado, pese a las consecuencias. Yo siempre me quedaba ahí parada, delante de ti, luchando, pero sin el valor suficiente como para despedirme sabiendo que ya no querías estar aquí. Así que no te culpes nunca, si hubo una cobarde aquí fui yo. Pero no escribo para compadecerme, tenías razón, echarnos la culpa no va a servir de nada, todo va a seguir siendo exactamente igual. Te mereces descansar tranquilo por las noches, sin pensar en las heridas, en el pasado, que acecha con fuerza, o en qué será de nosotros. Y me consuela saber que en un futuro no tan lejano vas a tener esa paz en el pecho al irte a dormir. Siempre he querido que fueras feliz, aunque fuera lejos de mí o de nosotros. Eso no significa que sea fácil, o que no resultara doloroso; supongo que yo también he sido egoísta quedándome a tu lado, empujándote a quererme. 
Perdóname por no habértelo dicho antes, pero yo también me quedaré con todo lo bueno, que no es poco. Recordaré las risas en el coche, aquellas escapadas, la locura de nuestra intimidad y hasta la ocurrencia más tonta. Las bromas que solo nos hacían gracia a nosotros, las comidas o cenas, los cines. Me quedo con eso, con el olor de tus sábanas o la risa de tu sobrina. Me quedo con lo bueno, con esos abrazos que nos dábamos antes de poder besarnos, porque cualquier acercamiento nos sabía a poco. Con las despedidas aquel verano, en la puerta de tu coche, abrazándonos cincuenta veces seguidas. Me quedo con aquella noche de septiembre en la que fue inevitable derramar una lágrima, tumbados, desnudos. Me quedo con tu manía de asustarme, con tus abrazos de perdón, con tu piel al sol y los besos robados. Me quedo con los niños de dieciséis y con los jóvenes de veinticuatro. Me quedo con nuestro pasado, aunque fuera doloroso, y me quedo con este presente que en el fondo también nos has hecho algún rasguño. Me quedo con esas virtudes que tú contemplabas como defectos y con aquel día que cenamos mirando al mar en Cadaqués. Me quedo con esa navidad en Port Aventura y con aquellos abrazos en las 7 Gorgs. Me quedo con los dos veranos intensos, con todo lo que no hemos podido llegar a hacer. Me quedo con esas veces que imaginábamos que tomaríamos una copa de Lambrusco en tu futuro piso, con esos momentos en los que bromeábamos. Me quedo con tus temores, con mis ganas, con el olor de tu cuello. Me quedo con lo bueno y sin culparte por nada que haya sido malo. 
Nunca quise obligarte a que te quedaras, y en el fondo me alegro de que hayas podido liberarte de ese peso que cargabas en tu espalda y que te llevabas a la cama en forma de pensamientos noche sí y noche también. Nos conocemos, y eso te estaba matando. 
Te lo decía de verdad, le estoy agradecida a la vida por haberte puesto en mi camino una segunda vez, nos dio la oportunidad de hacer realidad muchas de las cosas con las que fantaseábamos de jóvenes. Y solo puedo estar agradecida por haber tenido dos años más junto a ti, besándote, viviéndote. Ojalá algún día toda esta tormenta que guardas en tu cabeza desaparezca, que lluevas por fin y te liberes. Eres una persona sumamente importante, y no sé cuál va a ser el precio que tendremos que pagar por haber volado demasiado alto, pero de igual modo siempre vivirás en mí. Hay personas que aparecen en nuestras vidas para cambiarlas, para marcarlas, para dejar huella. Y tú ya sabes qué lugar ocupas en mí. Eso es algo que nunca ha cambiado y que dudo que el tiempo pueda modificar.
Sé que lo has intentado con todas tus fuerzas, pero a veces el corazón y la cabeza nos llevan por lugares distintos. Yo siempre escuché más a mi corazón, pero tu cabeza y la mía en algo están de acuerdo esta vez: no podías seguir luchando contra ti mismo. 
Me conoces tan bien que sabes perfectamente que iba a acabar escribiendo aquí, en eso no he cambiado en absoluto, pero espero que te hayas prohibido a ti mismo asomarte a estas letras, lo último que quiero es herirte. Solo necesitaba desahogarme y es tan íntimo todo lo que he dicho que no soy capaz de explicárselo así a ningún amigo. Ellos ya saben que estaré bien y que es cuestión de tiempo, y con que sepan eso es suficiente. A ti te debía alguna palabra más que ese silencio absurdo.
El otro día empezó a sonar "La diferencia entre tú y yo" en Spotify y me quedé escuchándola y entendí por qué te recordaba tanto a nosotros. Habla de dos personas que son distintas, habla de mi idealismo y de tus miedos. Me voy a permitir el lujo de decirte, y citando a Tiziano, que si algún día asomándote a la vida te das cuenta de que no hay más melancolía dejes de culparte por esto. Porque sé bien que en el fondo lo que más te jode es pensar que voy a sufrir. 
No te preocupes por mí y piensa en ti, yo encontraré mi camino y con el tiempo, aprenderé a vivir con esto. Somos más maduros, en eso también tenías razón, y esta vez no voy a dedicarte ninguna palabra doliente o rencorosa. No guardo en mí ni un ápice de rabia o ira, solo tristeza. Te recordaré siempre con aquella sudadera gris, un balón entre los pies y tus manías. Para mí siempre has sido aquel chico. Y yo a tu lado siempre he sido aquella chica que era entonces, solo que menos rubia y menos inocente. Me entristece la despedida, miro a mi alrededor y al final siempre me empujaste a ser yo misma. Por eso me fui hasta Madrid y cuando volví ahí estabas tú, listo para recogerme de mi caída. Te estaré eternamente agradecida, gracias a ti también he conseguido responderle el mail a la escuela de doblaje. Gracias a ti siempre me atreví a ser la mejor versión de mí misma. Y eso no te pasa con cualquier persona, lo reconozco. Y admito también que será duro no escribirte cuando tenga buenas o malas noticias, saber que no vas a preguntarme cómo me ha ido el día. Sé que vendrán momentos complicados, pero también sé que te he querido lo mejor que he sabido. Aunque no siempre lo demostrara. 
Solo te puedo dar las gracias y dejar que sigas tu camino, ojalá siempre que estés a un centímetro de luchar por tus sueños tengas esas palabras de aliento que siempre intenté darte. Y que también haya servido de algo mi paso por tu cielo, mis besos en tu pecho, mi sonrisa en los momentos duros. 
Que tú también me puedas recordar así sería el mejor regalo que podrías darme.
Qué puta mierda despedirse.

Te he querido mucho. Ya lo sabes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ya me gustaría

 Es casi inconsciente este pensamiento recurrente que me atraviesa. Me cuento y les cuento que no es para tanto y lo cierto es que soy dos p...