sábado, 14 de marzo de 2020

Sobre lo imbécil que es el ser humano

Dije que el 2020 sería bonito. Y lo dije en voz alta porque me parecía simbólico el equilibrio. un dos, un cero, un dos, un cero. Entonces no tenía ni idea de nada.
Ahora se me hiela el cuerpo al asomarme por la ventana y sentir mi ciudad ajena. Es un sentimiento de histeria pública, el bombardeo de las redes sociales, los gritos de las personas, los empujones en los supermercados. No nos vamos a morir todos, ¿me oís? pero si seguimos así caeremos uno a uno. Y lo pagarán aquellos que ya no dispongan de un cuerpo que los proteja. 
¿Cómo seríamos ante una guerra mundial, si un virus nos está volviendo locos? El egoísmo, el individualismo....somos unas putas fieras. Somos unos maníacos, histéricos, egoístas. No necesitas todas esas cosas, no llenes tu carro. ¿Esto es la ley de "sálvese quien pueda", de "haber quién llega antes"? Me duele reconocer que nos merecemos algo así. No porque un Dios lo diga, no es un castigo divino - o quién sabe- pero es inevitable pensar ello. El ser humano será el causante de su propia extinción. Es algo que siempre he pensado. En un mundo donde cerramos nuestra frontera cuando llega gente de otros países, que huyen de la guerra y solo quieren un techo bajo el que dormir; en un universo donde aún hay gente que cree que enamorarse de alguien de su mismo sexo es demoníaco; un mundo en el que aún señalamos con el dedo a la mujer violada y exculpamos al violador; en un mundo donde defendemos la educación y la sanidad privada y nos abanderamos diciendo que somos un ejemplo en estos sectores, cuando no invertimos ni un céntimo en que esté al alcance de todos. Nos lo merecemos. Nos merecemos no estar. En este mundo que no cuidamos, que no dejamos de maltratar, contaminar, quemar. En un mundo donde cazamos animales por placer, donde se celebra la muerte amarga y lenta de un pobre animal que agoniza desangrado ante nuestros ojos mientras brindamos con una copa de vino. Porque brindamos, y lo hacemos con esa sangre de Cristo de la que tanto hablamos en misa, "si somos buenos vamos a salvarnos todos", ¿pero es bueno aquel que celebra las derrotas de los demás? ¿A qué Dios le rezas tú? ¿De qué color son sus manos? Porque si es blanco seguro que es el mejor. En un mundo donde esclavizamos y condenamos a los que no tenían dónde ir, donde nos declaramos dueños de unas montañas que nunca fueron nuestras -ni de nadie- y que nos dedicamos a destruir, a conquistar: donde los matamos a todos para hacernos dueños de una tierra que no sabemos ni quién puso ahí, ¿No nos merecemos esto? Un mundo, un país, llámalo como quieras, porque todo es de todos y nos hemos encargado de etiquetarlo, distribuirlo, de comprarlo. En un lugar donde se secuestra, viola, mata. Un mundo donde unos hombres con mucho dinero compran a unas mujeres con muy pocos recursos y les prometen que tendrán una vida mejor en el país rico del mundo: el de la pantomima. La utopía finaliza cuando acaban realizando sexo catorce horas al día con hombres podridos de dinero, atrapadas en una red sin salida, y sin nadie que dé la cara por ellas. En este mundo capitalista que paga por su salvación, donde pedimos préstamos para tener el último modelo de móvil pero no luchamos para que todos tengamos derecho a una cama de hospital. Este mundo donde Instagram es el único juez que sentencia nuestra felicidad y solo ríe el que más likes tiene; en este sucio mundo que aún corta los genitales de las niñas para que no sientan placer, donde aún creen que la mujer no debe ser, pensar, sentir, ni aprender. Un mundo que tardó veinte siglos en comprender algo que el ser humano vio nada más nacer: que todos somos iguales y que ni el dinero, ni la ropa que llevamos, ni las personas con las que nos acostamos determinan quiénes somos ni qué derechos de menos debemos tener. Ha tenido que llegar un virus para darnos cuenta de la estupidez que desprende el ser humano: donde se han colapsado los servicios básicos porque siempre ha ganado el que tiene más, donde la cuarentena se ha convertido en unas vacaciones que pasar en la playa y donde los universitarios celebran con cerveza que no irían a clase más. Ha tenido que venir un virus para darnos cuenta de que cuanto más avanza la ciencia menos pensamos nosotros, cuantos más recursos tenemos menos luchamos por el bien del que permanece a nuestro lado. Ha tenido que pasar esto para que se demuestre que en este mundo se sigue pensando que solo tiene derecho a sobrevivir el más fuerte.
Pero, querido mundo, esta vez tu raza, tu sexo o tu dinero no van a poder comprar tu libertad.
Dime tú, entonces, cómo vas a escaparte de esto. 

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