miércoles, 18 de marzo de 2020

Miro hacia un lado y me mantengo en silencio. Si fijo mi mirada en esos edificios seguro que mantengo la calma. Pero es que pasan tan rápido. Odio la autopista. Odio la velocidad. No te deja pensar, no te deja fijarte en el cielo, no te deja olvidar. Sé lo que está a punto de pasar, por eso me mantengo callada. No me puedo permitir derrumbarme, ahora soy fuerte. O eso les digo. Siempre que alguien necesita que diga que todo va a salir bien, lo digo. ¿Y quién me lo dice a mí? No, Noelia, esto no va a salir bien. No hace falta que lo jures. Ya lo sé. Ya sé que no va a salir bien. Y es por mi culpa, no creas. Siempre lo es. Si hubiera sido sincera conmigo misma, si hubiera tenido los santos ovarios de acabar con mis dudas, si hubiera podido ser valiente de verdad, quizás no se hubiera extendido el miedo. No he podido evitarlo. O me ha dado miedo hacerlo. Me siento un poco tonta, pienso en si de verdad he significado lo mismo, pienso en todos esos momentos en los que callé porque enfrentarme a la verdad era mucho más difícil que fingir que no pasaba nada. Y sí pasaba. Siempre pasa, pero la vida prefirió esperar y yo asentí. Cuanto más tarde en salir a flote el miedo, menos sufriré. Eso pensaba. Y lo cierto es que me siento perdida en medio de todo este desastre. No he podido aclararme ni he podido escuchar, no he podido hablar, no he podido quitarme estas dudas. No he podido hacer nada. Me siento enjaulada, y por mucho que me esfuerce en mantener la calma y pensar que algún día la primavera va a asomarse por la ventana, lo cierto es que no veo la luz al final del túnel. Y estoy muerta de miedo. Muerta de miedo y callada. Curioso, yo cambié demasiado. Si antes las palabras flotaban y salían de mi boca sin pausa ni control, ahora se mantienen bajo mi lengua y se calman. Es un pequeño quemazón, no tiene importancia. Eso me digo. Y lo cierto es que la conversación llegó en el peor momento. Ahora no sé diferenciar lo que es real o no, vivo casi en sueños y mis pesadillas me recuerdan que es absurdo huir de lo que uno siente. Que los miedos más profundos salen a flote cuando nadie mira y que las noches son siempre un último juicio donde nos sentenciamos a muerte.



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