viernes, 13 de septiembre de 2019

523

Siempre he sabido cómo empezar a escribir. A veces era un miedo acumulado en la garganta; otras, reflexiones diarias, o de meses, que algún día consigo fortalecer con letras. Siempre lo he tenido todo muy claro, ya lo sabes. Y quizá ese es mi problema.  Cuando tienes objetivos tan claros, cuando sabes dónde se esconden todas las respuestas, las preguntas se vuelven más pequeñas. Y se han hecho tan pequeñas que se me clavan en la garganta. Me contemplo absurda, sin ser yo misma, buscando la excusa de tomarme una más para soltarme. Y luego ni atreverme a intentarlo. Mira que hay que ser cobarde. Mira que hay que tener miedo. ¿Por qué ahora soy así? Me he cansado un poco de esta versión de mierda. No atreverme a preguntarte nada, que se me retuerzan las ganas, que se me clave el silencio. Mirarte las pupilas escondiendo las mías. 
Supongo que ni una quinta planta, ni un cielo pintado de sutiles estrellas, ni una cerveza de más fueron suficientes para armarme de valor. Me faltaron ovarios. Los que me sobraron el primer día que te besé. Soy valiente para lo que quiero, pero parece que ya no para asumir riesgos. 

Volvería a aquel pequeño rincón cuadrado, volvería a mirar al cielo escuchando tus historias. Volvería a sentirme libre contigo. Una y muchas veces. Volvería a mirarte así. 


Pero hasta que pueda decirlo, seguiré componiendo alguna canción tonta. Siempre se me dio mejor escribir que hablar, eso lo sabes muy bien. 


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