miércoles, 4 de septiembre de 2019

Solo versos estúpidos en prosa.

Dicen, todos dicen, pero nadie habla. Dicen que cuando de verdad te importa algo eres capaz de dejarlo ir, y puede que tengan razón. Puede que dejemos ir aquello que queremos porque no podemos ser egoístas con lo que nos importa, preferimos que nos arda la garganta a nosotros y no a aquellas personas que adoramos, preferimos callar por no herir, incluso exprimir lo que sentimos, hasta convertirlo en nada, hasta hacerlo invisible. Preferimos hacer como si nada, seguir, por inercia, con nuestras vidas, por caminos seguros que nos construimos, que nos crean fortalezas, dichosas zonas de confort de las que jamás salimos. Huimos de caminos salvajes, de construcciones inacabadas, de guerras, batallas, que sabemos que perderemos incluso antes de comenzar. ¿Es por eso que ya no las empezamos? Dicen que si de verdad quieres algo lo dejarás libre. Y de hecho, están en lo cierto. Lo dejamos en libertad, claro que lo hacemos. Lo empujamos a volar alto, lo alzamos con fuerza, reconstruimos -incluso, a veces- sus alas, pero siempre con la esperanza de que vuelvan. Creemos que haciéndoles libres nosotros también lo seremos. Y lo somos. Por eso ya no me verán suplicando un quédate, un quiéreme, un abrázame. Porque si no le nace, porque si la persona que tienes delante no es capaz de alargar el brazo y acortar la distancia que os separa, tú tampoco deberías hacerlo. Pasamos la vida esperando el momento de la batalla y cuando por fin lo tenemos delante, cuando nuestro contrincante se abalanza sobre nosotros y nos regala el primer golpe, nos encogemos como enanos que creen que no podrán con ello. Quizás te repetiré mil veces que puedo con ello, porque lo haré. Te diré que todo está bien, que no duele, que no escuece, que no arde, que he pasado cosas peores, pero la más triste y ansiosa realidad será la de una cama llena de recuerdos, unos párpados húmedos, la esperanza acogiéndome con sus últimas palabras. Nunca seré tan valiente como para mirarte a los ojos y decirte que ojalá te quedes conmigo, ni tan cobarde como para contemplar la huida. 

No sé ni qué digo. Hay noches en las que necesitaría sentir que todo es un poco como antes, cuando yo aún era pequeña y fingía que no sabía de qué iba esto. Antes de todo aquello, antes de la versión gélida de ahora, antes de mí. 

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