miércoles, 1 de mayo de 2019

Y muy lejos del mundo.

Sabor canela entre los dientes, café amargo deshaciéndose en mis labios. Pestañas que, tras un brindis, sueñan despiertas. Soy yo, sentada en medio de una cafetería, sin tener ni puta idea de quién soy. Siempre dedicándome a hacer felices a los demás, sin minutos al día que dedicar a sentirme. Quizás sería feliz si fuera más sincera, si afrontara esas cosas que me dan miedo afrontar, si dejara de refugiarme en esta coraza que llevo por bandera. Cuanto más tiempo pasa, más débil me siento. Creí que el paso inexorable de los días calmaría un poco mi sed, pero me he vuelto una ansiosa, y ahora solo sé vivir conjugándolo todo en presente. Quizás sea egoísta, pero mientras le doy vueltas al café con una cuchara diminuta, suspiro sin darme cuenta, pensando si llegará el día en el que, al fin, ocurra.
A veces solo necesitamos escuchar que somos importantes para alguien, y al final siempre soy yo la que pronuncia un: ey, que estoy aquí, no me iré sin abrazarte.O: te quiero. 
¿Y a mí? ¿Quién me lo dice a mí?

Solo era eso, mis ojos piden un abrazo de los que detienen tormentas y recogen lágrimas. Pero no de cualquiera. Solo era eso, yo, sentada junto a una de esas columnas de la cafetería, invisible, tras un libro, entre tanta gente y muy lejos del mundo.



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