domingo, 3 de febrero de 2019


Esas luces apuntan directas a mí, hasta me ciegan. Barcelona está preciosa, y nadie se está dando cuenta. A veces me siento diminuta, gélida, rara, intrépidamente escéptica ante todo esto. Me abruman tantas cosas que no sé por dónde empezar. Creo que lo que más me jode de todo esto es ser incapaz de volver a tomar las riendas de mi vida con fuerza. Recuerdo que antes nada ni nadie conseguía frenarme nunca, rara vez me daba por vencida, insistía hasta tener aquello por lo que luchaba y si no lo conseguía, encontraba siempre algo que alcanzar que me hiciera sentirme orgullosa de haber llegado a algún lugar. Ahora me rindo con facilidad, si veo que las cosas son ambiguas, si me encuentro perdida, si me hundo en heridas de gelatina, salgo corriendo. Es como si le tuviese pánico a las alturas, cuando antes ni me abrochaba el cinturón. ¿Creéis que por cada herida que nos hacen nos volvemos más cobardes? Yo creo que sí. Al final optamos por no acercarnos demasiado a aquello que ansiamos, deseamos o queremos en silencio porque nos da miedo arder de nuevo. ¿A quién no le daría miedo verse de nuevo echando de menos una palabra, una mirada, una conversación? Acojona pensar que de nuevo eres débil ante algo, porque es mucho más fácil convencerles y convencerte de que ya nada duele tanto. Como si haber crecido te hubiese arrancado el corazón; pero estás equivocada, estoy equivocada, no nos duelen menos las heridas ahora, volveríamos a sangrar exactamente igual. De hecho, vivir es sangrar, es recordar que si hay heridas es porque también existen los milagros, y que ambos se necesitan. Vivimos con miedo a vivir, y eso solo puede traer más miedo. El día en que me vea con las fuerzas suficientes volveré a querer ser esa chica que era, de rizos dorados, ideas afiladas y objetivos claros. Hasta entonces seré un superhéroe que nadie se cree, participaré de forma cómica en esta misión de supervivencia, tropezaré con mi capa y volaré hacia abajo, yendo en contradirección, Me caerán mil mutas más, lo sé, pero es el precio que he de pagar por no atreverme a alzar el vuelo. A fin de cuentas, tampoco se me daba tan bien salvar a nadie, todos se acaban marchando siempre. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ya me gustaría

 Es casi inconsciente este pensamiento recurrente que me atraviesa. Me cuento y les cuento que no es para tanto y lo cierto es que soy dos p...