lunes, 10 de diciembre de 2018

De haberlo sabido.

De haberme dicho que te ibas a quedar tanto tiempo, te habría traído algo para beber. Habría encendido las luces y habría hecho de este lugar algo un poco más acogedor. De haberme contado que te gustaban mis hombros, te los habría enseñado un poco más, los habrías acariciado un poco más. Pero no sabía que te quedarías, pensaba que te ibas a marchar en cuanto vieras que mi timbre de voz no ha cambiado mucho, que sigo teniendo más libretas que recuerdos, y que ahora además de cantar también rasgueo las cuerdas de una guitarra a todas horas. De haber sabido que te sentarías justo aquí habría puesto unas sábanas más bonitas y me habría esforzado en enseñarte la parte más bonita de mí, aunque no habría servido de nada, me conoces de hace tanto, que en tu memoria yacen ordenados todos mis defectos. Si hubiese sabido que te gustaban los abrazos sensibles con sabor a despedida, los habría decorado con más fuerza. De saber que ibas a mirarme desnuda, te habría dejado ver el perfil bueno de mis sombras, pero no sabía que te ibas a quedar. De verdad que creía que te marcharías, que algún día, como el que no quiere la cosa, ibas a dejar de escribirme para contarme cualquier cosa. Y yo pensaba con pena que ojalá no pasara eso nunca, porque me encantaba sorprenderme con la anécdota o excusa que utilizaras para escribirme. Que si una foto tonta, que si una noticia, que si un buenos días a deshora. Creía que te marcharías cuando vieras que sigo pareciéndome a esa chica de dieciséis más de lo que me gustaría, que mis cambios han sido tan minúsculos que aún confundo si soy o no aquella que soñaba con coger aviones que la llevasen a lugares inesperadamente perdidos. No sabía que me dirías que sí, que te sentabas a hablar del universo conmigo, que compartirías tus experiencias, tus idas y venidas, tus luces y sombras. De haber sabido que tu llegada iba a ser abrumadora, me habría puesto el chaleco antibalas. Pero fue tan rápido que ni parpadeé y ya estaba contándote de nuevo mis más íntimos secretos. Me abrí en canal, como si no hubieran pasado años ni estaciones, como si nuestras vidas no hubiesen cambiado tanto. Y aunque ya ni lo parezca, sí, habían cambiado mucho. Lo suficiente como para reconocerte en un hombre ya, y no en ese niño inseguro que llevabas dentro de ti, al que yo abrazaba en días turbios y llenos de malas noticias. Te veo y te reconozco, reconociéndome a su vez en tus ojos. Solo un par de cervezas más que nos llevan hasta la madrugada más fría y honesta. Supongo que no entraba en mis planes, ¿pero qué son los planes si no esa sucesión de acciones sin sentido que rompen tus esquemas? No me esperabas aquí, yo tampoco lo sabía, pero una primavera cualquiera volví a pronunciar tu nombre y tú recordaste el mío. Y supongo que así empieza todo, y a la vez, continúa. Entre relojes de arena y estaciones, entre secretos que son solo nuestros y a la vez, parecen ser verdades honestas.
Quién sabe si vas a quedarte mucho tiempo por aquí, si por el contrario, prefieres alejarte. Ponte cómodo mientras tanto, hay espacio para ti de sobras. Mi piel sigue siendo apta para tus besos, aún me estremece tu respiración en el cuello, así que quédate. Quédate apoyado en las sombras, o busca las luces, destápate de los miedos y quédate. Porque no sabía que ibas a quedarte, pero estás ahí. Quédate hasta que quieras irte, y si no quieres irte, quédate. 
De haberlo sabido, te habría traído las estaciones que dejé en aquella carretera sucia el día que te dije esas palabras horribles que nunca olvidaré, y que en el fondo no me perdono. De haberlo sabido, hubiese hecho de este lugar algo más cómodo, pero ya sabes que siempre he sido un desastre, que no ordeno lo que debería, que es normal que te encontraras todo en obras cuando llegaste. De haber sabido que te quedabas, habríamos respirado más cerca, nos habríamos olvidado de que hay un mundo ahí fuera. 
Pero no lo sabíamos. Que tú estarías aquí, que yo te diría esto, que íbamos a ser tan parecidos a algo que fue tan diferente. De haberlo sabido, mi yo pasado me habría dicho otras cosas. De haberlo sabido, habrías entrado con un casco de seguridad. De haberlo sabido, quién sabe si hubiésemos tomado un par de copas de más. Pero no lo sabíamos. Y qué suerte no haberlo sabido, porque a veces la vida te depara sorpresas, nuevos trazos, magia. Y aunque uno no tenga claro aún cuál es el camino, hay algo que va más allá del miedo, las palabras o el futuro, y ese algo es lo que te hace vibrar, lo que te acompaña quieras o no. Lo que pasa, lo que no, aunque estemos o no listos. Y pasa cuando pasa, y se queda cuando se queda. Y a eso le da igual que estés o no preparado, te azota con fuerza, te revuelve y te mira. No sé qué pasaría si te fueras, tampoco qué sucedería si te quedaras, pero de haber sabido que aún estarías aquí hoy habría apagado el miedo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ya me gustaría

 Es casi inconsciente este pensamiento recurrente que me atraviesa. Me cuento y les cuento que no es para tanto y lo cierto es que soy dos p...