sábado, 8 de diciembre de 2018

Marte, ven a buscarme.

He vuelto de Marte y la Luna se siente más fría. Quizá es la melodía incierta de la duda, que agita y agota. El helado tacto del silencio rozando mis hombros desnudos, la atención dormida que levanta vientos hasta ahora lejanos. 
Marte tiene un color especial, cálida ironía. En él siento que vuelvo a respirar; la Luna en cambio gira, sin enseñarme jamás la cara que a todos oculta. Le digo que me mire a los ojos y niegue sentir algo, pero ni siquiera ha visto que he llegado, que estoy aquí. Marte, en cambio, me grita: vuelve a acercarte a mi risa, que sé que tiene frío. Yo le miro sin saber creerle, temblando, por miedo a que se pueda ir. Es normal que no confíes en mí, me dice, yo también tendría miedo. 
Me alejo tres pasos más, mientras lo miro, sabiendo que lo único que me apetece hacer en realidad es fundirme en su fuego. La Luna lo sabe y tira de mí; cada vez más frío, cada vez más dentro, cada vez más lejos. 
Marte grita que jamás me dejará ir, y mi yo más inocente le cree. Sin embargo no le digo nada, me quedo en la superficie lunar, clavada en el suelo, estirando las piernas, observando el cielo encendido infinito. Marte brilla cada vez más, pese que parpadea a lo lejos. Alzo el brazo y lo estiro para tocarlo. Casi llego, casi llega, casi llegamos. 
Pero de pronto se apaga, cálidamente frío, su voz se deshace entre la frecuencia de mi respiración y dejo de oírle. Un silencio majestuoso se cuela por las rendijas de mis recuerdos, solo me oigo respirar. Parece que se ha ido, que se ha rendido, que ya no quiere rescatarme. No alumbra mi camino ya, no veo su luz en el cielo, ha olvidado cómo recogerme, atravesar la Luna, ha olvidado que me prometió que no tendría que soportar ni un rasguño más , que volvería a buscarme porque no había galaxia más pobre que aquella que no sintiera mi voz.

Pero me fundo con la Luna hasta desaparecer y no viene a buscarme,
grito su nombre y no siento que llegue,
le suplico que vuelva a mirarme y esquiva mis sombras,
he dicho: Confío en ti, Marte.
Y ni ha querido asomarse. 

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