martes, 20 de noviembre de 2018

Globos.


Cuando intenté atrapar el globo con mis manos ya era tarde. Se había esfumado por arte de magia, navegando sin rumbo fijo hacia arriba. Muy arriba. Altamente inalcanzable.
Siempre sucedía algo así: en otras ocasiones, incluso llegaba a rozarlo, juro que lo rozaba. Pero entonces el globo se escapaba, y por mucho que corriera tras él, que saltara, que me empeñara en volver a agarrarlo, este volaba más y más alto. 
Una vez lo sostuve entre mis manos, lo alcancé después de siglos persiguiéndolo, y cuando por fin lo tuve entre mis manos, duró tres segundos intacto: después explotó. Recuerdo ese pinchazo eléctrico en los dedos, el vacío que sentí cuando lo vi desaparecer. No me había dado tiempo a disfrutarlo. No lo había podido mirar de cerca, no lo pude abrazar, ni siquiera le había dado tiempo a mirarme. 
Se fue como siempre se van las cosas que me importan, sigilosamente ruidoso, estridentemente rápido, insoportablemente veloz. Se fue como se ha ido siempre todo lo que alcanzo, apartándose a más no poder de mí, ignorándome, silenciándome, apretando mi pecho, haciéndome caer.
Desde el suelo lo vi todo con perspectiva y lo entendí: me había pasado tanto tiempo persiguiéndolo, intentándolo alcanzar, que cuando creía que por fin estaba conmigo, cuando lograba alcanzarlo, este se asustaba y se marchaba. ¿Quién querría estar cerca de alguien que no le da alas? 
Cuando lo entendí me di cuenta de lo equivocada que había estado durante años: no deberíamos correr detrás de las cosas que nos importan, porque si a esas cosas también les importamos nosotros, no hará falta perseguirlas, vendrán por sí solas. Intentar atrapar el globo no es amarlo, es asustarlo, alejarlo, presionarlo; y es por eso que acababa huyendo, o lo que es peor, explotando. 
Si ese globo no viene hacia tus brazos sin necesidad si quiera de que grites su nombre, significa que ese globo no quiere estar a tu lado. No corras detrás de imposibles, las causas perdidas no se acaban encontrando, sino que es uno mismo el que acaba perdiéndose en ellas. 

No corramos detrás de horizontes que nunca se acaban, no intentemos girar el viento, no sequemos mares ni derribemos los muros de la confianza. 
No rasguemos esa fina capa que tenemos, como globos, y que nos protege del mundo. 

Si ese globo no se queda contigo es porque no quiere hacerlo. 
Ten eso claro y ya jamás tendrás que ver cómo te explotan en las manos, ten eso claro y ya jamás tendrás que pedir perdón por todas aquellas cosas que ni siquiera te dio tiempo a decir. 
Ten eso claro y entenderás por qué cuando alguien quiere quedarse no se va. 
Y que tú no deberías perseguir aquello que quieres que permanezca caminando a tu lado. 

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