sábado, 6 de octubre de 2018

El ruido que hacen las cosas cuando se rompen.



A veces finjo no escuchar el ruido que hacen las cosas cuando se rompen
para no darle al dolor la atención que merece.
Reconstrucción exacta de lo que soy cuando dejo de serlo,
cuando me miro con unos ojos que no son los míos. 

He roto más espejos de los que me atrevería a nombrar,
pero eso solo me hace más humana.
Me he pasado la vida evitando contar los años de mala suerte
que llevo en la espalda. 

Sé que dentro de muchas primaveras los inviernos serán menos largos,
que el tiempo pasará mucho más rápido,
y sé que, como todos, pensaré que no viví lo suficiente,
que no viajé lo suficiente, que no besé lo suficiente.

El tiempo huye para todos por igual,
aunque nos empeñemos en exprimirlo al máximo.
Primera regla vital: nos quejaremos siempre de lo mismo
y no haremos nada para cambiarlo.

Si al menos me hubieran crecido un par de alas,
todo sería diferente. 
Nos quejaríamos igual, pero llegaríamos más rápido
a esos lugares a lo que jamás llegamos por miedo. 

No seré jamás aquella que me propuse ser,
porque uno mismo siempre es su peor enemigo.
Evitaré contar los pétalos que se desprenden,
porque el ser humano siempre tiende a fijarse en aquello que desaparece. 

Qué bonito es sumar siempre los años que cumplimos
sin pensar en aquellos que nos quedan, ¿no?
Reconstruir nuestra vida pensando en cuánto la hemos vivido
y no en cuánto queda para que termine. 

Seríamos más perfectos si no fingiésemos todas las mañanas ante el espejo,
ya sabéis, eso de ser alguien que no conocemos.
Pero necesitamos hacer que parezca un accidente, 
necesitamos evitar mirar fijamente esas arrugas,
las heridas, las pérdidas, las taras,
las llagas, las rozaduras, las casi-victorias,
porque así parece que no están. 

Nos pondremos maquillaje allí donde duela
y fingiremos que nada más importa,
solo para no darnos el lujo de regocijarnos en el fracaso,
en todo lo que no tenemos cuando abandonamos. 


A veces finjo no escuchar el ruido que hacen las cosas cuando se rompen
porque el dolor ya ha conseguido tener la atención que merece. 
Ruinas exactas de lo que soy cuando dejo de serlo,
cuando me miro con unos ojos que son cada vez menos míos. 

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