sábado, 13 de octubre de 2018

Dosis de realidad.

He borrado algunas de las entradas de estos últimos meses porque cuando las he vuelto a leer me he sentido muy idiota. Dios, ¿por qué soy así? No puedo estar ahí plantada, de pie, mirando, delante de un cristal desde el que nada se puede ver. Tenía razón mi yo más sincero y lógico. Da igual lo que luches por alguien si ese alguien no está dispuesto a luchar. Y como siempre, pensé que luchar por los dos iba a ser suficiente. Qué equivocada estaba. Luchar solo nunca es suficiente. Y eso es algo que yo debería haber sabido. 
Me he empeñado en dejar siempre una ventana abierta, como si eso cambiara algo. No, en absoluto. Solo entra más aire. Un aire frío que me recuerda que no debería correr detrás de gacelas rápidas que huyen constantemente de mí. ¿Por qué pensé que si estaba claro desde el segundo cero que pronunciaba que no? Era mi yo más inocente luchando contra mi coraza; esa que he tardado años en construirme y que me he permitido destrozar. No debería habérmela quitado, no debería haber bajado la guardia, no debería haber creído que el iba a ganar el pulso. Si yo siempre pierdo. Debería estar acostumbrada a eso. 
El frío iba a llegar algún día, lo tenía claro. Ningún verano es eterno, siempre vuelve el invierno. Y qué gélido es. Supongo que ahora solo me quedo con el recuerdo de todo lo que pudo ser. Con ese casi-salto para el que al final no hubo impulso suficiente. Para esa canción bonita que dejé a medio componer porque nunca tuve el coraje de acabar de darle forma, porque no llegué a sentir que iba a ser feliz de nuevo junto a alguien que quería seguir su propio rumbo. 
Ni siquiera debería publicar nada aquí, pero lo hago por mí misma. Como siempre. Porque prefiero hablarlo conmigo misma a contarle a alguien nada. Lo hago para recordarme las cosas, para dosificar mi vida con un poco de realidad. Esa nube era demasiado dulce para ser cierta; y si algo me ha enseñado la vida, eso es que la realidad no tiene sabor de azúcar. Aunque mi lado optimista se empeñe en decirme que sí, aunque me recuerde a mí misma que a veces la vida te sorprende con cosas bonitas...En el fondo sabía que no habría otra oportunidad, en el fondo sabía que para él había acabado ya la historia aquel día en el que dije no y desaparecimos. Tal vez debería ver las cosas como los demás, despojarme de mí misma, despojarme de lo que creí que él sentiría. Qué tonta.
Mientras tanto me convenceré de que luchar hasta el final siempre es lo correcto, porque es lo que hago siempre, decir: "No ha salido bien, pero al menos lo he dado todo de mí". Estoy equivocada y lo sé. No siempre es la solución a todo. No siempre puedo llegar hasta el final, no siempre tengo que luchar. Pero esa soy yo, la amante de las causas perdidas, la que siempre salva a todo el mundo menos a ella misma. Solo era yo mirando a unos ojos que parecían estar viendo lo mismo. Pero ahora sé que no. 

Algún día aprenderé a retirarme de las batallas perdidas antes de llegar al final. Algún día seré como todos y pensaré solo en mí misma. Algún día seré irreconocible, menos yo, tal vez, pero hecha de acero. Me imagino que si todos son así es porque funciona. Me imagino que es la mejor forma de darle la espalda al sinsentido. Me imagino que así no seré estúpida, que no perseguiré a aquellos que no puedan quedarse. Me imagino que así no me empeñaré siempre en sobrevivir y solo me dedicaré a vivir. Supongo que estaba esperando un en un mar donde el ochenta y tres por ciento gritaban no.
Intentaré que esto sea lo último que escriba del tema. No por nada, no me arrepiento de nada ni lo haré nunca. No es eso. Es porque quizá ya no tiene sentido gritarle al vacío, que ya no voy a seguir hablando con mi eco. Que no tengo ganas de seguir bailando, porque todo el mundo se ha marchado ya, y yo sigo bailando sola. 





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