viernes, 20 de julio de 2018

Mi etiqueta de advertencia.




Quizá todo sería más fácil si las personas viniésemos con etiquetas de advertencia. Algo así como un aviso: Si me tocas los pies, me harás cosquillas o algo así como a veces soy insegura y lo disfrazo con una seguridad aparentemente inquebrantable. Sería bonito saber que nadie va a tocar entonces esos puntos débiles, que estarán advertidos. Pero qué aburrido sería preconocerse, saber de antemano qué va a hacer estallar a la otra persona, qué le enfada, qué creencias tiene, qué considera injusto o irreal, ¿no? 
Si una etiqueta te dijese que mi mes favorito del año es enero, que amo comer kiwi y lo valoro muchísimo porque de pequeña no podía comerlo ya que me daba alergia y me salían pupas en la boca, que mi momento perfecto del día es justo cuando anochece y el cielo es naranja, que odio las despedidas pero siempre las alargo porque así creo que nunca llegarán a cumplirse, no tendría gracia, porque nunca podrías descubrirlo. No te sorprendería ver mis ojos brillantes cuando empezaran a poner las luces de navidad y paseáramos de noche por las calles, ni te reirías de mí cuando en el supermercado llenase una bolsa entera de kiwis hasta llegar a los dos kilos, como tampoco verías una sonrisa fugaz en mi rostro cuando fijase los ojos en un anaranjado cielo. Si hubieses leído esa etiqueta, sabrías que he sufrido mucho y siempre por el mismo motivo: entregarme cien por cien y dar mi confianza a alguien que acababa siempre defraudándome, ya sea en la amistad o el amor. Incluso en la familia. Mi etiqueta te habría chivado que me da miedo hablar de amor, que rechazo las clasificaciones por temor a precipitarme, que la última persona que estuvo en mi vida me hizo creer que no valía tanto como yo sabía previamente que valía y eso me ha hecho desconfiar de mí misma. Sabrías ya cómo me gusta el café, cuál es mi sabor de pizza favorito o que no me separo de mi guitarra, mi ukelele y mi libreta de composiciones ni queriendo (ah, y que amo hablar de mi perro y hacerle fotos). Sabrías ya de sobras que adoro la literatura, quizá con la misma intensidad que la música, y que no me quito la poesía de la cabeza ni con grandes esfuerzos (aunque tampoco es que lo haya intentado). También conocerías esa parte oscura y triste de mí que se pone en modo melancólico algunos días de lluvia. Sabrías que viajar es uno de los cables que me conectan con la vida y que para mí, antes de echar raíces (uf, qué lejos eso de tener hijos, ¿no?) es fundamental haberme visto el mundo entero (al menos haber viajado a todos y cada uno de los continentes). Sabrías que me acojona la infinitud del mar y a su vez, me gustaría vivir siempre cerca de él. Que amo mirar lo verdes que son esas montañas altas y grandiosas que nunca dejan de asombrarme y me hacen sentir pequeña. Si leyeses esa etiqueta de advertencia sabrías que me resulta fácil confiar en los demás y que eso me hace frágil e ingenua. Que me doy mucho más de lo que debería incluso con personas que no me devuelven ni un 50%. Que soy cariñosa, pero a veces me vuelvo fría y distante porque la inseguridad me toma de las muñecas y me detiene. Que sigo siendo una niña y lo verás en mis ojos cada vez que te cuente algo que me entusiasma. Esa etiqueta te chivaría que los abrazos por detrás están en mi top 3, y que delante de estos vienen los abrazos por sorpresa y los abrazos fuertes y eternos. Sabrás que no me gusta el peligro, pero sí la aventura. Conocerás esa parte madura de mí que se cansa de las fiestas cuando lleva ya hora y media bailando, sabrás que no fumo, pero que me hace sentir viva acompañar una cerveza o una copa con un cigarro de vez en cuando, solo rodeada de gente y en momentos muy fugaces. Sabrías, también, que mis amigos son mi familia y que sin ellos no sería nada.
Mi etiqueta te habría contado ya mi obsesión por los piercings y los tatuajes, mi gusto peculiar por la moda femenina y el maquillaje. Sabrías que escribo desde mucho antes incluso de ser consciente de que lo hacía, que mi obsesión por leer me la otorgaron unos cómics de las Witch y un profesor novato, cuando yo tenía 12 años. Si leyeses esa etiqueta sabrías justamente dónde darme para hacerme daño, y también qué cables tocar para manejarme emocionalmente; sabrías cómo desconectarme de mí misma, cuáles son mis miedos más profundos, aquellos que jamás dije en voz alta. Si leyeses esa etiqueta sabrías que me acompleja mi pecho de 30x30, pero que dejó de importarme hace tiempo y lo amo centímetro a centímetro porque me hacen ser exactamente la chica que soy. Sabrías que soy una mujer segura, decidida, loca, impulsiva, pero sensata. Que amo escribir mi propio guion, y que por surrealista que parezca, siempre tengo la certeza de que mi vida podría ser como una película. Si leyeses esa etiqueta sabrías que me gustan mis hombros, mis caderas, mis piernas y que no me he acomplejado nunca por esas partes de mí. Sabrías que me siento sexy con prendas negras o blancas, que los pijamas me gustan más si no son conjunto y que ya nunca duermo con calcetines en verano (pero me he pasado veinte años haciéndolo). 
Si leyeses eso sobre mí ya sabrías que he estado fuera de España pocas veces, y que en esas ocasiones fui hasta Francia , Alemania y Malta. Que el resto de viajes siempre han sido cerca. Sabrías que me muero por pisar Japón, Madagascar (África) y, para qué negarlo, un sueño que nunca ha desaparecido de mi mente aunque me empeñara en borrarlo, Venecia. Sabrías que soy cursi y que me esfuerzo para disimularlo porque me avergüenza, que me encantan los batidos muy fríos en verano y que amaría tener una chimenea en la que refugiarme en invierno para leer. 
Si ya supieses todo eso de mí, antes de conocerme, quizá te alejarías por verme ingenua, inmadura, imprudente o...por haber visto ya todas mis heridas. Porque sí, estoy herida. Herida porque me falta aún mucho que perdonarme a mí misma, porque no hay peor rencor que aquel que uno guarda contra su propio yo del pasado, porque he cometido demasiadas estupideces como para salir intacta de todo. Sabrías dónde pisar para romper, pero también dónde acariciar para curar. Me verías a mí, frágil, expuesta, algo parecido a todo lo que soy cuando escribo, me abriría en canal para ti. Y quizás entonces verías también toda la lluvia que guardo en mis nubes, todo lo que no es sonrisa, lo peor de mí. 
Si tuviésemos etiquetas que explicaran a los demás quiénes somos nadie se tomaría la molestia de conocernos. Y lo que nos hace perfectamente imperfectos son esas taras que, hechas o no por nosotros, tenemos. 

Y quizá esas mismas etiquetas nos demostrarían, al fin, quiénes deciden querernos y acogernos realmente sabiendo a todo el daño que se exponen. ¿El amor no es eso? Saber que te vas a encontrar lo mejor y lo peor de una persona y estar dispuesto a aceptar también sus tormentas. ¿El amor no es darle el poder a alguien de elevarte y también de hacerte daño? ¿No somos humanos imperfectos que herimos sin querer a quienes amamos porque en el fondo siempre tenemos debilidades? Escribir qué pondría en mis etiquetas es de algún modo exponerme. Y quizás no sea un mensaje de advertencia, quizá solo sea un susurro en medio del silencio, una incógnita resuelta, una nota a pie de página que diga: Soy humana y estoy herida, pero también tengo cosas buenas. No soy la mejor opción, probablemente porque habrá muchas mujeres más fuertes, seguras y sensatas, pero aquí estoy. Con esos miedos, esas inseguridades, todo aquello que no me perdoné. Aquí estoy yo, real y decidida, con temores en los bolsillos, como casi todos. Y no siempre voy a jugármela, a veces me rendiré, porque soy humana. Pero eso me hace única y como ser único en este mundo me gustaría conocerte antes de leer tu etiqueta, porque me gustaría ver en tus ojos y notar en tu erizada piel cada sensación antes de leer quién eres. Porque me gustaría que fueses real, para poder ser real contigo. Porque no necesito leer en qué vas a fallar para aceptar tus errores, así como tampoco necesito saber qué va a hacer que quede prendada de ti. Y te pido que antes de leer mi etiqueta te preguntes si tú estarías dispuesto a querer a alguien que asume que va a equivocarse alguna vez, o que si por el contrario necesitas salir corriendo. 






1 comentario:

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