viernes, 27 de julio de 2018

A vosotros, por vosotros.



Hoy os escribo a vosotros, aunque sé que no me leéis, pero merecéis estas palabras. Os voy a contar un secreto. Uno de esos que jamás deberíamos contar porque nos exponen, uno de esos que nos hacen evidentes, de esos que nos desnudan ante los demás. 
No sé si estoy lista para teclearlo, pero ahí va: No soy fuerte. 
Nunca he sido fuerte. ¿No os habíais dado cuenta antes? Puede que tú, persona que estés leyendo esto, persona que no me conoce de nada, no te sorprendas en absoluto. Mis amigos sí. Lo estoy tecleando porque de verdad necesito que lo sepan. Necesito que entiendan que no siempre pude ni quise ser fuerte. Cuando me miraron horrorizados ante la situación que les explicaba, cuando sus dedos apuntaron, juzgándome, directos a las pupilas y dijeron, literalmente, que les parecía imposible que yo hubiera permitido X cosas, lo entendí. No sabían eso de mí. Yo siempre les había mostrado esa versión huracán de mí. Esa Noelia decidida, impulsiva, rabiosa, nerviosa y eficiente. Les había dado siempre esa versión de mí. La que aconseja a todo el mundo lanzarse directos al vacío, a por sus sueños, aunque el precipicio y la hostia se oliesen a kilómetros. Claro, todo tenía sentido. Para ellos yo era la voz de la conciencia, la imprudente pero sensata chica que siempre se guía por su corazón y jamás flaquea, aquella que no se deja pisar, aquella cuyos principios son incluso más grandes que su propia voz. Pero os he fallado. Os he fallado en muchas ocasiones, en demasiadas. No siempre he sido esa chica que dejaba que vierais. A veces me escondía para llorar, en mi habitación, bajo las sombras de todo aquello que no me permitía salir. A veces os decía que estaba bien cuando me preguntabais que qué tal, pero no lo estaba. Mi fallo fue jamás pedir ayuda. Mi error fue hacerme la fuerte sabiendo que no lo era, en absoluto. Sé que os fallé. Que hubieseis esperado de mí una gloriosa historia, una armadura, que jamás dejara que nada ni nadie me pasara por encima. Y mientras yo fingía que no me rompía en cristales, me iba deshaciendo, me iba muriendo. Y jamás os lo dije. Jamás me lo dije. Solo lo escribía, de vez en cuando, en entradas de blog que borraba antes de publicar, en alguna metáfora estúpida que solo yo entendía y que incrustaba en mis textos, en millones de papeles que encontré el otro día guardados en mi armario. Siempre a vuestras espaldas, jamás yendo de cara, nunca diciéndoos cuáles eran esos miedos, por qué ya no era fuerte.
Nunca os conté nada. Cuando quedábamos siempre intentaba hablar de vosotros y no de mí, porque yo quería que creyeseis que no había nada que solucionar. Joder, ese fue mi fallo. Si os lo hubiera contado, si os hubiese hablado de mí, de mis temores, de mis precipicios, de las inseguridades, de aquello que sabía y jamás admití...podríais haberme ayudado mucho antes. Pero no lo hice, no grité. Intenté salir sola, y lo hice, pero rota, probablemente el doble. Ojalá os hubiese pedido un abrazo, ojalá os hubiese gritado auxilio. Ojalá no me hubiese engañado tanto tiempo a mí misma. Ojalá no haberme sentido culpable por sentirme así, por dejarme así, por quererme tan poco y tan mal. 
No sabéis el bien que me hizo contaros todo lo que había estado oprimiendo en el pecho, no sabéis lo liberada que me sentí cuando ya no me aislé. ¿Y si os tenía a mi lado porque luchaba contra mí misma? ¿Por qué no me apoyé en vosotros? 
Os pido perdón. Sé que os hice daño callándome mucho, evadiendo mucho. Sé que lo hice mal. Os merecíais la verdad y no os la di hasta que no estuve preparada. Ojalá hubiera estado preparada antes. 
Recuerdo cuando mis tres chicas favoritas, mi triple A, intentabais sacarme el tema alguna vez. Una más directa que otra, dejabais caer lo que pensabais, con cuidado, con cautela, alguna vez. Estuve a punto de contaros lo que sentía, a las tres, en varias ocasiones. Sin embargo, jamás lo hice. Sé que después saber toda la verdad os decepcionó, os dolió. Sé que, en el fondo, no os esperabais eso de mí. Me siento culpable porque lo vi en vuestros ojos cuando os lo contaba. Me mirabais pensando en qué me había llevado a mí a actuar de ese modo, cuando yo era la primera que siempre decía lo que sentía. Las tres reaccionasteis igual. Fuisteis los pilares de mi vida, como seguís siendo, y lamento muchísimo que tuvierais que verme así, que tuvierais que tragar por mí, que os aparatara tanto de mí misma por miedo a que me descubrieseis. 
Y tú, T, que ni siquiera te habías dado cuenta de la tristeza que albergaban mis ojos, que te creías mis todo va genial, también percibí la decepción en tu rostro cuando te expliqué en qué me había convertido. Me abrazaste y me rompí en mil pedazos porque me dolió muchísimo saber que podías haberlo escuchado antes, que podrías haberme salvado antes con tus palabras de haberlo sabido. Te debo tantísimo que no sé ni por dónde empezar. Nunca te has ido, siempre estuviste ahí, en todos mis logros, en todos mis fracasos, y me sentí una tremenda gilipollas por no haber contado contigo para liberarme. Siento muchísimo que tuvieras que saberlo tan tarde, cuando ya no podías hacer nada para salvarlo todo. Aun así tus ojos no me juzgaron en ningún momento, y no sabes cuánto agradecí ese gesto noble de tu sonrisa triste inclinándose a un lado. Gracias mil veces. Gracias porque sé que siempre estarás aquí, independientemente de dónde vivamos y quiénes seamos. Siempre te querré y espero que no te olvides de mí cuando estés a kilómetros de aquí, si es que llegas a dejar Barcelona.
También lo lamento por ti, M, que jamás te conté nada, que te entendí con la mirada la primera vez que dejé todo ir. Mi eterno retorno, te debo también mucho. Y sé que siempre, siempre, siempre, estarás aquí. Siento no haberte pedido ayuda, siento haber disimulado tantas veces, haber rechazado tantos planes, tantas propuestas solo por miedo a alguien. Lamento no haber exprimido el tiempo que hemos tenido solo por represión. Siento que todo haya pasado tan tarde, pero tu abrazo siempre me recordará que el futuro, por muy incierto que sea, tendrá lugar para nuestras aventuras.
A ti, superviviente, gracias por acogerme cuando no tenías ni por qué abrir la puerta. Por leer ese mensaje, por quererme en tu vida, por tomar decisiones. Lamento no haberte dicho antes todo lo que pensaba, y sobre todo lamento no haberte pedido perdón antes. Sé que la historia es compleja, pero no te merecías eso. Siento que hayamos tardado tanto en encontrarnos, pero a la vez también siento que quizás tenía que ser así. Ojalá hubiésemos podido tener todas esas conversaciones que estaban pendientes, en el aire, antes. Lamento esa distancia que creamos. Lamento no haberte tenido en muchos momentos en los que necesité de ti. 
A vosotros, J y D, que sois tan recientes en mi vida, pero en los que confío tanto. Lo visteis todo de cerca, y solo lamento no haberos contado antes todo lo que se cruzaba en mi mente. Sé que fue duro para vosotros saberlo todo, y no sabéis cuánto agradezco que no me hayáis soltado. Debí haber expuesto antes todo aquello que me llevaba al delirio, debí haberme apoyado en vosotros.
A mi familia. Qué deciros. Cuántas advertencias, cuántos mensajes vacíos, cuántas veces os ignoré. Y más después de aquel viaje. Mamá, tú me avisaste, pero jamás te escuché. Habéis vivido mis miedos de cerca, y por suerte, me consuela saber que no estoy loca, porque vosotros también habéis formado parte de esa historia. Lo siento muchísimo, sé que sufristeis por mí. Sé que me equivoqué. Sé que os hice daño cuando ignoraba todas las señales, y sé que os defraudé porque esperabais más fortaleza por mi parte. Lamento haberme dado cuenta tan tarde, de veras que lo lamento.

Sé que si leyeseis esto me diríais que no me preocupara, que es pasado, que lo importante es que ahora todo gira en el sentido correcto, que no importa. Pero si os soy sincera necesitaba escribir esto, porque muchas noches me quedo en la cama dando vueltas, pensando en muchos momentos que guardé en mi mente y por los que me siento tremendamente culpable. En el fondo me alegro de que ninguno de vosotros vaya a leer esto, porque aunque es totalmente cierto, lo estoy escribiendo la madrugada de un viernes a la 1:35. Me reñiríais por estar pensando en esto en vez de estar relajada disfrutando de una película, lo sé. Pero os debía esta conversación. Y aunque os haya pedido disculpas a todos, mirándoos a los ojos, siento que una parte de mí siempre se sentirá quebrada por esto. Quizá no le encontréis sentido alguno, pero sin vosotros yo no habría podido recuperar la confianza en mí misma. Y eso sí que no se puede agradecer con palabras.


Nunca tendré abrazos suficientes. Ni palabras.



2 comentarios:

  1. Realmente un escrito que me ha dejado sin palabras.
    Sigue escribiendo, sigue expresando todo lo que pase por tu cabeza porque lo haces sin saltarte una sola coma.

    ResponderEliminar

Ya me gustaría

 Es casi inconsciente este pensamiento recurrente que me atraviesa. Me cuento y les cuento que no es para tanto y lo cierto es que soy dos p...