miércoles, 11 de noviembre de 2015

Humo.








A veces consigues rasgarme, como hoy. Me atraviesas la piel, rascas mis cicatrices, me haces sangrar. A veces puedes conmigo. A veces es contra mí. Ojalá no tuviera que haberte visto antes, ojalá no hubiera mirado esas pupilas en el momento preciso. Ojalá no te hubiera quemado la piel jamás. Ojalá no tuviera que enfrentarme a mí misma cada vez que pienso en ti. Estoy acojonada. Y es que cuando quieres decir tanto que nada te parece suficiente, de repente, ocurre esto. Colapso. Caos. Versos. Letras desordenadas que se resbalan. Se me caen de las manos.
Ahora vivo con miedo.
Enciendo mi cigarro y sé que tardará lo mismo en consumirse que tú en marcharte. Es cuestión de minutos. Como tu olvido, que fue tan repentino, que me golpeó la espalda. 
Me dejaste con lo puesto, lo demás te lo llevaste.
Me quedé muerta de frío en un diciembre que no he vuelto a mirar con los mismos ojos. Fueron las peores navidades del mundo. Tuve que sobrevivir sin tu paracaídas. Dime cómo puedo asumir en tan poco tiempo que ya nunca más vayas a volver.
Nos echo de menos.
Supongo que esto es la vida real. No será una blanca Navidad. Será una Navidad real. Con la mesa llena de espacios en los que la gente que un día fue la más importante ya no estará. Sólo queda esperar a que esos huecos dejen de doler, aprender a respirar.
Podríamos habernos conocido de nuevo. Pero te adelanto, no soy esa persona a la que amaste.
Sabía que esta nueva yo no iba a gustarte.
He tomado la decisión por ti, como tú la tomaste por mí. Mereces el amor de alguien que no se haya manchado las manos con recuerdos, que no se haya lanzado al vacío.
Mereces que te adoren
y adorar.
No rendirte.
Encontrar algo bueno ahí fuera.
Encuentra a la mejor chica, de veras, y hazla tuya.  Y no, nunca más vuelvas a decirme que jamás conocerás a alguien como yo, ni que he sido la mejor para ti, porque si me dejaste marchar supongo que fue porque yo tampoco era la mejor opción.
Así lo sentí
Así lo asumí.
Así lo superé.


Deberías verme ahora, llenándome de escudos para no volver a querer.
Me da miedo todo lo que antes hacía a modo de locura. Ya no arriesgo.
Y es tan triste no creer en nada.
Cuando me dejaste marchar descubrí que en realidad el mundo es cruel. Me vi haciéndome grande,de repente. La última vez que te besé tenía dieciocho años. Y en poco más de dos meses los veinte me atraparán. 
Ya no soy esa niña, ya nadie consigue de mí algo más de lo que yo quiera.
No creo en los hombres- y sé que hago mal, de veras que lo sé, porque aún quedan buenos, como tú- y ellos tampoco creen en mí.
Me alejo de todo en cuanto tengo un segundo, porque desde que me he perdido siento la necesidad de esconder bien mis coordenadas, para que nadie pueda salvarme.

No quiero salvarme, y eso es lo peor.
Que voy a la deriva y quiero romperme. Quizá para así aprender la lección
Tal vez para comprender que nadie va a venir a salvarme.
Que tengo que mover yo sola las caderas en medio de esa pista de baile, que no me verás graduada en  mi ansiada universidad, que ya no conocerás a mis nuevos amigos, que no habrá más regalos de navidad, ni más fotografías en esa ciudad que nos vio ser los más grandes. Ya no existirá jamás ese vínculo inocente que unía nuestros cuerpos, esa inexperiencia torpe que tropezaba en nuestras manos y caía hasta lo más profundo de mis recuerdos. Has sido lo mejor que me he pasado y también lo más doloroso. Por eso sé que una parte de mí siempre te echará de menos.
Y espero que algún día puedas hablarme. De veras espero que un día puedas abrazarme y decirme que lo tienes todo, que ya eres feliz. Ojalá necesites hablarme algún día, aunque sea para decirme que sin mí tu vida es muchísimo mejor.
Ojalá vuelvas a tener el coraje que tenías antes de mirarme a los ojos. Ojalá pudiera saber si estás bien, si estás a salvo.
Siempre nos recordaré. Algo tan puro no muere. Has sido la primera verdad de mi vida. Y aunque mi corazón se empeñara en retenerte, sé que lo mejor es que tomaras aquella decisión que te llevó tan lejos de aquí. Si no podías sostener mi mano prefería que no hubiera mentiras.






Qué difícil para ti, quererme.
Y qué fácil resultó perderme. 
Y qué tormenta mas ilógica acabó con mis versos.
La misma que no me deja acabar esto.
La misma.














Malditas despedidas. 






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