viernes, 19 de junio de 2015

Ya nunca me verás, aunque una parte de ti me imagine.





Envidio la forma en la que huyes, silencioso,
sin despertar los demonios que dejaste en mí.
A pesar de que el pecho se me sigue partiendo,
tú sigues siendo el mar tranquilo que me incomoda.
Me dan miedo tus manos repletas de arrugas
en las que guardas secretos que jamás contamos.
Lealtad de dos personas que compartieron más que cama,
ocho vidas, sal y tequila, y ron de nostalgia.
Lo fuimos todo saltándonos las normas,
excepción entre mil causas perdidas.
No nos lograron separar mil corazones 
ni lo hicieron nuestras dos despedidas. 
Voy a seguir anclada a nuestro mar,
esposada a los recuerdos,
como aquel que mira atrás sabiendo
que en nada se parece a lo que hay delante.
No tengo miedo. Ya no sé tenerlo.
Tus dos palabras envenenadas me miran
como diciendo: Fuimos verdad algún día.
Aunque 'algún día' ya no sea 'ahora'.
No me va a bastar.
Sé que volveré a buscarte,
sé que cuando estés apunto de marchar
me veré en la estación atándote a mis versos
pidiéndote, por favor, que reconstruyas una nueva vida
en la que, esta vez, sí esté mi nombre.
Voy a verme rota cuando el marcador indique
que ganas de nuevo. Tendrás el sabor de la victoria.
Y créeme, todos aplaudirán tus logros,
y yo desde la sombra,
en el rincón más oscuro,
en el último banquillo de todos,
te miraré inmune al ruido.
No me verás, no, ya nunca más me verás,
aunque una parte de ti me imagine.
Entre todos ellos estará la única persona
que te ha querido con heridas,
sin reproches, sin dudas
con tus doce batallas vencidas
y tus mil doscientas veintiséis derrotas. 



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