Cuando me
cogías la mano me hacías sentir segura. Como si de repente la vida se hubiera
cambiado al nivel fácil, de principiante, y yo fuera una novata que puede
saltar sin problemas cualquier pequeño obstáculo que se me plantara delante. Me
dabas con tu sonrisa lo que en pocas personas he encontrado, y estar contigo
era como completar esa parte que a mí me faltaba. Eras capaz de hacerme soñar
con una Venecia que era nuestra. Hacías que las despedidas se volvieran casi
imposibles, porque cuando te besaba no podía dejarte marchar. Echo de menos
saber que estás al otro lado, mirándome también.
Tu barbita de tres días que me pinchaba las mejillas, el olor de tu cuello, o
el tacto de las yemas de tus dedos acariciando mi cara. Tus labios buscando los
míos. Nuestros proyectos de futuro. Y qué me importa ahora que el perrito fuera
macho o hembra, o el lugar donde queríamos compartir nuestros sueños. Ahora lo
que me importa es que tus ojos no me miran, que tú ya no me quieres.
¿Hacia dónde ha ido octubre? Porque este marzo está siendo frío y tú no estás.
Y aunque sonrío y encuentro en cada día momentos felices, me faltas tú.
Se me agarra un miedo a las costillas cuando te miro y sonríes, y parece fácil.
Pero no es fácil, en realidad no lo es. Cuántas palabras me habré callado para
no estropear la amistad que tenemos ahora, cuántas. Pero si lo único que quiero
hacer cuando tienes días grises es pintártelos de colores con mis besos.
Explícame cómo simulo que ya no existe nada por mi parte, cómo puedo engañarle
al tiempo y tirar una carta que yo no he elegido poner sobre la mesa.
Cómo te engaño si mis ojos me delatan cada vez que te miran.
Si esos pequeños recuerdos que tenemos son mágicos. Si esos momentos que guardo
como el mayor secreto son momentos en los que he sido feliz.
Contigo era tan sencillo como respirar. Y me gustaba despertarme cada mañana
con la sensación de que tus manos iban a rozar mis sueños de nuevo una vez más.
Tú eres quien me hizo volver a creer en cosas que siempre me habían ido mal, tú
fuiste quien me sacó a flote, y quien me enseñó a nadar. Tú que en tan poco
tiempo te volviste tan importante. Aunque ahora ya no estés y me pese saber que
no me echas de menos. A veces, estoy tumbada en mi cama y me pregunto si en
algún momento del día mi nombre pasa por tu cabeza. Si a ti también te gustaría
que todo fuese más sencillo. Pero desde que pasó lo que pasó decidiste…decidimos
olvidarnos. Y me imagino que tú ya lo habrás conseguido.
A mí me queda mucho camino. Y no sabes lo que me encantaría que todo fuese más
sencillo y que por un momento, solo por un momento, siguiéramos lo que nos
dicta el corazón.
Pero si esos besos fueron los últimos, créeme…ha sido el mejor final que
podríamos habernos dado. Ojalá no fuera nuestro final. Ojalá el tiempo se coma al miedo y nos deje en paz. Ojalá agarres mi cintura y me susurres al oído que todo saldrá bien. Y me beses, y a mí se me pare el tiempo y solo quiera besarte otra y otra y otra vez. Ojalá dejáramos de ser marionetas de la vida y empezáramos a escribir nuestro propio guión. Ojalá pudiera haber un nosotros otra vez. Ojalá cuando se ilumine la pantalla del móvil sonría segura de que serás tú. Ojalá todo pudiera ser tan sencillo como en aquel octubre. Ojalá volvieras aquí. Ojalá todos mis ojalá se conviertan en un: Buenas noches, pequeña.
Ojalá.
Ojalá.
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