Y si te escribo aquí es porque no lees estas palabras, y si
te recuerdo es porque tú olvidaste cuántos pasos había de mi casa hasta la
tuya. Fuimos fugaces, pero yo nos hice eternos. Paré el tiempo y le quité las
agujas a todos los relojes para que ya nada pudiera avanzar y nosotros nos
congeláramos en la sombra de nuestros sueños. Lo paré a las seis y pico, un día
gris de octubre, y desde entonces el reloj ahora siempre está quieto. Intacto.
El primer beso eterno. Y qué me vas a contar de nervios, si sentí un puñado de ellos en mi estómago cuando te vi en aquel banco, sentado, a las cinco de la tarde.
Y qué me vas a contar de sueños, si los míos hablan de ti y del olor de tu cuello a centímetros de mí. Mientras yo avanzo y tú permaneces quieto, mientras miras cómo se van nuestros pequeños proyectos. Yo ya no voy mirando el suelo al caminar, porque el cielo por las noches lleva escrito tu nombre. Y qué si esa luna ya no habla de una Venecia inundada de sueños, y qué si por las noches ya no piensas en mí. Y qué si mi sonrisa no consigue calmar tu tristeza.
Yo sigo hablándole al miedo de nosotros, y sigo pensando en ti.
Tu olor impregnado en mi ropa cuando he pasado una tarde contigo, o el simple pero perfecto respirar de tu boca cerca de mi oído.
Instantes para recordar, aunque sea lejos de aquí.
Aunque sea lejos de un banco que contempló tu mirada al desnudo y tus confesiones más absurdas. Pero también las más importantes.
¿Ahora qué distancia hay entre dos corazones que pasaron de ir de la mano a darse la espalda? ¿Qué queda de mí en ti? Miénteme y dime que me has echado de menos, que entonces yo te besaré de verdad. Dime que hemos sido más que todo y más que nada.
Dime que al menos cuando estás conmigo olvidas la tristeza que te visita todas las noches. Dime al menos que no puedes evitar sonreír si se cruzan nuestras miradas.
Miénteme y explícame que no hay mejor refugio que mis brazos…
Miénteme y dime que esta primavera será solo nuestra.
Y qué me vas a contar de sueños, si los míos hablan de ti y del olor de tu cuello a centímetros de mí. Mientras yo avanzo y tú permaneces quieto, mientras miras cómo se van nuestros pequeños proyectos. Yo ya no voy mirando el suelo al caminar, porque el cielo por las noches lleva escrito tu nombre. Y qué si esa luna ya no habla de una Venecia inundada de sueños, y qué si por las noches ya no piensas en mí. Y qué si mi sonrisa no consigue calmar tu tristeza.
Yo sigo hablándole al miedo de nosotros, y sigo pensando en ti.
Tu olor impregnado en mi ropa cuando he pasado una tarde contigo, o el simple pero perfecto respirar de tu boca cerca de mi oído.
Instantes para recordar, aunque sea lejos de aquí.
Aunque sea lejos de un banco que contempló tu mirada al desnudo y tus confesiones más absurdas. Pero también las más importantes.
¿Ahora qué distancia hay entre dos corazones que pasaron de ir de la mano a darse la espalda? ¿Qué queda de mí en ti? Miénteme y dime que me has echado de menos, que entonces yo te besaré de verdad. Dime que hemos sido más que todo y más que nada.
Dime que al menos cuando estás conmigo olvidas la tristeza que te visita todas las noches. Dime al menos que no puedes evitar sonreír si se cruzan nuestras miradas.
Miénteme y explícame que no hay mejor refugio que mis brazos…
Miénteme y dime que esta primavera será solo nuestra.
Pero que bonito por dios
ResponderEliminar