miércoles, 27 de marzo de 2013

Hemos entrado uno en la vida del otro y lo hemos puesto todo patas arriba...

Le miré en silencio porque a veces sin palabras se pueden decir grandes cosas. Sus pupilas me acariciaban y me daban una seguridad increíble.
A veces me encantaría congelar segundos y hacerlos eternos. El brillo de unos ojos que parpadean a la velocidad de la luz, el ritmo de un corazón acelerado, el tacto suave de unas manos en la cintura, la separación lenta de dos labios que se buscan y se encuentran. Un instante perfecto almacenado para siempre. Como guardado en un reloj, intacto. Cruzamos miradas y me acercó a él. Su olor me produjo la sensación de haber estado siempre así, tan cerca de rozar las nubes con las yemas de mis dedos. Por un instante me parecía todo un sueño, y deseé con todas mis fuerzas no despertar. ¿Qué podía haber mejor que perderse en el marrón de unos ojos y esconderse en cada poro de su piel? Como si así ya nadie pudiera encontrarme . Tan sencillo como parpadear para saber que era tan real como mágico.
- Entonces tú no eres de los que hacen promesas...

- No,- rió y me miró- pero cualquier día acabaré prometiéndote algo. Por ti han cambiado demasiadas cosas. He roto mis esquemas y nunca me ha importado. He hecho cosas, he dicho cosas que jamás pensé que podría hacer o decir por nadie y eso...
- A mí tampoco me gustan las promesas. Pero sé que algún día volveré a romper una de mis normas.
- Nos hemos acorralado, ¿eh?. Hemos entrado uno en la vida del otro y lo hemos puesto todo patas arriba...
- El desorden no está mal de vez en cuando- sonreí e imitó mi gesto. Después me acercó más a él, tanto, que casi parecíamos la misma persona. 
- Entonces podemos desordenarnos un poco más... 
Sus labios lograron alcanzarme. Cuando lo hacía, cuando estaba ahí delante, cuando parecía que el mundo se detenía si sus manos rozaban mi cuello y me acercaban a él, sentía cómo el corazón latía al compás de todos y cada uno de sus movimientos. Era como si hubiéramos nacido para sentir aquello en el pecho cada vez que lo único que nos separaba eran tres centímetros. Cuando estaba con él me sobraba hasta la piel. Era esa sensación de libertad sin condición, como si todo resultara tan sencillo como inspirar y expirar,coger aire y soltarlo. 
Y qué importaba a qué velocidad razonara si ahora solo podía escuchar lo que dictaba el de la izquierda, el corazón. 
Y qué importaba el pasado, o el futuro, si el presente ya había puesto el listón muy alto...qué importaba la velocidad del tiempo o la fugacidad de los momentos, si en un instante éramos capaces del alzar el vuelo sin si quiera abrir las alas... 



1 comentario:

  1. "El brillo de unos ojos que parpadean a la velocidad de la luz, el ritmo de un corazón acelerado, el tacto suave de unas manos en la cintura, la separación lenta de dos labios que se buscan y se encuentran." ARTISTA! Es la primera vez que me paso por aqui y me alegro de haber descubierto este blog :)

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