jueves, 3 de enero de 2013

Sueños de papel.



Y cojo y te beso. Pienso en cómo coño he tenido el valor de hacerlo. Es un beso torpe, mis labios buscando los tuyos, los tuyos despistados, parados, pero que al final luchan por encontrarse con los míos. Te ha pillado tan de sorpresa como a mí. Separación suave de cabezas. Nuestras miradas, tímidas, se encuentran. No sé qué decir. ¿Qué palabras son las correctas después de un beso? Sonreímos. Te ves más niño que nunca. Tímido, aún, te acercas de nuevo a mí, sujetándome por la nuca. Nuestras respiraciones se mezclan. No hay nadie por la calle. Estamos solos, tú y yo. Tú y yo. Me besas. Ahora ya no es un beso torpe, ahora los dos sabemos que queremos ese beso. Ahora los dos jugamos a rozar los labios, a acariciarnos la cara, el cuello, los brazos, las manos. Porque parece que hayamos nacido para ello. Porque la unión es perfecta. Porque si la perfección no existe, nosotros la hemos inventado ahora. Me tiemblan las piernas, y siento escalofríos cuando paseas tu dedo índice por mi hombro y bajas tus manos hasta sujetar mis caderas. Me siento tan tuya que casi ni respiro. Y de hecho, tu respiración ahora parece mía, y mis caderas ahora son parte de tu cuerpo. Conjugación perfecta, ¿presente indicativo? no, presente perfecto.
Eres tan mío que parece que estábamos destinados a ese beso desde siempre.
Soy tan tuya...que se me olvida las veces en las que prometí no volver a sentir más.
Somos tan...estamos tan...los dos estamos sintiendo exactamente lo mismo. 
























La octava maravilla de mi mundo sigue siendo tu sonrisa.

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